“Quería hacer cine desde un lugar muy intuitivo”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Celina Murga | Ilustración: Martín Bianchi

La cineasta Celina Murga dice que cuando entró al edificio de la Universidad del Cine se dio cuenta que se sentía en su lugar. Creció entre médicos, y nunca le eligieron un corto curricular, sin embargo, se las rebuscó para afianzar el deseo de filmar. Hablamos con ella sobre cómo es ser cineasta en la actualidad, la importancia de los procesos creativos y en qué medida la voz propia se construye desde las historias que nos atraviesan.

Celina Murga nació en la ciudad de Paraná y es directora, guionista y productora. En su filmografía se destacan tres largometrajes: Ana y los otros, Una semana solos y La tercera orilla y el documental Escuela Normal, que fueron reconocidos tanto a nivel nacional como internacional. En 2009 obtuvo una beca Rolex, para estudiar durante un año con el director Martin Scorsese. El cine siempre dio vueltas por su cabeza, pero a finales de los ‘80 no era una carrera muy en boga. Para cuando terminó la escuela secundaria, Celina se fue a estudiar Comunicación Social a Buenos Aires. Luego de un año y medio, decidió responder a su intuición y se inscribió en la incipiente carrera de dirección en la Universidad del Cine. 

-¿Cuáles son los primeros recuerdos que se te vienen a la mente y que fueron los que te impulsaron a querer dedicarte al cine?

-Los primeros recuerdos tienen que ver con los últimos años del secundario. También de la experiencia de ver cine, de lo que pasaba en esa sala llena, silenciosa y oscura. Tenía una amiga con la que estaba haciendo el secundario que ahora vive en España, las dos queríamos hacer cine desde un lugar muy intuitivo y sin mucho elemento concreto de dónde venía ese deseo. En esa época no era tan común estudiar cine, estamos hablando de fines de los ‘80. Cuando me vine a Buenos Aires, empecé a estudiar Comunicación Social, hice un año y medio y la idea del cine me seguía rondando. Justo en esa época se abrió la carrera en la Universidad del Cine, dirigida por Manuel Antín. Fuí a averiguar y cuando llegué al edificio sentí algo muy concreto que me sentía bien ahí. Muchas de mis buenas decisiones en la vida han tenido que ver con decisiones más intuitivas y esta fue una. También mi abuelo materno, que era médico pero también fotógrafo amateur y había algo de eso que, si bien no era algo que lo compartía conmigo en el hacer, pero sí estaba en esa búsqueda creativa y con las imágenes dando vuelta. De alguna manera eso también me influyó, sobre todo pensando en que mi familia eran médicos, no había una raíz artística más fuerte. 

-Contanos sobre tus primeros trabajos y cómo fue el proceso de crecimiento hasta poder concretar tu primer largometraje 

-Cuando estaba en la universidad hice un par de cortos, es una escuela que fomenta mucho el hacer, pero no era de las que me destacaba en ese momento. De hecho siempre hago el comentario que nunca me eligieron un corto curricular y sin embargo siempre me las rebusqué para filmar. Trabajé también en publicidad, a principio y mediados de los ‘90 era algo que estaba en auge. Eso me daba de comer pero no me sentía del todo cómoda en ese ambiente. Cuando un compañero de la facultad, Ariel Rotter, estaba armando su primera película que iba a ser financiada por la facultad, me involucré en el equipo de filmación haciendo el casting y después trabajando como continuista y como asistente. Esa experiencia fue clave, porque fue la posibilidad de compartir con un par el proceso, además él era alguien muy abierto a compartir sus dudas y sus decisiones con el equipo. Me acuerdo que en ese momento sentí que podía estar en ese lugar, que lejos de ser un lugar donde el director tiene todas las respuestas, que muchas veces es lo que se cree, en realidad es un lugar donde, si hay un decisión fuerte de llevar adelante un barco, de liderar el proceso creativo con otros y otras, podía ser desde un lugar de equipo y de dudas. Eso fue clave porque después de ahí dejé de trabajar en publicidad. Me acuerdo que la gente me decía “estás loca ¿por qué dejas?” y era toda una decisión porque me llamaban y yo decía que no. Y a nivel económico, era un tema. En ese momento también comencé a trabajar dando clases que, obviamente, no me daba la misma plata que la publicidad pero a la vez me gustaba más. Y ahí es cuando escribí mi primer largo Ana y los otros. En ese sentido fue importante el impulso de la universidad porque siempre fomentó mucho el desarrollo de la mirada propia, de alguna manera fue un lugar clave en esa época porque de ahí salieron muchos de los directores de lo que después se llamó Nuevo Cine Argentino. Eso tuvo que ver con entender que había que poner el foco en la experiencia personal, no porque tenga que ser algo necesariamente autobiográfico sino por esto de contar desde mis pies, de alguna manera contar algo que te atraviesa, un poco en contraposición de lo que pasaba en los ‘80 que eran películas donde se bajaba mas linea, donde había una busqueda de hablar de temas importantes, de un lugar más declamativo. Todos los que fuimos saliendo en esa camada nos animamos más a hablar desde cierto lugar de intimidad, de apostar a los relatos más de personaje y ligados a las vivencias de quienes lo estábamos haciendo. Eso fue importante porque logró que las películas que surgieron en ese momento, ya después del 2000, hablasen desde una voz más autoral y eso me parece que fue lo que nos permitió salir al mundo con una mirada que distinguía de otras miradas. Siento que un poco hoy por hoy los chicos y chicas la tiene más complicada porque el audiovisual se volvió algo más amplio, que a nivel laboral está buenísimo porque hay más trabajo, pero también hay una homogeneidad en los relatos que viene de la mano de las plataformas y de los requerimientos y dictámenes de las plataformas de hacer como películas o series con relatos más hegemónicos, que no sabes bien dónde están pasando. En este sentido, narrativamente están homogeneizados. Es más difícil en un punto distinguirse, uno puede narrar mejor o tener más habilidades o talentos a nivel construcción de un relato audiovisual, pero a su vez hay más gente que técnicamente puede hacer eso entonces es como un momento muy diferente para estar dando los primeros pasos. Me parece que eso fue algo que me favoreció. Siempre digo que estuve en el momento justo y en el lugar justo. 

-¿Crees que estas cuestiones que mencionas como el cambio de narrativa en el cine y lo que señalas de las multiplataformas, marcan un poco un signo de época para el cine argentino?

-Sí, y te diría para el cine mundial. Me parece que todo tiene ciclos. Relaciono mucho este momento del audiovisual con la época de los grandes estudios en Estados Unidos. Los que dictaban qué se hacía y qué no eran los grandes estudios. Hubo un montón de directores, mayormente hombres en esa época, no por compararse por trayectoria pero por cuestión de época, que tuvieron que salir a filmar lo que otros le decían que hacer y de alguna manera el desafío era cómo colar mi mirada dentro de esto. Muchas películas de Scorsese, Coppola, toda gente que sí tiene una voz autoral pero a la vez se desarrollaron insertos en un ámbito donde eran otros los que tomaban las decisiones y los que decidía qué se hacía y qué no. Hoy las plataformas son los estudios de esa época. Y es tremenda la diferencia porque en los 2000 todos los directores y directoras que surgieron fuimos mayormente gente que asumimos el lugar de productor, que nos buscábamos la vida para salir a filmar sumando plata de diez mil lugares diferentes. Como que en ese lugar más artesanal hay más espacio para la voz propia. Creo que este momento con la cuestión desatada de las plataformas -y esto no lo digo solo yo sino que lo he hablado con gente que conoce más del tema- va a tender a bajar un poco porque hoy es una locura lo que está pasando a nivel producción. Por un lado, para los técnicos es buenísimo porque hay un montón de trabajo, que también en algún punto lo relaciono con esa época de la publicidad donde había muchísimo trabajo y plata, pero a la vez está llegando a un pico de saturación. Hay tantas plataformas desarrollándose y compitiendo entre ellas para ver quien tiene más suscriptores, que están en esa carrera y los que estamos trabajando en el medio estamos haciendo lo posible. Ahora estoy por filmar en diciembre mi próxima película que se frenó por la pandemia, la estuve por hacer en el 2020, y es tremendo lo difícil que es financiar una película hoy. Eso es una realidad porque el mercado está carísimo, porque no se piden tantas películas como antes, no hay tanta demanda, son momentos,. El desafío es buscar la manera de seguir haciendo en la coyuntura que nos va tocando.

-La perspectiva de las juventudes ha sido algo recurrente en tus películas ¿Qué es lo que te atrae de poner este foco para contar historias?

-Ha sido algo bastante intuitivo hasta ahora, de hecho en mi próxima película los protagonistas son los padres de los jóvenes, quizás estoy madurando a la fuerza. Siempre me sentí muy cercana a la mirada de la niñez o de las juventudes. Lo digo un poco en chiste un poco en serio, que me llevo mejor con los niños y los jóvenes que con los adultos, como que hay algo de esa empatía y esa cercanía con la vivencia de esa época que lo tengo muy a flor de piel. Y después reflexionando en el hacer sobre este tipo de preguntas, me fui dando cuenta que me interesa contar el mundo adulto desde la perspectiva desde les niñes y jóvenes. Mis películas hablan de ese entorno, entonces funcionan les chiques como una especie de espejo que permite reflejar y reflexionar sobre ese mundo adulto pero a partir de la vivencia o la mirada de ser niñe o adolescente. En un punto desde un lugar para dar valor a una voz que está bastante silenciada, no se tenía tan en cuenta. 

-Contanos sobre tu proceso creativo ¿Cómo se empieza a cranear una idea hasta convertirla en un guión?

-Cada película es distinta. Han surgido de lugares diferentes las motivaciones para tener las ideas. Las primeras versiones del guión siempre son bastante intuitivas, de partir de un personaje y una situación interna muy concreta y empezar a acumular escenas e imágenes que me surgían o me atraían. Para mi es muy importante entre las primeras versiones del guión y las últimas que ya están más cercanas al rodaje, soy de reescribir mucho hasta el final del proceso de preproducción. También me resulta muy nutritivo toda la instancia de casting, de búsqueda de actores y de locaciones, como un momento que incluyo dentro del momento de desarrollo porque hay algo de ese ida y vuelta entre mi idea y mis imágenes internas y lo que la realidad me ofrece, que siempre lo he incorporado a los guiones. En Ana y los otros estaba tanto más cerca de mi el personaje y las situaciones que ella vive que por ahí es más concreto todo lo interno. La búsqueda de locaciones fue una etapa muy corta porque sabía que la esquina, la vereda, costanera, el río, sabia que tenia clarísimo de entrada donde quería que sucediese todo. También me pasó haciendo casting que me encontré con una actriz que me encantó pero que no daba la edad del personaje porque era un tanto más chica, pero me gustó tanto su manera de narrar y de estar en escena y de evocar situaciones del pasado, que termine armando una escena para que ella pudiera estar. En Una semana solos también fue muy interesante el proceso de casting porque yo había partido de un libro de la socióloga Maria Estela Svampa que se llama Los que ganaron donde hace un análisis de las primeras generaciones de niñes y adolescentes que nacieron dentro de estas urbanizaciones. Pero hubo un momento donde sentí que el guión y los personajes eran producto de un análisis sociológico y yo necesitaba que tuvieran algo más de carnadura real. Entonces todo el proceso de búsqueda, que fue dentro de urbanizaciones de este estilo, me sumó un montón porque fue encontrarme con esos protagonistas reales y empezar a comparar y espejar mis ideas con la realidad y de ahí surgieron un montón de situaciones, diálogos, ideas, que se fueron incorporando al guión. Siempre pienso que me costaría mucho filmar esas películas que son todas en estudio, porque hay algo de lo real y de la inspiración que surge, que para mi proceso es clave.

-A lo largo de tu trayectoria, desde tus tiempos como estudiante en la Universidad del Cine hasta la actualidad siendo una directora con reconocimiento nacional e internacional ¿Cómo has observado la participación de las mujeres dentro de la industria cinematográfica?

-Desde que yo empecé hace casi 20 años hasta ahora, el avance ha sido enorme. Hay dos instancias de avances. El primero y principal tiene que ver con el echar luz sobre esta falencia, de qué lugar tenemos las mujeres y disidencias en la industria audiovisual. La realidad es que si bien yo siempre escribí historias protagonizadas mayormente por mujeres, no era algo que yo hiciera desde un lugar de militancia feminista, era lo que me salia y tambien contando desde mi pripio lugar. Pero a la vez hubo un lugar de reflexión que con profundidad surgió durante los últimos años, en mi y en todas me parece. Esto de empezar a pensar “pero en la facultad éramos un montón de mujeres estudiando”. Si mirabas el aula, éramos un montón ¿Qué pasó con todas esas chicas? Empezar a tener conciencia de por qué algunas pudimos y otras no. Las facultad de por sí es un lugar democratico, pero cuando llega el momento de insertarse en un ámbito laboral, que es naturalmente piramidal, ahí los que toman las decisiones son hombres y el acceso a esos lugares de poder y decisión se vuelve más complicado. Y las mujeres que logramos abrirnos camino, fue a fuerza de cierta cuestión de personalidad como más masculina en un punto. Yo soy muy de la acción, naturalmente de abrirme camino y peleadora de mis cosas. Eso me funcionó. También una situación familiar con mi pareja que me permitió también desarrollarme y ser madre. Una situación particular y privilegiada. Ese lugar de la reflexión fue lo más importante que se abrió hasta hoy. En lo concreto, también hay más mujeres. Disidencias no me atrevería a afirmarlo. La cuestión de los cupos ha sido algo valioso que hemos defendido mucho porque de golpe te encontrás teniendo discusiones donde todavía hay que poner el valor el por qué la necesidad de los cupos. Somos más, es real. Pero hay un entramado sociocultural muy profundo que hay que seguir sosteniendo y esa idea de equidad total es compleja porque hay algo también de una matriz sociocultural de hombres y de mujeres, no únicamente los hombres son quienes están insertos en esa matriz. Han habido muchos avances porque hoy podes armar todo un equipo solo de mujeres si querés. En la época en que yo empezaba, si había una sonidista mujer, era una rareza y ella era excelente. Pero también porque hay un punto donde es muy claro que a las mujeres para estar en los mismos lugares que los hombres, se nos exige mil veces más, con un costo muy alto. Siempre digo que quiero ver más películas malas hechas por mujeres, ese va a ser el momento de la equidad real. Porque el hombre hace una película mala y nadie le dice nada, es parte de un camino porque a veces le podes pifiar. Pero a nosotras nos tiene que salir mil, para sostenernos. Pero hoy hay más mujeres haciendo cámara, en DF, eléctricas, en sonido, lugares que antes era como más de la técnica dura y del esfuerzo que estaban más vedados. No es casual que los lugares naturales de las mujeres hace veinte años eran dirección de arte, vestuario, maquillaje, producción que si bien está más ligado al dinero y es de decisión, está más ligado al hogar y la administración del dinero. Esos lugares claramente estaban destinados a las mujeres. También se mezclan cuestiones de hacer cine en general, que es más difícil. Entonces son necesidades que se van entramando y que hace un par de años, con el auge fuerte del feminismo en 2018 y 2019, fue buenísimo porque el foco estaba puesto ahí. Hoy en relación al cine, el foco está puesto en seguir haciendo cine porque realmente hay un problema muy grande en lo financiero por esta cuestión de las plataformas y porque el estado del INCAA en los últimos dos años ha sido desastroso. Es difícil mantener la importancia de la cuestión de género cuando el escenario en sí está como al borde del acantilado. Pero yo creo que son temas que tienen que seguir estando y formando parte de las discusiones para que una cosa no se lleve puesta la otra. Para seguir avanzando y que la búsqueda equidad, porque es una constante, siga siendo parte del camino.

-¿Cómo es hacer cine y contar historias manteniendo una mirada desde las provincias?

-No es desde un lugar racional. Tiempo después me di cuenta que en Una semana solos, más allá de que se filmó en un country en provincia de Buenos Aires, estaba hablando igual de la sociedad paranaense respecto de una sociedad muy endogámica, por lo menos en mi vivencia. Entonces algo de esa manera de funcionar socialmente que para mí sí tiene que ver con la provincia. En esta última son profesores universitarios que viven en Buenos Aires, hay personajes que son provincianos pero no estoy tan enfocada en eso. Siempre estuvo muy ligado, esa decisión nunca estuvo delante de los personajes o de las historias que yo quería contar, en realidad siempre fue el personaje o la historia que estuvo adelante y eso naturalmente impulsaba el contexto en todos los casos. La historia que escribimos para La tercera orilla partió de una historia real que había ocurrido en Concordia y es una historia que es totalmente entrerriana y provinciana porque lo que sucede tiene que ver con una sociedad patriarcal que funciona de una manera muy particular y creo que en una ciudad grande no se da de esa manera. Pero no ha sido de un lugar de tengo que ser la abanderada de… más bien fue desde un lugar de estar conectada con la voz propia y poner en valor eso. Quizás he podido ir soltando ese lugar porque también han aparecido otras voces que van tomando la posta, pero me parece que lo que tiene que seguir sucediendo es la posibilidad de la diversidad. Creo que también hay algo de lo universal a nivel más profundo que tiene que ver con la particularidad de poder contar desde un lugar específico. Hay una frase que es muy conocida que dice “pinta tu aldea y pintaras el mundo” y para mi fue como re contundente eso en mis primeras películas. Se veían en lugares re disímiles. Me acuerdo una vez me llegó un mail que la película había estado en un festival en Noruega, o un lugar así que en invierno no sale el sol nunca, y estaban todos totalmente fascinados y agradecidos con poder ver el sol de Ana y los otros y a la vez pudiendo empatizar mucho con las vivencias de los personajes. Hay como un lugar más de lo humano y de lo que nos pasa en cuanto a humanes, que si uno logra entrar en ese corazón y en esa profundidad, en realidad estamos todos en el mismo barco. Me parece que en ese sentido no hay tanta diferencia entre contar una historia en un lugar o en otro. Para mi la importancia de las primeras películas filmadas en y por directores y directoras provincianos tenían mucho valor en cuanto a poder contar la provincia desde un lugar no estereotipado. Películas como La ciénaga de Lucrecia Martel ¿Qué era la provincia antes para el cine hecho desde la ciudad de Buenos Aires? El gaucho, el campo, lugares muy estereotipados donde siempre había un porteño que iba a un lugar y miraba ese lugar. Me parece que el valor de hacer Ana y los otros, filmar a una chica volviendo a su ciudad natal como Paraná, que es una ciudad, no es el campo, no es que las provincias es el campo. Algo de poder echar luz sobre los matices y sobre los conflictos de los personajes viviendo en una ciudad chica pero en una ciudad. Y esto también de los sonidos, las formas del habla, las costumbres, la manera de relacionarse, en algunas son particulares de esa región y otras son bastante parecida como pueden ser en otra provincia de la Argentina. Todo eso fueron cosas que se fueron desplegando y abriendo en la medida que el cine se volvió un hacer mas democratico y donde pudieron aparecer personas, que también es fruto de las universidades al democratizarse el acceso al estudio. Habíamos muchos que viajamos de las provincias a estudiar y podíamos volver a contar esas historias. Creo que cada vez somos más pero el problema vuelve a estar en lo financiero. Yo hice mi primera película con la cámara prestada por uno, los equipos de la facultad, la provincia que me daba los pasajes, eso hoy es muy difícil de hacer. El embudo vuelve a estar, hay más personas formadas y capaces de filmar en sus provincias pero lo financiero es un problema grande. Cada época tiene su pro y su contra.

-Tanto la aprobación de la la Ley de Fomento Audiovisual en Entre Ríos como la defensa y la promoción en 2022 de una ley de fondos con asignación específica para las industrias culturales tiene una intención de poner foco en un sector no sólo en términos del resguardo de la diversidad cultural sino sobre todo, del derecho al trabajo. ¿En qué medida crees que hay un registro social de estas luchas?

-Siento que hay algo del debate en sí que se ha frenado, porque entre la pandemia y el cambio a nivel industria que vino de la mano de las plataformas, se armó una pelota donde el foco a nivel política audiovisual se ha desplazado. A nivel social siento que vivo en un tupper porque vivo en CABA y en un ámbito donde esto es tema, pero no sé qué tan tema es si te corres un poquito de cierto lugar de reflexión intelectual, cultural y social. No sé qué lectura real y profunda hay en el resto de la sociedad respecto a estas necesidades. Por momentos lo siento como intenso, o lo he sentido quizás en los años previos a la pandemia como realmente un movimiento de reflexión intenso, pero de golpe escucho cosas cuando me corro un poco y veo que hay miradas que atrasan mucho en este punto. Como todos los movimientos, entiendo que también hay una especie de péndulo, un grupo de la sociedad que intenta ir hacia un lugar y ampliar posibilidades para todes y otro que no y en esa tensión está el avance. Creo que también es natural ese movimiento y es natural que uno sienta que se avanzan diez casilleros y por momentos se retroceden tres. Supongo que en ese ir y venir hay algo que siempre tiende a avanzar un poco. Siempre el desafío es cómo comunicar, cuando han habido momentos de mucha discusión en torno a la ley de asignaciones específicas. En la Asociación de Directores de Cine (PSI) donde trabajo, siempre está el tema de cómo transmitir al resto de la sociedad que esto es algo que es para todes y que es bueno, no es que “los del cine se quieren llevar plata del Estado”. La lectura de afuera siempre es ésa y es muy difícil comunicar lo fino, el detalle, la importancia. A veces hasta a los diputados ha sido difícil convencerlos. Creo que hay que quedarse en el hacer y con confiar que seguir haciendo, aunque no sea tan evidente el resultado, es el camino. 


Escuchá el episodio #11 de JUNTAS PODCAST en SPOTIFY donde conversamos con Celina Murga:



Esta entrevista pertenece a la Serie JUNTAS, un ciclo de conversaciones con mujeres referentes de la cultura, la comunicación y el arte, que publicamos en formato podcast y gráfico.

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014, desde el enfoque de género y feminismos.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).