Migrar en Latinoamérica: una experiencia de convicción

Por Estefanía Jaen Frank* | Fotos: EFE, AFP y Weber Daut

Los fenómenos migratorios tienen componentes políticos y socioculturales que marcan el pulso de una América Latina atravesada por estas voces nómades. Múltiples realidades que narran historias diferentes y al mismo tiempo similares, nos exigen una deconstrucción de prejuicios. El continente late en las miradas y los cuerpos migratorios como un modo propio en la disputa de sentidos sobre los futuros. Y para las generaciones más jóvenes, una de estas batallas está en el acceso a la educación.


Las voces de las migraciones, herramientas para poner en perspectiva las realidades, lo alcanzado y lo carente en nuestras sociedades latinoamericanas.

Hablar de globalización implica diversas perspectivas entrecruzadas y retroalimentadas. Efectivamente, la globalización es un proceso multidimensional y no solo comprende a la matriz económica de un país o región, sino a los entramados culturales, sociales, educativos, políticos y civiles (CEPAL, 2002). Las tecnologías de la información permiten y producen una expansión sideral de todas estas aristas que terminan por converger y poner en marcha una gran red humana y laboral en continuo movimiento. Es preciso introducir la pregunta sobre las posibilidades y las contrariedades devenidas de los procesos globalizadores. Cuando centramos el debate en las migraciones—en plural porque no hay un único modo de vivir y habitar los procesos de traslado y asentamiento— de personas de países latinoamericanos hacia Argentina, uno de los interrogantes disparadores es, ¿por qué Argentina? Para ponerlo en contexto, somos testigos del impacto de la época de la ‘fuga de cerebros’ y en esa revisión generacional cabe preguntarse por las condiciones de posibilidad que hoy tienen la motivación, el ingreso y la permanencia de personas migrantes en nuestro país.  Durante la última década, hubo cambios en el paradigma migratorio en América Latina y el Caribe. En el caso de Argentina, sus características más habituales son  las condiciones de cercanía, herencia cultural o pasado en común, familiaridad, así como también, causas ligadas a las condiciones de desarrollo en relación a la idea de futuro: trabajo, educación, oportunidades de una vida mejor. Otras razones están vinculadas a las condiciones territoriales como los conflictos sociales o políticos que impulsan la migración y las condiciones del país receptor como destino de tránsito, o porque se comparten condiciones y patrones geográficos similares, convicciones, luchas, etc. 


Diversas investigaciones sobre las corrientes inmigratorias europeas del siglo XX apuntaban a analizar qué lenguajes, procesos y formas de vinculación contribuían a disminuir la heterogeneidad presente en las sociedades. En este contexto de estudio, el antropólogo argentino, Eduardo Archetti, propuso el término ‘hibridación’, como “una forma de diferencia cultural, desafiando los valores culturales dominantes y creando espacios liminares—“un tercer espacio” […] que constituye una manera de encarar las yuxtaposiciones del espacio y los retrasos temporales, de los cuales surge un sentido de identidad que es siempre liminar” (2003:51). La cita propone reflexionar acerca de las posibilidades emergentes en un contexto de globalización, que impulsa a pensar la migración como un ‘tercer espacio’ de asociación, de aprendizaje y de cooperación. En este sentido, las políticas de educación, de salud, de derechos, de economía y de trabajo cumplen un rol clave para acercar(se) a quienes arriban a nuevos territorios, en pos de vehiculizar proyectos de vida en contextos de vulnerabilidad, desigualdad y discriminación.
Sin embargo, cualquier esfuerzo teórico es escaso e inconcluso si se contrasta con relatos de vida de migrantes. Dicen que el periodismo es dar voz a quienes no alcanzan los umbrales de la visibilidad (¿visibilidad de quién/es?, ¿para quién/es?). Cada historia tiene su especificidad y las experiencias contribuyen a desmitificar y a comprender más de cerca el traslado territorial en su propio marco de referencia: abandonar, recorrer, apropiarse, re-significar y resistir en busca de otra(s) vida(s) posibles, no sólo en el sentido de la comunidad y sino además, en su acepción personal.

Migrar, es una tarea que se relata en primera persona

Nickson Pierre-Louis** tiene 29 años y hace tres que vive en las cercanías a la capital entrerriana. Llegó a nuestro país en 2019 y fiel a sus convicciones dice que su estadía es un tiempo de aprendizaje y fortalecimiento “para volver a luchar a Haití” donde participó por la reforma universitaria. Haití como otros países de América Latina y el Caribe, es testigo del avance de las lógicas mercantiles en el campo educativo que no sólo se limita al nivel secundario, sino también y sobre todo, al desarrollo e ingreso de sectores ligados a la promoción de la privatización de la educación en su nivel superior. Una realidad que se ha implementado en múltiples facetas. En su país de origen “el exámen de ingreso es eliminatorio y la inscripción es paga”, afirma Nickson. Estas modalidades mixtas entre el sector privado y el público conjugan una suerte de transferencia de responsabilidad que debe brindar el Estado para garantizar una educación inclusiva, privilegiando en cambio, aspectos como la meritocracia, las competencias individuales y los privilegios de clase. 

Nickson es oriundo del departamento haitiano Artibonito, a dos horas y media de Puerto Príncipe. En la capital de Estado, fue donde estudió Sociología y más tarde, por las mismas razones que lo impulsaron a venir a Argentina, migró a República Dominicana, donde además cursó la carrera de Agronomía.

—¿Qué te impulsó a migrar?
—En Haití participé en la lucha por la reforma universitaria. En cada facultad de la universidad pública hay entre 4 mil  y 5mil inscriptos pero solo entran cien o doscientos estudiantes. Dicen que no hay espacio, que faltan profesores. Con lo recaudado eso se puede mejorar. Cuando entré a la facultad me uní al grupo llamado ‘De Gramsci’—alude a Antonio Gramsci, filósofo marxista— que luchaba por un país mejor, por mejoras salariales para los obreros y que no esté bajo el control de Estados Unidos. Pasamos por la vía legal, hablamos con el decano, con el rector y fuimos al Ministerio de Educación pero no tuvimos respuesta. Nos manifestamos e hicimos bloqueos pero el gobierno semi-colonial nos echó y cerraron las facultades de Ciencias Humanas, de Enfermería y de Derecho. Cerca de veinte estudiantes quedamos afuera de la universidad y algunos tuvimos que dejar Haití. Ahora estamos todos estudiando (en el exterior), algunos en Canadá, otros en Venezuela y yo acá.

—¿Cómo fue el proceso de migración hacia Argentina?
—Para venir como estudiante primero me inscribí en la universidad y después la Dirección Nacional de Migraciones me dio un permiso de ingreso. Este proceso duró ocho meses. Después empecé los trámites en la Embajada de Haití. En octubre de 2019 perdí mi pasaporte con la visa y recién en enero de 2020 pude rehacerlo. Finalmente, llegó en agosto de ese año. En 2021 me dieron tres residencias precarias —refiere a la que otorga la Dirección Nacional de Migraciones durante tres meses mientras se tramita la residencia, temporal o permanente— y en abril de 2022, me entregaron el DNI por un año, de forma temporaria.

—¿Qué significa ser migrante?
—Es un derecho. Una persona debe poder elegir dónde vivir.  Es una situación difícil dejar tu país, tu familia, tu cultura pero a la vez es un derecho. Ser migrante es para contribuir a reconstruir o construir algo en el país, no solo aprovechar la educación. El mundo es para nosotros. Nadie debería tener límites para viajar. Lucho por los derechos de los migrantes para que podamos vivir en los países en que queramos.

—¿Por qué Argentina?
—Es un país que te da la bienvenida. En la Constitución lo dice, si venís tenés derecho a estudiar, a la salud, a vivir como un argentino más. Es un país que está disponible para darte protección como migrante. Además tiene una lucha en la idea que yo defendía, algo en cuanto a los movimientos sociales. Tenía la oportunidad de irme a Estados Unidos o a Canadá pero fui víctima por culpa de las políticas de esos países. La Embajada de Canadá en Haití me llamó, me ofreció ir allá y yo dije que no. Migrar no fue una decisión que quería tomar. Mi mamá estaba muy preocupada. Yo quería seguir estudiando. Mi familia, la organización social en la que trabajaba y compañeros de Haití y de Argentina me apoyaron. Llegué a Entre Ríos porque una de las monjas que trabajaba en la organización era de Paraná y me ayudó a venir. 

El cruce de las historias de migración con un acercamiento a las políticas sociales, educativas, económicas y de derechos, nos permiten complejizar el análisis sobre el presente de nuestras sociedades. Si bien no se trata de comparar sino de entender las especificidades, una puesta en común de las realidades nos pueden brindar algunas pistas de lo ganado, de las carencias y de lo próximo a conquistar. Aquí podemos pensar en la educación pública como enclave facilitador de procesos de desarrollo en Latinoamérica. La educación es la herramienta para hacer libres a los pueblos. ¿Pero qué sucede cuando no se accede a ella o es arrebatada? También ese acto simbólico es una evidencia de cercenar nuestras libertades. Por eso planteamos volver sobre la pregunta inicial ¿por qué Argentina? para confirmar que una de las primeras motivaciones es el acceso a la educación. No como una disputa de cupos o de espacios—como se llega a creer—sino como el primer paso para lograr pequeñas transformaciones en las áreas de injerencia de cada persona. Las posibilidades que abre la educación pública y la formación académica repercuten sin dudas en los desarrollos y la calidad de vida de las personas. Sobre todo si se la piensa, se la aprehende, se la promociona y se la fomenta como un derecho del que dependen intrínsecamente los modelos de desarrollo en sus aspectos sociales y económicos. Además, impacta en las aristas laborales, públicas y privadas. La educación pública y gratuita, pluraliza y amplía, libera e independiza. A partir de y en el tránsito por ella, se aprende que está al servicio de la sociedad.

—¿Cómo vivís las cuestiones sociopolíticas de tu país al estar lejos de él?
—Me afecta todo lo que pasa, me quema adentro. No estar presente en nuestra lucha para ayudar a los compañeros, a mi pueblo que está en una situación difícil. Siento que me falta la lucha. Me afectan las situaciones económicas y sociales porque mi familia trabaja allá y mis compañeros no pueden ir a la universidad por los casos de secuestros e inseguridad. También tuve un compañero de la organización que fue víctima del terremoto. Todo eso me afecta desde afuera del país.

—¿Cómo vinculás tu activismo en Haití con la vida en Argentina?
—Lo primero que hice cuando llegué acá fue buscar una organización para luchar. Tenía buena relación con Frente Patria Grande y también me encontré con los chicos del Movimiento Socialista de los Trabajadores. Participo en algunas actividades con cada uno pero puedo decir que estoy más con MST que con Patria Grande.

Re-encontrarse

Nickson refiere que en la ciudad entrerriana en la que vive la gente es muy amable. Incluso durante la pandemia se sintió muy acompañado. “La gente estaba muy preocupada por mí”. Decían “tenemos al haitiano acá que está lejos de su familia” y por eso, “me preguntaban si necesitaba algo”, recuerda. Sin embargo, también reconoce que la xenofobia es una cuestión transversal:

—Pero como en todos lados, sí hay casos de racismo y discriminación. Trabajé con extranjeros en Haití que también eran víctimas de algunas cosas—afirma.

En cambio, en cuanto a las tradiciones y prácticas, tiene otra perspectiva.

—¿Cómo se conjugan las tradiciones nativas con las locales?
—Comparto la cultura haitiana pero quiero aprender más de la cultura argentina, cómo viven las personas, la lengua, la danza, la música, ver algo diferente a mi país. Quiero aprender en vez de exponer sobre mi cultura, que la quiero mucho pero también se trata de respetar la de los pueblos.

—¿Qué implicancias tienen tus planes futuros con la migración?
—Quiero volver a Haití. Automáticamente a que termine mis estudios quiero volver para seguir la lucha. También hay ciertas decisiones con las que hay que ser flexible. Me peleé mucho con mi novia porque me decía que vaya a vivir a Estados Unidos y yo no quería. Muchos me dicen que Argentina está pasando por una situación socioeconómica difícil, pero quiero quedarme acá. Es un país que tiene personas y la capacidad profesional suficiente como agrónomos, médicos, científicos, hay de todo. Argentina es un país que tiene un nivel de producción muy alto y Haití me necesita más que Argentina. Le voy a servir más a mi comunidad allá, que acá.

Un final sin cierre

Las experiencias migrantes permiten avizorar las vivencias y los relatos globales desde una óptica propia. La primera persona oscila entre conjugaciones temporales y espacios que nos dan, a quienes no somos migrantes, una perspectiva trasnacional de las problemáticas. Hay innumerables interrogantes que nos sirven para enmarcar los riegos que en la actualidad nos hablan de la problemática de la educación en la región. Existen todavía numerosos obstáculos hacia la mejora de las condiciones de desarrollo de los modelos educativos desde una perspectiva de la inclusión. Las desigualdades estructurales y el aumento de los niveles de discriminación para las poblaciones nativas de América Latina y el Caribe, sumado a la instalación de un modelo de gerencialismo mediante la influencia de corporaciones y empresas en las definiciones de las políticas públicas educativas, dejan como saldo a generaciones enteras de niños/as y jóvenes fuera del sistema, cada días más invisibilizados/as, precarizados/as y con menos opciones de movilidad social. Asimismo en un contexto que instala la apatía política y el desinterés en las nuevas generaciones, para convertirse en agentes de cambio de sus propias realidades.

Para concluir queremos rescatar las palabras de Josefina Ludmer como inspiración para contar con algunas pistas de por dónde seguir:

Imaginar el mundo como tiempo “aquí en América latina” para poder pensar las políticas del tiempo. Porque con el tiempo puedo diferenciar sociedades, culturas, historias, poderes, sujetos. Las culturas del tiempo o temporalidades son tiempo habitado e imagino, diferentes en cada lugar: son diagramas y al mismo tiempo afectos […] Y la razón es que hoy vivimos una transformación de la experiencia del tiempo. Y las nuevas experiencias históricas producen nuevos mundos (2010:18).


*Estefanía Jaen Frank es estudiante avanzada de la carrera de Comunicación Social de la FCEDU-UNER

**Nickson Pierre-Louis Es estudiante de Ingeniería Agronómica en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNER. Nuestra universidad recibe estudiantes de otros países sea a través de los programas de intercambios o bien, como alumnado de carreras completas. Para tal fin, se requiere la gestión de una visa estudiantil. La internacionalización de la Universidad permite vincularla con otras instituciones en pos de formar redes académicas y fortalecer la cooperación regional.


Fuentes consultadas:

Archetti, E. (2003). “Hibridación” en Masculinidades fútbol, tango y polo en la Argentina. Buenos Aires: Antropofagia. ISBN: 987-20018-2-0

CEPAL. (2002). Globalización y desarrollo. Recuperado de: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/2724

Dirección Nacional de Migraciones. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/interior/migraciones

Ludmer, J. (2010). “Introducción” en Aquí América latina: Una especulación.- 1ª ed.- Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora. ISBN 978-987-1673-17-9