¿La guerra convencional todavía existe?

Por María Eugenia Cardinale* | Fotos: AP, AFP y Reuters

Un análisis sobre la invasión rusa en Ucrania y el retorno del conflicto en territorio europeo. La autora se pregunta cuándo fue que el avance de Occidente hacia el este empezó a significar una amenaza a la percepción de seguridad nacional de Rusia y por qué Putin se convirtió en el mal absoluto a los ojos de Europa. La transición hegemónica desde EE.UU hacia China, aliado ruso. Las negociaciones de paz y un alto al fuego.


Para tirar del hilo de Ariadna que nos permita recorrer el laberinto geopolítico global en juego en el conflicto ruso-ucraniano, recordamos la afirmación de Marx: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”[1].

En gran parte, en este conflicto armado asistimos a la farsa, pero repetida más de una vez. Desde la Revolución Francesa al presente se reconocen una serie de patrones recurrentes cuando observamos las hostilidades en Europa: las guerras convencionales que se libran por territorios y en nombre de la soberanía o la seguridad nacional.

En la mirada tradicional de las Relaciones Internacionales (RRII) o en la geopolítica clásica esto significa que la seguridad nacional se basa en “criterios de territorialidad” y, por lo tanto, el estado es su objeto referente. La defensa se aborda en términos materiales, es decir, depende de la acumulación de fuerzas militares y económicas. Se trata de garantizar la supervivencia del Estado frente a las amenazas “preponderantemente externas (interestatales)[2]”.

A su vez, esos conflictos convencionales se rigen por una serie de normas internacionales tradicionales. Remarcamos dos principios de las RRII que se han repetido en los medios y en las declaraciones gubernamentales por estos días: la no intervención en los asuntos internos de otro estado y el respeto por la integridad territorial. Ambos constituyen parte esencial de la soberanía estatal en su plano externo. Para Agnew, desde la geopolítica crítica, es posible reformular esa mirada realista clásica: “Hace mucho tiempo que esta imaginación geopolítica [moderna] estructura la política mundial a modo de un contexto global envolvente en que los Estados compiten por el poder más allá de sus fronteras, se hacen con el control (formal e informal) de zonas menos modernizadas —y de sus recursos— y aventajan a otros Estados importantes en la lucha mundial por la supremacía global”[3].

Luego de siglos de conflictos y cambios territoriales en Europa, la Postguerra fría dio lugar a una serie de acuerdos para preservar el statu quo, y para respetar zonas de influencia de la ex Unión Soviética (URSS) que quedaban en manos de la Federación Rusa. Esos acuerdos funcionaron durante la década de 1990 y se debilitaron en este siglo.

La OTAN[4], por su parte, es un acuerdo defensivo creado para proteger a los estados occidentales de la amenaza soviética durante la Guerra Fría[5]. Terminado ese conflicto no armado, su razón de ser se diluyó y debieron modificar sus objetivos y alcance. A la par de la ampliación hacia el este de la Unión Europea (UE) -como espacio de integración-, se solicitaron ingresos a la OTAN desde los países de Europa del este, ex aliados de la URSS (Polonia, República Checa, Hungría, etc.). La OTAN funge como paraguas protector de la seguridad europea desde el siglo XX y su liderazgo militar y político corresponde a EEUU.

Ahora bien, ¿cuándo comenzaron a cruzarse “las líneas rojas”? Es decir, ¿cuándo comenzó el avance de Occidente hacia el este a significar una amenaza concreta para la percepción de seguridad nacional de Rusia? La primera señal de alarma fue el ingreso de los tres estados bálticos a la OTAN, Estonia, Letonia y Lituania, ex miembros de la URSS.

¿Por qué Putin reacciona militarmente ahora? Ucrania es percibida como parte inmanente de la soberanía y la seguridad rusa, desde una perspectiva clásica del poder internacional. En 2014, cuando el gobierno de Yanukovich (pro ruso) en Ucrania es desplazado por movilizaciones populares (entendido como golpe blando por el gobierno de Rusia), se dio inicio a una serie de protestas contra el nuevo gobierno pro-occidental, tanto en Crimea como en el este ucraniano, y esto derivó en una guerra civil en las regiones del Donbás (con mayoría de población rusoparlante) opuestas al ingreso de Ucrania en la UE y la OTAN. Crimea fue intervenida por Rusia y por plebiscito se decidió su unión a la Federación Rusa. Occidente le niega a esto legitimidad, pero no intervino más que con algunas sanciones económicas.

Mirar la historia de las relaciones internacionales nos muestra la importancia estratégica que la Península de Crimea ha tenido para Rusia, durante todo el siglo XIX y la mitad del XX ese estado estuvo en guerra para controlarla y tener garantizada su salida al mar. Pretender desconocer, por parte de la OTAN, la importancia comercial y militar de Crimea para Moscú, sirvió para alimentar un conflicto potencial. El gobierno de Putin nunca iba a permitirse perder sus puertos en Sebastopol. Podemos situar el origen del conflicto Rusia-Ucrania, entonces, en 2014.

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La farsa en esta nueva fase de la historia se enuncia hoy en las acciones de los países de la OTAN al presentarse como ignorantes de la posible reacción de Moscú frente al avance de la Organización en zonas de influencia tradicional rusa. Más aún, la unidad cultural y lingüística que existe entre Rusia y partes de Ucrania -o al menos la representación de tal unidad por parte de algunos sectores- hace que todo avance occidental allí se perciba como un golpe a la soberanía rusa. Además, está la cuestión geoeconómica que es central para esta crisis.

Asimismo, el alegato ruso es una farsa cuando declama amenazas a su seguridad nacional y su soberanía como causales. Se juega su estatus como potencia internacional y sus intereses económicos, ese es el trasfondo de esta agresión militar.

Rusia interviene militarmente en Ucrania: ¿profecía autocumplida?

Resulta inevitable formular la pregunta de por qué Putin está actuando como a EE.UU le resulta conveniente, es decir, posicionándose como el mal absoluto, nuevo enemigo y amenaza principal para la paz y la estabilidad en Europa.

No hay respuestas obvias para eso, pero sí es posible revisar algunos factores que nos ayuden a dar sentido a una guerra que lleva semanas.

El contexto internacional nos permite visualizar los intereses en juego. El mundo está atravesando un proceso de transición hegemónica desde EE.UU hacia China; en esa competencia por el poder global el resto de los estados se vuelcan a negociar con uno u otro. Rusia es un aliado principal de China en esa puja y su aporte fundamental es militar (por capacidad nuclear y de disuasión[6]) y energético. Es proveedor de gas, petróleo y carbón, y es el principal socio energético comunitario europeo: 26,9% del petróleo importado por la UE, 46,7% del carbón, 45,3% del gas natural provienen de Moscú. Ucrania es un territorio atravesado por esos gasoductos hacia a la UE. Según Simonoff (2022) “Europa hoy no puede darse el lujo de desprenderse de esa provisión de energía, cosa que Estados Unidos sí porque el impacto en su economía es de menos del 10%. Por eso no pueden tener una opinión unificada, si bien es cierto Europa se sumó a las sanciones económicas”. Gandásegui (2017) afirmaba hace unos años que el objetivo de China (y también de Rusia) en la competencia geopolítica global era un acuerdo comercial y de inversiones con la UE (con la renombrada Ruta de la Seda, entre otros), donde Rusia hiciera de puente territorial y energético en la conformación de nuevas relaciones euroasiáticas. Previo a este conflicto, eso todavía parecía posible, fundamentalmente por las negociaciones con Alemania.

La nueva partida geopolítica

La respuesta de Occidente a la ocupación rusa de Ucrania fue una serie de sanciones para aislar la economía rusa (muy difícil de alcanzar en un mundo interdependiente). Putin tomó reaseguros antes de ir a la guerra en Ucrania: firmó nuevos acuerdos energéticos con China, sustituyó algunas importaciones y reforzó sus reservas monetarias. Si bien las sanciones tendrán efectos duros sobre su economía, el impacto no será inmediato. Sin embargo, parte de esas sanciones ya muestran sus consecuencias en los mercados globales.

China permanece en una posición equidistante, no apoya directamente a Rusia, pero tampoco se suma a “la guerra económica” sobre Moscú. En las semanas previas a la invasión, siguiendo a Ríos (2022), se pudo observar el intento chino para un entendimiento diplomático con Bruselas que habilitara moderación frente a Rusia y mayor distancia con EEUU. El objetivo era una solución negociada entre la UE y Rusia. Pekín quiso aprovechar el distanciamiento europeo con EE.UU producido por Trump y las declamadas metas de mayor autonomía en materia de seguridad planteadas por la UE. Las gestiones chinas fracasaron y Europa se alineó con Washington y su discurso más duro.

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Este es un conflicto de corte tradicional (un estado agrede militarmente a otro estado con fuerzas militares convencionales, tal como especifica en su prohibición la Carta de Naciones Unidas), pero en las denominadas guerras híbridas[7] de la actualidad, las cuestiones psicológicas, simbólicas y de información juegan un papel fundamental. Los discursos gubernamentales y de los medios de comunicación de los países de la OTAN muestran una doble vara, tanto para juzgar a Rusia (por una intervención similar a la que EE.UU y sus aliados vienen realizando desde la década de 1990: Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria, etc.), como para responder a la ola de refugiados/as ucranianos/as desatada por la agresión rusa. Si la tendencia observable era hacia el crecimiento de la ultraderecha en Occidente, este conflicto la ha potenciado, las posturas imperialistas y racistas que se han intentado morigerar desde el siglo pasado hoy se hacen públicas sin pudores. Mientas que proliferaron y se sostuvieron campos de refugiados y de detención en Europa -y en sus países vecinos en acuerdo con la UE-, para retener el flujo migratorio de poblaciones de Asia y África catalogadas como amenaza, la ola de refugiados ucranianos es recibida con los brazos abiertos y no parecen suponer ningún peligro.

La mirada desde las relaciones internacionales: ¿qué esperar?

De acuerdo con Acharya (2022), este conflicto infringe aún más daño al ya debilitado orden internacional liberal, establecido post Segunda Guerra Mundial, caracterizado por un esquema multilateral liderado por EEUU, con un conjunto de instituciones como Naciones Unidas o el FMI, que hoy están deslegitimadas y que perdieron capacidad de respuesta frente a una realidad global compleja y diversificada. Esta realidad incluye los tipos de conflictos y amenazas, los actores internacionales involucrados en ellos y las nuevas tecnologías, entre otros elementos.

La crisis ucraniana, afirma el autor, supondrá un impedimento para el multilateralismo, paralizará el Consejo de Seguridad de la ONU y limitará severamente la cooperación entre las principales potencias.

Mearsheimmer, desde el realismo, viene cuestionando la política exterior norteamericana desde la Postguerra fría y ha advertido, repetidas veces, sobre la amenaza que supondría para Rusia una extensión de la OTAN en Ucrania. Ya en el 2014 acusaba a EE.UU y sus aliados de ser responsables por la crisis en ese país. Entrevistado por The New Yorker, acerca del conflicto actual afirmó: “Creo que todos los problemas en este caso realmente comenzaron en abril de 2008, en la Cumbre de la OTAN donde (…) emitió una declaración que decía que Ucrania y Georgia se convertirían en parte de la OTAN. Los rusos dejaron inequívocamente claro en ese momento que veían esto como una amenaza existencial, y trazaron una línea en la arena. Sin embargo, (…) hemos avanzado para incluir a Ucrania en Occidente para hacer de Ucrania un baluarte occidental en la frontera de Rusia. (…) La expansión de la OTAN es el corazón de la estrategia, pero también incluye la expansión de la UE, e incluye convertir a Ucrania en una democracia liberal pro-estadounidense, y, desde una perspectiva rusa, esta es una amenaza existencial”[8].

En su análisis realista de “la política de grandes poderes”, lo más importante es conseguir y preservar el poder internacional para asegurar el interés nacional y la seguridad frente al resto del mundo. Para esta perspectiva, esos grandes poderes determinan las reglas de juego internacional. Con respecto a los objetivos de Rusia, Mearsheimer no cree que quiera recrear el alcance territorial de la URSS, ni ocupar toda Ucrania, tampoco avanzar sobre otros países como los bálticos. Por lo observado, el autor entiende que el objetivo es ocupar todo el Donbás y crear allí estados independientes. En el resto de Ucrania, a Putin le interesaría obtener un cambio de gobierno que sea pro-ruso.

Desde un enfoque neoliberal, Nye (2022) analiza el fenómeno de la disuasión y asegura que “la invasión rusa de Ucrania es un recordatorio de que seguimos viviendo en un mundo en el que hay armas nucleares, y que debemos esforzarnos en reducir (aunque no abolir) los arsenales en el largo plazo. (…) Los adversarios ideológicos de la Guerra Fría fueron desarrollando un régimen de normas de comportamiento, tácitas y explícitas, porque ambos sabían que tenían interés en evitar una guerra nuclear. La competencia estratégica actual con China y Rusia puede evolucionar de muchas maneras distintas”. 

En este cuestionamiento acerca de las reglas efectivamente existentes, ese orden liberal internacional y los cambios o normas diferentes requeridas para la nueva competencia estratégica, Chomsky señala que “en el discurso de Estados Unidos, incluido el académico, ahora es de rigor rechazar el orden internacional que se basa en la ONU en favor de un “orden internacional basado en reglas”, con el entendimiento tácito de que Estados Unidos establece efectivamente las reglas” (Chomsky, 2022). Para el autor, desde una perspectiva crítica, es posible tomar medidas para un mundo que sea “menos peligroso y más humano”, pero eso implica limitar a los poderosos y generar espacios de acuerdo como la UE, la Unión Africana o la UNASUR.

Con respecto al conflicto, Chomsky afirma que había otras opciones a considerar previas a la fuerza militar, que Putin, y también EE.UU, decidieron ignorar. “Putin podría haber aprovechado las oportunidades, que eran reales, de apelar a Alemania y Francia para llevar adelante la proyección de un “hogar común europeo”, esto es, “un sistema europeo sin alianzas militares desde el Atlántico hasta los Urales, incluso más allá, que sustituya al sistema atlantista basado en la OTAN de subordinación a Washington”. Este es el tema de fondo en discusión.

En parte, esto ha intentado infructuosamente China. Retomando a Chomsky, se puede pensar que el mayor ganador estratégico en este conflicto es EE.UU, dado que, gracias a la acción bélica rusa, se posicionó como una amenaza para Europa y fortaleció una OTAN desgastada. Entendemos, coincidiendo con el autor, que una salida racional sería asegurar a Putin su objetivo principal: la neutralidad de Ucrania y que no ingrese a la OTAN.

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Tras el comienzo de las negociaciones por estos días entre Ucrania y Rusia resta esperar acuerdos para lograr, en principio un alto al fuego, y en profundidad el fin del conflicto, la autodeterminación para los pueblos ucranianos -incluidas las regiones del Donbás- que reclaman autonomía y un involucramiento racional de las potencias para garantir el sostenimiento de cualquier acuerdo posible.

En concreto, sabemos que Rusia ha retirado sus tropas de Kiev y se está concentrando militarmente en la región del Donbás. De acuerdo con las denuncias occidentales las fuerzas rusas han atacado civiles, violando principios básicos del derecho en la guerra, consignado por el Derecho Internacional Humanitario. La misma denuncia que Putin viene realizando sobre el gobierno ucraniano en el este del país, desde los inicios de la guerra civil. Sin embargo, por presión de EE.UU el Consejo de DDHH suspende a Rusia, pero no investigó las denuncias sobre Ucrania. Con todo, las negociaciones entre las partes comenzaron a complicarse. Es difícil vislumbrar el final inmediato del conflicto.


*María Eugenia Cardinale es Doctora en Ciencias Sociales, Licenciada en Relaciones Internacionales y profesora titular de Relaciones Internacionales en la Licenciatura en Cs. Políticas de FTS-UNER. Es miembro Grupo de Estudios en Integración y Cooperación Regional en América Latina (GEICRAL) del Instituto de Investigación, Facultad de Cs. Políticas y RRII, Universidad Nacional de Rosario. y es integrante investigadora en Grupo de Estudio sobre Política Exterior, Geopolítica y Defensa (POGEDEF), Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Ha publicado numerosos artículos en revistas científicas y capítulos de libros. Es autora del libro: Seguridad internacional y derechos humanos. En busca de una mirada autónoma para América del Sur, Ed. Teseo, año 2018.


Referencias:

[1] (Marx, 1995 [1869], pág. 9)

[2] (Cardinale, 2018, pág. 50)

[3] Agnew, 2005, pág. 18

[4] Organización del Tratado del Atlántico Norte.

[5] Se denomina Guerra Fría al período que va desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín (1989) y la desintegración de la URSS (1991), fue un período caracterizado por el enfrenamiento por el predominio mundial de dos modelos antagónicos: capitalismo/liberalismo y comunismo/socialismo, representados por dos superpotencias nucleares, EEUU y la URSS.

[6]La disuasión nuclear significa que poseer una determinada cantidad de armas nucleares es suficiente para evitar una agresión potencial desde otro estado, por la imposibilidad de la victoria.

[7] Ver Bartolomé (2017); Van Der Pijl (2016).

[8] Mearsheimer, 2022


Bibliografía

Acharya, A. (2022). Europe Just Became the World’s Most Dangerous Place, en Barron´s, 25/02/2022. https://www.barrons.com/articles/europe-just-became-the-worlds-most-dangerous-place-51645797197

Agnew, J. (2005). Geopolítica: una re-visión de la política mundial. Titivillus.

Cardinale, M. E. (2018). Seguridad internacional y derechos humanos. En busca de una mirada autónoma para América dle Sur. Teseo.

Chomsky, N. (2022). Entrevista de Polychroniou, C.J. Revista CTXT. 11 de marzo. https://ctxt.es/es/20220301/Politica/39058/noam-chomsky-ucrania-rusia-estados-unidos-exclusion-aerea-ocupacion.htm

Marx, K. (1995 [1869]). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Ediciones de La Comuna.

Mearsheimer, J. (2022). Entrevista. Chotiner, I. (2022). Why John Mearsheimer blames the U.S. for the crisis in Ukraine. En The New Yorker. https://www.newyorker.com/news/q-and-a/why-john-mearsheimer-blames-the-us-for-the-crisis-in-ukraine?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=onsite-share&utm_brand=the-new-yorker&utm_social-type=earned

Nye, J. (2022). La disuasión nuclear después de Ucrania. En Project Syndicate. 1/03/2022. https://www.project-syndicate.org/commentary/nuclear-deterrence-after-ukraine-by-joseph-s-nye-2022-03/spanish

Ríos, X. (2022) China ante la guerra en Ucrania: ¿una de cal y otra de arena? En Revista CTXT. 7 de marzo. https://ctxt.es/es/20220301/Firmas/39013/Xulio-Rios-china-guerra-invacion-Ucrania-OTAN-UE-Estados-Unidos-Rusia.htm

Simonoff, A. (2022). La salida de este laberinto sería por arriba, pero no se me ocurre cómo. En Diario El Popular de Olavarría. 11/03/2022. https://www.elpopular.com.ar/nota/4990/2022/03/la-salida-de-este-laberinto-seria-por-arriba-pero-no-se-me-ocurre-como