La inclusión educativa en la agenda pública

Por Andrea Sosa Alfonzo | Ilus: Diego Abu Arab

La conformación de una nueva universidad, la ampliación de derechos y cómo pensar la educación en tiempos de transformación social. Debates y desafíos.

 

Pensar la inclusión educativa requiere poner en foco un debate que nuestra sociedad comenzó a abordar seriamente recién en los últimos años. Es decir, construir sentidos sobre la educación en un mundo plural y desigual, afrontarla desde los ejes de diversidad, cohesión social y acceso pleno, permite revertir la desintegración y la inequidad social que dejó en nuestro país el neoliberalismo, tanto dentro como fuera del sistema educativo.

Comenzó a ser de interés para las políticas educativas nacionales la promoción y la ampliación del derecho a una educación de calidad en igualdad de condiciones. Parte de esta deuda se saldó con la implementación de la Ley de Educación Nacional de 2006, que consagró la obligatoriedad de la escuela secundaria. A su vez, la modificación de la Ley de Educación Superior resulta necesaria para pensar la apertura integral de los ámbitos académicos hacia nuestra sociedad y el acceso universal a la universidad pública.

La inclusión educativa se tornó un nuevo concepto que ancla diversos sentidos respecto de derechos, sujetos y sociedad. Por eso es necesario desandarlos para abordar su complejidad.

Establecer procesos de transformación en términos de accesibilidad, promoción del interculturalismo, ampliación de derechos para personas en contextos de encierro y psiquiátricos, promover la diversificación geográfica y el abordaje territorial, reducir la brecha digital e incluir la perspectiva de géneros y articular con diversos actores sociales, son algunos de los aspectos que componen un escenario de debate de qué sociedad y educación queremos.

Llegó un tiempo de cambio de discurso sobre la universidad y las representaciones que los jóvenes tienen de ella. La construcción del conocimiento, antaño ligada a la visión elitista de la academia, hoy está en una etapa de reconfiguración de las dimensiones políticas, culturales e ideológicas, que implica pensar una nueva sociedad donde el conocimiento se toma como una co-construcción entre los distintos actores que la componen.

UNA TAREA COLECTIVA, HABITAR DESDE ADENTRO

Para debatir sobre las estrategias que permiten avanzar en torno a la inclusión educativa, al derecho y el acceso a la educación superior, junto con la promoción de trayectorias educativas y pedagógicas significativas que faciliten la permanencia y la graduación de los estudiantes, se realizó en mayo el 1º Foro Nacional de Inclusión, Retención y Participación Estudiantil en la ciudad de Paraná, Entre Ríos. Asistieron allí más de 400 personas, 47 universidades nacionales, sindicatos, autoridades del Gobierno Nacional, referentes internacionales, docentes y estudiantes de todo el país. El encuentro, cuya sede fue el Teatro Municipal 3 de Febrero, tuvo como objetivo fundamental la recuperación de espacios de debate colectivos.

Según el politólogo y educador argentino, Eduardo Rinesi, “la cuestión de la inclusión supone otro elemento más, que es el derecho: incorporar a un lugar a los que quedaron afuera. Porque la idea de inclusión parte de aceptar la desigualdad de hecho entre distintas personas; en cambio, la idea de derecho supone la radical igualdad de las personas”. Se trata, entonces,  de pensar cómo hacemos para transitar como sociedad la tarea colectiva de garantizar ese conjunto de derechos. Frente al legado de la década de los 90, donde predominó un fuerte discurso flexibilizado de la educación, codificado en términos económicos en su expresión privatizadora, es una novedad hoy debatir qué derechos y para qué sociedad.

“La universidad en su historia no se pensó a sí misma como una institución encargada de garantizar un derecho, sino más bien de formar elites. Qué implica en nuestros modos de pensar y de habitar la universidad, tomarse en serio la idea de que la persona que tengo sentada frente a mí en un pupitre, es el titular de un derecho que yo tengo la obligación de garantizar”, señaló Rinesi. El desafío consiste en el potencial de habitar la universidad desde adentro, de puertas abiertas “para que el mundo social, popular, el pueblo, las organizaciones sociales del territorio, el propio Estado como su representación jurídica institucional, penetren también la Universidad, y nos permitan cambiarla”, remarcó el educador.

La participación y la retención estudiantil también son aspectos centrales en el debate público. Pensar en la permanencia, en la posterior graduación y en la vinculación de la universidad con la sociedad permite incorporar la dimensión de la reconfiguración de un proyecto de país que integre a la educación como epicentro del cambio social. Según el sociólogo francés, Alain Coulon, entre los problemas que enfrentan los ingresantes al ámbito universitario están aquellos que se refieren a los tiempos que deben superar para ser miembros activos: el “tiempo del extrañamiento”, el “tiempo del aprendizaje” y el “tiempo de la afiliación”. Es este último el que apunta al universo de la transformación y trasgresión o no de las normas institucionales. “Afiliarse, es decir, convertirse en miembro, significa descubrir y asimilar la información tácita y las rutinas ocultas en las prácticas de la enseñanza”, pero también abre el potencial de interrogarse sobre “los aspectos implícitos de sus conductas y las rutinas inscriptas en las prácticas sociales”, señala el sociólogo. Según Coulon, en la actualidad, “el problema no es entrar a la universidad sino permanecer en ella”.

Entender la Universidad es integrar en el análisis las tensiones, los cambios y los conflictos que se dieron en su historia. Es tiempo de transitar estas estrategias inclusivas. Poner sobre relieve la alteridad para superar el malestar de la globalización, podría ser alguna de las pistas que
permitan  construir  una sociedad más integrada. Los procesos de inclusión / exclusión están en agenda. Es una buena oportunidad para habitar sus zonas, desafiando incluso los espacios  grises.