“Queremos que nuestra música siga viajando”

Entrevista a Arbolito | Por Andrea Sosa Alfonzo | Fotos Liza Taffarel y Arbolito*

La banda que homenajea con su nombre 500 años de resistencia de los pueblos originarios, habló de su historia, de la música y de un compromiso inclaudicable con su tiempo.

 

La sala de ensayo de Arbolito, ubicada en un subsuelo bajo una vieja imprenta en Parque Patricios, rememora en parte, el Tugurio de su admirado Osvaldo Bayer: la bandera Wiphala de los pueblos andinos, la referencia a la Pachamama y los instrumentos que mezclan quenas, con violas y charangos, pintan a las paredes con los colores de la resistencia. Ahí Arbolito ensaya, crea y explora sonidos que luego se convertirán en canciones, como su último lanzamiento, Pará la mano, que integra el primer volumen de una serie de simples que editará la banda. Ezequiel Jusid y Pedro Borgobello, dos de sus integrantes, repasaron con Riberas parte de sus casi dos décadas de historia. Arbolito dejará con su música y su lirismo de contundente contenido social, una renovada herencia para las futuras generaciones; porque, como dicen, no hay mejor forma de crecer que no sea la de “ponernos desafíos a nosotros mismos”.

 

-¿Qué atesoraron como banda en estos 19 años?

-Ezequiel Jusid (EJ): Un montón de cosas, no sé si todo se puede describir. La amistad entre nosotros y con toda la gente que viaja con nosotros: iluminadores, sonidistas.  Y después, el aprendizaje de salir de la ciudad, de estas cuevas en Parque Patricios, viajar por el país, conocer gente, realidades distintas a las nuestras, paisajes hermosos y poder contarlos después en canciones. Ése es el tesoro.

-¿Qué significa, desde lo social, recorrer el país y todo su territorio y luego plasmarlo en su música?

-Pedro Borgobello (PB): Fundamentalmente es un gran aprendizaje. Es como dice Ezequiel, el tesoro de conocer realidades. La mayoría de la gente que vive en Buenos Aires, no sabe bien qué pasa en el resto del país, porque es una ciudad que está hacia adentro todo el tiempo, exportando hacia el resto del país noticias y cosas. Entonces, se pierde de conocer distintas realidades, porque no es que hay una acá y otra en el interior, existen infinitas realidades. Vivimos en un país muy grande que por suerte, tuvimos la suerte de recorrerlo desde las montañas del sur hasta Misiones. Hemos viajado no solamente para actuar en teatros, llegar, armar, tocar e irnos a un hotel. Pudimos compartir muchas experiencias que van mucho más allá de la música. Desde comunidades de pueblos originarios que nos invitaron a participar de sus reuniones, hasta cortes de ruta y celebraciones del Mocase (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) en sus veinte años. Si uno no se dedicara a la música, volcando estas experiencias en canciones, por ahí no sé si hubiese tenido la suerte de participar de estas cosas. Eso es algo único.

-EJ: Nos hizo crecer mucho como personas. Uno se nutre más allá de las canciones que son como ventanas que nos permiten contar lo que vemos o sentimos. No somos los mismos que hace 20 años. Conociendo estas realidades, compartiendo y aprendiendo, somos mucho mejor como personas, con nuestras familias, con nuestros amigos. Y no creo que todas las bandas tengan esa posibilidad.

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-¿Cómo surge el proceso de nombrarse y qué significa el nombre de Arbolito?

-EJ: Un poco por elección y un poco por el destino elegimos llamarnos Arbolito, sin tener noción de lo que iba a pasar con ese nombre. Recuerdo que estábamos tocando con Agustín (Ronconi) en el subte. Volvíamos de tocar en Uruguay en el verano y de andar de vagos y se nos arrima un pibe que estaba armando un festival para decirnos que estaría bueno que participáramos. Ahí empezó todo. Habíamos leído Rebeldía y esperanza, un libro de Osvaldo Bayer, donde en media carilla menciona la historia del indio Arbolito y del Coronel Rauchy y nos pareció que estaba bueno ponerle ese nombre. Arbolito nos pareció un homenaje a la resistencia de los 500 años. Por medio de un amigo llamamos a Bayer y fuimos a su casa. Entablamos una linda amistad que perdura y fue creciendo con los años. Se entusiasmó con nuestra idea de retomar esta historia. Y a partir de ahí fuimos con Bayer a universidades y escuelas para que  cambien los nombres, por votación de los alumnos y profesores y a pueblos para que cambien el nombre de sus calles. En estos últimos años, algunas que se llamaban“Roca” ahora son “Pueblos Originarios”, o tienen el nombre de algún vecino que hizo algo lindo.

El nombre de nuestra banda fue un gran acierto, porque nos llevó a conocer muchas historias. A veces, al llegar a un pueblo nos están esperando veinte personas de una comunidad originaria porque nos llamamos Arbolito, y vienen a contarnos, a conocernos y a invitarnos a comer un cordero.

-Hay un no encasillamiento de la banda en un género y ése parece ser el plus que rescatan sus seguidores…

-PB: Somos de una generación que creció escuchando rock, que ya es parte del folclore del país. A cualquier chico que le das una viola puede tocar una zamba, un chamamé, una chacarera, pero seguro toca también algo de Los Piojos, Redondos, Charly, Spinetta. Nosotros nos criamos así: escuchando rock, blus, reggae. Y después cuando ingresamos a la Escuela de Música Popular de Avellaneda –donde nos conocimos todos- descubrimos que había un mundo de música que es la folclórica de Argentina y Latinoamérica, que tiene hermosos ritmos, timbres, instrumentos y letras que te emocionan. Gracias a las últimas dictaduras de nuestro país, esas músicas quedaron a un costado. Sólo conocimos lo que nos enseñaron en las escuelas, como Zamba de mi Esperanza, esas cosas más bien paisajistas o románticas y patrióticas del folclore, que en ese momento no nos resultaban tan interesantes. Cuando llegamos a Avellaneda descubrimos al Cuchi Leguizamón, Carnota, Peteco Carabajal, el Chango Farías Gómez, una cantidad de artistas y músicos chilenos como Inti-Illimani o Illapu. Tal vez algunos en sus casas, habían escuchado a Quilapayún o a la Negra Sosa. Pero, por lo general, el folclore no era la música que habíamos mamado de chicos. De repente, descubrimos que había una música muy linda que era nuestra, que está en el inconsciente colectivo.  Tal vez nunca tocaste una chacarera, pero, te ponés a tocarla y no te resulta extraña. Nunca la vamos a tocar como un santiagueño seguramente, pero ahí es donde se empieza a dar toda esta fusión. Una de las características de la banda es la desfachatez a la hora de hacer las cosas. Siempre nos preguntan cómo pensamos las mezclas, las fusiones, y nosotros tocamos como nos sale y tratamos de hacer lo mejor que podemos. Con los años, eso fue tomando una identidad que hoy es la música que hacemos.

-EJ: Nunca fuimos puristas; no decimos esto es una zamba, esto una chacarera. Nunca nos importó. Tomamos lo esencial y lo que nos hace vibrar de cada ritmo, como una cumbia o una música balcánica. Me acuerdo de la primera vez que tocamos en una plaza cerca de Paternal. Tocamos la Zamba de Lozano. Agustín había llevado el delay (un aparatito que hace que el sonido rebote) y en medio de la zamba se mandó un solo de ocho minutos, como Pink Floyd, y ahí la gente y nosotros mismos dijimos `mirá lo que pasó´. Y ésa es la esencia.

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-La nueva canción Pará la mano, es además una gran frase que marca la temperatura social y que es coherente con esto que estamos hablando del compromiso de la banda. ¿Qué implica para ustedes hacer este tipo de canciones?

-EJ: No nos ponemos a pensar y a debatir las cosas que vamos a decir en cada momento de la historia. En estos últimos 20 años pasó de todo y en ningún momento decimos `nos conviene decir esto ahora´. Seguramente, no nos conviene decir pará la mano ahora, desde el lado comercial de una banda. La canción no es nuestra. Nos llamó Orlando Miño, un músico entrerriano que vive en Holanda y nos dijo que había compuesto esta canción y que le gustaría que la cantáramos. Nunca nos había pasado algo así. La escuchamos y era lo que, de alguna manera, queríamos decir todos. Nos pareció muy linda, más allá de lo que dice que es actual y fuerte, lo dice de una manera poco agresiva y te entra en la sangre.

-PB: Utilizó bien la ironía. Nos gustó eso, nos sentimos muy  identificados. Y a pesar de que no la escribimos nosotros, es muy Arbolito.

-EJ: Sacamos el video antes del primer simple de esta camada de simples que vamos a editar y en una semana tuvo cien mil visitas en YouTube, algo que nunca nos pasó porque no somos muy buenos en eso. Muchas organizaciones y medios periodísticos empezaron a usarlo para hacer informes.

-¿Y qué les pasa a ustedes cuando Bayer retoma sus propios escritos o de pronto un tema está circulando en otros espacios?

-PB: Como decíamos, no pensamos demasiado en las repercusiones de lo que vamos a hacer. Las cosas se dan de manera natural, pero en realidad lo que hacemos es cantar las cosas que nos emocionan, que nos mueven una fibra. Y evidentemente somos tan pocos especiales que a muchos nos mueven las mismas cosas. Es un ida y vuelta; es lindo ver reflejado en otros lo que uno siente. Y nos ha pasado desde cuestiones sociales hasta personales. Una chica que tenía una hermana en coma, nos contó que ella reaccionaba solo con nuestra música y que aunque los médicos tenían los peores pronósticos, sintieron que mejoró escuchándonos. Otra vez, un chico con un grado avanzado de autismo se conectaba con el afuera a través de nuestras canciones. Y después suceden cosas sociales, como por ejemplo, agrupaciones que toman nuestras canciones y las llevan como una bandera.

-O usan la música para una canción de una marcha…

-EJ: Claro. O en las escuelas laburan sobre canciones nuestras. Son cosas que como músico, nunca te vas a proponer. Hace poco fui a un acto de promesa de la bandera de 4º grado de una escuela, y los profes que son de nuestra generación y empiezan a renovar la educación, laburaron todo el acto en base a la unidad latinoamericana con canciones nuestras. Es algo que uno nunca imaginaría.

-PB: O nos invitan a un festival de juventudes internacionales en Cuba y el tema que eligen como emblema del festival es Baila Baila, que es un tema que nunca fue por ese lado. Para ellos ´un pedacito del planeta que no pudieron´, impactó. Lo que uno hace y hacia donde vuela eso, es impensado.

-Hace un tiempo atrás decidieron hacer shows para que sus seguidores vayan con sus hijos, con niños y niñas, ¿Cómo surgió esa idea y qué les pasó cuando vieron a los pibes que hace 20 años atrás los iban a ver y hoy van con sus hijos?

-EJ: Que estamos viejos (risas). Nos pasa lo mismo, fuimos creciendo con la banda, fuimos teniendo hijos y siempre hubo muchos niños dando vuelta. No sabemos porqué, pero les encanta la banda, la instrumentación, las melodías.

-PB: Hemos visto chicos de cuatro años que cantan todo el show. Y tenemos amigos que nos dicen que los pibes ponen ellos mismos los discos. Creo que tiene que ver con tocar mucho en la calle, porque el público de Arbolito es muy heterogéneo. Una vez nos pasó que, grabando Despertándonos en San Luis vino una familia de tres generaciones. Hacemos lo que nos sale y nos emociona, y eso no tiene que ver con una cuestión generacional. Cada show es especial. Sabemos que es algo único que los chicos se copen con la banda y muchos agradecen que puedan compartir con sus hijos los recitales. Es un privilegio.

-EJ: Lo que pasó en Buenos Aires después de Cromañón, es que se limitaron muchos los espacios. Entonces encontramos el Konex que es un patio al aire libre y armamos el rito de que venga toda la familia, pero también hay pogo y hay espacio para todos. O cuando tocamos en el Luna Park, pedimos que no paguen los pibes menores de diez, y nos querían matar.

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-¿Qué implica para ustedes este nuevo modo de trabajar con la música y romper las reglas del mercado y del sistema?

-PB: Es un gran trabajo y difícil. Pretender tocar folclore de la forma que a nosotros nos pintaba, generó tener que tocar mucho en la calle, porque eras muy roquero para el folclore y muy folclórico para el rock. Ves que se van cayendo prejuicios estéticos musicales, pero nos pasó en la etapa con Sony, que las grandes empresas de la industria necesitan de los nichos donde poner las cosas. Tener que elegir uno u otro, no les cierra. O las radios que te dicen ´no, porque vos tocas folclore´, cuando sos más roquero que la música que pasan. Eso hace que tengas que trabajar todo el tiempo en generar cosas. En 20 años todavía no tenemos la fórmula de laburo cerrada, es un trabajo constante el hacer el camino. Nos ha tocado en nuestro tiempo, armarnos el caminito. Nuestro trabajo es andar.

-EJ: En estos 20 años de banda, 20 años de país, somos de la generación del ´que se vayan todos´ y hagamos las cosas a nuestra manera, eso pasó no solo en la música sino en tantos otros espacios. Y nos dimos cuenta de que se podían cambiar las realidades. Tenemos amigos en Zanón que es una fábrica gigante, enorme y eso es hacer algo autogestivo: resurgir desde la nada. Somos de esa generación.

A finales de los ´90 empezamos en las plazas, alquilando salones, haciendo la barra nosotros con amigos y eso es lo que te fortalece.  Cuando estuvimos con una compañía discográfica grande, ya teníamos toda esa base, pero aprendimos a ser más profesionales. Ahora estamos haciendo simples, se nos ocurrió jugar con sonoridades y con diferentes productores artísticos. Hacemos tres temas con un productor, los desarrollamos, lo hacemos sonar de una manera y después vamos con otro. Nos permite explorar la riqueza auditiva que tiene la banda.

-¿Hay una tendencia en la escena nacional, de pensar nuevos modos de la relación entre arte y trabajo?

-PB: Eso es algo que se dio siempre. Hace 40 años atrás si querías escuchar algo, la única forma que tenías era comprarte el disco. Hoy, la música circula de otra manera y la industria fue cambiando; muchos no estamos dentro de ella y debemos inventar nuevas formas. Lo que decía Ezequiel de los simples es algo que estamos reciclando de hace 50 años atrás, pero siempre estamos buscando formas de generar trabajo. Va más allá de tener el plato de comida, pero también es, el plato de comida, porque el laburo es eso: todos tratamos de que lo que hacemos nos genere el mango. Pero siempre van cambiando las formas de trabajar y uno tiene que inventar con una creatividad necesaria.

-EJ: Lo que queremos es seguir andando, produciendo cosas nuevas y raras, ponernos desafíos a nosotros mismos. Y que nuestra música siga viajando.

 

*Por Maru Munay. Agradecemos a Arbolito por las fotos cedidas.

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