“No creo en esa idea de que una imagen vale más que mil palabras”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Inés Ulanovsky| Ilustración: Martín Bianchi

Inés Ulanovsky creció rodeada de rollos y negativos, luego en su juventud, eligió ahondarse en laboratorios, archivos audiovisuales y fotográficos. Es una de las artistas que vive en la época de las nuevas tecnologías pero reflexiona sobre el devenir de la fotografía. Por eso recupera la belleza de la narrativa analógica y la espera de lo develado. Su obra documental, a la que llegó de forma azaroza,  combina la escritura con la fotografía.


Dialogamos con la fotógrafa y artista Inés Ulanovsky sobre cómo es narrar a través de la fotografía. Desde los relatos de la infancia, la historia argentina, el azar que atravesó su vida, su recorrido laboral, la recuperación de la memoria de las vidas de desaparecidos/as y sus familiares a través de un proyecto fotográfico y su libro Las fotos, nos encontramos con una búsqueda casi elemental: devolverle a la foto un lugar central en el contexto histórico, la foto como un acontecimiento que requiere ser escrito.

Durante este año tan particular, Inés publicó Las fotos (Paisanita editora), un libro que documenta diversos sucesos en registro fotográfico y literario. Ulanovsky escribió un libro que cuenta historias encapsuladas en una imagen, las libera, las suelta al azar, al deseo, a la búsqueda política, al devenir social. Las repara, las abraza, las atesora. Delinear esa geografía con esmero y sencillez, brindarle el espesor del documento y la belleza del arte, sea quizás su mejor logro en este proyecto.

– ¿Cuánto poder narrativo se puede encontrar en la fotografía?

– Siempre me pasó que necesité, como fotógrafa y como espectadora, un contexto. Es lo que le da la fuerza o el sentido a la foto. Siento que una foto puede contar un montón de cosas, pero no creo en esa idea de que una imagen vale más que mil palabras. Este trabajo lo que hace es poner a la foto casi como si fuese un personaje, le da esa importancia. No es que describa fotos o cuente la historia de la foto, lo que traté de hacer en mi libro es dar cuenta del protagonismo que a veces tienen las fotos: son todas historias reales, no hay nada de ficción, traté de ser muy precisa con los datos, la información, con todo aquello que me parecía que tenía que incluir en la historia. Se dio un experimento medio extraño entre foto y texto.

-¿Cómo surge la idea del libro “Las fotos”?

– La idea surgió hace bastante tiempo. En realidad empecé siendo fotógrafa y empecé a escribir hace unos diez años, pero siempre mi beneficio principal fue el de la fotografía. A partir de un hallazgo en mi archivo de fotos personales, encontré una foto que yo le había sacado a mi marido antes de conocerlo. Esa situación azarosa y misteriosa, hizo que escriba una nota sobre eso, una crónica sobre ese hallazgo. Desde entonces me empiezo a interesar mucho en historias protagonizadas por fotos, y buscar ese tipo de historias con la idea de hacer un libro. Tuve bastantes trabas con respecto a la producción, porque era difícil dar con esas historias, pero a lo largo de unos siete años fui recolectando y guardando en un cajón lo que encontraba. El año pasado estaba cursando una maestría de escritura en UNTREF y decidí que la tesis fuera ése trabajo de fotos porque sentía que era la única manera de obligarme a concretarlo. Me senté a escribirlo en seis meses, y entonces me di cuenta que también había historias que me habían pasado a mí como fotógrafa y por haber trabajado en archivos fotográficos –como la que relato y otras–: en ese período, me había encontrado con muchas de esas historias, lo que hice, fue incluirlas en primera persona.

En el libro ocurre esto, hay géneros cruzados: crónicas con narrativas, relatos, pero también están las fotos, y ahí se produce un diálogo entre todos esos elementos que resulta interesante ¿Fue algo que tuviste en claro desde el comienzo?

– Sí, me gustaba la idea de leer primero y que inmediatamente después aparezca la foto. Lo que uno se haya imaginado como lector, lo vaya a encontrar en la foto o lo vaya refutar.

Me gusta ése efecto sorpresa que ocurre cuando uno termina de leer el texto, un efecto de conclusión con la aparición de la foto.

Pero es un libro donde quise privilegiar la escritura, no es un libro de fotos, aunque se llame “Las fotos”. Es la escritura a partir de la imagen.

 

¿Todas las historias que están en el libro son cercanas o fueron historias que armaste a partir de fotos que encontraste con esa impronta de la casualidad?

– Es una mezcla, hay varias cosas que me pasaron a mí, no solamente las que relato sino otras más: cuento algunas historias de fotos familiares y me encontré con historias investigando y buscando, fui a atrás de historias de otros que sabía que la foto era protagónica, como la de la hija de un fotógrafo de Evita, por ejemplo, que tiene una historia increíble; la de un fotógrafo que siguió a una persona que vivía en la calle durante 30 años y a partir de eso pasa algo. Historias que yo sabía que podían servir para confirmar una hipótesis que no es propia pero a la que adhiero, que es que la fotografía es un objeto muy misterioso, entonces le di un poca esa impronta al texto.

La foto de tapa es de tu abuela paterna, ¿verdad?

Exactamente.

¿Y qué significa para vos en este momento esa elección, en una época donde las mujeres estamos demandando y poniendo en debate el ocupar otros lugares?

– En principio me da mucha emoción, porque no la conocí, se murió muy joven y tampoco conocía esa foto de ella hasta el año pasado que apareció un poco fortuitamente. También hay algo de eso que me gusta tener. Por otro lado, me gusta mucho la pose que tiene, tiene como un gesto de que se está comiendo al mundo, es algo que después no ocurrió –dice entre risas–,  pero me gusta que esa imagen transmita eso de ella. Se llamaba Eva, es la madre de mi papá y no sé si se podría revisar desde la perspectiva de género pero sí me gusta que sea una mujer y que sea esa mujer con todo lo eso implica a nivel familiar, es una historia muy llena de condimentos literarios, me gusta haberla incluido también con la excusa de contar esa historia a partir de la foto. Una especie de orgullo y emoción.

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Las fotos siempre funcionaron para preservar un recuerdo a través del revelado, sobre todo pensando en la etapa analógica de la fotografía. Podíamos tener en papel una imagen que tiene cien años o más, ¿qué crees que les puede pasar a las generaciones que nacen con lo digital, con las selfies y las fotos que guardamos en la nube y que empiezan a contar parte de nuestra historia e incluso la historia de otras personas pero que estarán alojadas en ése lugar y tal vez no en los estantes de las casas?

– Yo no reniego de lo digital porque a nivel profesional entiendo que es infinitamente más cómodo, más práctico, ahorra muchísimo tiempo y facilita las cosas. También consumo lo digital. Pero si me das a elegir….Obviamente siento que la cantidad de imágenes, incluso que yo misma saco de boludeces con el celular.

Imágenes que se acumulan permanentemente, me hace pensar que la foto ha dejado de ser un acontecimiento, es algo que ya casi ni pensamos, es como una extensión del dedo. Todo es una foto, entonces nada es una foto.

Sí pienso que me gusta haber vivido esa etapa analógica. Pienso en mis hijos que tienen 11 y 14 años que no la vivieron prácticamente y que no entienden esa lógica de la materialidad de las cosas. No sé qué va a pasar, pero sí sé que estamos demasiado rodeado de imágenes y que vemos una cantidad de imágenes diarias de forma permanente que algún efecto debe tener. Habría que pensarlo desde el punto de vista sociológico o psicológico. Pertenezco a una generación que por mi edad tiendo a ser un poco amiga de lo analógico y de haber valorado esa etapa, estar en un laboratorio de fotos esperando…Esa cosa de los tiempos, del misterio de no saber qué foto sacaste. Esperar esa cantidad de minutos para que una imagen analógica se forme en un líquido fotográfico, algo que es muy mágico. Pasé muchas horas en esa oscuridad y siento que es un privilegio haber pasado por esa experiencia. Le encuentro el lado bueno a tener más de 40 años –risas–.

No sé cómo van a hacer las generaciones de mis hijos con respecto a eso, pero sí siento que la inmediatez y la escasa tolerancia a la frustración que tienen, sumado a las lógicas actuales de los tiempos, el apuro, el aburrimiento, es impresionante. Creo que es el aceleramiento al máximo de la cuestión de lo inmediato.

Y otra cuestión que pensaba, es que yo cuento muchas historias de fotos encontradas –fotos materiales– y del objeto foto encontrado en la calle, eso va a dejar de ocurrir en algún momento. Todos tenemos las fotos digitales en discos o en la nube, si seguimos así no vamos a encontrar el objeto foto. También el libro habla un poco de eso, de un mundo que está dejando de existir en cierto sentido.

¿Cuál es el vínculo que podés hacer desde estas reflexiones y sensibilidad que tenes con la fotografía en relación a la memoria como este acto que tiene el deber de construir la historia, la cultura, quiénes somos, nuestras identidades?

– Me parece que es algo que está ligado todo el tiempo.

En algún lugar del libro planteo que una foto es una prueba de que alguien existió, es una prueba inequívoca.

Eso no se puede poner en duda. En ese sentido, pienso en las fotos de los desaparecidos/as o en fotos que resultan importantes para la identidad colectiva, en ese sentido, es fundamental.

La fotografía es nuestra memoria.

También hice un trabajo sobre fotos de desaparecidos/as y sobre los vínculos que tenían los familiares de desaparecidos/as con esas fotos. Es personal pero también es colectivo, es personal pero también es político, algo de los archivos fotográficos atraviesan algo de todas esas estructuras: personales, familiares, sociales, políticas, materiales. Es uno de los pocos objetos que tienen esas características, por eso de alguna forma me interesa desde hace muchos años y es sobre lo que más me detuve a pensar.

– ¿Y ya pensaste qué podría significar este año tan peculiar en tu vida, con el impacto que ha tenido a nivel social y global, pero donde desde lo personal publicaste un libro como éste?

– Es un año importante, definitivamente. Un año que nos toca a todos desde algún punto sentarnos a pensar, a parar la pelota y me siento muy privilegiada que en este contexto haya podido concretar una idea que es algo que es muy lindo de poder hacer. Uno tiene ideas pero después hay que poder hacerlas, entonces es muy satisfactorio que eso haya ocurrido. En este contexto además, pensar que salió un libro es raro. Y es muy linda la lectura que hacen del libro, recibo muchos mensajes hermosos de lectores/as. En este contexto agridulce en donde no hay certezas, esto es algo que me da mucha alegría porque lo siento como la culminación de lo que empezó hace mucho tiempo.

Escuchá el episodio #3 donde conversamos con Inés Ulanovsky en Spotify



Esta entrevista pertenece a la Serie JUNTAS, un ciclo de conversaciones con mujeres referentes de la cultura, la comunicación y el arte, que publicamos en formato podcast y gráfico.

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).