“El humor es la posibilidad de romper con una barrera”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Ro Ferrer | Ilustración: Martín Bianchi

Mezclando humor, feminismo, fútbol y militancia, Ro Ferrer se ha convertido en una de las ilustradoras favoritas de la oleada Ni Una Menos. Desde entonces, uno de sus principales objetivos es comunicar para desarmar la violencia simbólica. Conversamos sobre la vinculación entre la ilustración y la militancia territorial, el humor como herramienta para desarmar estereotipos, las cancelaciones y la necesidad de construir una mirada interseccional.


Ro Ferrer nació en Buenos Aires en octubre de 1977. Asegura que dibuja y escribe desde que se acuerda y Mafalda de Quino fue lo primero que le voló la cabeza. La efervescencia de los feminismos en los últimos años la llevaron a redescubrirse y a plasmarlo en sus dibujos con mucho humor y crítica social. Dice que hacerlo sin estar inmersa en el territorio, es puro bla bla. Ha publicado tanto libros como dictó charlas, talleres y actividades comunitarias sobre perspectiva de género. Tiene una sensibilidad acertada que cultiva diariamente en las viñetas que publica en sus redes sociales donde afianza una nueva forma de diálogo social.

-¿Cuándo inicia tu amor hacia el dibujo? ¿Qué cosas te inspiraban?

-No me acuerdo cuándo empecé a dibujar porque empecé de muy chica, de hecho para las fiestas o en mis cumpleaños me regalaban cosas para dibujar porque era lo que hacía todo el tiempo. Siempre hice mucho deporte pero también tuve mucha relación con el arte, aprendí a tocar la guitarra, pero el dibujo es lo que me acompañó siempre. Obviamente que como todo lo relacionado con el arte, tiene que ver con la persona que la está realizando, va mutando con vos. Si bien cuando era chica dibujaba todo el tiempo y era la forma que tenía de expresarme -recuerdo que le escribía cartas a todo el mundo-, siempre tuve esa necesidad de contar cosas. La mayor influencia fue Quino con Mafalda. Me voló la cabeza, entendí que había otro modo de contar cosas. Y el hecho de que fuera una niña, me marcó fuerte porque me podía sentir identificada. Cuando empecé a leer Mafalda tenía 6 o 7 años. Hubo un momento en que sabía qué viñeta era de qué libro, la leía tanto que lo había incorporado y creo que parte de eso lo tengo incorporado hoy en el tipo de dibujo que hago, por cómo cuento las cosas. 

Después, la vida. Tuve una relación que duró bastante tiempo y que fue muy difícil, tanto que en ese momento dejé de dibujar porque me había desconectado de mí; muy positiva y vinculada con el arte. Me sentía diluída, como que había desaparecido. Después pude ponerle nombre a lo que me ocurría a través del dibujo, fue cuando me dí cuenta que eran violencias. En el momento en que dejé de dibujar, tengo el recuerdo de estar en la mesa del comedor en la casa en que vivía en ese momento, trataba de dibujar y sólo podía hacerlo si copiaba algo que estaba viendo, no podía imaginarme nada. Sentí que dibujar no tenía sentido y fue muy fuerte. Algo que se quebró me hizo dar cuenta que estaba en un lugar muy feo y ahí empecé a renacer. Si veo los dibujos de ese momento, hasta eran chistes, no tenían nada personal. De a poco empecé a investigar sobre violencia, y ahí se juntó el dibujo con la necesidad de hacer catarsis, de ponerle nombre a esos ruidos. Nunca me planteé ser ilustradora feminista, fue algo que se fue dando sólo como parte de mi propia construcción. Estaba saliendo con un chico después de haberme separado, que me decía que me tenía que hacer un Facebook para subir los dibujos. Eso se empezó a compartir y luego Lenny Cáseres -que es una compañeraza y la directora de Diario Digital Femenino, una gran maestra sobre todo porque es la que me dio una lección y es respetar los procesos de la otra sin tratar de colonizarla, de explicarle lo que tiene que pensar, ése también fue otro quiebre para mí- me llama para preguntarme si me podía hacer una nota.  Yo dibujaba en la oficina o en mi casa. Salir en el Diario Digital Femenino obviamente me dio otra visibilización y se empezó a masificar un poco más mi trabajo y esas imágenes que fueron cambiando. Incluso si leo cosas que escribí hace ocho años, me quiero agarrar la cabeza, pero eso era lo que veía. 

Posteriormente, empecé a trabajar mucho en territorio y ese hecho hace que la diversidad de realidades se amplíe, que puedas a empezar a entender mucho más qué es la interseccionalidad. Ahí el dibujo se empezó a enriquecer porque entendí que no podía reproducir violencia simbólica. Eso fue todo un aprendizaje porque no sabemos nada, cada vez tengo más preguntas y el arte también me permite ir buceando y profundizando en eso.  Lo que ocurrió es que encontré un modo de decir que sé que llega más rápido y que se puede compartir más fácil. Hay dibujos que son kilométricos y otros que simplemente son dibujos, otros tienen una palabra o una frase, pero te permiten contar todo. Incluso las cosas que no existen y eso para mi es mágico. 

-¿Y cómo es poder enlazar tus ilustraciones y la militancia en la calle?

-Son parte de lo mismo porque, en definitiva, es lo que va construyendo mi estructura mental. El dibujar es una herramienta de cómo cuento las cosas. Muchas veces hay ruido constante de tener que contestar, de lo que ves en las redes, en los medios de comunicación, lo que se escucha. Y eso lo tengo que tratar de bajar en un mensaje. El laburo territorial, me dio la mirada interseccional que me permite entender que a todas las personas nos atraviesan y vivimos violencias, discriminaciones, desigualdades, formas de deshumanización y de explotación. Pero no necesariamente las vivimos de la misma manera ni son las mismas formas de violencia, porque hay un entrecruzamiento entre la identidad de género, la orientación sexual, la edad, la expresión de género, el color de la piel, el lugar en el que vivís, si podés comer todos los días, si tenés acceso a la educación, a la salud, si vivis en una vivienda propia, alquilada o en situación de calle. Todo eso te permite entender que hay tanta diversidad, como personas en el mundo. Quizás al principio la vara era lo que a mi me pasaba o yo sentía, sobre todo porque estaba muy involucrada en lo que estaba viviendo. Entonces hasta que no hacés el corte, no salís del lugar de víctima: necesitas correrte del lugar de “a mí me pasó esto” y entender que no te pasa solamente a vos. Entonces, por un lado el dibujo que se retroalimenta del trabajo territorial es lo que me da la fortaleza de que es menos probable que reproduzca esa violencia simbólica. Porque son todos los mensajes, los discursos, los modos de decir o de accionar que sostienen, reproducen, legitiman, refuerzan cualquier tipo de violencia, discriminación, deshumanización, etc. Y cuando solamente te guías por tu ombligo y a lo que vos te pasó, como si fuese la medida de todas esas realidades, seguro vas a reproducir violencia simbólica porque este tipo de violencia está presente en todos los tipos de violencias. Es lo que va estructurando nuestra mente permitiendo normalizar esas violencias o desigualdades. La violencia simbólica estructura nuestra mente mediante mecanismos de socialización, a través de la tele, los cuentos, los juguetes, las historias familiares, todo lo que nos rodea porque somos seres culturales. Si esa estructura es clasista, es racista, es misógina, es lgbtodiante, lo vas a reproducir, incluso, sin darte cuenta. Por eso dibujar o escribir sin tener la pata territorial es puro bla bla. No me importa quién se ofenda si no podés salir de los lugares de privilegio de quienes tenemos la posibilidad de comunicar -que se escuche nuestra voz por sobre otras es un gran lugar de privilegio-. Entender todos estos conceptos, ponerle nombre a las cosas, es lo que une todo esto.

-En tus ilustraciones soles reirte mucho sobre los estereotipos, como por ejemplo, las exigencias de la maternidad ¿Qué tan importante es el humor para desarmar los mandatos sociales?

-Es muy importante y es importante hacer una salvedad. Laburo mucho con la violencia simbólica porque tiene que ver con el decir, desde qué lugar te parás para decir las cosas. Lo que entiendo como humor es la posibilidad de sacarte una mochila de encima, de romper con una barrera, de correr los límites, de cuestionar lo estructural. Lo que viene siendo de determinada manera hace siglos, son construcciones sociales, culturales, políticas, económicas. Si a través de un chiste lo que hacemos es reproducir violencia, reforzar estereotipos, eso es violencia simbólica por definición. Entonces, si yo desde las ilustraciones puedo desarmar el estereotipo de la maternidad que, por ejemplo, se basa en la abnegación, en dejarte siempre para el final, que las tareas de cuidado, crianza y limpieza solamente caen mayormente las mujeres de cualquier edad en una familia. Pensemos que en las reuniones de fin año, o cualquier otra, siempre las que se levantan a lavar los platos después de comer son las madres, las abuelas y las hijas. Cómo romper esos estereotipos desde el humor, es también saber desde dónde pararte, porque puedo estar desarmando algún tipo de estereotipo pero reforzando otro. Porque si hablo de la maternidad solamente como la vivo yo, estoy negando la posibilidad de que se entienda que no hay un sólo modo de vivir la maternidad, sino múltiples. Y maternar no es solamente haber parido vaginalmente o por cesárea, sino para cualquier persona que esté ejerciendo una tarea de cuidado sobre la que recae esa responsabilidad, porque lamentablemente todavía no es lo mismo maternar que paternar. Hay un montón de varones que van desarmando el estereotipo del padre que no cambiaba los pañales, que decía “hoy me toca hacer de niñero”. Pero Roberto, si es tu hijo ¿qué niñero? No es de a ratos. Esto del aplauso para el asador, ¿no?: tiras un cacho de carne una vez cada tanto y te traemos una medalla, ¿pero la que hizo la ensalada, invitó a la gente, puso la mesa y cocina todos los días? La maternidad es para mí  uno de los roles fundamentales en cuanto al control, a la ubicación y a la definición por género. Este que hasta hace un tiempo era el rol único y casi obligatorio, que se espera que además lo cumplamos con alegría y con un amor enorme. Y la verdad es que hay momentos re lindos y otros en que no aguantás. Hace un rato llevé a mis hijes al colegio y nos encontramos en una esquina con cuatro mamás protestando por el desayuno, las caras de culo, que no se querían levantar, pensé “esto lo voy a dibujar”, porque éramos una reunión de madres enojadas que se dio por estar saturadas. No me quiero dejar para el final ¿Por qué tengo que dejar de vivir cosas que me gustan?, ¿porque soy mamá? No soy solamente mamá, soy una persona antes de ser mamá, tengo sueños, proyectos, deseos, la abnegación no va más. Porque en algún punto te terminás transformando en rehén dentro de ese grupo familiar. Si criás sola, mucho más porque a la vez sos rehén de muchas otras violencias que se suelen dar, como la económico patrimonial, o que te cambien los horarios porque siempre están antes las necesidades del resto. Incluso cuando tenés un momento de ocio, estas pensando en todo lo que tendrías que estar haciendo. No tenemos permitido descansar. Por ejemplo, una de las charlas que doy en gestión menstrual suelo preguntar a las que están maternando o maternaron si pudieron darse cuenta si desde entonces se enferman, más, o menos. Y todas responden: menos. Porque no podemos enfermarnos, porque sabés que si te enfermas, tenés que hacer todo lo mismo que haces todos los días pero enferma. Entonces se empiezan a reír, porque sos conciente que cuando te estas por resfriar decis “moco, metete para adentro, por favor, porque tengo que llevar a los chicos a la escuela, ir al supermercado, ir al trabajo” ¿Y quiénes cuidan a las que cuidan? Es un círculo vicioso que si lo podemos romper tiene que ver con nuestro derecho a la salud mental, a la salud física, a la salud emocional. 

Muchas veces te encontrás reproduciendo estos estereotipos porque escalan fuerte: de las publicidades, de las películas, desde las miradas del resto. No hay posibilidad de disfrute, si no está el resto disfrutando. El disfrute sola es una pérdida de tiempo. Nos vemos a nosotras mismas como gastos, y nunca como personas que tenemos derecho a estar bien. También se nos exige el estar bien. No importa lo que te esté pasando, vos sonreí. Yo milito muy fuertemente la cara de culo porque creo que también es un mensaje potente el estoy mal. No tengo que caretearla, tengo que poder, también, estar mal. Es un laburo de todos los días romper lo cotidiano, lo que no vemos porque está normalizado. Todos los hombres que han podido ocupar lugares de poder, de toma de decisiones, hacer una carrera, conseguir el trabajo que querían, detrás de esos hombre hubo una mamá, una abuela, una hermana, una tía, una compañera, que lo esperaba con la comida caliente, tenía la ropa lista, si estaba medio bajón o tenía que estudiar, la otra persona se encargaba de todo. También nos pasó a nosotras, las que accedimos a los distintos niveles universitarios. Estos roles de cuidado, crianza y limpieza, entendidos como una responsabilidad de las mujeres es de una violencia profunda, es explotación. Yo cuestiono lo estructural, porque en las individualidades cada quien hace lo que quiere y lo que puede con las herramientas que tiene. Todos los estereotipos siguen siendo muy poderosos y la ilustración es lo que me permite reírme de todo eso, pero no reírme de los varones, sino de la estructura que forma la masculinidad hegemónica, la maternidad hegemónica, los cuerpos hegemónicos, del racismo -que siendo parte de la hegemonía blanca tengo que ser muy cuidadosa porque la realidad es que el racismo es estructural y hay un montón de cosas que no viví y no voy a vivir-. Lo que puedo hacer, es criticar lo estructural. 


-Hay determinados tópicos que definen tu recorrido como dibujante, uno de ellos es el fútbol. ¿Te gusta también jugar al fútbol?, ¿mirarlo? ¿Te sentís parte de una generación que está cambiando las reglas de juego?

-Empecé a tener más relación con las jugadoras actuales y Las Pioneras cuando participé como ilustradora en el libro Pelota de Papel 3 escrito por jugadoras de fútbol de distintas edades y lugares. El Prólogo está hecho por periodistas mujeres y por las ilustraciones somos todas mujeres. Tuvimos muchas reuniones y hubo que grabar a varias. Tener vínculo con Las Pioneras del fútbol fue maravilloso porque también fue recuperar parte de nuestra historia y entender que ésta pelea por el derecho a jugar es de hace muchísimo tiempo. El 21 de agosto es el Día de la jugadora de fútbol porque Elba Selva, que jugó un mundial en el ´71, le hizo cuatro goles a los ingleses muchos años antes que Maradona. Durante mucho tiempo ella no quiso contar que había jugado en la selección porque le daba pudor que supieran que había sido jugadora de fútbol. Y las ves jugar ahora, que es una mujer adulta mayor, y es una genia total. Lucky Sandoval, que es quien junta a Las Pioneras, era arquera de Independiente y relata en el cuento que cuando era chica quería jugar al fútbol, pedía una pelota y le regalaban un bebote. Entonces le terminaba sacando la cabeza al bebote y con eso jugaba a la pelota. O sea, no les iban a impedir jugar con lo que fuera, pero al mismo tiempo ves lo que era romper con un mandato como el de la maternidad. Hace un tiempo en Brasil, hicieron una muestra de pelotas de fútbol históricas y también estaban las cabezas -de muñecos- que habían usado las mujeres en sus distintas épocas: tenían los pelos arrancados, no tenían los ojos o estaban todas abolladas -risas-. 

Esos tipos de discriminación, porque eran las varoneras o las marimacho, tiene que ver con que el fútbol sigue siendo el reducto machista fuerte. 

-¿Y qué pasa cuando lo relacionas con los varones?

-Los varones no tienen permitido llorar, salvo que sea en la cancha. Ahí pueden abrazarse, llorar de bronca o amor por la camiseta, es el único lugar donde se pueden liberar y también es donde más violencia liberan. De hecho, hay varios varones jugando que tienen denuncias por violencia de género. Creo que somos parte de un cambio donde siguen habiendo muchas resistencias, avances y retrocesos. Siempre me gustó el fútbol, nunca jugué en un club porque tampoco había espacio. Pero siempre me gustó jugar, soy bastante habilidosa, incluso de chica jugaba muy bien al metegol. De grande, cuando entré al feminismo entendí algo que yo decía y que me pareció muy fuerte. Decía que jugaba al Metegol como un varón porque lo hacía fuerte, pero yo no soy un varón. En el momento en que me cayó la ficha sobre cómo me nombraba, entendí lo poderoso de los estereotipos. Yo soy de la generación en que todos nuestros referentes eran varones y en todos los espacios el espejo que tenías, era un varón. El afiche que tenías era de Maradona, de Batistuta, de Caniggia. Pero ahora que las pibas puedan tener colgado el poster de Vanini, de Maca Sánchez, que mi hija tenga en un cuadrito la firma de Maca que le dedicó y flasheó, decía que era de San Lorenzo por ella. Cuando pasó la muerte de Maradona yo sentí mucha violencia de golpe. Porque tengo muy en claro quién fue Maradona respecto a las violencias que reprodujo, hacia sus hijes, sus parejas. Y también tengo en claro que fue un ídolo de mi niñez y mi adolescencia, como para casi todos. El día que muere, el 25 de noviembre, todo lo que teníamos preparado para el día de la violencia por motivo de género desapareció, porque frente a la muerte todo quedó oculto. Entendía la bronca de muchas compañeras de que eso sucediera, pero fue un nivel tremendo de violencia el que recibimos quiénes nos habíamos expresado con tristeza, sin embargo, en ningún momento salimos a decirle que le perdonábamos todo. También entendí que fue un tipo que se enfrentó a los lugares de poder reales, como el Vaticano, la FIFA, y siempre estaba del lado de los jugadores y de lo popular. Poder ver todo en conjunto, también es entender el contexto. Obviamente que el Diego era un machirulo nivel dios, de hecho era dios para muchas personas. Si tenés a todo el mundo a disposición y no importa cómo ¿por qué lo vas a hacer de otra manera? Si hubiese sido en otra época, con otro contexto y otra información, hubiese actuado distinto. Pero en los 80’s, los 90 ́s y los 2000, prendías la tele y tenías a Francella diciendo la nenita, cosas que ahora no nos causan gracia pero que estaban normalizadas. Tenemos que poder contextualizar las cosas para poder desarmarlas y que eso no implique la cancelación. Porque mientras pensamos igual ‘sos una genia’ y cuando hay algo en lo que no coincidimos, viene el escrache o la cancelación. Es necesario construir un poco desde la ternura y poder contextualizar, tratar de entender es también hablar de diversidad, de posicionamientos, de ideas y de modos de vivir. ¿Quién no tiene contradicciones? Tener una contradicción implica que vas a tomarte el ejercicio de analizar. Tener una contradicción implica que hay dos ideas que están peleando y eso es válido. Hace cinco años hablábamos de cierta manera o de ciertas cosas que hemos ido modificando. ¿Por qué no voy a pensar ahora que se me están escapando un montón más? Cuando aparece la perspectiva de género -mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, intersex y también varones- hablamos de cómo se van armando las estructuras desde la jerarquización, desde ocupar de roles y lugares de poder, eso, tiene que hacernos rever absolutamente todo. Decimos perspectiva de género para no molestar tanto y no generar tanto rechazo, pero en definitiva la perspectiva de género es la perspectiva feminista, y trato siempre de decirlo porque estoy un poco cansada de los eufemismos y de las metáforas.

También está pasando que muchos varones que han aprendido perspectiva de género con maestras y compañeras, ocupan espacios que deberían ser para las compañeras. Hay un montón de especialistas que cobran un fangote de guita cada vez que dan una charla, entonces no sólo se quedan con los espacios, sino que además, están monetizando algo que a muchas de nosotras nos da vergüenza cobrarlo. Ahí te das cuenta -las diferencias- de la estructura mental, mientras nosotras -lo hacemos- por amor, con lucha y sacrificio; los varones transforman todo en laburo y guita. Pero después nunca reconocen el laburo de quiénes les enseñaron. Siguen siendo la voz autorizada. 

-¿Y cómo vamos desde los Rolandos y los Raúles, hacia las nuevas masculinidades entendidas como sujetos políticos, pero sin la necesidad de ejercer una pedagogía desde las feminidades?

-Está bueno que se empiecen a involucrar, porque la verdad es que si no están dentro de la posibilidad de una modificación, no va a cambiar nunca la situación de privilegio y de poder. En definitiva, los privilegios son derechos para pocas personas. Y en algún punto de sus cabezas, creo que eso lo saben. Por ejemplo, en edad laboral dentro de cualquier identidad de lo femenino, tenes que pensar qué te tenés que poner si vas a ir a una entrevista de trabajo: no estar muy escotada o que no se te noten los pezones. Porque, aunque la ropa no es provocativa, es la mirada del otro que te vé como provocativa, es decir, estamos hipersexualizadas. En cambio, los varones no tienen que hacer eso, eligen qué se quieren poner y no se cuestionan ni la hora ni si van a ser provocativos. Estoy convencida que esos espacios de masculinidades se tienen que dar con masculinidades, cis o trans. Pero es cierto que siguen apoyándose en los saberes de mujeres, lesbianas, travestis, trans, y que al mismo tiempo, terminan siendo invisibilizadas porque en esa apropiación de los conocimientos, después no citan la fuente. 

Hay dispositivos que están funcionando bien en distintas provincias, sobre todo para varones que ya han ejercido alguna forma de violencia. Pero no concibo un cambio posible si no están todas las personas incluídas y activas. Creo que dentro del machismo estructural que tienen incluso estos varones que trabajan en estos dispositivos como profesionales, todavía se siguen reproduciendo un montón de formas misóginas. Van a ir cambiándolo, pero si al mismo tiempo no ponen el foco en eso ¿qué va a cambiar? Apenas pueden ocupan el espacio. Por ejemplo, cuando decimos que el 8M no vengan, no tienen que ver con excluir sino con que es un sólo día en el año seguro para compañeras y compañeres que muchas veces se encuentran con fotógrafos o con el compañero de militancia que las ha violentado y se lo tienen que fumar toda la marcha. Tiene que ver con un espacio de cuidado. Desde lo simbólico, que sigan viniendo, es el “no me importa lo que vos me digas”. Incluso a veces reforzado por otras compañeras. Entonces lo que pasa en esos espacios de aprendizaje es que siguen sin escuchar. Mientras eso siga sucediendo, vamos a seguir poniendo el cuerpo y producir conocimiento que es apropiado y no reconocido. Todavía tengo mis resistencias, pero ya que por lo menos esté la intencionalidad en que haya reuniones están en ese camino. El tema es que no nos borren desde el conocimiento y desde el aprendizaje.

-Las redes sociales son el principal espacio de difusión de tu trabajo, pero también son lugares de muchísima violencia y ataques, en especial hacia las feministas ¿Cómo ha sido tu experiencia en ese sentido? 

-En el momento del tratamiento de la Ley IVE en 2018, tuve más ataques antiderechos. Pero la mayor cantidad de violencias que yo recibí no fue de antiderechos, sino de compañeras. No pondría el foco solamente en las derechas, sino en la imposibilidad de construir desde las diferencias. El derecho al aborto nos unía porque era algo transversal a todos los espacios. Después, todas esas diferencias empezaron a salir a flote y se transformó en una lucha de opresiones. Vale más esto que lo otro o vos no podes hablar porque sos tal y no sos tal. Creo que el nivel de violencia tiene que ver con el disciplinamiento en las redes, por lo menos como lo vivo yo. La mayor cantidad de violencia tiene que ver muchas veces con explicarte qué tenés que decir y qué no. El mayor pico, fue en relación a lo que mencioné con la muerte de Maradona. Ese día lo pasé mal, mensajes de compañeras que hasta dos días antes me decían “qué genia que sos”. Pero ese día era la defensora de pedófilos. Recuerdo que el 26 de noviembre cuando me desperté a la mañana, estaba en el balcón de casa con la tablet y lloraba, -me- decía: “no importa lo que yo escriba o dibuje, va a ser una carnicería”. Fue muy fuerte darme cuenta que ante una primera diferencia, todo lo que había ido construyendo, dejó de importar. Y ese para mí fue el mayor disciplinamiento. Sentir eso me hizo entender también muchas de las veces que yo lo había ejercido, sin darme cuenta. Me acuerdo de Araceli González, cuando dijo que ella no era feminista porque amaba a su compañero y a su hijo. Entonces todas con todo el amor del mundo, por lo menos de mi parte, le mandé millones de dibujos, le expliqué qué era ser feminista. Pero, ¿quién sos para explicarle a otra? -me pregunto hoy-. La re acosamos a la pobre Araceli. Eso también es violencia. Dejála que piense lo que quiera. En algún momento le va a caer la ficha o no. No nacimos siendo feministas, en cambio lo vamos construyendo cuando te pasó algo en la vida que te marcó, o desde la academia leiste un montón de libros, ó estabas en una organización y tus propias compañeras te fueron enseñando, o fue porque saliste a la calle en una marcha. Cuando me pasó lo de Maradona, sentí en carne propia lo que podía llegar a ser el disciplinamiento en las redes. Equivocarme lo voy a hacer un montón de veces, nadie está exento de equivocarse. 

-¿Te revisas cuando vas a elaborar una campaña o una tira para evitar estos cruces? ¿Cómo transformar desde el dibujo sin facilitar un rebote contrario? ¿Hasta qué punto permitís que eso aparezca?

-Creo que tiene que aparecer. Muchos momentos se transformaron en viñetas porque nos tenemos que poder permitir. Puede surgir un disciplinamiento porque no dejamos de ser parte de esta cultura que es estructuralmente violenta, disciplinadora, moralista, entonces se nos va a colar por algún lado. No hay nadie que no lo haya ejercido o no lo esté ejerciendo. Tuve ciertas reacciones que hoy pienso que las tendría que haber manejado de otra manera. Entiendo desde qué lugar viene ese disciplinamiento, no lo voy a aceptar porque tengo que poder tener la libertad de decir lo que quiera. Si yo no estoy reproduciendo violencia, con más razón. El día que a mí se me escape alguna forma de violencia simbólica, me la voy a tener que bancar porque va a ser una denuncia frente a esa situación. Nadie es infalible. Todo lo que pasa tiene una consecuencia real en la vida de las personas. El no saber qué decir, qué escribir, el silenciamiento después de un disciplinamiento, es muy poderoso. Si escrachas a alguien en las redes por no pensar lo mismo, no importa si es Amalia Granata o Canossa. Luchemos con las ideas, no contra la persona. Hay alguien que tengo abonado que es Nik, lo voy perseguir hasta abajo de la cama y no le voy a dejar pasar una porque siento que como ilustradora, estoy legitimada para irle de frente. No me gusta la palabra referente porque pareciera que ya no te podés equivocar más. No me interesa ser referente de nada, estoy aprendiendo todo el tiempo. ¿Qué es empoderarse? ¿Cómo llegás ahí? ¿Es constante? ¿Todas las personas pueden llegar a empoderarse? Se necesitan un montón de conocimientos, de herramientas, de grupos de sostén, y ni siquiera te dura todo el tiempo. Hay momentos que estoy a full y re power, y otros en que me miro y digo “sos un escracho”. O te agarra el síndrome de la impostora y van a pensar “tan buena no soy”. Todas estas cosas que las vamos haciendo como para darnos fortalezas entre nosotras, nos siguen poniendo mochilas encima. Estuvo inicialmente el concepto de verte como compañera y no como enemiga, pero también se terminó usando en que si no coincidis en todo con la otra, tan sorora no sos. Si te enojás con una compañera que está ejerciendo violencia, tan sorora no sos. Seamos sororas en el sentido de acompañar los procesos, pero eso no significa tener que bancar violencia de ningún tipo. Eso no es perder la sororidad, no tengo que pensar igual que vos en todo. 

-¿Cuáles son las diferencias entre el proceso de dibujar para publicar en las redes y lo que hacés a través de los libros? Y, ¿qué te pasa a vos con los libros en cuanto al tipo de circulación que tienen?

-Nunca estoy planeando qué dibujar, por lo general son ilustraciones que surgen de algún pensamiento propio o de algo que vi, de la relación con mis hijes, o en las redes sociales. Eso me va generando material de cuestiones que detecto y necesitan ser cuestionadas. Ahora estoy laburando mucho con la positividad tóxica, esto de “todo lo que sueñas lo puede lograr”: tenés que estar bien o todo lo que logras es por la actitud que tenés. Se pone mucho el foco en tu responsabilidad. En las redes tengo mucha libertad, sobre todo porque puedo decir lo que quiera y no dependo de nadie. En los libros, esas ilustraciones suelen ser retomadas y quizás se le agrega un poco más de texto o modifico ciertas cosas, pero suele ser bastante fiel a lo que hago en las redes porque también tiene que ver con algo que es identitario. Ahora estoy por sacar la agenda 2023 y será sobre esta positividad tóxica. Violenta, más que tóxica. Tóxica, es si te comiste una lata de atún en mal estado. La compañera de la gráfica me decía “Ro, es muy de protesta”. Pero bueno, es quién soy yo. Las que hice durante la pandemia eran mucho más tiernas porque era un momento en el que necesitábamos también tener más buena onda y hasta ciertos cuidados. Esta es más heavy, usa humor y usa crítica, ironía. Fue una búsqueda de distintas frases y cómo desarmarlas. Obviamente que es algo que es distinto a lo que venía haciendo, tenés que empezar a reinventarte. Mi agenda la va a comprar alguien que le gusta lo que yo hago y se va a sentir identificade con ese discurso o le interesa leer lo que tengo para decir. 

Entre las redes y los libros no hay mucha diferencia, incluso el formato de los libros de Chirimbote es cuadrado entonces es como si fuese el propio Instagram. En Mala Madre se nota mucho más porque fui teniendo un aprendizaje con la editorial y fui modificando hasta mi modo de contar las cosas. Es interesante ver el propio proceso de recorrido. Creo que es igual, lo pienso de la misma manera en cómo facilitar la bajada de conceptos al lenguaje cotidiano. Y cuando hablás en difícil, estás poniendo una diferencia, una distancia, cierta soberbia de colocarse en un lugar de sabiduría: “si lo entendes bien y sino jodete”. Esto no es una posibilidad, en cambio, ampliar las estrategias de comunicación, sí. Eso es parte de lo que me moviliza todos los días, dejar de hablarnos entre nosotres porque termina transformándose en un gueto. No quiero hablarle solamente a las feministas. El discurso tiene que ser lo más amplio posible, podés usar lenguaje inclusivo no sexista desde otro lugar. 


Escuchá el episodio #13 de JUNTAS PODCAST en SPOTIFY donde conversamos con Ro Ferrer:

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014, desde el enfoque de género y feminismos.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).