La fuerza del relámpago

Por Maitén Cañicul, Gabriel Dente y Mariano Skliar | Fotos: Euge Neme, Martín Garay, Agencia Presentes

De violencias racistas y resistencias ancestrales, en lo que se conoce como Villa Mascardi, en donde está la lof Lafken Winkul Mapu, hubo una represión, persecución y un desalojo a su comunidad. ¿Cómo recomponer con la palabra el impacto que persiste en el cuerpo de los niñxs y mujeres? Una reflexión que viaja con la fuerza del relámpago, que unen en el hilo delgado que es la historia la Campaña del Desierto y los discursos nacionalistas para que el territorio del Puel Mapu se reconozca libre.


Viajó la voz mapuche hasta una radio conurbana.  Fue por abajo de la tierra,  como un quirquincho.  Somos personas que hemos pasado las horas de la vida haciendo túneles  que a veces se usan para mandar palabras.  Túneles que  cruzan las distancias y el tiempo, conectando diferentes momentos históricos.  Las imágenes del pasado y las del presente coexisten como en un caleidoscopio olvidado en el asiento del tren, recogido  por un niño que allí vende chicles y  ahora juega, esperando la próxima formación;   como en  un ocaso donde los colores parecen ser la exacta réplica de los que nos pasa en el alma,  justo en un instante donde se ha detenido todo.  El ejército persigue a un grupo de niñxs mapuche bosque adentro.  ¿Cuándo pasó? ¿Cómo pasó?

Maitén Cañicul, comunicadora mapuche,  habla al aire de la radio con Gari, militante con Maxi Kosteki cuando él estaba vivo.  Gari es quien me dijo hace poco una frase que surca cada tanto mis conversaciones.  “En los 2000, los piqueteros militábamos un cambio social y sabíamos que se venía, pero no sabíamos  cuál era… y resulta que era el de las pibas, el del feminismo. Mirá si llegó ese cambio social, compa”. 

No sé cuántos estén escuchando esta charla radial.  No sé cuántas reposen el mate junto al celu para oírles.  Pero yo me siento único, con la oreja en el parlante; yo plegado sobre mí, apoyado en las paredes terrosas de este túnel   con raíces que sostienen el espacio por el que viaja el sonido, lo que somos.  

Porque Gari pregunta y su palabra es el rock, el barrio, lo obrero plebeyo del tercer cordón.  Y Maitén contesta  como  cascada, como un trayenko furioso, cristalino, revitalizante, necesario,  para regar lo seco y meter oxígeno cuando un momento parece que  nos ahoga. 

Es una situación muy crítica para el pueblo Mapuche. Fue noticia en todo el país y ahí supimos que,  en lo que se conoce como Villa Mascardi, donde está la lof Lafken Winkul Mapu, hubo una represión, un desalojo efectuado por algo llamado Comando Unificado; algo creado por el Ministerio de Seguridad de la Nación.  Aníbal Fernández es hoy el ministro y era  ministro también cuando se ordenó la Masacre de Avellaneda, donde fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en 2002. 

Hubo mujeres presas, las hay todavía.  Presas políticas mapuche en huelga de hambre.  Que estuvieron dos días completamente incomunicadas, hasta entre ellas, desde que las apresaron, sin informarles siquiera de qué se las acusaba.  Bajo el velo perverso del secreto de sumario, lo que les hicieron no  fue otra cosa que tortura.  A cuatro,  las trasladaron esposadas de pies y manos, de noche y en avión,  a la cárcel de Ezeiza. Las trajeron luego de tres días de nuevo a Bariloche.  A una,  la obligaron a parir en cautiverio. Se llama Romina. A la machi Betiana Colhuan Nahuel, madre de dos criaturas pequeñas, la apresaron arrancándola de su rewe  (espacio ceremonial),  restringiéndole  la posibilidad de ejercer su rol espiritual.  

Renunció una ministra nacional por la obscenidad de la escena. Pero ahí siguen ellas, en huelga de hambre al momento de este texto. Y no se agita tanto el avispero como otras veces, pero sí se siente la fuerza de las mujeres mapuche, las zomo que abrazan a las suyas tejiendo más y más red.    

El detrás de escena de una operación

El comando entró a la montaña bien temprano, con la información precisa de que allí sólo había mujeres, bebés, niños y niñas.  La orden fue avanzar igual.  Gases, escopetas, tanquetas, perros entrenados.  Nada de armas letales, dijo el discurso de ocupación en la voz del ministro.  

¿A qué le llaman letalidad? Doce horas corrieron a los niños y niñas por la montaña. Se hizo de noche, bajó el frío y ahí andaban las infancias, lxs pichikeche, escondidxs como lo estuvieron sus abuelxs hace ciento cuarenta años.  Sin hacer ruido, temblando.  Oyendo pasos de botas duras contra el suelo de la mapu.  Como en la Campaña del Desierto, otra vez se vino el malón winka contra niñxs y las mujeres.  

«En la noche salíamos arriba a la montaña, hacíamos unos huecos para entrar y ahí le sacábamos punta a las cañas por si venían los winka…,wayki se llama eso hija. Así como podíamos hacíamos eso y no comíamos, no hacíamos nada que pudiera hacer ruido, pero escuchábamos cómo le hacían los winka a nuestra gente», le contó Rosa Cañicul yem a su nieta Maitén. 

Aquella vez, el Ejército Argentino les llamaban “la chusma” en los partes militares que se elaboraban después de arrasar las rukas: secuestro y reapartija de criadas  entre las casas de las familias de bien. 

¿Cómo le llaman ahora?  Villa Mascardi queda a 30 kilómetros de la ciudad turística de Bariloche, donde todavía el General Roca -en forma de estatua- ocupa la plaza central, bautizada con el nombre de Expedicionarios del Desierto.   El rostro pétreo del genocida se ríe socarrón  de la ordenanza municipal que declara a la localidad como municipio intercultural.

Gari, conurbano y consciente de lo que no se sabe,  le pide a Maitén si puede hacer una “base conceptual” para que la gente que no es del territorio entienda el porqué del  desalojo.  “Hay mucha distancia, hay mucha ignorancia”, lanza al aire por el túnel.  

El Pueblo Nación Mapuche es preexistente a los Estados de Chile y Argentina.  Esos Estados avanzaron militar y mercantilmente sobre el territorio autónomo hace unos 140 años, incorporándolo a lo que dieron a llamar la soberanía nacional, que era a la misma vez la soberanía del capital.  

La extranjerización de la tierra no es un fenómeno reciente propio del neoliberalismo, ni cosa únicamente de Joe Lewis o ciertos magnates árabes.  Paradójicamente, o no tanto, la anexión de la hoy llamada Patagonia y la consolidación de las fronteras nacionales, llevan la marca de origen de la extranjerización. Basta ver qué capitales financiaron las campañas militares a ambos lados de la cordillera.  Hay que echarle un ojo a los mapas de reparto de las leguas y leguas de ese “desierto” que resulto estar tan habitado y lleno de diversidad, para encontrar que los apellidos de afuera abundan.  En el documental Tierra Adentro de Ulises de la Orden, la cosa se ve con claridad. 

La gente mapuche que quedó en el territorio, estuvo dispersa y escondida después del malón winka.  En Neuquén, fueron ubicadxs en lo que se dieron a llamar reservas indígenas, bien al estilo norteamericano.  Todavía se llaman así en los papeles. En el caso de Río Negro, donde se ubica Villa Mascardi, las reservas fueron muchísimas menos. En todas las provincias emplazadas en el Puel Mapu, las familias mapuche pasaron a formar parte de la inmensa masa pobre de las ciudades y los pueblos. 

Desde hace unos años, en Río Negro y Chubut se viene viviendo un proceso de reivindicación de la identidad mapuche y, con ello, de vuelta a los territorios comunitarios.  Identidad y territorio son inseparables. 

Se trata de personas y familias mapuche jóvenes, que retornan a los lugares de los que sus abuelos fueron sacados.  Así es con la lof Lafken Winkul Mapu, que en 2017 volvió al territorio.  El lugar era efectivamente una usurpación, pero del Estado Argentino.  Estaba ocupado por el Obispado de San Isidro, por Parque Nacionales y por propietarios privados. La comunidad reivindica un espacio de unas 7 hectáreas.  El Parque Nahuel Huapi ocupa 710.000, Benetton 1.000.000 y Joe  Lewis 8.000.  No es un problema de dimensiones.  

En el mismo 2017, en ese mismo lugar y sobre esos mismos cuerpos, la represión estatal asesinó a Rafael Nahuel. Aquella vez sí con armas letales y por la espalda. La Justicia, que es ágil para desalojar y perseguir a  mujeres y niñxs mapuche, no logró esclarecer hasta el día de hoy nada de ese crimen de estado. ¿Quiénes son los responsables materiales de las balas que mataron al joven mapuche? ¿Y lxs responsables políticos?

La pluma, la espada y la palabra

Dos semanas antes del desalojo en Villa Mascardi, el espacio político empresarial llamado Consenso Bariloche realizó una  marcha con dirección al territorio de la lof Lafen Winkul Mapu. Amenazante. Se trata de un  conglomerado de “buenos vecinos”,  empresarios inmobiliarios, terratenientes y polítcxs de múltiples derechas, que cuenta con el apoyo de la gobernadora de  Juntos Somos Río Negro, Arabela Carreras.  De discurso nacionalista y defensor acérrimo de la propiedad privada deshistorizada, Consenso Bariloche despliega una retórica peligrosamente racista contra el Pueblo Mapuche. Los trabajos académicos de María Marta Quintana y Mercedes Barros analizan muy lúcidamente el desarrollo local de este tipo de  grupos,  a los que fácilmente se puede relacionar con el tan mentado Revolución Federal.   

Muchos de esos “vecinos de bien” que marcharon hacia el  lof en defensa de la soberanía nacional, ya habían hecho performances disfrazados de Ku Klux Klan contra las vacunas de Covid-19,  tachando pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo y kultrunes mapuche pintados en las plazas; además de escrachar el instituto de formación docente local,  que enseña derechos humanos e interculturalidad,  acusándolo de  adoctrinamiento. 

A la cabeza de la caravana de camionetas 4×4 hacia el lof iba nada menos que Patricia Bullrich, casi como cortando la cinta inaugural de la obra represiva de un gobierno que, se supone, porta un signo político antagónico al suyo.   Más dilemas, o no tanto, en un país que se imagina blanco, venido de los barcos, hijo puro de inmigrantes europeos.    

La amenaza de la Patagonia, clama desaforado Consenso Bariloche, es el Pueblo Mapuche.  Mientras tanto, el pueblo rionegrino y argentino no puede acceder al Lago Escondido porque Joe Lewis, otro buen hombre, trabajador y amigo de Mauricio Macri, lo mantiene enjaulado en su propiedad. Recientemente un fallo judicial ordenó a la provincia garantizar el acceso público.  Pero el gobierno de Arabela Carreras lo apeló, defendiendo al magnate. 

En Río Negro calza justo aquella idea de Karl Marx según la cual el estado es la oficina que le atiende los asuntos a la burguesía, en este caso a la burguesía internacional.  Mejor aún, las palabras que gritó a garganta pelada  la ñaña Iris Romero en una movilización en la plaza central de San Martín de los Andes: “son los cadetes de las multinacionales”.  

En simultáneo,  lxs comunicadorxs  que cubren el hostigamiento al Pueblo Mapuche en Rio Negro, vienen sufriendo amenazas por parte de  grupos como Consenso Bariloche, a lo que se suma la persecución judicial.  Así lo denunció en conferencia de prensa  FATPREN (Federación Argentina de Trabajadores de Prensa),  junto a organismos de Derechos Humanos.  Se trata del periodista mapuche Oscar Moreno, trabajador de Wall Kintvn TV,  y de Alejandra Bartoliche, reportera gráfica de la Agencia Telam.  

“Hoy seguimos siendo objeto de las políticas de aislamiento, de judicialización, para continuar con la violaciones sistemáticas de los derechos humanos al Pueblo Mapuche, Mapuche – Tehuelche que mantiene un reclamo histórico en el marco del derecho, que está pidiendo vías de políticas de solución, no vías de judicialización”, dijo  Oscar.

Ese es el contexto del desalojo.  El contexto es el descaro, son los beneficios a medida de los terratenientes. Son los vínculos múltiples con los medios de comunicación provinciales y nacionales. A la pluma, la espada y la palabra, ahora se le suman las pantallas.  La conquista lo es también en el territorio de la subjetividad y el pensamiento.  Así,  se puede cercar mucho más que un lago.

“Vamos trabajando nuestro discernimiento para entender la avanzada represiva”, tira Gari con una cortina de rock metal de fondo.  “¿Vos crees que la hipocresía ciudadana, así tan patriótica, no puede llegar a respetar la pertenencia ancestral de tu pueblo?  ¿Vos crees que se puede normalizar a tal punto el concepto de enemigo interno?”  

La voz de Maitén es un quirquincho ahora.  Su tono rugoso corre por el túnel.  Dice que no suelen hacerle preguntas así,  tan buenas. Con la oreja pegada al parlante, este radioescucha se seca las lágrimas. Maitén clava lenguaje inclusivo: “nosotros, nosotras y nosotres estamos muy tristes”.  

Aquí se criaron lxs mapuche. Compartieron la diaria con el vecino y la vecina. La instalación de los discursos de odio da eso: tristeza. Oír al pobre repetir y repetir, es lo que produce la tristeza.  Todas las localidades están llenas de familias mapuche.  Lo dicen los apellidos, los rasgos, los recuerdos.  

¿Cómo se llaman los cerros, los arroyos y los pueblos? Hasta los country y hoteles 5 estrellas llevan nombres mapuche.  La negación da tristeza. 

Llegó la hora de asumirlo: Argentina es una sociedad racista. Al migrante, a la negra, a la india y al indio.  Como planteó  el antropólogo Gastón Gordillo en su trabajo “Se viene el Malón”, la infraestructura afectiva del país tiene muchos componentes de racismo. Solo basta revisar los insultos más comunes o pasear por los comentarios de los portales digitales. 

Pero el Pueblo Nación Mapuche está vivo y es gente de a pie, con identidad cultural, con pertenencia. Ni el idioma, ni la cosmovisión atentan contra el vecino de al lado. Lo que sí hace es revindicar territorios a los que hoy no accede ese vecino, ni nadie que no sea dueño.    

¿Son argentinas esas tierras? El racismo impregnado favorece el descompromiso.  Cuesta involucrarse, cuesta meterse. A veces es más fácil repetir. Pero lo que pasa en el Wall Mapu, les pasa a todos, todas y todes.  Cuando un río se contamina, se contamina para todes.  El territorio se comparte en conjunto, pero no se defiende en conjunto. 

Después de este desalojo, ¿cómo porta la bandera de los derechos humanos el gobierno nacional?  Cuando era oposición se llenó la Plaza de Mayo pidiendo la aparición con vida de Santiago Maldonado, reprimido por ser solidario con el Pueblo Mapuche.  ¿Y ahora? ¿Cómo se llegó a esto? 

Hasta hoy,  ese Estado Argentino no se presentó al diálogo con el Pueblo Mapuche del territorio en conflicto. La memoria se vuelve dolorosa.  Se revive.   Sobre los cuerpos mapuche, las prácticas de la Campaña del Desierto y de la Dictadura Cívico-Eclesial-Militar.  Los dos genocidios del terrorismo de estado, permanecen anudados indefectiblemente.  Uno de ellos, no se asumió como tal y por eso se perpetúa.

Ya nació la bebé de la mujer mapuche Romina Rosas, presa política.  Llora y se prende a la teta, eso la calma.  La sostienen brazos cautivos. 

¿Qué cosa será la justicia?  ¿Qué serán los derechos del niño y la  Unicef para esa bebé? Pilmaiken Llufken nació en cautiverio, con fuerza de relámpago y con el sueño de  su pueblo,  de que pueda volar libre en un territorio que cobije su camino en esta tierra. Hoy no es posible, pero el Pueblo Mapuche continúa escribiendo su historia a pesar de los genocidios y el racismo.

Puel Mapu y Guernika_Glew,  29 de noviembre de 2022. 


Referencias

Mercedes Barros y María Marta Quintana. 

La política de los pañuelos y la disputa por la calle.    http://lalibertaddepluma.org/mercedes-barros-y-maria-marta-quintana-la-politica-de-los-panuelos-y-la-disputa-por-la-calle/

Irritar lo público: odio y disputas de subjetividad en San Carlos de Bariloche.  https://www.teseopress.com/patagoniatragediaysacrificio/chapter/irritar-lo-publico-odio-politico-y-disputas-de/

Ulises de la Orden.  Documental “Tierra Adentro”.  https://www.facebook.com/watch/?v=233755954294152

Gastón Gordillo.   Se viene el malón. Las geografías afectivas del racismo argentino.   http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/CAS/article/view/8899