Comer sano es un derecho

Por Andrea Carraza* | Fotos: Juan Pablo Barrientos (UTT)

En los últimos años la cultura de lo saludable inundó el mercado y por ende nuestra vida social con slogans y sugerencias de todos los tipos. Pero ¿qué implicar comer sano? ¿Y qué podemos hacer para que no sea sólo el acto de masticar? La agroecología plantea el desarrollo comunitario desde un enfoque socioeconómico y cultural porque promueve el respeto por los territorios, las personas que lo habitan y lo que se cultiva.

 

Comer de forma saludable, dejó de ser una responsabilidad ajena para pasar a ser un acto consciente de respeto a lo que somos y lo que nos rodea. La alimentación no es simplemente el mero acto de consumir alimentos para conseguir energía y desarrollarnos, sino que forma parte de lo que denominamos comensalidad, es decir, un espacio en donde se comparten y transmiten valores, hábitos, como una manera de expresar nuestra identidad cultural.

A diario nos encontramos bombardeados por un exceso de información sobre diferentes alimentos y estilos de vida saludables. Frases como bajo en, libre de, alimentos “buenos o malos”, prohibidos, sin agregado, super alimentos, alimentos milagrosos, etc. Y ante este bombardeo, nos sentimos avasallados y confundidos por tanta información que muchas veces no tiene mensajes claros.

Cuando escuchamos hablar de dietas, lo primero que se nos viene a la mente por un lado es la prohibición, restricción o el sacrificio y por otro, que es económicamente excesivo, inaccesible, que voy a pasar hambre, etc. En cambio cuando hablamos de comenzar a tener una alimentación saludable nos referimos a un cambio en la forma de alimentarnos, de obtener nuestros alimentos, de nutrirnos, de relacionarnos con el entorno, un cambio en el estilo de vida a largo plazo.

El ritmo de vida acelerado muchas veces nos empuja a comer apurados, sin disfrutar de los alimentos, de los sabores, aromas, y terminamos eligiendo preparaciones listas para consumir con alto contenido de grasas, azúcares y sal o poco saludables, sin tener registro de saciedad y comiendo más de lo que nuestro cuerpo necesita.

¿De qué depende una vida saludable?

Para comenzar a transitar por este camino debemos saber que una alimentación saludable nos debe proporcionar todos los nutrientes y energía necesarios para nuestro organismo. Debemos incluir alimentos de diferentes colores, texturas y sabores. Preparar comidas caseras, incorporando alimentos frescos, regionales y de estación, ya que su precio suele ser menor dada la mayor abundancia en el mercado. También es muy importante consumir una amplia variedad de alimentos ya que no existe un alimento que contenga todos los nutrientes esenciales para nuestro organismo, es decir, cada alimento contribuye a nuestra nutrición de una manera especial y cada nutriente tiene funciones específicas en nuestro cuerpo.  Por ejemplo, podemos incorporar a nuestra alimentación cereales integrales como fideos y arroz, arroz yamani,  mijo, quínoa, amaranto y avena, entre otros. Legumbres como lentejas, garbanzos y porotos de diferentes variedades que se pueden agregar en ensaladas, hacer hamburguesas, aderezos, etc. Frutas secas y semillas para agregar a ensaladas, tartas y pastas. Frutas y verduras de distintos colores y deben ser de estación. Debemos tener en cuenta reducir el uso de sal y el consumo de alimentos ultra procesados con alto contenido de sodio, reducir el consumo de bebidas azucaradas y consumir al menos ocho vasos de agua por día.

Es fundamental que podamos organizar y optimizar nuestros tiempos para poder hacer una compra inteligente, sin gastar de más e incorporar nuevos alimentos. Planificar anticipadamente el menú (diario o semanal) dependiendo de qué manera realicemos la compra, prestar atención a ofertas o listas de precios de alimentos. Chequear qué tenemos en la alacena y heladera, para no comprar algo que todavía tenemos en cantidad suficiente, confeccionar una lista que incluya alimentos, cantidades y siempre verificar las fechas de vencimiento.

La actividad física insuficiente y comportamiento sedentario inciden como factores de riesgo en la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares o cáncer, entre otras. En nuestro país, sólo la mitad de la población adulta realiza actividad física de forma regular (3º Encuesta Nacional de Factores de Riesgo para enfermedades no transmisibles. Argentina 2013). Por eso se sugiere para las personas adultas, sumar 30 minutos de actividad física continua o fraccionada por día que contraste el sedentarismo, de intensidad moderada, la mayor cantidad de días por semana, para mantener un peso saludable y prevenir enfermedades (sobrepeso, obesidad, diabetes, hipertensión, colesterol alto, entre otros).

Guías alimentarias para la Población Argentina (GAPA)

Las Guías alimentarias son un instrumento educativo que adapta los conocimientos científicos nutricionales y la composición de alimentos, en una herramienta práctica que orienta a la población para una correcta selección y consumo de alimentos. Promueven la incorporación de alimentos variados preferentemente frescos, teniendo en cuenta la diversidad cultural y las tradiciones locales. Están dirigidas a la población sana mayor de dos años, respetando la diversidad regional del país. A través de 10 recomendaciones principales, las guías elaboradas por el ministerio de Salud de la Nación, promueven mejoras en el consumo de los alimentos y los hábitos en pos de la salud de la población.

 

portada nota comer sano

 

Producción agroecológica como una salida para el futuro

Se entiende por agroecológico a todo sistema de producción sustentable en el tiempo, que mediante el manejo racional de los recursos naturales, contemplando la diversidad biológica y sin la utilización de productos de síntesis química, brinde alimentos sanos y abundantes, manteniendo o incrementando la fertilidad del suelo.

Se considera agroecológico a aquellos alimentos, en general vegetales y frutas, que en ninguna etapa de su producción intervienen fertilizantes, herbicidas o pesticidas químicos, como así tampoco en los suelos donde son cultivados. Dentro de este tipo de producción se tienen en cuenta la rotación de cultivos, la asociación de cultivos y el agregado de abonos.

La producción agroecológica fundamentalmente colabora en el desarrollo de nuestras comunidades, no solo con beneficios socioeconómicos sino que también culturales, en sistemas de la economía social y los agricultores familiares de diversas nacionalidades.

Los alimentos agroecológicos garantizan una mejor calidad de vida, y podemos conocer su trazabilidad, es decir, están sujetos a procesos de fabricación, elaboración y transporte, desde el campo hasta la mesa.

Pero también implica un acto individual que se vuelve colectivo porque cada vez que adquirimos productos agroecológicos, cuidamos el medio ambiente, reducimos la huella de carbono ecológica[1], preservamos los ecosistemas y favorecemos la biodiversidad, asegurando un futuro sostenible para las siguientes generaciones.

¿Cómo hacer una huerta en casa?

Hay muchas formas de comenzar a cultivar nuestros propios alimentos, en terreno, cajones o macetas. Para esto tenemos que tener en cuenta:

-Elegir un lugar donde lo cultivado reciba abundante luz solar. Lo ideal es que las plantas obtengan seis horas de luz diaria, pero se puede intentar con menos horas de sol. No es bueno si la zona tiene mucho sol debido a que se pueden quemar las hojas.

-¿Dónde hacer nuestra huerta?. Si tenemos un terreno con grandes dimensiones se podrá hacer directamente en la tierra o en canteros que los podamos elevar con madera o cemento. Si nuestro jardín es pequeño, los cajones de madera son una buena opción y los podemos colocar en el suelo o en una superficie elevada. En patios o balcones, podrán usarse macetas de diferentes materiales, siempre que cuenten con un mínimo de 15 a 20 cm de profundidad y un agujero para el drenaje. Otra buena opción son los recipientes que desechamos como botellas, bidones, tarros, que los podemos transformar y utilizar.

-Tenemos que preparar el terreno: mover la tierra con la ayuda de una pala, rastrillo o picota para que pueda ablandarse y oxigenarse y quitar cualquier tipo de piedra o maleza.

 

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-Debemos incorporar sustratos que tengan una gran cantidad de nutrientes, necesarios para que la huerta crezca sana y fuerte. Lo mejor es mezclar tierra fértil con compost (abono orgánico) y evitar que el suelo se compacte.

-Para elegir qué queremos plantar, tenemos que tener presente el calendario de siembra de cada planta, porque no todas se pueden cultivar los 365 días del año.

-Nuestra huerta la debemos regar a diario y se recomienda regar las plantas por la mañana o por la noche, evitando las horas de sol fuerte.

La soberanía alimentaria como política pública

Por soberanía alimentaria entendemos “el derecho de cada pueblo, comunidad y país a definir sus propias políticas agrícolas, pastoriles, laborales, de pesca, alimentarias y agrarias que sean ecológicas, sociales, económicas y culturalmente apropiadas a sus circunstancias exclusivas. Esto incluye el derecho real a la alimentación y a la producción de alimentos, lo que significa que todos los pueblos tienen el derecho de tener alimentos y recursos para la producción de alimentos seguros, nutritivos y culturalmente apropiados, así como la capacidad de mantenerse a sí mismos y a sus sociedades” (Foro de ONG/OSC, 2002).

Dentro de este concepto, se prioriza a la producción agroecológica local para alimentar a la población, el acceso a la tierra, al agua, a las semillas y al crédito. De ahí la necesidad de reformas agrarias, de la lucha contra los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) para el libre acceso a las semillas y para el acceso al agua potable en su calidad de bien público, cuyo reparto debe ser entendido de una forma sostenible.

Siguiendo esta línea de análisis, nos referimos al derecho de los/as agricultores/as a producir alimentos y el derecho de la población consumidora a poder decidir qué alimentos quiere consumir, cómo y quién lo va a producir.

Dentro de los puntos importantes, muchas organizaciones sociales trabajan en pos para que:

-Todos los pueblos, naciones y estados puedan decidir sus propios sistemas alimentarios y políticas que proporcionen a cada uno de nosotros y nosotras alimentos de calidad, adecuados, asequibles, nutritivos y culturalmente apropiados;

-La soberanía alimentaria sea considerada un derecho humano básico, reconocido y respetado por las comunidades, los pueblos, los estados y las instituciones internacionales;

-Se pueda conservar y rehabilitar los entornos rurales, zonas pesqueras, los paisajes y los alimentos tradicionales, basándose en una gestión sostenible de la tierra, del suelo, el agua, las semillas, el ganado y biodiversidad.

 

Copia de interiores huerta nota comer sano

 

En este sentido, para seguir construyendo día a día nuestra soberanía alimentaria como país, es importante apoyar a las organizaciones de productores agroecológicos, emprendimientos y cooperativas locales. Como sociedad consumidora tenemos la responsabilidad de conocer de dónde provienen los alimentos que consumimos, qué grado de procesamiento tuvieron, seleccionar los que sean naturales y  en la medida de lo posible, obtenerlos de un comercio justo. A escala global, esto se ha puesto de manifiesto, por ejemplo. a través del lema “Cultivar, nutrir, preservar. Juntos. Nuestras acciones son nuestro futuro” en el Día Mundial de la Alimentación, para hacer un llamado a la solidaridad internacional con el fin de ayudar a todas las poblaciones, especialmente a las más vulnerables, a que se recuperen de la pandemia a través de sistemas alimentarios más resilientes y robustos que puedan resistir el aumento de la volatilidad y de los choques climáticos, ofreciendo alimentos saludables, asequibles y sostenibles para toda la población. Así como también, medios de vida más dignos para los trabajadores y trabajadoras del sistema de producción y cultivo de alimentos.

 


*Andrea Carraza es Licenciada en Nutrición. Docente en Facultad de Ciencias de la Salud (FCS) Integra el equipo de trabajo de la Secretaría de Investigación y Área de Posgrado de la Facultad de Bromatología de UNER


 

[1] La Huella de Carbono Ecológica, es un indicador medioambiental que permite medir y evaluar el impacto de nuestras acciones o de cualquier forma de vida, sobre la capacidad que tiene el planeta de renovar los recursos naturales.