“Hay que conseguir hacer un periodismo confiable”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Hinde Pomeraniec | Ilustración: Martín Bianchi

Su vida estuvo atravesada por la literatura desde siempre, aunque primero se dedicó a leer a otres. La escritura en primera persona, ese periodismo del yo, comenzó naturalmente a través de sus diarios íntimos. Conversamos con Hinde Pomeraniec sobre el oficio periodístico y la crisis que hoy atraviesa, el trabajo de edición, la escritura de literatura infantil y juvenil, y los cambios en materia de género dentro de los medios de comunicación después del primer Ni Una Menos.


Hinde Pomeraniec estudió Letras apenas egresó del secundario y el destino también la llevó a incursionar en los medios de comunicación. Es periodista especializada en Cultura y Política Internacional, conductora de radio y televisión, editora y autora de varios libros. nació en Buenos Aires en 1961, en una familia descendiente de inmigrantes judíos provenientes de Rusia y Ucrania. Desde 1989 hasta 2010 formó parte del diario Clarín como editora de la sección cultural y analista de política internacional. También fue columnista habitual del diario La Nación. Entre 2005 y 2010 condujo junto a Pedro Brieger el noticiero Visión Siete Internacional. Es autora de varios libros como Katrina, el imperio al desnudo​; Rusos, Postales en la era de Putin; Blackie: la dama que hacía hablar al país y la novela infantil Lu, Lucy, Lucía. En 2017 fue reconocida con el Premio Konex de Platino como la mejor periodista literaria de la década en Argentina. Actualmente es editora de Cultura en Infobae y desde 2019 conduce el programa Vidas Prestadas por Radio Nacional. Además, formó parte de ese grupo inicial de periodistas, escritoras e intelectuales que en 2015 impulsaron la primera marcha Ni Una Menos.

-¿Cuándo decidiste que la escritura era a lo que querías dedicar tu vida?

-Creo que escribo desde siempre, como leo desde siempre. Tengo la sensación de que escribir era como soñar un poco y por eso me parece que me dediqué primero a leer a los otros cuando me puse a estudiar literatura. Escribir lo hago desde siempre, desde que tenía diarios íntimos. Escribir en primera persona me salió naturalmente. Después fueron muchísimos años de formación profesional donde el Yo para los periodistas estaba  prohibido o muy desaconsejado. Hoy en realidad, es una discusión. Muchas veces me llegaron notas cuando todavía estaba editando, escritas en primera persona, y les decía lo siguiente: y es que la primera persona tiene que tener una autoridad dada por una experiencia muy excepcional que sólo se puede contar en primera persona, o, por una experiencia personal de vida que te autorice y te legitime para escribir de esa manera. Sino lo único que hay, es la veleidad de la primera persona que no le sirve a nadie. En este sentido, me gusta decir que en general uso el Yo y me interesa cuando ese Yo es más un nosotros; cuando esa experiencia puede ser algo colectivo, compartido, cuando el que está leyendo o escuchando, lo que está sintiendo también, es que forma parte de eso. 

En cuanto a la ficción, hasta ahora sólo escribí para chicos. Es como si el mundo de los adultos y mi escritura -siempre dentro de la crónica y el periodismo, aún con el Yo que le da como cierto barniz narrativo- pero siempre tiene que ver con el periodismo y con el relato de lo real. Como si todavía, y a lo mejor para siempre por la edad que tengo, la ficción sólo pudiera estar reservada a los relatos para chicos. 

Por otro lado, a mi no me gusta decir que somos comunicadores, la palabra periodismo y la idea del periodismo me gusta, más allá de la rebaja a la que se lo haya sometido en los últimos años, desde afuera y también desde adentro del oficio. Comunicar se comunican también los que pasan con los autos y los camiones diciendo que están buscando heladeras y muebles, un trabajo muy honesto y muy decente. Eso, también es comunicar. Comunicar es hacer marketing o publicidad. En cambio, me parece que los periodistas hacemos otra cosa. Y me gusta el periodismo que puede ser leído también como un género literario. Ahí es donde creo que encontré, después de mucho tiempo, después de haber soñado con ser yo el personaje de Mujercitas que publicaba sus libros, ahí nació esta necesidad de escribir que se fue consolidando a lo largo del tiempo. Diría que de los libros que tengo, hay varios con los que me siento representada por lo que escribí. No hay nada de lo que escribí que pueda decir “esto hoy no tiene nada que ver conmigo”.

Comenzaste estudiando Letras en la UBA, ¿cuándo surge entonces el oficio del periodismo?

-Cuando entré a Letras a los 17 años, ni bien terminé el colegio secundario, tenía compañeros que estudiaban también periodismo. En ese momento, periodismo no era una carrera universitaria. Sigo pensando, y que me disculpen todos mis colegas, pero yo no creo que uno aprenda a ser periodista en la universidad, ni siquiera en las escuelas de periodismo. Creo que se aprende en las redacciones. Respeto a mucha gente que se fue formando a lo largo del tiempo pero creo que si uno, no tuvo la experiencia del trabajo colectivo del periodismo y lo que hizo fueron sólo buenas notas escritas como colaborador, le falta algo muy importante para formarse realmente como periodista. Cuando estaba estudiando letras pensaba “yo no puedo las dos cosas”. El periodismo me interesó siempre porque en mi casa se leían muchos diarios, tuve un padre muy lector y una abuela muy pendiente de la noticia que estaba con el diario sobre la falda, la radio en la oreja y el televisor encendido en los noticieros. La idea de la noticia y el hacer periodismo era algo que me resultaba muy entrañable y muy familiar. Pero hubo un momento, y esto va a parecer ridículo, en que yo tendría 23 o 24 años que me dije: “ya es tarde para empezar una carrera de periodismo, avanzo con lo que estoy haciendo en literatura”. En el medio fui madre muy temprano, a los 25, con lo cual también ya no tenía la posibilidad de hacer dos carreras. Había comenzado con algunas colaboraciones en Página/12 y en Clarín, en el área de Cultura. Tenía 29 años, estaba separada y con un hijo de 4 años, había que mantener ese hogar. Fue cuando empecé a buscar trabajo como periodista, más allá de las reseñas bibliográficas o entrevistas que tuvieran que ver con el mundo de la cultura. Empiezo a hacer periodismo de todo tipo en el diario Clarín y a tener una colaboración muchísimo más intensa, que dura poquito tiempo como externa, porque muy rápidamente me incorporan al staff donde trabajé veinte años. El periodismo surge, diría, con muchas ganas donde al mismo tiempo me daba vergüenza porque me sentía grande, y por necesidad. Es notable porque es como si hubiese perdido el pudor de ir a pedir trabajo de periodista por necesidad. Y del mismo modo, empecé a trabajar en la televisión, porque necesitaba otro trabajo. Es como si la necesidad económica, me hubiese quitado la vergüenza de pedir y sumar otros tipos de trabajo. No lo había pensado así. 

-¿Qué te propones en términos de conversación y registro en tu programa de radio, Vidas Prestadas por Radio Nacional?

-La radio también llegó en su momento como una necesidad de añadir nuevos ingresos, cuando estaba en Radio Ciudad con un equipo con Enrique Mayorenz, con Ricardo Saltón, con Jorge Carnevale, a fines de los años 90. Después seguí en otro programa con alguien a quien no le voy a dar prensa porque me quedó debiendo tres meses. 

Tenía experiencia de radio, pero cuando me quedé sin trabajo después de ser editora en editorial Norma porque había cerrado, volví a la radio y descubrí un modelo de radio y un modelo de conductor que me resultó no sólo muy amable para trabajar, sino que me despertó las ganas de esa conversación, y es Juan Michelli. Juan tiene esa voz clásica y amable de conversador, de entrevistar y ser incisivo, pero al mismo tiempo sabe escuchar y darle la palabra a los otros. Éramos un equipo muy grande y jamás tuvimos dificultades para tener espacio porque Juan Michelli es uno de los tipos más generosos con los que me encontré en este oficio. Algunas veces me tocó tomar la conducción por ausencia de Juan, y ahí vi lo que era la posibilidad de tener la producción completa del programa, más allá de los compañeros que están en la producción. Cuando Ana Gerschenson me llamó fue porque se estaba yendo de Radio Nacional, pero en ese momento no lo sabía y me insistió para que haga un programa de libros. Yo estaba en mi regreso a la televisión en el Internacional, y sabía que no me iba a quedar en los dos lugares porque no me parecía profesionalmente viable y tampoco me parecía ético mientras había dificultad de trabajo en la Argentina que yo tomara dos espacios me parecía una enormidad. 

Entonces acepté la propuesta de Ana en diciembre de 2018. Me encontré preparando un programa de radio semanal de una hora como si fuera un suplemento de libros de gráfica. Trasladé la conversación que hacía de forma gráfica, esa que se establece entre los periodistas y los lectores, a un programa de radio con secciones pequeñitas pero personales, con un tono propio, una idea propia. Intenté hacer lo mismo que todas las veces anteriores que trabajé en productos literarios: la de dar un panorama general de lo que está apareciendo pero de una manera distinta, ya sea convocando para una entrevista o para que alguien lea o recomiende. Iba a ser un programa con una única voz que era la mía, por eso traté de que hubiesen otras voces y no solamente la del entrevistado, por eso armé las secciones que dinamizan el programa. Pero no quería otras voces en el piso porque creo que estamos un poco cansados de la Polémica en el Bar, esas conversaciones que se establecen entre quienes hacen un programa, que a veces pueden estar muy bien, pero que otras veces uno se queda sin entender lo que dijeron, o los chistes internos. Por eso me propuse conducir y coordinar al aire algo clásico. Y por este motivo, es que repito las presentaciones con pequeñas variaciones. Cada año se cambian las cortinas de las secciones, pero no la cortina del programa, porque ahí hay algo que se establece con el oyente, y es el código. Luego eso se trasladó al podcast y funciona muy bien, porque no cualquier programa de radio puede ir a un podcast: no es cualquier conversación, no es cualquier persona hablando. Nuestro programa funciona en el podcast porque está pensado con un tempo diferente al actual, no al de la radio. En cambio el tempo que hoy tiene la radio, es vertiginoso, similar al que vivimos. Así que la conversación que me propongo en Vidas Prestadas es básicamente con los/las lectores. Pienso en una cofradía, que no es necesariamente el lector de cincuenta mil libros al mes, es el que se considera a sí mismo lector, es quién cuando tiene un tiempo para leer, no importa si es en el colectivo, en el baño, antes de dormir o en vacaciones, sólo y lo que quiere es ingresar a ese mundo posible que le propone el libro. 


Desde tu experiencia, ¿cómo pensas y transformas la lógica de los medios y el periodismo como oficio para incluir otras agendas y voces? y ¿qué está pasando con la credibilidad en el periodismo?

-Soy miembro de la Academia Nacional de Periodismo y sé perfectamente las críticas a la que puede ser sometida una institución como esa. Pero también sé que los espacios se ocupan, porque cuando no lo ocupa uno lo ocupa otro. Me parece que cuando uno tiene que dar una batalla convencido, la tiene que dar en el lugar justo y desde adentro. Cuando se tiene la sensación de que la batalla se perdió, es el momento en el que uno se va. Hablar desde Twitter es fácil, entonces es mucho más relevante tener voces disidentes desde adentro de los espacios. Siempre trabajé en medios mainstream, se dio así. Tuve momentos de no estar en los staff sino como colaboradora. En La Nación trabajé muchos años pero era colaboradora permanente, nunca fui planta. Sin embargo, la única vez que no me publicaron un artículo fue en un medio supuestamente progresista y que estaba en ese momento muy ligado al gobierno de Cristina Kirchner, donde me habían pedido una nota a partir de las inundaciones en La Plata y desde mi experiencia con el Katrina. Me pidieron que escriba sobre la inundación, y todos sabemos que se mintió con los números y el escándalo que fue esa inundación, entonces lo que hice fue un paralelo con lo que significaba la gestión del huracán Katrina por parte de Bush y las gestiones de las inundaciones por parte del entonces gobernador. La nota fue pateada, nadie me dijo “no se va a publicar” pero la demoraban. Entonces, terminé publicando en La Nación. A lo que voy es que no hay ningún medio que no responda a algún interés. El interés puede ser la subsistencia, los medios no son ONG´s. Si un medio funciona como una ONG, si hay un medio que funciona como parte de un sindicato, es otra historia. Los medios viven de la publicidad o intentan vivir como ahora de los lectores, que sería soñado. ¿Nosotros podemos pensar realmente que en la Argentina, en la situación en la que estamos, los lectores nos banquen los medios cuando no están pudiendo bancar el plato de comida para su hijos? Francamente lo pregunto. No me quiero poner en juez de mis colegas, pero realmente, con una mano en el corazón, ¿creemos que tenemos un periodismo distintivo? ¿colegas que realmente hagan materiales escritos, investigados, opinados de manera tan distintiva que haya que pagar eso? Yo creo que estamos en una crisis tan general en la Argentina que se hace muy difícil encontrar materiales donde uno diga “por esto yo pagaría”, como uno puede decirlo sobre medios de afuera. Por ejemplo, The Guardian en el Reino Unido es un medio que en general te invita a colaborar y la gente lo hace como loco. Entonces una cosa es cuando uno tiene firmas realmente excepcionales que uno se iría a comprar los libros de las columnas de esas personas. Algo de eso pasa de pronto en el Diario.ar que tiene a Fabián Casas, a Juan Becerra, o las columnas de Martín Rodríguez los domingos. Estoy tratando de pensar en algo diferenciado realmente. Pero en los diarios generalistas no estoy viendo eso, sinceramente. Lo que veo es un periodismo que se fue mordiendo la cola, un periodismo que entró en el juego del segundo kirchnerismo a partir de los gobiernos de Cristina en donde empezó una pelea por la credibilidad. Con Cristina como abanderada de una modalidad de liderazgo que se ve en todo el mundo, se vio con Donald Trump también, de líderes políticos que el periodismo como intermediario les hace ruido y que entonces pueden ellos tener directamente un vínculo con el pueblo o las audiencias y lo que hace el periodismo es distorsionar. 

Es muy interesante porque si uno se pone a mirar qué clase de política es la que piensa eso, es la política que dejó de dar entrevistas, que dejó de tener conferencias de prensa, que agrede a los periodistas, que dejó de dar off the records como si fuese una mala palabra. Hay gente joven que hoy cree que si tenes un off con un político, estás operando. ¿Qué hicimos mal todos? ¿Qué hizo mal la política y qué hicimos mal los periodistas para que ocurra algo así cuando eso forma parte de la negociación de trabajo entre los periodistas y las fuentes? Hay algo que se distorsionó notablemente. Alguien que hoy cree que el periodismo está sólo para operar, entiende que si un periodista se encuentra con una fuente y no está consignado eso, es una reunión simplemente para intercambiar información, es ilegal, está mal. Y definitivamente eso no es así. Entonces la pérdida de la credibilidad va de la mano también de la pérdida de la credibilidad de la clase política. No nos engañemos, el político que crea que consiguió quitarle la confianza de la gente a los periodistas y no se da cuenta de lo que pasa con ellos como clase política, está viendo la mitad de la película. Me da la impresión de que en este momento las Redes Sociales también tuvieron y tienen, un lugar muy importante, en donde es una pelea perdida creer que uno tiene que terminar con eso y correrse de ahí. Soy una twittera bastante intensa, y por lo mismo que les decía antes, las batallas se dan desde adentro. Hay que conseguir hacer un periodismo confiable y desde adentro de las redes, tratar de conseguir del mismo modo que lo que aparezca ahí, sea un llamado a la conversación, un llamado al diálogo, a terminar con las agresiones. La sensación es que uno dice: ¿contra qué vamos a pelear?, ¿vamos a pelear contra la tecnología? Eso ya está perdido, ¿vamos a pelear contra las Redes Sociales? Podemos intentar limpiar un poco. Yo convertí mi Instagram en pura receta y objetos de diseño y arte. Pero es una mentira que me armé para ver cosas lindas. Twitter es otra cosa, sin embargo también bloqueo, muteo y los dejo hablando solos. Eso me encanta. 

El periodismo está pasando un momento con varias crisis, hay una crisis tecnológica importante que es inútil ir contra eso pero también muy duro pensar que los editores hoy son los algoritmos. A mi eso me deprime mucho, pensar que tengo que olvidarme todo lo que aprendí y empezar a aprender a titular sin decir qué es lo que van a encontrar en la nota. Me resisto todo lo que puedo. Hay una cuestión tecnológica, hay una cuestión económica importante, porque el modelo de negocio no funciona más y lo de los muros puede funcionar al New York Times y le funciona en un país como Estados Unidos, al resto no le está funcionando. Después está la cuestión de esta pelea con la política, que no es sólo en Argentina, sino que es el mundo desde cierto progresismo o populismo más ligado a la izquierda o neoconservadurismo de la derecha. Porque es el kirchnerismo de La Cámpora y es Bolsonaro, es Maduro y es Putin. Viene de todos lados esta necesidad de mostrar que el periodismo molesta, perturba, miente, engaña y distorsiona. Lo que ocurre es que cuando aparecen muchos a defender al periodismo y como cosa propia desde la clase política, le desconfío tanto como a los otros. No me interesa eso. A mi no me interesa que un político twittee la entrevista que yo le hice. Si un político lo hace no me pongo contenta, me alcanza con que no me denuncie. No es mi trabajo gustarle a los políticos como periodista política. Lo que hago con autores o artistas es otra cosa porque es una charla, no estoy yendo a buscar un título que le va a cambiar la vida a la población en términos de bolsillo o de calidad de vida del día a día. Entonces cuando colegas se ponen felices porque un político los felicita y los retwittea por la entrevista que les hicieron a ellos, algo estuvo mal hecho ahí, algo estuvo mal planteado. 

-Participaste en la organización de la primera marcha Ni Una Menos en 2015. ¿Cuáles son los avances que identificas en materia de un enfoque de género y de derechos humanos en los medios de comunicación? 

-Hasta 2015, cualquier femicidio se registraba en las páginas de policiales, era un asesinato más. Que eso haya cambiado y pasado directamente a Sociedad, es decir que cada vez que una mujer es asesinada por ser mujer eso se contemple como una nota en -la sección- Sociedad, es un avance porque empezamos a mirarlos y relatarlos de otro modo, y esto, suele traer conversaciones de otro tipo. Eso en principio es lo que más me satisface. Lo que tiene que ver con las editoras de género me pareció un avance interesante pero creo que ya no es suficiente, porque lo más importante, en realidad, tiene que ver con una cuestión transversal y es que es imposible que una sola persona, por mas capaz que sea y mejor formada esté, pueda dar cuenta de lo que pasa en los sitios 24×7. ¿Dónde vemos esto? Cada vez que pasa algo en algún medio aparecen los que están en contra de todo esto a decir ¿Y dónde estaba la editora de género? Incluso los que están a favor. Me da la impresión de que resulta insuficiente. Un trabajo que es demoledor, infatigable e insuficiente porque en la medida en que no cambien las cabezas, va a ser muy difícil que podamos tener eso. En lo personal, así como me gusta que me inviten a todas las mesas para hablar de literatura o de política internacional, y no sólo a las mesas que son Literatura y Mujer o Política Internacional y Mujer; me parece que ocurre lo mismo en las secciones. Es decir, es imposible e insuficiente pretender que una persona esté mirando todo. Esa persona que mira todo posiblemente tiene una formación determinada pero se le van a escapar otras cosas que también tienen que ver con el género. Lo que es fundamental es que haya mujeres trabajando en todas las secciones y liderando de manera equitativa las secciones. No solo la mujer por el cupo o por la foto, sino pensando que lo ideal es conformar equipos equitativos justamente por todo esto. 

Creo que todavía falta, pero los grandes cambios en los medios están en que todo el tema de violencia de género se trata en la sección de Sociedad. Ya no es que hay un suplemento Mujer, que lo podría haber, pero no estamos reducidas a lo que se suponía que los viejos jefes de redacción de los diarios entendían que eran los intereses de las mujeres. Creo que tiene que haber miradas de mujeres en cada una de las secciones. Sí, de pronto, durante unos años más es necesario que tengamos a alguien supervisando todo, me parece fantástico. También es cierto que si va a haber una persona con un trabajo transversal y van a haber más mujeres en las secciones, todo va a ser más sencillo. Y no se va a sentir que lo que aparece es una policía del género en lugar de una persona que se está ocupando responsablemente de no decir barbaridades en los medios. Mi mayor confianza está puesta con los chicos que hoy saben que no es normal que los padres o hermanos maltraten a sus novias o a sus mujeres, que no es normal que se les pegue a las mujeres, que no es normal que se las desmerezca públicamente, que no es normal que las mujeres ganen menos que los hombres o que tengan imposibilitado ingresar a determinados puestos de trabajo. Son los chicos los que más captaron ese espíritu, entonces se podría pensar que en la medida que crezcan no van a reproducir viejos patrones. Me parece que los mayores cambios vienen por ahí. Siento que la sociedad así como estaba adelantada en 2015 en relación a estos temas, lo sigue estando hoy, pero ni la Justicia ni la clase política, está a la altura de lo que la sociedades hoy estamos exigiendo en relación al tema género. 

-Nos interesa que charlemos sobre tu perfil como periodista especialista en actualidad internacional así que va una pregunta con algunas aristas: ¿Desde dónde partió este interés y cuáles son las especificidades que te gustan de este perfil? Y desde ahí, ¿cuáles son las discusiones internacionales emergentes que afectará o debería discutir Argentina? 

-Mi trabajo en Política Internacional surge no por decisión propia sino porque hubo un momento donde las autoridades del diario Clarín decidieron que no haga más Cultura y me pasaron a Política Internacional. Era irme a política internacional o irme del diario. Fue duro pero muy rápidamente me acomodé y lo que pasó es que me terminó enriqueciendo el perfil. Creo que gané muchísimo en oficio, en experiencia de vida, en escucha, en cultura general. Naturalmente a la edad que empecé a hacer política internacional venía del mundo de la cultura y se me hace imposible no mirar las cosas con los ojos y la formación que tengo. Eso también hizo que contara la política internacional tal vez desde un lugar distinto de quién sólo se formó ahí o que viene de economía. Para mí siempre fue más fácil remitir a algo que tuviera que ver con la literatura, con el arte, el cine o la música. Me encantó hacer internacionales durante todos esos años y si tuviera dos vidas paralelas, estaría también haciendo algo que tenga que ver con internacionales porque me gusta, lo sigo, lo conozco. En cuanto a los temas, por mi propio expertise, creo que le bajamos demasiado el precio a la guerra en Ucrania, me parece que sigue siendo algo muy determinante de cómo puede ir el mundo de acuerdo a cómo termine esa guerra y porque económicamente estamos todos pagando el costo. No nos terminamos de dar cuenta porque estamos inmersos en una crisis local muy fuerte, pero cuando uno habla con la gente que vive en Europa y que está teniendo la inflación que tiene por una guerra que decidió Vladimir Putin, es muy importante. Eso también tiene una injerencia fundamental de: para dónde va a ir el mundo. Por otro lado, más cerca de la Argentina, creo que la elección en Brasil es fundamental y que va a ir de la mano con lo que va a hacer la próxima elección en la Argentina. Nada indica que el año que viene sigamos teniendo un gobierno como el que tenemos o del mismo signo. Si bien Lula es una persona que ha hecho negocios con todo el mundo y no rompió relaciones con nadie, y ha sido siempre muy dialoguista, entonces uno no se imagina que Lula vaya a romper relaciones si de pronto vuelve a haber un gobierno al estilo Juntos por el Cambio. Sobre todo porque Brasil tiene una diplomacia muy formada y muy sólida que va más allá del gobierno de turno y en donde las políticas de Estado en materia de política exterior no cambian. Me parece que hay que mirar eso, lo que va a ser la relación de Brasil con la Argentina porque más allá de las veleidades argentinas, la locomotora en esta parte del mundo es Brasil, entonces nosotros tenemos que estar lo más cerca posible. Lo que vaya a pasar con la guerra es fundamental. Y algo que estamos viendo con más fluidez son las migraciones internas y externas que están cambiando completamente los ecosistemas. En Buenos Aires, viven venezolanos desde hace muchos años, completamente compenetrados con el mundo del trabajo. Esos cambios culturales que se avecinan por las migraciones son cambios muy impresionantes porque cambia completamente el ecosistema, de la misma manera que en Argentina cambió a principio de Siglo XX con la llegada de los europeos que escapan del hambre y demás. Esto va más allá de lo que haga en materia de derechos humanos en relación a la xenofobia, racismo, hablo de otra cosa. Digo que empieza a cambiar la comida, el tipo de trabajo que se hace, la modalidad de trabajo porque uno empieza a mirar cómo trabaja el otro. Cambian un montón de cosas y eso también es política internacional porque es como un cambio interno fenomenal que pasa en la cultura, la educación, el trabajo, en la vida íntima de las personas. No es lo mismo armar una familia con alguien que es de tu país. Yo no sé cuántos están pensando en eso, pero me parece que los investigadores del Conicet lo deberían estar pensando porque son cuestiones estratégicas. Y esto que nos pasa en Argentina está pasando en todo el mundo y con distintas conectividades, están saliendo por distintos motivos de sus países e instalándose en otros. Eso también es algo a prestar mucha atención. 

-Para finalizar queremos preguntarte sobre tu experiencia en ¿cuáles fueron los cambios y desafíos en relación a la publicación y edición de literatura infantil?

-En los años en que trabajé en editorial Norma, en un primer momento la editorial era generalista y yo era Directora Editorial de Argentina. Cuando el grupo Carabajal decide terminar con la producción de libros para adultos, sólo queda Norma Infantil que en Argentina también es Kapeluz. Me dedicaba a lo que tenía que ver con literatura complementaria para chicos y jóvenes. La mayor parte del tiempo en Norma la pasé trabajando con autores de literatura infantil y con producción de literatura infantil viajando a las ferias. Cuando pasé a ser directora global, era la representante de esa editorial y de la producción editorial para chicos y jóvenes para todo el mundo, estaba a cargo de vender pero también de comprar la literatura que traducimos. Eso naturalmente me hizo introducirme en un mundo de la literatura que yo conocía más que a través de lo que podía ser el interés personal, y de la literatura para mis hijos. Por lo tanto, empecé a tener contacto no sólo con el trabajo hecho sino también con el work in progress, muchas relaciones amistosas con escritores para chicos. 

Hay algo en la literatura infantil, sobre todo en la que se piensa mucho para la escuela, con productos de muchísima calidad, y del trabajador obrerito de la literatura infantil, donde la cosa es mucho más conversada. Por supuesto existe también la arrogancia como en cualquier arte, pero la interacción con un editor es mucho más importante, entonces uno participa de la construcción de esa obra, en algunos casos de manera muy intensa. Hay autores muy importantes en la literatura argentina infantil y juvenil como Sergio Aguirre, que es un escritor cordobés extraordinario que ha sido leído por todos los chicos de la Argentina. Los vecinos mueren en las novelas es una novela absolutamente leída en toda Latinoamérica. Y digo Sergio porque es uno de los modelos de escritores muy exitosos, una persona que no escribe todos los años y trabaja muchísimo en interacción con el editor. Eso es muy enriquecedor para un autor pero también, en mi caso, como editora. A partir de esto,  me tienta escribir para chicos concretamente cuando estoy trabajando en Norma, viendo trabajar a los otros. Pero al mismo tiempo soy de las que piensa que cuando una dirige una editorial, no debería publicar en la misma editorial porque cuando se rechaza a un autor tiene que tener todos los argumentos a mano, y si uno ocupa un lugar en la edición de su propia editorial, hay algo que está jugando un poco sucio. Entonces escribir era algo que me interesaba pero sólo pude empezar a concretarlo una vez que me fui. Ahí sí la editora actual de Norma me convocó primero para una antología que era sobre efemérides y me propuso escribir un relato de ficción con un trasfondo histórico que tenía que ver con el levantamiento del ghetto de Varsovia; algo que me convocó también por una cuestión de intereses personales y familiares. Hice ese primer relato y después estuve bastante tiempo con una idea en la cabeza que es lo que se concretó como Lu, Lucy, Lucia que es un libro que adoro y donde me permito la libertad que no me permito con el mundo de los adultos porque posiblemente me siento más expuesta a la hora de crear. Sin embargo, es un trabajo que me tomo muy en serio, con muchísimo amor y muchísimo rigor. 

Hay algo que concibo con más facilidad que lo que me imaginaba y es el registro del habla, un tipo de registro narrativo que de algún modo reproduce cierta cosa de la oralidad y cierta familiaridad del lenguaje. Seguramente tiene que ver con haber sido madre de tres hijos en distintos momentos y que esas voces, más las voces de los amigos, si uno como periodista está atenta a lo que dicen los otros, surge que cuando escribo hay un verosímil de la voz de los chicos que me parece que me sale bien y me facilita para avanzar. Tener la historia, poder tener la voz atenta de cómo habla un chico, una madre o una abuela, cómo se le cuenta algo a un chico, eso me facilita. Estoy simplificando un poco todo porque en realidad la tarea de escribir para chicos no es ésa. Hay verdaderos artistas en el trabajo para chicos, esto es lo que me pasa a mí. 


Escuchá el episodio #17 de JUNTAS PODCAST en SPOTIFY donde conversamos con Hinde Pomeraniec:


*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014, desde el enfoque de género y feminismos.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).