“Se tiende a repetir el estereotipo de que la filosofía y la ciencia son cosas de varones”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Danila Suárez Tomé | Ilustración: Martín Bianchi

Como buena millenial, Danila Suárez Tomé llevó la filosofía por fuera de las estructuras académicas y la difundió tanto en formato podcast, blogs, en talleres y a través de las Redes Sociales. Asegura que es necesario derribar el mito de que la filosofía es una cosa de varones porque estos lugares comunes están cambiando. Es una de las jóvenes filósofas que promueve la vocación científica y humanística en las niñas y adolescentes.


Nació en Wilde, provincia de Buenos Aires. Es Doctora en Filosofía y docente universitaria. Su campo de acción está en la filosofía feminista, y dice que es imprescindible pensar la producción teórica como un desborde que se nutre por fuera de lo que pasa en las universidades. Es co-fundadora de la Red Argentina de Mujeres en Filosofía (RedAMEF) y actualmente es co-editora en EcoFeminita.

Danila no se considera como divulgadora o comunicadora de filosofía, pero refiere que su trabajo por fuera de las aulas es amplio e incluye algo que no se había dado antes: el acceso a las Redes Sociales y los formatos virtuales para transmitir conocimiento. “Ése es un poco mi lenguaje, fui configurando mi profesión a través de mi vida en redes”.  Estamos en una época que desarrolló nuevas formas de compartir ideas y llevarlas al mundo con el objetivo de romper con el cánon del academicismo estático que encierra el conocimiento sólo para algunos privilegiados.

“Lo que me ocurrió es que en tanto yo trabajo filosofía feminista desde hace varias años, y en Argentina y en América Latina, en general, el movimiento feminista -al cual define como territorial- no está encerrado adentro de las universidades, sino que más bien toda la producción teórica que hay dentro de las universidades desborda y se nutre de lo que pasa afuera. Es parte de hacer filosofía feminista tener un campo de trabajo más amplio que el de las instituciones adadémicas universitarias”. 

Por eso Danila optó por comunicarse a través de blogs y con un lenguaje más accesible: “los formatos de los blogs me gustaban, eran una buena manera de escribir cosas que no fueran demasiado difíciles o con las sofisticaciones necesaria que me pide el CONICET o la Academia en general, Es un espacio donde puedo hablar de manera un poco más ensayística, libre”.

En relación a la comunicación y divulgación de la ciencia y la cuestión de género, remarca que por un lado hay una disputa acerca de si ‘la filosofía es ciencia’. Y que por otro lado, debe ser puesto en tensión el estereotipo masculinizado del quehacer filosófico. “Considero que el conocimiento filosófico es una cosa y el conocimiento científico es otra, no va en detrimento ni de una ni de las dos áreas, se trabajan con un material distinto.

Pasa algo con la comunicación y la divulgación de la ciencia y la filosofía, y es que en general tienden a repetir el estereotipo de que la filosofía y la ciencia son cosas de varones, que están masculinizadas, que pertenecen al mundo del desarrollo masculino porque se cree erróneamente que los hombres son más inteligentes y tienen mayor capacidad de abstracción o pueden dedicarse con mayor disciplina a actividades difíciles, que las mujeres supuestamente, no.

Todas estas cosas que son falsas, abonaron a lo largo de la historia que la filosofía y la ciencia son cosas de varones. Pero en tanto son muchos varones que se dedican a la comunicación y la divulgación de la ciencia y la filosofía se siguen reproduciendo estas ideas.

Pero por suerte en el último tiempo, tenemos un montón de iniciativas feministas o de mujeres y grupos que buscan divulgar y hacer comunicación científica y humanística, por fuera de estos ideales y por fuera de los lugares comunes de reproducción del varón contando qué es lo que pensó otro varón, etc”.

Para retratar este nuevo escenario cita a proyectos que surgieron en los últimos años: “EcoFeminita donde yo participé, Centificas de acá, hay varios proyectos nuevos que le dan una vuelta feminista, diversa, no androcéntrica y distinta a la comunicación de la ciencia y la filosofía. No sólo para ofrecer conocimiento, información, contenidos y oportunidades de reflexión al público en general, sino también para crear vocaciones científicas y humanísticas en las niñas y adolescentes, un área que está un poco floja a lo largo del mundo, no solamente en Argentina. En general, a las niñas se le ofrecen cosas distintas para crear, más manuales, estéticas, que no están mal, pero se nota la sexualización y la generización del cultivo de esa vocación”. Danila asegura que la diferencia en la promoción de desarrollo temprano de ciertas áreas entre niños, niñas, niñes, es lo que luego impacta en “los problemas que tenemos en el desarrollo profesional de las mujeres”.

Por un lado ¿por qué crees que se mantiene un interés vigente en el campo filosófico a través de las generaciones  y por otro lado, preguntarte si podemos decir que está surgiendo un nuevo lenguaje filosófico y feminista?

-Existen áreas del conocimiento donde la filosofía es un caso emblemático -también ocurre en la física o en las matemáticas-, donde las áreas estan hipermasculinizadas porque se asocian a tareas o conocimientos que solamente puede producir un tipo de ser humano muy particular: el varón blanco, heterosexual, europeo. Lo que en filosofía feminista llamamos el andrós, es decir el arquetipo de la masculinidad. La masculinidad normativa, aquella que contiene todas las características dominantes del grupo social que tiene el dominio de la representación del mundo. Entonces sí, la filosofía feminista o la filosofía crítica de la raza, las filosofías de los estudios trans o todo lo que podamos incorporar en modo crítico adentro de la filosofía para que deconstruya este sujeto epistémico, como le decimos nosotros: el sujeto de conocimiento que se supone que es el encargado de llevar adelante la filosofia, la ciencia, etc. Estas críticas que se le hacen, oradan un poco la imagen para tratar de permitir mayor inclusividad hacia adentro del área. Este trabajo crítico que se viene haciendo, no desde hace mucho sino desde los años setenta en adelante, lo que se busca es erosionar este sujeto epistémico de la filosofía como igual a la masculinidad normativa.

Piensen en esta idea ‘¿en quién pensamos cuando pensamos en alguien que filosofa?’ Pensamos en un hombre, viejo, barbudo, medio zaparrastroso. Tenemos una imagen de un Sócrates en nuestra cabeza, algo que no sólo no se corresponde con todos los varones que hacen filosofía sino que además, no se corresponde con todas las personas en general que hacen filosofía a lo largo del mundo. Entonces, hay algo ahí de la apertura crítica que ha tenido la filosofía para sí misma lo que permite que cada vez haya más miradas diversas hacia adentro de la filosofía.

Y el feminismo ha aportado significativamente en esto porque el ha sido una de las primeras, sino la primera, postura crítica dentro de la filosofía que ha atacado directamente al sujeto de enunciación de la filosofía: a este andrós. Y por otro lado, también está bueno saber cómo podemos abrir el área de filosofía para que ingrese gente más diversa a hacer filosofía desde distintos puntos de vista, con miradas situacionales que enriquezcan nuestra perspectiva filosófica sobre el mundo. Y esto se choca contra un problema importante, que no tiene que ver tanto con lo que nosotros hacemos dentro de la filosofía, sino con lo que pasa afuera, con la percepción del trabajo que hacemos. Hay un estudio muy interesante que suele citarse dentro de los estudios de género y ciencia que buscó analizar ‘cuál era la percepción que las personas tenían de la necesidad de brillantez que una persona tiene que tener para dedicarse a una u otra área del conocimiento’. Lo que se descubrió es que aquellas áreas de conocimiento que se creía o se percibía que se necesitaba mayor brillantez para desarrollarlas, por ejemplo la filosofía, la matemática y la física, son disciplinas que globalmente están altamente masculinizadas. Mientras que las que se percibía que se necesitaba menos brillantez, como la educación o la biología, por ejemplo, son áreas que están hiper feminizadas. Esta correlación entre lo supuestamente brillante que yo tengo que ser para dedicarme a algo y su asimilación a una representación masculina, es un obstáculo muy grande que viene desde afuera. Entonces, hay mucho que podemos hacer nosotras dentro de la filosofía para hacer el área más inclusiva pero también debemos trabajar afuera para revertir esa percepción errada que hay sobre la correlación sobre cuán inteligente sos y cuál es tu identidad de género. 

Por otro lado, lo que la filosofía feminista también ha contribuido notablemente a desmitificar es la idea de que para dedicarte a la filosofía tenés que ser un genio. Esta idea del genio decimonónico del Siglo XIX que tenía todo en su cabeza y podría sentar las bases del conocimiento de la realidad solamente con sentarse delante de una estufa, eso no existe.  En realidad, lo que necesitas es tener acceso a una universidad, a la educación pública, acceso a los apuntes.  El trabajo dentro del área de la filosofía, como cualquiera otra disciplina, es un trabajo colaborativo, colectivo, creativo, donde trabajas en grupos de investigación, entonces no existe esa idea del filósofo, genio, aislado, hombre, dentro de su casa, odiando a todo el mundo.  Esta es una idea muy lejana de lo que realmente hacemos en la profesión.

-En relación a la pandemia y sus efectos, ¿cuáles son las reflexiones y aportes que nos podes compartir desde una perspectiva filosófica?

-Me acuerdo cuando recién se había desatado la pandemia que algunes filosofes como Butler, Zizek, Byung-Chul Han, Agamben, pesados nombres de la filosofía del norte global habían salido a tirar sus reflexiones, y me acuerdo que en ese momento con muchos colegas decíamos: si bien la filosofía debe pensar el presente, también nos enseña que tenemos que reflexionar sobre los temas poniendo un poquitito de distancia reflexiva que nos permita contemplar lo que está sucediendo de manera serena, profunda, crítica, como para poder decir algo que tenga sentido y no la primer cosa que se nos venga a la cabeza en un momento de desesperación. Esos primeros artículos filosóficos fueron desafortunados, porque fueron apurados. En ese momento fue como una sacudida para el área y la profesión, ¿qué deberíamos hacer, cuál es el rol de los filósofes en este momento? Creo que a partir de eso una de las cosas que se nos abrió fue la posibilidad de detenernos en el tiempo para quienes no tuvimos la obligación de asistir a nuestros lugares de trabajo o la exigencia de estar salvando vidas. Ahí, yo creí que iba a ser bueno, en algún sentido, reflexionar sobre las razones por las cuales estábamos en una pandemia, sobre los modos en que estamos viviendo nuestra vida, pensé que íbamos a tener el tiempo para desarrollar un pensamiento crítico reflexivo sobre la realidad y sobre nuestra existencia. Porque en definitiva, la filosofía aparece en esos momentos donde el sentido del mundo y de la vida, se pone en crisis. En ese momento escribí algunas cosas tratando de sacar reflexiones sobre cómo estábamos viviendo el paso del tiempo, sobre cómo estábamos habitando el espacio doméstico. Pero de repente, se impuso la polarización en las respuestas a la pandemia: el movimiento antivacunas y anticuarentena. Lo político social se me vino encima por sobre lo que yo pensaba que iba a poder ser un espacio amable para generar reflexiones filosóficas y existenciales reflexivas sobre qué era lo que estaba pasando. Y me quedé un poco perpleja, porque de alguna manera siento una desilusión tremenda en términos de lo poco que hemos podido reflexionar en general como comunidades, como sociedades sobre lo que nos pasó, de forma muy rápida se repuso todo sin haber tenido el tiempo de que nos sentemos a pensar y a charlar.

Entonces el punto es ése, hoy en día parece no haber tiempo para detenernos y tener una mirada reflexiva filosófica sobre lo que está pasando. Creo que eso dice mucho sobre el tipo de época que estamos viviendo y que pudimos ver por el desarrollo de la propia pandemia: nuestras sociedades están sostenidas por un sistema que privilegia la acumulación del capital por sobre la vida y puede pasarnos una pandemia por encima que eso no va a cambiar y ni siquiera se nos da el espacio como sociedad para poder procesar colectivamente lo que pasó, reflexionarlo, tramitarlo emocionalmente.

Nada de todo esto pasó. Pienso que la posibilidad del pensamiento filosófico, está cada vez más alejada de las posibilidades de una persona que no se dedica a eso. Pero no debería ser así porque como seres humanos todos tenemos la capacidad de comprometernos con el pensamiento filosófico, ya que no se trata de leer a tal o cual autor, sino de poder reflexionar sobre la realidad, sobre nuestra existencia, usar el pensamiento crítico, construir argumentos, todo ello nos pertenece como personas racionales que somos. Este es un problema severo, porque no tener esas herramientas al alcance o el tiempo para poder desarrollarlas, es lo que nos lleva a tener sociedades polarizadas, que no tienen las herramientas metacognitivas necesarias para distinguir desinformación de información, o conocimiento de chantada. Esto es muy problemático.


-¿Cómo ves el rol de la universidad en particular en este escenario, tanto en su estructura interna como así también en el vínculo con lo que ocurre en la sociedad y en el espacio público?

-Creo que las universidades, en especial las universidades nacionales públicas, hoy en día tienen el desafío de aprender de lo que pudimos ver durante la pandemia. Si bien no tuvimos los y las docentes universitaries los recursos necesarios para poder afrontar la educación virtual a lo largo de la pandemia porque usamos recursos personales o no tuvimos capacitaciones en cómo dar clases a distancia, lo que deben aprender las universidades de todo esto es que las cursadas virtuales están buenas, que las cursadas mixtas deberían ser algo existente y algo posible para ofrecerles a les estudiantes. Muchos estudiantes pudieron terminar sus carreras y volver a estudiar porque antes no podían, porque no les daban los horarios, o porque no podían viajar hasta el lugar o porque debían alquilar un departamento.

Hay muchas imposibilidades en la vida de les estudiantes para poder realizar una carrera universitaria. Entonces, la virtualidad nos ha enseñado que realmente es una herramienta de inclusión y ahora no se puede ir para atrás. Pudimos demostrar que la virtualidad es una herramienta que permite que más estudiantes se queden cursando las materias, que se egresen y que además, ingresen cada vez más estudiantes, entonces, es algo que las universidades deben pensar seriamente en adoptar de forma seria, con recursos, con formación de docentes en capacitaciones de educación virtual, en campus que funcionen bien, en instancias de sincronía, en apoyo técnico  y didáctico.

Me parece que es un desafío donde estudiantes y docentes tenemos que meternos en esta conversación porque lo ideal dentro de una política universitaria inclusiva, es pensar cómo podemos hacer para sostener a ambos grupos de estudiantes.

-Sobre la cultura de la cancelación hay diversas opiniones y en esta Serie hemos transitado algunas de ellas. Muchas reflexiones coinciden en que hay una cancelación que se produce principalmente en el territorio digital, y por otro lado, la problematización de la cancelación produce tensiones también hacia dentro de los feminismos. ¿Cuáles son tus planteos sobre este tema?

-Estoy de acuerdo que el fenómeno de la cancelación es un fenómeno dependiente del modo en el cual nos relacionamos a través de las Redes Sociales y creo que tiene que ver con que las mismas empresas de las Redes Sociales generaron un modo de interacción muy particular. Las personas en las Redes Sociales no interactuamos del mismo modo en que interactuamos fuera de las redes, sino que la misma estructura de comunicabilidad genera unos ciertos estándares de comportamiento. Twitter, por ejemplo, es un lugar especial para la indignación, donde todo el tiempo tenemos ante nuestros ojos cosas ante las cuales indignarnos pero sin que pase nada mucho más allá de eso. Es como una suerte de lugar en donde la indignación es constante -tanto por algo bueno como malo-. Lo que ocurre es que cuando la justicia social queda solo en cuestiones de indignarme a través de las Redes Sociales, y no va nada más allá de eso, es simplemente una descarga emocional que no tiene ningún tipo de efecto real sobre el mundo. Entonces, estoy totalmente de acuerdo en que la cancelación es un fenómeno dependiente de las Redes Sociales y lo linkeo directamente a la sociabilidad que nos proponen las estructuras de las redes sociales que están pensadas para conseguir cosas muy determinantes. Y como usuarios y usuarias, somos altamente vulnerables a estas estructuras de comportamiento que nos imponen. No es un pensamiento conspiranoico, es simplemente un modelo de negocios para que vos consumas publicidad a través de este tipo de redes y te quedes generando más ingresos a la empresa. 

Dicho esto, la cultura de la cancelación tiene dos aristas importantes. Una, es cuando estamos discutiendo con una persona que es conservadora y considera que el pensamiento de izquierda, feminista, de la justicia social, es censurador o instauró la cultura de la cancelación o tiene intereses totalitaristas en imponer sus puntos de vista, etc. Esto es pánico moral, esto no sucede. Primero porque no hay una homogeneidad de pensamientos ni de estrategias en la izquierda, como sí lo hay en la derecha con herramientas para generar propaganda y realizar ciertas acciones estratégicas para imponer sus discursos. En cambio, la izquierda en general, el pensamiento feminista y el pensamiento progresista comprometidos en ese campo, sabemos que es muy diverso. Entonces, insisto, decir que el pensamiento de izquierda, feminista, progresista y de la justicia social, tiene un modo solamente de operar y que es a través de estas cancelaciones, es pánico moral. Hacia adentro del movimiento, sabemos que hay excesos en la manera en las cuales las personas reaccionan frente a algo que les indigna, pero insisto en que esas expresiones fueron impuestas por las redes sociales y no por las personas. Es imposible para mi no ver cómo estas dos cosas están entrecruzadas. 

Creo, además, que este fervor por la indignación ante el error del otro, ante algo que hace mal una persona o que no me gusta, tiende a llevar a lugares un poco oscuros. Es muy común que una persona que tiene muchos seguidores en Internet -no hace falta ser super famose para que te cancelen, podés ser Taylor Swift o una persona con 10 mil seguidores en Twitter-, basta con que digas algo polémico o que cometas un error para que empiecen a llegar uno tras otros mensajes de odio. Eso no puede ser parte, bajo ningún punto de vista, del modo en el cual construimos sociabilidad dentro del ámbito del progresismo, de la izquierda, del feminismo, etc. 

Como vimos antes, en las redes sociales podemos democratizar información y conocimiento, pero tienen estas cosas malas que es favorecer ciertos modos de comportamiento y de sociabilidad que no son propias de las ideas que sostienen muchas personas que se involucran en ese tipo de acciones. Cuando escribí sobre el caso de Contra Points, ella (la filósofa Nataly Wynn) muestra cómo cuando una persona dice algo que no está bueno, o comete un error, tendemos a esencializarla, a decir por ejemplo, ‘esta persona dijo algo machista, ergo es una persona 100% machista’. Pero tal vez fue un error, tal vez es algo sobre lo cual puede reflexionar, e incluso reflexionó y luego se desdijo, pero a nadie le importa que se haya desdicho. Entonces lo que pasa con esta cultura de la cancelación -no la llamaría cultura, sino más bien ciertos mecanismos de sociabilidad dentro de las redes sociales-, es que impiden la transformación que queremos lograr en las personas. En síntesis, no me parece que se haya conformado como una suerte de característica esencial de los movimientos de justicia social y creo que tiene mucho que ver su existencia con los modos de conducta, comportamientos y sociabilidad que generan las propias de las Redes Sociales, que si no hubiese sido por estos modos de comportamiento de sociabilidad, no estoy tan segura de que estos mecanismos de cancelación hubieran existido.

-Volviendo al comienzo de esta conversación, ¿cuáles crees que son los desafíos que se vienen para el movimiento de los feminismos? Y por otro lado, ¿cuáles de los cambios de paradigma de las últimas décadas impulsados por la nueva ola feminista podrías ponderarlos como un signo de época?

-Voy a comenzar por la última pregunta. Como signo de época creo que hay tres grandes hitos de los feminismos en el Siglo XXI especialmente en Argentina: uno tiene que ver con Ni Una Menos, en 2015, donde se empieza a masificar el feminismo por algo nefasto que es que la violencia de género sigue siendo un tema de agenda no resuelto. Por otro lado, la aprobación de la Ley de Identidad de Género, en 2012, si bien es una bandera de los activismos trans, se ha dado dentro de la estela de la lucha feminista. Y por otro lado, la legalización del aborto como una suerte de coronación de todo el gran trabajo activista territorial, social e institucional que se hizo desde el 2015 en adelante, en favor de las demandas por la autonomía del colectivo de mujeres y de los feminismos. Pero hay otras dos cosas que me parecen super importantes de notar: el rol de las redes sociales, es decir las redes como espacios de viralización y de transmisión de información, conocimiento, espacios donde se crean tambien hermandades o en donde las personas que pertenecen al movimiento feminista pueden encontrar espacios de contención, de reflexión, de catarsis y de pensamiento, de alguna manera sirvieron para conectar. Algo que en general las redes no hacen, porque no están diseñadas para conectar personas sino para que nosotros generemos información y que desde ahí nos vendan publicidad. Sin embargo, cuando los movimientos territoriales utilizaron las redes como herramienta para transmitir información, esto le dio una característica muy distinta a otras etapas previas del feminismo, donde algunos fenómenos que permitieron las redes sociales no podrían haber existido. Y por otro lado, el hecho de que hoy en día América Latina, y especialmente en nuestro país, tiene un activismo muy álgido que desborda todos los espacios de redes, institucionales, de ONG´s y que está en las calles. Y esto es algo que no pasa en el norte global, en los países ricos de Europa o en Estados Unidos. Nosotras podemos juntar dos millones de personas por la ley del aborto en la calle. Hay una característica contemporánea en los feminismos latinoamericanos que tenemos que saber cómo aprovecharla para desarrollarlos cada vez más en todas sus perspectivas, teóricas, institucionales, legales, etc. Siempre hemos tendido desde el feminismo, a recibir teorías del norte y luego ver cómo encaja en lo que nos pasa. Ahora es el momento de hacer el movimiento inverso, de terminar con las tendencias colonizadoras de los feminismos del norte para poder generar teoría de nuestra propia praxis. Por eso creo que especialmente este momento que estamos viviendo, de 2015 en adelante, es muy promisorio en términos de todo lo que vamos a poder construir como movimiento y que vamos a poder ofrecer a nivel internacional. Y relacionado con esto, hay una advertencia, y es que si bien es bueno que haya habido una institucionalización tan fuerte en el Estado a partir del gobierno de Alberto Fernández que de alguna manera hizo propios muchos de los reclamos que veníamos teniendo desde los feminismos, e incluyó feministas en el armado de gobierno, eso no puede darse en desmedro del activismo que se genera en las calles. Y esto porque sabemos cómo el Estado puede aprovecharse de las tendencias más revolucionarias de los movimientos y sofocarlas. Creo que es importante que como movimiento sostengamos todavía la tensión entre el activismo territorial y el feminismo institucional, porque ahí es donde vamos a estar exigiendo que sigan con la agenda que se pudo consensuar en las calles. 

Es un desafío porque no no podemos esperar que todo provenga del Estado hacia abajo, el Estado no hace a la cultura, no hace a nuestra sociabilidad y todo esto tiene que ver con las múltiples transformaciones y modos de activismos y militancia que tenemos las feministas, desde lo más micro hasta lo más macro. Y por otro lado, tenemos que seguir tirando de una cuerda que tuvimos que conseguir porque nadie nos la dio.  



Escuchá el episodio #9 de JUNTAS PODCAST en SPOTIFY donde conversamos con Danila Súarez Tomé:


Esta entrevista pertenece a la Serie JUNTAS, un ciclo de conversaciones con mujeres referentes de la cultura, la comunicación y el arte, que publicamos en formato podcast y gráfico.

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).