Una historia de controles y reapropiaciones

Por María Laura Schaufler* | Imagen de FreePik

La historia del feminismo y los estudios de género estuvo ligada desde sus comienzos a las tecnologías de la comunicación. Nacidas como técnicas y lenguajes de control, varias categorías y tecnologías -como las propias de género y feminismo- han sido reapropiadas por un movimiento activista y de estudios académicos, en una operación de desidentificación con la norma y una recontextualización de sus términos. ¿Cuáles fueron estos movimientos de control y reapropiación? ¿y qué relación tienen con las tecnologías mediáticas?

Punto de partida: feminismo y prensa

Si reflexionamos acerca de los cruces entre los estudios feministas y las tecnologías de la comunicación precisamos realizar un pasaje sobre los desarrollos históricos de la perspectiva feminista y de género y su relación con los medios de comunicación y el periodismo.

En primer lugar resulta interesante recuperar la genealogía del término feminismo, ya que el primer registro escrito del mismo data de 1871. En París, en una tesis doctoral de Medicina, titulada ‘Sobre el feminismo y el infantilismo en los tuberculosos’, escrita por Ferdinand-Valère Faneau de la Cour, éste hacía referencia a las características del varón enfermo, cuya virilidad resultaba atenuada. El aspecto general del paciente varón tuberculoso, decía, podía ser de dos tipos: infantil o femenino. Al primer tipo lo denominaba infantilismo y al segundo, feminismo.[1]

Pero entonces, la palabra “feminista” es registrada un año después por el escritor francés Alexandre Dumas hijo, quien empleaba el adjetivo “feminista” en un contexto misógino popular en la época: para desprestigiar a los hombres que apoyaban el movimiento de las mujeres por la demanda de derechos ciudadanos. De esa manera se burlaba de los hombres que consideraban perdonar a la esposa adúltera, les consideraba hombres enfermos y les aconsejaba matarla. No existía por entonces, claro está, la categoría de femicidio, que llegaría más de un siglo después. 

Una década más tarde, en 1882 la sufragista francesa Hubertine Auclert hizo historia al emplear los términos: “feministas” y “feminismo” en su periódico quincenal La Citoyenne (La Ciudadana). Auclert usaba el término feminista para referirse a mujeres y no únicamente a los hombres que apoyaban la causa política de las mujeres. En su periódico asentó la noción de Feminismo con mayúsculas para referirse al movimiento político.[2]

Dos cuestiones es importante remarcar de esta historia. Por un lado, el Feminismo iniciaba sus entrelazamientos con los medios de comunicación, en este caso la prensa. Por otro, resulta crucial destacar que se trató de una reapropiación del lenguaje de un término peyorativo para el nacimiento de un movimiento político. Como veremos, esta historia se repetirá respecto de otras nociones nacidas de estrategias de control de género que serán reutilizadas en otros contextos. 

Género y tecnologías

La categoría de género tampoco fue inventada por feministas, sino que fue reapropiada y resignificada por ellas.

Paul Preciado, filósofo trans contemporáneo, traza una genealogía respecto de esta categoría que desplaza a la noción científico técnica de sexo, propia del siglo XIX, por una noción más plástica: la de género.[3]

El término se inventa a mediados del siglo XX en un laboratorio de psiquiatría infantil en Estados Unidos, cuando un conjunto de médicos se proponen intervenir en la multiplicidad de cuerpos que no pueden entrar en el sexo binario masculino- feminino. E inventan la noción de intersexualidad, para poder modificar los cuerpos de bebés y reconducirlos a la noción binaria de feminidad o masculinidad.

La invención del género suponía la posibilidad de manipulación de los cuerpos a través de técnicas hormonales y quirúrjicas. Nace como una nueva forma de control y normalización tecnológica del cuerpo, a través de biotecnologías. A diferencia del sexo, entendido como natural y definitivo, el género aparece como categoría maleable, variable, susceptible de ser producido y reproducido técnicamente[4].

Pero entonces la noción es reapropiada por las feministas como categoría útil para referirse a la organización social de las relaciones entre sexos[5]. Los estudios académicos feministas la utilizaron para evitar centrarse de forma separada y demasiado limitada en las mujeres. Los llamados erróneamente ‘problemas de las mujeres’ indicaban que el problema estaba, por el contrario, principalmente en los varones, o mejor dicho, en las relaciones y el orden desigual que supone superioridad e inferioridad.

Contra el fetichismo conceptual que entiende «género» como sinónimo de «mujeres», la categoría se radicó en las ciencias sociales en una búsqueda de legitimidad académica por parte de las estudiosas feministas en la década de los ochenta.

En este marco se instalan los estudios de género y comunicación. En esta convergencia, se destaca que tanto el campo de la comunicación como el de los estudios feministas y de género no tienen una historia unificada y lineal. Ambos aspiran a estar conectados con la vida social y política además de la académica, comparten un distanciamiento crítico en relación a disciplinas establecidas y consagradas, y nos desafían a construir bases transdisciplinares; experimentan nuevas prácticas académicas, sobre todo, valorizan el trabajo colectivo en vez del individual y presentan una apertura para las conexiones entre la vida personal y las cuestiones teóricas.[6] Pero además, la promoción del activismo y la práctica transdisciplinar, propia tanto del feminismo como de la comunicación, con un imaginario político más amplio que el de la universidad, implicó poner en diálogo diferentes espacios.

Tácticas de desidentificación

Los estudios de género se acercaron a una perspectiva deconstructivista, siguiendo la definición de Jacques Derrida[7], con la intención de evitar los binarismos y desplazar la jerarquía sexual en lugar de aceptarla como propia de la naturaleza de las cosas.

La deconstrucción de las normas de género[8] y la desidentificación colectiva crítica aparecieron en el marco de estos debates como acciones posibles y deseables frente a la violencia, el control, la opresión y formas de exclusión que establece el orden de género binario y patriarcal.

La vía del transfeminismo[9] cuyo sujeto político no es sólo ‘la mujer’ (¿de qué mujer estaríamos hablando, además?) promueve recuperar la tradición feminista y sus tácticas de revolución no cruenta, profundamente pacífica, donde el cuerpo vulnerable está en el centro. A diferencia de la revolución de un cuerpo viril, militarizado, heroico, del soldado, sexualmente activo, el cuerpo discapacitado, minoritario (cuando las mayorías son entendidas como minorías políticas) permite dibujar una utopía del cuidado, tiene la capacidad de construir otra narración, con gramáticas políticas que tienen la tarea de construir una ciudadanía que no existe. Se trata de la potencia del sujeto subalterno: sufriente, cooperante, constitutivamente relacional y también deseante, que involucra al movimiento de mujeres pero también a los movimientos homosexuales, trans e incluso a varones heterosexuales disidentes de la masculinidad patriarcal. Propone recuperar las herencias críticas, las alianzas transdisciplinares, transversales, de estrategias de resistencia a la norma, que abren y diseñan otros horizontes, intercambiando técnicas de resistencia y modos de gestión de las subjetividades.

El ejercicio crítico y de resistencia se asienta en la crítica de la norma y elabora para ellos nuevos instrumentos, lenguajes, gramáticas colectivas. La deconstrucción y desidentificación se asocia a tácticas de reapropiación, que, como vimos, forman parte de la historia del feminismo y los estudios de género. Insultos o injurias, como el caso de ‘queer’ en inglés, fueron reapropiados y recontextualizados por movimientos activistas y académicos, que, a través de los lenguajes, inventan instrumentos y estrategias para desmontar los regímenes de normalización de los cuerpos.

#SoyFeminista. Activismo feminista en medios digitales

El movimiento de reapropiación también tiene lugar en las redes sociales, entendidas como espacios para establecer alianzas de activismo. Las redes sociales digitales del capitalismo global son reapropiadas desde estrategias micropolíticas, como tecnologías de producción comunicacional, descentradas y multiplicadas para producir otras representaciones en torno a los géneros. En este sentido, proponer representaciones divergentes de la sexualidad y los géneros, conforman un proceso expropiación y reapropiación de diversas técnicas comunicacionales.

Una perspectiva tecnofeminista nos recuerda que internet fue históricamente construida en base a prerrogativas androcéntricas[10]. La génesis de internet se relaciona a agencias militares, empresas de capital de riesgo, académicos y hackers, segmentos sociales controlados eminentemente por hombres blancos y  hablantes de lengua inglesa. La trama sociotécnica está asentada en una sólida alianza entre tecnología y masculinidad hegemónica.

Las redes, en tanto órganos cibernéticos del capitalismo neoliberal, son reapropiadas por tácticas de agencia política colectiva feminista. Son criticadas como un espacio de dominación de la representación de las mujeres pero también son reclamadas como un espacio para inventar otros tipos de prácticas genéricas que desnaturalicen y critiquen los binarismos y el orden de la sexualidad.

La reapropiación de internet por los feminismos se da paralelamente al desarrollo de las tecnologías de la comunicación. Las redes transnacionales feministas se van tornando más robustas y se trasladan a las calles y espacios públicos, en forma de acciones internacionalmente coordinadas como el paro 8M. Además de organizar espacios seguros en línea (sea por la creación de grupos y listas de discusión, la ocupación de espacios de visibilidad en las redes, el registro colaborativo, la defensa ante ataques, así como conferencias, encuentros, talleres digitales), se han multiplicado los grupos y redes feministas, divergentes, que encontraron en el uso recursivo de hashtags la posibilidad de congregación para procesos comunes.

Las redes y los medios sociales actualmente tienen un papel destacado, especialmente en la popularización de los feminismos.[11] En el caso específico del activismo feminista en internet, los hashtags han generado algunas experiencias exitosas de movilización: contribuyendo para hacer presión junto al poder público en el proceso de toma de decisiones, para dar visibilidad a causas de la militancia, para divulgar campañas de concientización en el campo de las relaciones de género, para sistematizar datos que refieren a políticas públicas y, no menos importante, para promover encuentros, compartir experiencias y crear solidaridades.

En el marco de la Cuarta Ola del feminismo en Sudamérica, desde el primer movimiento Ni Una Menos en 2015 en Argentina, los medios digitales conformaron un espacio de construcción, deconstrucción y reconstrucción de nociones de género. El uso de piezas comunicacionales digitales potenció acciones feministas por la igualdad y el respeto de todos los géneros.[12]

En el contexto internacional, la viralización, a partir de octubre de 2017, del hashtag[13] #meto, como reacción ante la divulgación de los acosos protagonizados por el productor Harvey Weinstein en Hollywood, fue marco de muchas denuncias por acoso sexual en las redes. El movimiento en Argentina cobró fuerza con el hashtag #miracomonosponemos, en apoyo a la actriz Thelma Fardín que denunció, junto a otras, abuso sexual por parte del actor Juan Darthes.

Las polémicas mediatizadas en torno al acoso sexual, la violencia de género y el aborto cosecharon varios hashtags como #SoyFeminista, a través del cual las redes se poblaron con relatos de orgullo y autoafirmación, o como #8M que compuso la convocatoria para el Paro Internacional de Mujeres. Durante 2018 se generó un intenso activismo digital feminista por #abortolegal en el país, con momentos que marcaron el pulso del debate político.[14]

Ahora bien, por un lado es posible valorizar positivamente el proceso de organización de tales movimientos en red, en la medida en que potencian aspectos asociativos importantes en lo que respecta a su capacidad de generar un gran impacto junto a la opinión pública, de incluir un número expresivo de nuevas militantes, de organizar y coordinar acciones ubicuamente, de elaborar nuevas tácticas de acción a partir de la apropiación tecnológica, del poder de creación de esferas públicas locales, nacionales y transnacionales, de producción en red de nuevas materialidades simbólicas y de ampliación del espectro de alianzas entre instituciones y grupos ligados a la temática de género. Sin embargo, por otro lado, tal como indican las investigadoras en comunicación Josemira Reis y Graciela Natansohn, la construcción de movimientos de mujeres a partir de plataformas virtuales corporativas, a pesar de haber desarrollado un papel crucial en la visibilidad de las luchas feministas, han generado nuevos riesgos a las militantes, dadas las posibilidades de vigilancia implícitas en sus códigos pocos transparentes, las condiciones nebulosas con que son construidas las políticas de uso y los servicios de sus buscadores, cuya monetarización de la visibilidad de los contenidos oculta informaciones acerca de los movimientos sociales menores y locales.

En los últimos años, asistimos a una contraofensiva del control y las estrategias de normalización de los géneros, luego de la Cuarta Ola feminista. Podemos pensar, no obstante, que es sólo cuestión de tiempo que el activismo se reapropie de las tecnologías y lenguajes que pretenden reducir su capacidad de acción y restaurar un orden patriarcal. Una reapropiación urgente y necesaria parece ser la noción de libertad. 


María Laura Schaufler* es Doctora en Comunicación Social, por la Universidad Nacional de Rosario y Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Es investigadora asistente de CONICET en la Facultad de Ciencias de la Educación, directora del GEFICC (Grupo de investigación Feminismos e Interseccionalidades de la Comunicación y la Cultura), profesora adjunta de Cultura y Sociedad en la Tecnicatura en Gestión Cultural y de Lenguaje, Cultura y Sociedad en la Tecnicatura en Producción Editorial.


[1] Gorosarri, María (2023) “141 años de feminismo: el nacimiento de una palabra”, Pikara Magazine. Disponible en: https://www.pikaramagazine.com/2023/09/141-anos-de-feminismo-el-nacimiento-de-una-palabra/?utm_campaign=golpe-31-colegas&utm_medium=email&utm_source=acumbamail

[2] No obstante la socialización de las palabras “feminismo” y “feminista” tardó años en formar parte del discurso público, ya que la prensa se refería al “movimiento femenino”, para denominar a la lucha por los derechos de las mujeres.

[3] Preciado, Beatriz (2008) “Tecnogénero”, en Testo Yonqui. pp. 86-99. España: Espasa. Disponible en: https://antropologiadeoutraforma.files.wordpress.com/2013/04/preciado-testo-yonqui.pdf

[4] Preciado, Paul (2022) Dysphoria mundi. Barcelona: Anagrama.

[5] Scott, Joan (1996) “El género: una categoría útil para el análisis histórico”. En: Lamas, Marta (Compiladora). El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG, México. 265-302p. Disponible en: https://www.fundacionhenrydunant.org/images/stories/biblioteca/Genero-Mujer-Desarrollo/El_Genero_Una_Categoria_Util_para_el_Analisis_Historico.pdf

[6] Escosteguy, Ana Carolina (2020) “Estudios culturales feministas: la importancia de afirmar una denominación”. LÍBERO, Revista do Programa de Pós-Graduação em Comunicação da Faculdade Cásper Líbero, SSN 2525-3166, ANO XXIII – No 46, JUL./DEZ.2020.

[7] Derrida, Jacques ([1966] 1989). “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”, en La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos.

[8] Butler, Judith (2010). El género en disputa. Barcelona: Paidós.

[9] No se trata de un postfeminismo sino de una crítica reflexiva acerca de las representaciones del feminismo

[10] Por androcentrismo comprendemos junto a Diana Maffia a la centralidad de una masculinidad privilegiada. Es decir, no se trata de cualquier varón, sino sólo de algunos a los que se considera centro y la medida de todas las cosas, caracterizados como adultos, libres, ciudadanos, propietarios, heterosexuales, blancos, occidentales y alfabetizados.Ninguna otra masculinidad es vista ni nombrada más que la del ‘andros’, que transforma sus propias experiencias e intereses en universales, sustituyendo las alteridades y silenciándolas. El androcentrismo aparece como un punto de vista neutral, objetivo y racional impone como universal el punto de vista del varón privilegiado. Maffía, Diana (2000) “Las mujeres y la construcción de la ciencia”, en Palacios, María Julia & Cornejo, Raquel (ed), Latinoamérica. Fin de siglo: Utopías, Realidades, Proyectos, Salta, Universidad Nacional de Salta

[11] Álvarez, Sonia (2014) “Para além da sociedade civil: reflexões sobre o campo feminista”, en Cadernos Pagu (43), janeiro-junho de 2014:13-56. ISSN 0104-8333

[12] Escosteguy, Ana Carolina (2020a) Comunicação       e          Gênero no        Brasil:   discutindo a relação. Dossiê Crise,            Feminismo       e          Comunicação – https://revistaecopos.eco.ufrj.br/

[13] El hashtag (del inglés hash = # + tag = etiqueta) es una manera de identificar y agrupar contenidos, facilitando la búsqueda de informaciones correlativas. Para ello, basta colocar el símbolo # delante de palabras claves o frases, y éste irá automáticamente a agrupar todos aquellos utilizados en la plataforma digital. Este sistema de indexación surgió en Twitter en 2009 y fue utilizado con fines de movilización política. En el caso específico del activismo feminista en internet, los hashtags han generado algunas experiencias exitosas de movilización, para realizar reclamos, para dar visibilidad a las causas, para traducir campañas de concientización y sensibilización en el campo de las relaciones de género, para promover encuentros y facilitar solidaridades. REIS, Josemira. S.; NATANSOHN, Graciela. Com quantas hashtags se constrói um movimento? O que nos diz a “Primavera Feminista” brasileira. Tríade: Comunicação, Cultura e Mídia, Sorocaba, SP, v. 5, n. 10, 2017. DOI: 10.22484/2318-5694.2017v5n10p113 -130. Disponible en: https://uniso.emnuvens.com.br/triade/article/view/3096

[14] Laudano, Claudia (2018). Aborto y redes: el debate por #AbortoLegal En Marea Verde. Lo que el debate nos dejó, Facultad de Ciencias Sociales- UBA. Dossiers Online. https://memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.12084/pr.12084.pdf