Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Estefanía Pozzo | Ilustración: Martín Bianchi
Empezó estudiando economía, hasta que decidió cambiar a Comunicación Social. Tiempo después, la profesión periodística la llevó a escribir sobre temas económicos y financieros. Actualmente, Estefanía Pozzo es una de las voces jóvenes que llegó para cambiar los paradigmas dentro de las secciones de economía en los medios de comunicación, con una mirada social y desde una perspectiva de género. Conversamos sobre la importancia de la autonomía económica para las mujeres, el pensar para qué queremos guita, los cuidados y el desafío de hablar sobre economía argentina para el exterior.
Estefanía Pozzo nació en Córdoba y es periodista especializada en economía y finanzas. Es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba y Magíster en Periodismo por la Universidad San Andrés. Pasó por la gráfica, la radio y la televisión, tanto en medios nacionales como internacionales, y sus columnas se pueden encontrar en Ámbito Financiero, C5N, The Washington Post y The New York Times. También es autora del libro Es la economía, vos no sos estúpida, donde rompe con el prejuicio que nos deja a las mujeres por fuera de las discusiones sobre economía y el manejo del dinero.
-¿En qué momento llega el interés por el estudio primero de la economía y luego por el oficio como periodista especializada en economía?
-Empecé con la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional de Córdoba y la dejé. No podía con la frustración de estudiar matemática. Si bien me gustaba muchísimo y llegué a competir en las Olimpíadas de matemáticas durante el secundario, estudiar matemática es un recorrido de error y aprendizaje. Se aprende con el lápiz en la mano, equivocándose, hasta que se encuentra el método, la salida. Tenía muy baja tolerancia a la frustración y en las primeras clases de matemática, dejé. Algo que me gustaba pero no terminaba de entender por qué. En esos primeros años, además, el país estaba en una situación muy crítica porque yo terminé el secundario en el 2001, mi primer año de cursada fue en 2002. La situación en mi casa era muy trágica así que terminé dejando y el año siguiente empecé Comunicación Social.
Decía que los números quedaron en un momento muy pasado de mi vida. Pero cuando decidí mudarme a Buenos Aires, el primer trabajo que consigo es en El Cronista Comercial, que es un diario económico financiero, y ahí los números como que me volvieron a encontrar. Fue de nuevo sentarme para escribir las notas, estudiar mucho, tenía la intención de que lo que escriba se entienda porque es una parte fundamental de la comunicación. Y a partir de ahí, ya como periodista especializada, decidí formalizar esos conocimientos y ahora estoy haciendo una maestría en Finanzas, así que finalmente terminé institucionalizada en el aprendizaje de la economía y las finanzas, aunque inicialmente las rechazara. Terminó siendo toda mi profesión en este último tiempo.
-En una entrevista comentaste que empezaste a trabajar desde muy joven ¿Cómo fue tu crecimiento dentro del mercado laboral siendo mujer y cómo te ha influenciado en tu mirada sobre la economía?
-Menos de mesera, creo que trabajé prácticamente de todo. Di clases particulares en la adolescencia, mi papá tenía un estudio contable y mi primer trabajo fue a los 13 años haciendo declaración de impuestos porque me tocaba pasar comprobantes de IVA al sistema y en base a eso, hacer rendiciones. Era muy metódica y responsable y confiaban en mi rigurosidad, tenía sentido darme tareas que requieran de mucha precisión. Siempre estuve obsesionada con tener dinero propio, sabía que poder tomar decisiones tenía que ver con manejar y generar mi propio ingreso sin tener que darle explicaciones a nadie de por qué hacía lo que hacía. Por eso siempre fui una buscadora de presupuesto. Me daban una plata para merienda en el colegio y yo volvía caminando, me ahorraba la plata del bondi y con eso me compré mi primer palo de hockey. Siempre para mí fue muy importante esa relación. Inicialmente en esos primeros años de adolescencia, el manejo del dinero que me dio la posibilidad de trabajar, me abrió un montón de puertas a lo que quería que fuese mi vida más adelante. Cuando terminé el secundario empecé a trabajar más formalmente con mi papá. Después de eso salté a un call center, atendía el 111 de Personal, así que durante mucho tiempo fui maltratada por las personas que llamaban a esas líneas. Después de ahí tuve muchos trabajos de pasante, incluso llegué a enseñar a usar cajeros automáticos a personas que estaban siendo bancarizadas recientemente. ¿Recuerdan el proceso de programas sociales que se bancariza en el 2006? Yo era de esas personas que estaban paradas al lado del cajero enseñando a otras cómo se usaba. Más adelante trabajé mucho en la universidad y eso me dio la perspectiva de cómo el conocimiento tiene que tener un vínculo con la sociedad. Cada una de las cosas que fui haciendo de jóven me sirvieron para ir pensando qué es lo que tenía ganas de hacer, cuál era mi proyecto de vida. De todas formas, en ese momento lo que me pasaba es que todo me parecía grandilocuente y que no iba a poder salir de esa situación, siempre con trabajos re mal pagos. Cuando empezás a laburar, tenés una perspectiva de que nunca te va a pasar algo super bueno. La verdad que si laburás y te gusta lo que hacés o te esforzás, tenés que tener un grado de suerte pero también te podés sorprender. No creo en la meritocracia pero sí hay una fase del esfuerzo individual porque estás haciendo una lectura sobre qué es lo que tenés ganas de hacer. Eso te ayuda a tener una realidad que te guste. Y todo eso ahora lo veo en perspectiva porque en ese momento en realidad, me parecía que iba a seguir en la misma situación.
-En entrevistas has mencionado que tuvo una gran influencia en vos el libro Una habitación propia de Virginia Woolf.
-Sí, es un librazo. De hecho lo leo una vez por año, es uno de mis libros de cabecera. Me emociona mucho ese libro porque me parece que hay una faz material y una faz simbólica. Virginia Woolf lo que dice es que literalmente se necesita un cuarto propio para poder escribir ficción, porque de hecho el ensayo es una reflexión sobre las mujeres escribiendo ficción, y lo que dice es que se necesita un espacio y para poder tener ese espacio necesitás un sustento material. Y ella cuenta cómo una tía le deja una pequeña herencia que de por vida le da una manutención para sus gastos mínimos. Entonces ella tiene garantizada la supervivencia y lo que dice es que no le teme a ningún hombre, no tiene ninguna relación de sumisión porque no necesita nada de ellos, entonces puede construir una relación distinta. Pensemos que esto fue escrito a comienzos del Siglo XX donde las mujeres todavía no estaban incorporadas masivamente al mercado laboral y donde el destino de una mujer era salir de la casa de sus padres, asistiendo en las tareas domésticas, a la casa de su marido siendo también madre o esposa o encargada de las cuestiones domésticas. En mi libro digo “una cadena ancestral de servidumbre que nunca se termina”. Virginia Woolf en ese momento lo que logra es visualizar algo que no se estaba discutiendo en las mayorías, una luz muy importante en ese contexto y super vigente porque lo volvés a leer ahora, y cada palabra que escribió en 1923 sigue exactamente vigente e igualmente emocionante que haberlo leído en esa época, que debe haber sido increíble porque estaba diciendo algo completamente nuevo. Para mí es una lectura fundamental, la vuelvo a ver y encuentro cosas preciosas que además me hacen reír porque tiene muchísimo humor. La edición que tengo está toda subrayada y tiene caritas, cada vez que lo vuelvo a leer, vuelvo a poner una carita en un lugar distinto. Es un libro fundamental.
-¿Y vos tenés un cuarto propio?
-Tengo un cuarto propio, una casa que amo con toda mi intensidad que es un montón. Para mi es muy importante el espacio físico, y de hecho en este momento estoy hablando desde mi escritorio que es el lugar donde, quizás, paso la mayor parte de mi día porque escribo o estoy trabajando. Creo que ese espacio propio en mi casa es como una especie de refugio del afuera y de recomposición de todo lo que hace falta recomponer en la vida diaria porque las exigencias, la exposición, la manera en la que trabajamos, es desgastante. Volver a un lugar acogedor que hable de vos, que sea como una especie de mimo, es muy importante. Viví en una casa donde prácticamente no lo tuve porque éramos cinco hermanos y mis papás y la casa era infinitamente más pequeña que lo que necesitábamos en ese momento. Siempre dormí con mi hermana, y cuarto propio no tuve nunca, hacías las tareas sentada en el piso o arriba de mi cama. Siempre lo anhelé, entonces ahora que tengo mi espacio es algo impresionante y hace mucha falta. A nivel simbólico porque el manejo del tiempo es fundamental.
-En tu libro Es la economía, vos no sos estúpida, jugas con palabras de Bill Clinton para desarmar, por un lado, las noticias que se volvieron hechos históricos, pero por otro lado, para pensar quiénes hacen y hablan sobre la economía ¿Cuáles son las claves de lectura en este sentido?
-La frase que le da el título al libro es una especie de juego de palabras con esa frase de Bill Clinton, pero el título sale de la cabeza de Luciana Peker. De hecho, el libro existe porque Luciana es la que un día me manda un mensaje y me dice “tenés que escribir un libro y el título es “Es la economía, vos no sos estúpida”. Me pareció tan genial que me quedé pensando mucho. Lu me dijo que le escribiera al director de editorial Paidós, yo por supuesto no me animé porque en este camino de valorar el trabajo propio aquel entonces estaba varios pasos más atrás de dónde estoy ahora. Y ésa es una de las apuestas del libro, que empecemos a valorar nuestro trabajo y nuestro recorrido. Eso quedó archivado y al año, en medio de la pandemia, me escriben justamente de la editorial preguntándome si no tenía una idea. Le cuento la idea a la editora que es Ana Ojeda y me dice “proponeme un sumario”. Se lo mando y en menos de una semana aprueban la idea, así que pusimos manos a la obra para darle forma. Lo que tiene de potencia el título y el contenido que traté de darle a lo largo de toda la escritura, fueron varias cosas. Primero, sacarnos la idea de que nosotras somos las estúpidas que no entendemos economía. La economía es algo complejo, dinámico, hay que tomar decisiones todo el tiempo y a pesar de que no podamos explicarlo técnicamente, hay un montón de conocimientos que sí tenemos. Entonces hay que empezar a decir que sabemos un montón, que tengo conocimientos intuitivos y aprendidos. Otra cosa es que eso esté ordenado y puedas definirlo. Eso es otra cuestión. Pero conocimientos de economía tenemos un montón. Después hay otra situación y es la que generan desde los medios de comunicación cuando nos hablan a las mujeres, eligen hacerlo con la frase “para doña Rosa que está en la casa” y tras esto, nos hacen una explicación como si fuésemos personas sin capacidad intelectual. Siempre nos tratan de estúpidas, finalmente. No somos estúpidas, entendemos, tomamos decisiones, ganamos nuestro dinero y estamos atravesadas por cuestiones culturales, sociales, en relación al manejo del dinero que tiene que ver también con nuestro género. Por lo tanto es importante empezar a hacerlas conscientes y tomar decisiones que nos hagan más libres y no nos determinen esas cuestiones que nos atraviesan sin darnos cuenta. ¿Cuál de las cosas relacionadas al dinero elegís verdaderamente? Esa es la apuesta del libro, que te puedas hacer esa pregunta y con una serie de herramientas e información por lo menos empieces a andar ese camino de decidir libremente o pensar qué es lo que tenés ganas de hacer.
-Los feminismos discutimos mucho sobre fondos y partidas presupuestarias ¿Tenemos que empezar a discutir sobre por qué queremos guita? Y esa, ¿es una pregunta sobre los modelos económicos?
-Me parece que nos tenemos que empezar a preguntar para qué queremos plata, no por qué. El por qué no me parece tan trascendente porque no tiene una cuestión programática. Me preguntaría por qué me pasa esto con la plata, por qué tengo esta inseguridad. Los por qués los harías más enfocados en una cuestión de repensar individualmente cuál es la relación y qué cosas te atraviesan. El camino de las finanzas es de mucho autoconocimiento, poder tomar decisiones financieras requiere de un montón de cuestiones que vos tenés que saber sobre vos mismo o vos misma. Como por ejemplo, ¿qué relaciones construís con lo material y qué significa para vos?. En cambio, la pregunta del para qué te vuelve mucho más pragmático y entonces ahí sí estás llevándola de la mano o dándole la mano a otra pregunta que a mí me parece muy importante que es: ¿nos sirven los sistemas económicos o nos satisfacen en el ordenamiento de la sociedad? y si nos gustan, ¿de qué manera, o nos incomoda o rechazamos completamente lo que el sistema económico produce en la sociedad?. Si yo digo ¿para qué quiero guita? Para tener una mega casa, para irme de viaje, para comprarme un montón de ropa, pensandolo en ejemplos super estereotípicos, ese para qué responde a una serie de necesidades individuales y de la mano de eso hay una posición política con respecto a un sistema económico. En cambio, si digo: la acumulación de dinero es obviamente para una serie de proyectos individuales, pero también de qué manera puedo aportar a que mi realidad individual sea distinta para otras personas. Hay muchas maneras de pensar esta cadena. O por ejemplo, ¿para qué quiero acceder a determinados lugares?, ¿es solamente por una cuestión de ego o porque considero que ahí hay una militancia sobre un tema específico?. En mi caso concreto, la exposición me cuesta muchísimo en términos individuales, no me acostumbro, me resulta muy difícil, pero todo el tiempo pienso que si entro a un determinado espacio, puedo hacer entrar a otras compañeras. Me la paso tratando de abrir espacio, haciendo relaciones, apostando, tratando de buscar una narrativa diferente dentro de lo que hago y creo que esa acción es la de una disputa, mínimamente. Pero me parece importante que podamos narrar otras cosas y que tenga un impacto positivo. Entonces, la pregunta del para qué en mi caso está aplicada en eso y en que yo considero poder decir que si en la cuestión fiscal el debate pasa solamente por el ajuste del gasto, vas a terminar quitándole plata al bolsillo de mi abuela porque probablemente quieras que no haya jubilaciones o que haya un ajuste al gasto de la jubilación. Abstractamente vas a hablar un montón de lo negativo que es el ajuste del gasto y yo pienso: “te voy a imaginar diciendo todo eso y sacándole plata del bolsillo a mi abuela, a su hermana, a mi tía abuela”. Porque cuando lo ponés en los cuerpos y en las personas, lo que aparece es ¿cuánto deja de comprar esa persona justamente por la decisión estructural y por toda esta discusión abstracta?. En mi caso, la apuesta es una apuesta política a debatir y ponerlo en cuestión. Como mínimo preguntárselo, ya me parece positivo.
-Hoy estamos impulsando la agenda de los cuidados de forma transversal, pero a la par que se esfuerzan las periodistas, las intelectuales, y las funcionarias a través del diseño de políticas públicas, tenés a las celebrities en la pantalla revalorizando estereotipos de cuidados domésticos, roles maternos, y creando espejismos sobre la distribución de las tareas en el hogar. ¿Cuáles crees que son los desafíos en un contexto de crisis de las narrativas y de las economías?
-La agenda de los cuidados es una agenda súper importante porque dentro de los debates que venimos teniendo hay una deuda por parte del sistema político en responder a una necesidad legítima. Argentina es el país de la región que tiene el peor régimen de licencias de todos, tiene sólo dos días corridos para los varones, 90 días para las mujeres en relación de dependencia, porque si sos trabajadora informal o de la economía popular, el Estado no te paga absolutamente ninguna licencia. Sí se las paga a las trabajadoras en relación de dependencia, y esa licencia encima, es ocho días menos que lo que recomienda la Organización Internacional del Trabajo que establece como mínimo una licencia de 98 días.
Argentina está muy mal ya partiendo de la base de las licencias que es como la piedra basal del sistema de cuidados. Si pensás que en el momento de un nacimiento el Estado argentino solamente asiste a las mujeres trabajadoras que ya tienen un ingreso regular, no aquellas de la economía popular que tienen un ingreso informal y que encima, producto del embarazo seguramente no van a tener garantizado un ingreso, lo que estoy mirando es cómo la desigualdad es perpetuada por el mismo Estado argentino. Creo que es un debate muy importante, sobre todo por el lado de las licencias, y me parece que es un poco más evidente porque también hay avances en el sector privado que ya reconocen que los varones trabajadores necesitan licencias más amplias, no sólo como un derecho sino como el reconocimiento a una demanda por parte de los propios trabajadores varones. En la actualidad, muchos deciden ser padres y quieren estar en ése momento, no quieren irse del hogar a los dos días. Hay muchos que dirán “es algo de la mujer”, pero en general hay un cambio cultural respecto del varón y la narrativa sobre su paternidad. Sería mucho mejor que eso se convierta en una militancia de todos los varones, pero en ese sentido vienen un poco más lentos. Sí creo que culturalmente, tienen un vínculo diferente con sus paternidades.
Por otro lado, todo aquello que tiene que ver con los cuidados después de la etapa del nacimiento, la crianza de niños, niñas y adolescentes, y el cuidado de personas mayores, recae especialmente sobre las mujeres. Ahí el Estado vuelve a un rol ausente, porque lo que hace es tercerizar el cuidado en la capacidad económica de las familias. Entonces las familias necesitan que esas personas sean cuidadas de alguna forma y contratan una niñera o una enfermera para alguien mayor. El tema es que ese cuidado dependa de la capacidad de compra que tenga esa familia porque si tiene bajo ingreso, lo que va a hacer es pagar un salario muy malo en condiciones pésimas. ¿Y quién hace esa tarea? Otra mujer pobre. Es una cadena donde el Estado argentino genera desigualdad. Si decíamos que las licencias es el basal del sistema de cuidados, lo que tenés después es que los cuidados son la piedra basal de todas las desigualdades del sistema económico, y en particular, del sistema capitalista. Una manera para que eso empiece a revertirse y empecemos a dar paso para lograr la igualdad es reconocer que el Estado tiene que estar presente en eso y no por darle un perfil estatista al debate, sino para igualar las oportunidades. Sobre todo porque si el Estado no está, quienes hacen ese trabajo sin pagar, sin cobrar, sin derechos, sin nada, son las mujeres. Esas mujeres después se hacen grandes, no tienen ni siquiera aportes jubilatorios, y tenemos que soportar cosas como vi en los últimos días en las Redes Sociales donde las personas dicen que es digno que haya mujeres que no quieran cobrar la jubilación porque no hicieron aportes. Estamos en un nivel de cinismo muy grande cuando no reconocemos que todo ese laburo formó parte de lo que necesitó esa familia y el sistema, para poder funcionar.
-Has escrito columnas para el Washington Post y otros medios internacionales ¿Cómo es comunicar hacia afuera la economía argentina sin entrar en la agenda de los periodistas económicos tradicionales que son quiénes suelen marcan por dónde van las narrativas?
-Es un desafío muy grande el de narrar la economía argentina, es tener ideas nuevas sobre crisis que son siempre las mismas o parecen siempre las mismas. Siempre tenemos el dólar como una idea fija y siempre la crisis explota con el dólar. Entonces ¿qué cosa nueva puedo decir en esta circunstancia? La apuesta del Washington Post, en mi caso fue muy interesante, porque me pidieron no solamente narrar economía sino que tenga una pata social. Eso me abrió un campo que ya me interesaba y es de qué manera la economía habla de un determinado país y qué implicancias tienen en la sociedad. Lo que me hizo estar pensando de manera regular en ese vínculo. La pregunta del para qué es una pregunta que me guía en mi ejercicio profesional ¿Para qué hago lo que hago? Paso por muchas crisis diciendo “ya no tiene sentido hacer esto”, hasta que le vuelvo a encontrar un sentido. A veces me cuesta un poco más de tiempo que otros, pero la respuesta que surge del para qué, es muy importante.
Entonces esa apuesta de contar cómo la economía le cambia la vida a las personas es una forma constante de estar pensando que lo que hago tenga sentido. El punto de vista individual tiene ese desafío y desde el punto de vista periodístico también, porque en general en las secciones de economía en los diarios argentinos nunca está esa relación, salvo cuando estamos hablando de programas sociales, por ejemplo, o la televisión que está todo el tiempo narrando que esas personas son prácticamente estafadoras del Estado. Ése es el relato que hacen de la incidencia que tiene el gasto social en el Estado argentino, más allá de las cuestiones técnicas que podemos hablar alrededor de eso, la narrativa es super persecutoria de las personas que necesitan algún tipo de asistencia por lo que el propio Estado y el propio sistema político, además, genera en la vida de todas esas personas. Porque no es que esas personas nacen y dicen “listo, voy a pertenecer a esta clase social y voy a decidir no comer durante los primeros años de mi vida, voy a ir colegios que no tienen ningún tipo de contacto hacia el futuro; como en mi casa no hay un mango y sigue habiendo necesidades económicas, voy a salir a trabajar de muy chico/a y no voy a estudiar y cuando encuentre un laburo voy a ganar tres pesos”. La gente no decide per se vivir una vida llena de carencias ¿Por qué eso sucede? Porque el sistema político argentino no encuentra una manera, y lo digo en general pensando en este gobierno y los anteriores, de solucionar esos problemas de manera estructural, sino que los sigue creando. Con lo cual es realmente algo muy injusto y en ese sentido me parece relevante la propuesta del Post, ¿cómo podemos hacer para contar todo esto?. Es un desafío estar buscando todos los meses un pequeño vínculo que me permita hacer ese relato. Ese desafío, humanamente, me parece muy valioso.
-En esta misma línea ¿cuál es tu análisis sobre cómo se está dando la lógica de los medios en relación al periodismo económico y la participación de las mujeres en secciones económicas?
-Somos muchas las periodistas que escribimos sobre Economía, de todas las edades y de todas las orientaciones ideológicas. La verdad es que muy poca gente podría nombrarte más de cinco. Incluso en Argentina, hay tres diarios económicos financieros especializados, sólo uno de ellos tiene una directora mujer desde hace mucho tiempo, y en cambio, nadie sabe quién es. Se llama Gabriela Granata, y es una gran periodista ¿Qué es lo que pasa? Esto lo dice mucho Luciana Peker, nuestros colegas varones no nos leen como se leen entre ellos. En general lo que hay es una referencialidad constante entre varones que tiene que ver con las maneras en las que se genera camaradería, por tanto es muy difícil penetrar en esa lógica de la recomendación. Con lo cual no es que no estamos, sino que no nos referencian, no nos legitiman de la misma manera. Incluso, si te ponés a pensar, gran parte de los periodistas varones tienen sus propios espacios, algo que no sucede con las periodistas mujeres porque estamos acompañando a los periodistas varones en esos mismos espacios. Todo eso tiene que ver con cómo se legitiman y cómo se validan las voces referentes de la opinión pública, me refiero a cosas de la comunicación que funcionan así desde hace varias décadas y que los teóricos de la comunicación piensan. No sólo sobre la comunicación, sino también sobre las ciencias políticas: qué pasa con los líderes de opinión o cómo se conforma el debate de la opinión pública. Me parece que hay todavía un montón de herencias derivadas del mandato del silencio, de cuáles son las voces autorizadas para hablar y ahí hay que hacer entonces una apuesta no solamente a romper el silencio sino también a que el sistema empiece a generar mecanismos de validación y legitimación de otras voces, en este caso de las mujeres.
Escuchá el episodio #16 de JUNTAS PODCAST en SPOTIFY donde conversamos con Estefanía Pozzo:
*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014, desde el enfoque de género y feminismos.
**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).