“No puedo pensar el arte separado de lo político”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Julieta Laso | Ilustración: Emiliano Pereyra

Sus comienzos fueron como actriz. A los 21 años conoció a Alejandro Balbis que era director musical de la obra en la que ella actuaba y su carrera dio un giro hacia el canto. En 2010, Julieta Laso lanzó su primer disco solista. De 2013 a 2018, formó parte de la Orquesta Típica Fernández Fierro, luego continuó una carrera como solista. Desde entonces, sacó cuatro discos y se ha convertido en una de las referencias del nuevo tango argentino. Conversamos con ella sobre sus comienzos en el canto, sus formas de trabajo y las influencias que la llevaron al tango, los cambios que significaron el paso de Buenos Aires a Salta, su mirada sobre el nuevo tango argentino y la realidad social y política de nuestro país.


Julieta Laso es una cantante y actriz argentina nacida en Buenos Aires en 1982. En 2010 lanzó su primer disco solista, Tango Rante. Entre 2013 y 2018 fue cantante de la Orquesta Típica Fernández Fierro. En 2018, publicó su segundo disco solista Martingala por el cual fue nominada a los Premios Gardel como Mejor Cantante Femenina de Tango. Luego vendrían La Caldera y Cabeza Negra en 2021. Ese mismo año fue la protagonista de Terminal Norte, un documental dirigido por Lucrecia Martel. En Noviembre de este año estrenó su último disco solista, Pata de Perra.

Durante mucho tiempo te dedicaste a la actuación, después llegó la música ¿En qué momento comenzaste y llegó el tango en tu trayectoria artística?

-En realidad, desde muy chica quería ser actriz. Empecé a estudiar teatro a los 8 o 9 años en el barrio La Paternal con Diana Valiela  y fueron muchísimos años, hasta los veintiuno me dediqué solo a la actuación. Recién a los veintiúno o veintidós años apareció el tango. Apareció en un momento en el que estaba bastante decepcionada de mi recorrido actoral. Había tomado algunas decisiones, había entrado en un grupo no muy agraciado que se llamaba grupo de Teatro Libre que hacía antropología teatral. No fueron muy buenas esas experiencias. Eso, más cuestiones que quizá yo no supe llevar a cabo, fueron desilusionándome y sintiendo que no servía para eso. Yo siempre canté pero en mi casa y nunca pensé en ser cantante. Ni siquiera es que yo cantaba en los asados ni nada. Cantaba nomas en mi habitación, sola. Nunca me habían dicho que tenía que cantar, tenés buena voz, nada de eso. Así que ser cantante fue algo que nunca soñé ni esperé.

La última obra en la que participé era sobre el Popol Vuh dirigida por Paco Redondo. Había mucha música en la obra, había que cantar y yo había estudiado canto, como una actriz que a veces, necesita cantar. El director musical de esa obra era Alejandro Balbis, el cantautor uruguayo, director de la Falta y Resto, entre otras cosas, y algunos músicos que acompañaban las ideas de Alejandro. Y bueno, ahí empecé a cantar mucho en el coro de la obra. Alejandro Balbis me dice: “Negra vos tenés que cantar, tenés una voz de no se que” Y uno de los músicos, Nahuel Rusci, me dice: “Por qué no probamos, hacemos unos tangos”. Yo en ese momento me respondí: “Probemos un par de veces y si no va, ya no quiero otro berretin más”. Ensayamos muchos meses, porque Nahuel es uno de esos músicos obsesivos que ensayan y ensayan. Y fuimos a estrenar a una milonga muy querida por mí. Una milonga que ya no existe, se llamaba Orsai, en Independencia 572, donde iban músicos de la nueva camada, que ahora ya son todos más grandes. En ese momento venían mucho de la Fernández Fierro y de todas las formaciones que hay ahora. Entonces, después de tocar, esos músicos iban a la milonga. Músicos ya consagrados, como directores de orquestas y otros. Ahí estrenamos, frente a un público difícil, músicos y tangueros. Y a partir de ahí ocurrió que empezó a haber señales fuertes, que es lo que yo estaba esperando.

A la semana siguiente, Julián Peraltale, un gran director, compositor y músico, me invitó a grabar. A la semana siguiente estaba grabando en un estudio profesional con Astillero, una orquesta muy grosa. Desde ahí, empecé a ir a esa milonga todos los jueves. Llamé a una maestra de canto, que todavía me acompaña hace más de quince años, Beatriz Muñoz, y me puse a estudiar. Yo no tenía repertorio. Entonces, cada jueves iba a la milonga, había un show a las nueve, y a las tres de la mañana había una zapada. Preparaba un tema por semana y me preparaba para la hora de la zapada y lo probaba con los músicos. Muerta de miedo, siempre cantaba atrás del piano. Así fui haciéndome con la ayuda de Julian Peraltale y el Tripa Bonfiglio, un gran bandoneonista, compositor, y director, aparece el cuarteto La Púa, que es un cuarteto de guitarras. Yo todavía no cantaba y proponen: “Nosotros hacemos el grupo, vos tenés que cantar tango”. Y ahí empezó todo. Fueron cuatro años con ellos. Grabamos un disco que no subí porque las guitarras suenan increíbles pero mi voz no, yo la escucho ahora y era otra cosa. Y con esa formación estuvimos cuatro años.

-Y en este momento llega la Fernández Fierro….

-Sí, luego de eso, me llaman de la Fernández Fierro, y me cambia la vida. Me llaman para estrenar en Australia, tenía que reemplazar nada más y nada menos que al Chino Laborde. Así que era todo una presión muy grande. Teníamos que sacar el show en dos meses para irnos a Australia. Y bueno así fue, con mucho y mucho ensayo diario. Empezó una etapa de mi vida de mucho trabajo, crecimiento, de viajar por todo el mundo a festivales enormes. Tocar y tocar todas las semanas, tocar cuatro veces por semana. Una experiencia increíble que me cambió y que me hizo crecer un montón. También en la parte humana, porque era una cooperativa y aprender esa parte del trabajo es importante. Supongo que en todos los oficios. Todo ese recorrido fue cuatro años con la Fernández Fierro, dos discos. En un momento tuve la necesidad de irme de Buenos Aires, me enamoré de una salteña, y entonces decidí irme. Porque no podía estar acá todas las semanas. Fue un momento muy difícil para mí tomar esa decisión, porque la Fernández Fierro es un gran amor en mi vida. Pero la tomé y me fui a vivir a Salta donde vivo ahora. 

A partir de ahí empecé mi carrera solista, que es una palabra extraña porque estoy siempre acompañada de un equipo enorme. Y salió “Martingala”, mi primer disco. Después salió “La Caldera”. Cuando me fui de la Fernández Fierro hablé con el maestro Yuri Venturín, el director. Le dije que era solo una despedida por un rato porque yo quería que grabáramos un disco solista producido por él. Y ése fue el siguiente disco, después de “La Caldera”, llegó “Cabeza Negra», que fue el año pasado. Así que fue un reencuentro musical precioso, y tuvimos la oportunidad de viajar, y de tocar nuevamente.

Ocurrió que después de la pandemia tuve una necesidad muy grande de grabar porque estoy grabando demasiado seguido. Terminé “Cabeza Negra” y ahora acabo de terminar mi último disco. Todavía no salió, se llama “Pata de Perra” y está producido por un músico de Chile que es Macha, muchos lo conocen por Chico Trujillo. Ya salieron tres adelantos de ese disco que no tiene nada que ver con “Cabeza Negra” ni con lo que venía haciendo antes. Es un disco de música latinoamericana. En eso estamos ahora.

-Entre tus discos se ve que hay una gran diversidad de artistas dentro de tu repertorio. Desde Fito, Zitarrosa, Alejandro Balbis, incluso en tu último disco grabaste “No me arrepiento de nada” de Edit Piaf. ¿Qué es lo que te inspira a elegir las canciones de esos discos?

-Elegir las canciones es un tema muy importante siendo que yo no soy compositora, salvo un tema que escribí una vez. Entonces para mí es todo elegir las canciones. Siempre me gusta que en el disco haya canciones nuevas, de compositores contemporáneos con quienes trabajo mucho, como Lucio Mantel, Diego Baiardi, Lisandro Echevarría, muchas canciones de Palo Pandolfo, Mochi, a quien recurro muchísimo para elegirlas. Todos artistas que me encantan. También que haya versiones, pero siempre que haya canciones nuevas. También cuando elijo un productor, confío mucho en ese productor. Así que elijo las canciones con esa persona. En “Cabeza Negra” elegí a Yuri Venturin. Por supuesto en primer lugar  las canciones siempre me tienen que gustar a mí, porque las tengo que cantar, pero en “Cabeza Negra», elegimos los temas juntos. Las ideas que él trajo fueron maravillosas sobre temas que no conocía y que hoy son de mis favoritas del disco. Por ejemplo “Canto de nadie” de Alfredo Zitarrosa. Lo mismo pasó con Macha, él tiró ideas, porque en este disco hay solo una canción argentina, el resto son canciones chilenas casi en su mayoría y una canción inédita escrita y compuesta por Macha, “El mago y la publicidad”, que es la que grabamos con Vicentico. Se puede escuchar en todas las plataformas, es un bolero. Así que en “Pata de Perra” fue Macha quien más tiraba ideas y yo quien escuchaba y decidía.

-Después de tantos años en Buenos Aires, en las milongas y en ese corazón porteño, ¿cómo fue el cambio a Salta y lo que se refleja en el corto de Terminal Norte? El encuentro con otros artistas y mujeres de la diversidad del norte argentino, ¿cómo te ha influenciado eso a nivel artístico?

-De chica el norte siempre fue mi lugar favorito del país. Y siempre tuve un amor muy grande por la copla, por el Folklore. Nunca imaginé que iba a terminar viviendo ahí. Lo agradezco muchísimo. Justo cuando me voy a vivir a Salta llega la pandemia. Así que “Terminal Norte” es la primera vez, después de todo ese tiempo tremendo, en el que pudimos encontrarnos a cantar y a tocar. Bueno, en “Cabeza Negra” aparece por primera vez el sonido del norte, y de la caja. Y me enriqueció muchísimo. Tengo la suerte también de ser muy amiga de Mariana Carrizo, la gran coplera de nuestro país. Ella me lleva mucho a conocer los festivales. Me ha llevado a la serenata de Cafayate. Y aprendo un montón con ella. Así como también de las tertulias que hacemos acá en Buenos Aires. De hecho hubo una hace muy poco. También las hacemos en Salta y ahí siempre estamos con Mariana la “Michu” Carrizo, con Lorena Carpanchay, un montón de músicos. Es maravilloso lo que pasa allá con la música que vas a un asado y todos tocan, todos cantan. Me hubiese encantado haber vivido eso de chica. Así que es puro enriquecimiento la verdad. Después lo que me pasa es que vivo la mitad en Salta y la otra mitad en Buenos Aires, porque es donde más trabajo. Pero estoy feliz de vivir allá. Quisiera que fuera más el tiempo allá que acá. Amo Buenos Aires pero es una ciudad muy feroz y yo necesito parar muchas veces porque es muy intenso todo. Necesito si o si parar. Vivimos en el campo allá, camino hacia Jujuy, en la ruta nueve. Y a mí me gustan mucho las plantas, tengo mis perros. Es una vida preciosa allá. Así que me vengo y ya quiero volver.

-Muchas veces el tango tiene un fuerte rasgo machista y misógino. ¿Cómo fue ingresar al mundo del tango?

-Podríamos decir que hubo un momento en el que el tango pasó de moda y fue muy importante todo lo que sucedió con la generación nueva del tango, que muchas veces no tenían maestros para aprender, que tenían que desgrabar los discos para aprender a tocar el bandoneón, por ejemplo. Sé que hubo algo muy interesante que pasó en la Escuela Avellaneda, lo sé por los músicos con los que trabajo. Rodolfo Mederos creo que fue profesor en ese tiempo, y hubo una renovación. Un montón de chicos que hacían rock de repente se coparon con el tango y quisieron hacer composiciones nuevas, con lo difícil que es, por el pasado tan glorioso que tiene el tango. Y a partir de ahí todo cambió. Yo llegué en esa parte, no tuve contacto con el mundo del tango más clásico. Entré directamente a un ámbito de músicos que venían del rock y que se habían copado con el tango y querían componer cosas nuevas, como fue la Fernández Fierro, o como La Chicana. Ellos fueron los primeros, pero ahora hay un montón de formaciones nuevas en donde todos componen. En el repertorio que yo cantaba en la Fernández Fierro no había un clásico, eran todas canciones nuevas y casi todas hablaban de temas sociales. Esa fue mi experiencia. Antes de eso yo no tenía ningún contacto con el tango, era una chica del teatro, me gustaba Goyeneche, pero no más que eso, no. Yo llegué en ese momento de recambio generacional y ellos fueron quienes más me ayudaron. La Fernández Fierro es un ejemplo de eso. Los chicos del cuarteto La Púa también. Por eso muchas veces me preguntan por las letras machistas ahora que sí canto viejos tangos, pero yo no arranqué con esas temáticas. Las canciones de la Fernández Fierro no tenían temáticas machistas, tenían más que nada temáticas sociales.

-Teniendo en cuenta esto de las temáticas sociales y el presente, ¿qué crees que le trajo de nuevo al tango estas composiciones y nuevas formaciones?

En principio, renovó y acercó a la gente más joven. A la gente grande no le gustaba nada lo que hacíamos, y empezó a aparecer un público nuevo. Generaron un acercamiento. Me pasa también que cuando canto, se juntan todas las generaciones. Viene gente de mi edad o más chicas con su abuelo y su papá y se arma un encuentro familiar que en otras músicas no ocurre. Fue eso, renovar algo que estaba como lejano y traerlo al Siglo XXI.

-A 40 años de democracia, ¿hay algo en este presente que te moviliza a usar la voz como una herramienta?

-Desde siempre mi rol es político y no puedo pensar el arte separado de lo político. Busco permanentemente para qué hago lo que hago, de qué sirve, cuál es mi responsabilidad. Creo que así era también con la Fernández Fierro. Nosotros siempre hablamos de temas sociales. Las canciones que elijo también van referidas en ese punto. Creo que “Cabeza negra”, mi último disco, tiene un contenido político desde el nombre, las canciones que elegimos, y desde la formación. Pero no bajando línea, ¿se entiende?.

-Por otro lado creo que para las comunidades indígenas, siempre fueron tiempos oscuros. Y estoy por supuesto muy amargada, muy triste, y enojada con lo que pasa hoy. Como todo el mundo creo. Pienso que se cayó un velo, que hay que recalcular y hacer mucha autocrítica. Yo estoy preocupada, pero también entiendo lo que está pasando. Estoy enojada y entiendo los votos a Milei, a quién jamás votaría en mi vida. Estoy enojada y voté a la izquierda. Y lo único que puedo decir es que voy a estar ahí, en las calles, porque esas conquistas son nuestras, son de nuestro pueblo y las vamos a defender como sea. Eso no quiere decir que no estoy asustada. Hay veces que digo: “No puedo creer lo que está pasando”. Pero la verdad es que la situación a la que hemos llegado es atroz, es horroroso vivir en un país donde la mitad es pobre. Entonces, tampoco podemos decir: “Uy, ¿qué pasó? No puedo creer”. No, algo pasó y todos tenemos que hacernos cargo. Sé que hay mucha gente que no está de acuerdo con lo que pienso, me peleo mucho con amigos permanentemente. Pero bueno acá estamos, de acá habrá que salir adelante, y cuenten conmigo para estar en las calles.

-¿Y cómo es cantar con estas emociones?

-Una no canta para dar consuelo, sino para compartir el dolor, para compartir la felicidad. Supongo que es lo poquito que yo puedo hacer. Y más que eso, visibilizar situaciones que veo y que no son visibilizadas, porque hay cerco mediático. Como todo lo que pasó en Jujuy, que me toca muy de cerca porque vivo en Salta, porque estoy en contacto con las comunidades, porque estuve en los cortes de Purmamarca, porque tengo contactos con personas que están ahí. Y otras esperando al Malón, aquí, cuando llegó. El Malón que está en Tribunales hace más de un mes y nadie del arco político va a hacer nada por ellos. Políticamente lo que más puedo hacer es visibilizar cosas que no visibiliza nadie. Esto me genera mucho dolor porque para los Wichis, no es que ahora se pone mucho peor. Esos son los actos políticos en lo que yo creo y puedo participar mínimamente.  

-¿Pensas en dar la batalla cultural cuando hablas sobre la cuestión plurinacional desde tu trabajo?

-Sí y sobre todo en nuestro país que tiene un racismo tan solapado y profundo. Y por eso el disco se llama “Cabeza negra”. A esos lugares apunto todo el tiempo realmente, porque es tremendo. Nuestro presidente dijo que `venimos de los barcos´. Entonces, estamos al horno. Y eso que dijo él, lo dice muchísima gente, y lo piensa muchísima gente. Entonces quizás es más grave cuando el racismo no se vé, que cuando se ve. O por lo menos más peligroso. Así que contra esas cosas peleo y batallo permanentemente en mi propia vida, porque yo también pertenezco a este país y eso está dentro mío. Uno trata de de construirse, como dicen ahora, del propio racismo. Tratar de cambiar eso porque estamos muy atrasados.


Idea, Producción y Conducción: Andrea Sosa Alfonzo y Clara Chauvín

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014, desde el enfoque de género y feminismos.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).

Edición de textos: Mauro Milesi

Ilustración de portada de episodio podcast: Emiliano Pereyra

Interpretación música Los Dinosaurios Charly García para artística de Tercera Temporada: Grisel Policastro