“La democracia se transforma en cuarenta años, pero nunca habíamos pensado que podía estar en riesgo”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal de Florencia, Carolina y Ana Bugnone | Ilustración: Emiliano Pereyra

Las tres nacieron en Concepción del Uruguay y se fueron a estudiar a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Son sobrinas de Marta y Maria Elena Bugnone, dos jóvenes de Gualeguaychú desaparecidas en 1977 y 1978 respectivamente en etapa de Dictadura. Las vidas de Flor, Caro y Ana han estado atravesadas por la presencia de sus tías, y la búsqueda de memoria, verdad y justicia, también desde la reparación y recuperación de lo cotidiano y lo propio. Conversamos con ellas sobre la historia familiar, la transmisión de la memoria a las nuevas generaciones, y la importancia de fortalecer la democracia en un contexto marcado por discursos negacionistas y neofascistas, cuando Argentina cumple su cuarenta aniversario de democracia.


Ana Bugnone nació en mayo de 1978 en Concepción del Uruguay. Es Doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Sociología por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNLP. Es docente de la cátedra Cultura y Sociedad y del Taller de Sociología del Arte en la misma facultad. Ha dictado seminarios de grado y posgrado en la UNLP y Universidad Nacional de Quilmes y ha dirigido proyectos de investigación. Forma parte del Área de Estudios Políticos Latinoamericanos (IdIHCS, UNLP), y ha publicado numerosos trabajos académicos en el marco de su trabajo de investigación y docencia.

Carolina Bugnone nació en Concepción del Uruguay en 1974. Es Licenciada en Psicología por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata. Además de su profesión como psicoanalista, ha publicado varios libros de cuentos como “Humo”, por el que obtuvo el Primer Premio en la categoría Cuento del Certamen Osvaldo Soriano (Mar del Plata, 2010) o “Hasta las seis hay tiempo” 2013, y de poesía como “Una niña ideograma” 2021) y “Cuando te despiertes, las chicharras” en 2015. Estudió música en la Escuela de Música “Celiá Torrá” de Concepción del Uruguay. Formó parte del colectivo literario Psicofango.  Coordina talleres de escritura creativa, y conduce una columna de Arte y Literatura en FM DE la Azotea (Mar del Plata)

Florencia Bugnone, nació en 1976 en Concepción del Uruguay. Es Licenciada en Trabajo Social por la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Además de ejercer su profesión como Trabajadora Social, es docente en la Licenciatura en Enfermería en la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNER y en la Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social de misma universidad. Actualmente vive en Gualeguaychú, donde estuvo a cargo del Área de Género y Diversidad Sexual de la Municipalidad. 

-Queremos comenzar recuperando la historia familiar de Marta y Jorge, ¿cuáles son las vivencias que perduran, quiénes eran, qué les gustaba hacer, qué lugares ocupan en sus familias?

-Carolina: Marta nació en 1949. Era la quinta de siete hermanos. Mi papá siempre cuenta que dentro de los siete, Marta y él eran muy allegados, muy amigos. La describe como sumamente inteligente, muy sensible, más bien callada. Diferente a su otra hermana María Elena que era más pizpireta. Él y mis tíos cuentan que ya de joven tuvieron una militancia social vinculada a la iglesia, en Gualeguaychú. Eran todos oriundos de ahí. Armaban encuentros juveniles y fueron parte de lo que se llamó la Casa de la Juventud, que reunió militancia a través de la iglesia. Luego, ella se va a Concepción del Uruguay a estudiar Filosofía y Letras y se recibe con honores. Después se va a estudiar Psicología a Rosario -todos estos son relatos contados por nuestra familia, yo nací en el ´74 y ella desaparece en el ´77, por lo tanto, no tengo recuerdo de ella, ni de mi tío-. En Rosario, se conoce con Jorge Ayastuy, que era de Vedia, provincia de Buenos Aires. Entre las coincidencias que tenían, estaban las inquietudes por la militancia social. Eran los dos muy católicos y tenían una visión de la iglesia más del tipo de opción por los pobres, de que la militancia es con la gente que lo necesita. Esa idea de que Cristo está en el necesitado. Entonces tuvieron una militancia muy activa en ese sentido. Militaron en el barrio Ludueña y después pasaron a Villa San Francisquito. Ahí se casaron, se mudaron y trabajaron en alfabetización de adultos, enseñanza de guitarra y otras cosas vinculadas al arte. Toda nuestra familia está muy vinculada al arte. 

Luego, arman una cooperativa de vivienda que era una movida fuerte para que la gente que estaba asentada en barrios, pudiera comprar su terreno. En esa casita, tienen la primera balacera de la Triple A en el ‘75. Dos veces los balearon, y por eso se van a Buenos Aires. Salen de la militancia eclesiástica y entran en una militancia más organizada. Empiezan a militar en el Partido Comunista Marxista Leninista y se mudan a Caballito donde tienen a su hijo Matías, que nació en marzo del ‘77. El 6 de diciembre de 1977, mi primo Matías tenía 9 meses. Es la fecha en que se hace el secuestro masivo de los militantes del PCML, el “Operativo Escoba»: entran a su casa y los secuestran. Mi tía escucha el operativo porque llaman por altoparlante y de hecho ponen una bomba de estruendo a la madrugada, ella corre con el bebé a dejarlo con la vecina, Clarita, y le pide que no se lo dé a nadie. Cuando vuelve a la casa, es que se los llevan a los dos. A la mañana siguiente, a las seis o siete de la mañana, vienen a buscar al bebé con una denuncia de supuesto abandono. Es cuando se llevan a mi primo. 

Desde siempre supimos que Matías vivía y era parte de la familia Almeida Bugnone. Es decir, otra tía nuestra, hermana de Marta, con su marido. Pero también sabíamos que tenía otros papás. Las explicaciones eran un poco borrosas en aquélla época: “ellos tienen otros papás, pero no los pueden cuidar, entonces el papá Guille y la mamá Estela son los que los cuidan”. Después con el tiempo nos dimos cuenta que no era borroso porque no nos querían decir, sino que no sabían muy bien cómo y qué decirnos porque lo que ocurría en verdad era que mis tíos estaban secuestrados. Sin embargo, mis viejos, tenían la esperanza de que los largaran. 

Recién en 1983, cuando tenía nueve años, mis papás me cuentan, por primera vez, que Marta y Jorge, la mamá y papá de Mati, habían sido secuestrados. No terminé de entender mucho qué significaba eso, es algo que se va entendiendo a través del tiempo, cuando una va creciendo y empieza a comprender cómo funciona el mundo.

La presencia de mis tías y de mis tíos en los relatos familiares y en esa época de nuestra infancia, fue siempre a través de canciones: “Esta canción la cantábamos con Marta, esta canción la cantábamos con María Elena”. Todos cantan en mi familia, mis papás, mis tíos. Antes de saber o de meternos en la parte cruel de la historia, siempre la referencia tenía que ver muchas veces con anécdotas graciosas: «Ay, la negrita decía tal cosa” o contaban alguna macana que se mandaban. Muy alejado de todos los relatos más duros. Eso llegó recién cuando fuimos más grandes, en la adolescencia y en la juventud, cuando nos fuimos preguntando. Entonces, no es que nos ocultaban, pero no era la parte que más nos compartían porque si no hubiera sido un bajón espantoso. Mi familia siempre estuvo presente desde su vitalidad. Cuando ya era periodista, Matías comentó que en 2012 alguien que había militado con mi tía se acerca y le asegura que tenía un dato certero acerca de que ella estaba embarazada. Este dato, ya nos había llegado por parte de una amiga de ella que supo de un atraso: “ella estaba embarazada y yo la acompañé al obstetra”, Matías ahí activa la búsqueda de un hermano o hermana que pudo haber sido apropiado. No hay certezas de que haya nacido pero, conociendo el Plan de apropiación sistemático, la búsqueda continúa y hace diez años que estamos buscando a este primo o prima. 

-Florencia: Matías estuvo desaparecido, iba a ser apropiado. Estuvo en un lugar donde estaban preparando todo para robárselo a su familia. Y mi abuela y mi abuelo, con ese dolor terrible de que su hija y su hijo (porque Jorge era como un hijo) habían sido secuestrados, se van a buscar a Mati con una mantita, con una foto de cuando era más chiquito, sin saber dónde estaba. Fue una búsqueda desesperada, yendo de un lado a otro, no sabiendo dónde preguntar, recorriendo todos los lugares, hospitales, lugares donde había niños y niñas, comisarías. Lo buscaron desde el 6 de diciembre y recién el 21 dan con el paradero de Mati en Casa del Menor donde estaba enfermo y siendo tratado. Guille, su papá, le dice que la enfermedad lo salvó. Porque lo cierto es que esa situación de estar enfermo demoró la apropiación. Mis abuelos tuvieron que volver a Gualeguaychú para buscar la documentación que diera cuenta que eran personas que tenían certificación de que vivían allí y de que eran familiares directos. Algo que fue muy cruel, se tuvieron que volver sabiendo que el bebé estaba allá solo. El 23 de diciembre lo recuperan. 

Algo muy hermoso y muy triste que nos cuentan siempre, es que cuando llegan a Gualeguaychú todas nuestras tías, tíos, nuestra propia mamá y papá, querían criarlo y cuidarlo. Es algo muy triste pero también muy hermoso. Conversan sobre que Marta había hablado con Estela y quería que ella junto a Guille, lo cuidaran. Si bien recibió el amor de toda la familia colectivamente, sus papás ya habían elegido y decidido. Eso también es algo que se dio con mucho amor y respeto en medio del dolor. Todo eso era producto de los vínculos, de la familia y del respeto hacia Marta y Jorge. Siempre pensando que iban a estar de vuelta con su hijito. 

-¿Hay avances o nuevas pistas en la búsqueda y en la causa del hermano/a de Matías? 

Florencia: No, nuestra sangre está en el banco de sangre desde hace muchos años. La nuestra, la de mis papás, la de mis abuelos que antes de morir llegaron a donar sangre también. Y cada tanto surgen nuevas inquietudes de personas, pero se han hecho el análisis y dio negativo.  

-¿Y la historia de María Elena y Jorge Bonafini? 

Florencia: A María Elena le decían Negrita, era la  más chica de esos siete hermanos, cinco mujeres y dos varones. Nació el 30 de mayo del ‘53 y fue detenida desaparecida a los 24 años, el 25 de mayo de 1978,el mismo día que nació Anita. Ella era, como decía Caro, muy mimada, muy querida por sus hermanos, por sus hermanas que tenían mucha diferencia de edad. Era muy ocurrente, muy inteligente y muy pícara. Papá siempre decía que le buscaban el pico para que diga algo, para reírse con ella y de ella. Se fue a estudiar Psicología a Rosario, igual que Marta. Ahí conoce a Jorge Bonafini, su compañero. También militaba en el mismo espacio político, en el PCML. Después se fueron a La Plata. Estuvieron vinculados muy fuertemente al cristianismo revolucionario, con la Teología de la liberación, participando en la Casa de la Juventud que fue un espacio donde muchos y muchas jóvenes de Gualeguaychú se vincularon con esta corriente dentro de la Iglesia a fines de los ‘60 y principio de los ‘70. Ahí empezaron a tener sus primeros espacios de formación política. Ya a los 16 años expresó su compromiso, sus ideales y sus deseos de comprometerse y esto se fue concretando a lo largo del tiempo cuando se va a estudiar como decía, primero a Rosario y después a La Plata. 

Es en La Plata donde lo secuestran a Jorge, en 1977. Mamá por ese entonces, era amiga de Jorge y Raúl Bonafini. Así que sus secuestros fueron muy dolorosos para nuestra familia. En ese momento dramático la Negrita se tiene que ir de La Plata y queda bastante sola, entra en una situación de clandestinidad. Luego, se va a Buenos Aires y circula por diferentes lugares. Incluso en esa situación, fue a ver a uno de mis tíos que estaba estudiando Medicina para poder atenderse, porque se había doblado un pie. Para la familia saber que ella estaba en esta situación de clandestinidad y desprotección, con su compañero desaparecido fue muy duro. Hubo algunos intentos de sus afectos para que se fuera del país, para resguardarla, protegerla y salvarla, pero ella planteó que se iba a quedar con su compañero.

María Elena era mi madrina, que si bien no tiene un sentido fuerte en términos religiosos, si lo tiene en términos simbólicos por lo que señalaba Caro sobre las historias familiares y las  ausencias. De niña, nunca entendía porque yo no tenía una madrina si todas mis hermanas la tenían. Buscaba en Chana, otra tía, el parecido con María Elena porque me contaban que era igual a la Negrita

María Elena es secuestrada en Morón el 25 de mayo de 1978, unos días antes de cumplir 25 años. Después supimos que ambas estuvieron secuestradas junto a sus compañeros en los centros clandestinos de El Banco y el Club Atlético. Se hablaba mucho de sus fortalezas, de su fe. Decían que a Marta y a Jorge les llamaban “los cristianos” por esa fortaleza, acompañamiento y apoyo a sus compañeros/as de cautiverio. Cristina Torti, fue quien la vio estando unos días en cautiverio y compartió un tiempo con ella. Tenemos su testimonio directo, conoció a la Negrita y relata todo este despliegue que hacía del humor, de la creatividad, de la música, de las historias. De la Negrita no no sabemos más que estos datos. Sabemos que fue trasladada, pero no qué pasó con ella, con sus restos, con su cuerpo. Sí, la tenemos muy presente. 

-¿Cómo las atraviesan estas historias y recuerdos?

Florencia: Cada una de nosotras ha estado muy presente a partir de la desaparición, pero fundamentalmente a partir de los relatos, de las historias, de las fotos, las canciones, las anécdotas. No recuerdo ningún momento de la vida que no ellas no hayan estado presente de diferente manera. Siempre han sido recordadas con mucha alegría y respeto, con mucho orgullo y emoción. Papá decía, “Se llevaron a las dos mejores de nosotros” -y lo dice todavía. También se recuerda la Isla, la canoa, los campamentos, los sueños, los juegos, las travesuras, el teatro en las casas de mis abuelos que fue algo muy vívido y compartido, la música, la literatura. Todo ha sido parte de cómo nosotros las hemos ido conociendo a Marta y María Elena. Siempre muy presentes con mucho amor, alegría, inmortalizadas y en algún punto, jóvenes para siempre. 

Cuando era más chica, tenía mucha esperanza de que ellas estuvieran de vuelta. No lo hablábamos entre nosotras, creo que era algo que todas sentíamos, ese sueño, ese deseo. Me acuerdo que a veces, cuando me iba a dormir, se me corría el pelo y tenía la sensación de que alguien me acariciaba y yo me imaginaba que era una caricia de ellas que habían vuelto. Me imaginaba cosas que creo que nunca le dije a mis padres, porque ya era muy doloroso lo que ellos estaban viviendo. Pero ese deseo, ese sueño de la vuelta, estuvo mucho tiempo presente y es algo con lo que convivimos. Más que nada nuestro papá y nuestra mamá que han sufrido mucho la fantasía y el sueño de un regreso. Siempre pienso que mis tías me han enseñado muchísimo. Y creo que hay un momento donde una elige si quiere que ellas sean parte de tu vida, de mi identidad política, como mujeres, como militantes. Es una elección decir “Bueno sí, ellas están presentes permanentemente”. También significa mucha responsabilidad esa sensación de honrar su memoria con una lucha, con la conducta y con el compromiso que tiene que ser mucho más que una marcha del 24 de marzo, mucho más que una bandera, mucho más que una consigna. Eso es algo que nosotras hemos ido tomando y lo tenemos muy presente. Es parte de nuestra identidad y nos da mucho orgullo sentir eso. Mis tías han sido muy importante para mi vida, y lo siguen siendo, así como para mis hijas.

-Ana: Yo era un poco más chica que ellas pero con muchísima conciencia. Diría con excesiva conciencia respecto de mis pares en la escuela, en el jardín de infantes, hablando de estos asuntos. Recuerdo que tenía una capacidad bastante alta, con respecto a la edad que nosotras teníamos para tener presente lo que estaba pasando y lo que podíamos hablar. No era un tema que estaba prohibido, se hablaba en casa, y por ende hablábamos en la escuela con nuestras amigas. La mayoría de ellas no tenía ni idea de lo que estábamos diciendo. Y en muchos casos, generaba la pregunta en sus propios hogares, no? Porque digamos que en una ciudad de Entre Ríos como en la que vivíamos, no era un tema que se conversara con niñas de seis, siete u ocho años. Entonces por un lado, poder hablar, escuchar esto que circulaba, las historias, las fotos, las canciones, no tuvo que ver con la edad, sino con no olvidar. Como dice Flor, siempre estuvieron presente de distintas maneras en las etapas que vivimos, pero desde chiquitas con mucha conciencia. 

Después ya de grandes, cuando nos fuimos a estudiar, elegimos tres carreras ligadas a las ciencias sociales llamativamente, y desde ahí seguimos trabajando desde un punto de vista del compromiso ético. Porque no necesariamente es un compromiso político en términos de militancia, no todas lo hicimos igual, ni en todas las etapas. Pero sí es una forma de vida, una forma de acción, con un compromiso hacia el otro, con una denuncia a la desigualdad, con luchas respecto de nuestros derechos. Por ejemplo, cuando éramos estudiantes en la década de 1990, pleno neoliberalismo, también tuvimos mucho compromiso. Flor estaba comprometida con una organización estudiantil, y nosotras también participamos a nuestra manera en manifestaciones, en asambleas. Es decir que era parte, no solamente de nuestra historia, sino también de nuestro presente. Los desarrollos profesionales, las actividades que realizamos después también estuvieron marcadas de alguna manera por esta historia. Los caminos que tomamos, las elecciones, nunca estuvieron exentas de esa memoria que no es solamente la memoria colectiva, la memoria social, sino también la memoria familiar. Hay una superposición de memorias; la que nosotras construimos en nuestra propia casa con lo que sabíamos, con lo que inventábamos, con lo que soñábamos, con lo que veíamos; y al mismo tiempo, había un proceso que favoreció esa expresión y fue a partir de la segunda mitad de los ‘90 cuando esto empezó a ser un tema en nuestra generación de los hijos e hijas. Cuando el tema salió a la luz y comenzamos a hablar. La Plata fue un lugar central en todo ese desarrollo y nosotras así lo vivimos, no como participantes de la organización, pero sí acompañando distintos momentos y acciones, sintiéndonos parte de algo que habíamos vivido un poco más aisladamente en nuestra familia. 

Ese fue un momento importante que definió un poco esto que decía Flor, “¿dónde querés estar?”. Si te vas a hacer cargo de esta historia o no, ¿cómo lo vas a llevar a cabo?. 

En relación con la carrera que yo estudié, Sociología, había mucho para trabajar no solamente sobre la historia, la memoria, la política, sino sobre el presente. Es decir, había muchos temas que se vinculaban de distintas maneras con estos procesos que habíamos vivido, tanto personales como familiares y colectivos. Mientras era estudiante y estaba terminando la carrera, entré a trabajar en la Comisión Provincial por la Memoria de la provincia de Buenos Aires. Trabajé con el archivo de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, para aportar tanto a los juicios de Derechos Humanos, como a la investigación. Y esa experiencia fue muy enriquecedora porque trabajamos con las víctimas, con personas que estaban reconstruyendo su historia, con familiares de personas desaparecidas o asesinadas que buscaban documentación en el archivo. Fue un momento importante haber decidido trabajar ahí, así como cuando decidí dejarlo y darle un vuelco a ese momento de mucha entrega y compromiso para ver otras aristas, otras posibilidades que interesaban y me gustaban mucho. Sentía que había cumplido una etapa del involucramiento tan directo y tan personal con mi historia tan dura, entonces decidí seguir vinculada con nuestra memoria desde otros lugares. Es un poco dónde estoy ahora, la investigación, la docencia y la difusión. Acá también toca tangencialmente estos temas, pero fundamentalmente sigue presente esta idea de “¿qué es lo que nos parió?”, la idea de un compromiso. No siempre fue un compromiso militante en los términos orgánicos, pero sí es un compromiso con el otro. Y eso está presente siempre, de distintas maneras. No diría como un camino predeterminado que te lleva necesariamente a un lugar, pero sí como una marca que deseamos seguir llevando. No solamente nos tocó, sino que elegimos seguir con eso. 

-Considerando la apropiación de su historia familiar para que también forme parte de sus vidas, ¿cómo fueron compartiendo esto con sus propios hijos e hijas, teniendo  en cuenta que algo tan doloroso no es fácil de explicar? 

-Caro: Ana decía que teníamos mucha conciencia desde muy chiquitas, y yo recuerdo que en 1983 cuando comienza la democracia, ella estaba en el jardín de infantes y yo en cuarto grado. En 1987, a los trece años cursaba mi primer año de secundaria y tuve una situación particular. Recuerdo que en una clase de Historia sale el tema y yo, sin ningún pudor, cuento sobre mis tías secuestradas. Interviene un compañero nuevo, hijo de un militar, a decir que eso no había sido así, que su papá le había contado que las subversivas ponían como escudos a sus hijos bebés. La cara del profesor de Historia no te puedo explicar lo que era, no sabía dónde meterse, ni qué hacer. Realmente se lo veía desencajado. Creo que no pensó que chicos/as de trece años íbamos a sacar el tema. Y es que todo estaba muy fresquito, había ocurrido hacía poco tiempo.

De igual manera nuestros hijos/as tuvieron mucha conciencia desde muy chiquitos. Mi hijo ahora tiene dieciocho años, está en la facultad. Pero él me contó, y luego también lo hizo la maestra, que en segundo grado se levantó del banco cuando salió el tema del 24 de marzo, que ya era una fecha que se daba en las escuelas, y dijo: “A las hermanas de mi abuelo las secuestraron”, y luego contó todo. Así que yo en eso veo una transmisión muy directa. También como psicóloga entiendo las repercusiones muy diversas que puede tener esto en las cabezas de las personas de nuestra generación, de nuestros propios hijos/as que incluso, pueden hacer una vuelta hacia lo contrario como está pasando con la juventud que apoya a la ultraderecha. 

Es como una especie de revuelta de lo que ellos sintieron como el status quo. Entonces, hace que todo se desajuste un poco. En ese sentido, yo creo que nuestros hijos/as y hablo por mis sobrinos/as también, han recibido de una forma muy directa así como ocurrió con nosotras, con dolor pero también con una posición de nosotras como mamá y de sus abuelos/as para transmitir una reivindicación desde el amor y nunca desde el odio ni desde la destrucción. Siempre fue una transmisión desde el deseo de reparación para que haya un juicio y que los secuestradores estén presos. Algo que se pudo lograr en una sentencia en 2010 y en otra más reciente, en 2017. Así como nosotras fuimos criadas, nuestros/as hijas e hijos también con la búsqueda de justicia, y no algo que vira hacia la venganza o la violencia política. Desde ese lado no lo recibimos nosotras y por eso tampoco lo transmitimos. Quizás por eso también nuestros/as hijos/as, desde una generación un poco más lejos, pudieron tomar esta historia e incorporarla, apropiarse con amor y seriedad. Mi hijo dice, “las hermanas del abuelo”, es decir siempre se vincula con ese aspecto de lo familiar y me parece que es una gran cosa que pueda seguir vivo de esa manera y por supuesto, es una alegría que hayamos podido transmitirlo bien, en tiempos donde esto impacta en algunos/as chicos/as de otra manera.

-Ana: Soy mamá de dos hijos que tienen 16 y 19 años. En nuestra casa ocurrió muy parecido a lo que cuenta Caro. Con la verdad muy presente, con la historia desde que nacieron, no fue que apareció un día como nos pasó a nosotras, sino que estuvo desde siempre. Pero en mi caso, no recuerdo, como dice Caro, el día dónde a ellas les contaron más explícitamente todo, porque tal vez por ser la más chica, siempre lo supe. Y creo que mis hijos también siempre lo supieron, fue parte del relato familiar y de nuestra historia. También a través de las fotos. En la casa de mi papá y mi mamá, hay fotos de mis tías, así que ellos vivieron con mucha naturalidad y verdad nuestra historia, acompañando también los procesos de justicia. A ellos les tocó, por suerte, crecer en una época donde se reanudaron los juicios y donde eso también formaba parte de nuestra vida. 

Uno de mis hijos, cuando era muy chiquito, quiso acompañarnos al juicio. Fuimos a Comodoro Py, escuchando y viendo lo que pasaba. Fue una decisión de él y por eso es muy válido decir, frente a las posibilidades que tuvieron, a su manera todos eligieron ser  conscientes. No tienen vergüenza de contar esta parte de su historia, y de tener una conciencia muy clara, de entender lo que implica en términos generales y políticos. Por ejemplo, lo que dice Caro, el peligro que se puede avecinar y está en nuestro presente no es algo que debamos explicarles. No hay que conversar en la mesa por qué estaría mal que un candidato como Milei gane las elecciones. Sino directamente, cómo hacemos para evitar que otros compañeros y compañeras, que desconocen la historia, sientan atracción por este tipo de personas. Entonces fue muy natural la transmisión, no fue un trabajo extra de producir en ellos una posición determinada, sino que fue parte de la vida cotidiana, del relato, de vernos y escucharnos hablar entre nosotras, con nuestros padres y con nuestros tíos. En la casa de Isla Libertad, en Gualeguaychú, compartimos un espacio donde pasamos nuestra infancia, pero también donde tenemos hoy en día mucha presencia y ahí también compartimos todo esto. Hay una especie de convivencia y hay temas donde sabemos que tenemos consenso y de ahí para adelante. Después hay diferencias en millones de cosas, pero tenemos la fortuna, o hemos hecho algún trabajo para que hoy en día toda la generación de mis sobrinos, no solamente los hijos de mis hermanas, sino también, las hijas de nuestras primas y nuestros primos, sean personas con conciencia, con memoria y que cada uno lo haya tramitado a su manera. 


-Florencia: Me siento muy identificada con esto que decía Caro de la cotidianidad con la que nosotras fuimos conociendo nuestra historia. Así también, la fuimos transmitiendo. Obviamente que en un contexto absolutamente diferente como fue hacerlo en democracia y no siendo nosotras víctimas directas, como fueron nuestros papás. Nunca hubo silencio,  y siempre hablamos y pudimos preguntar, a veces con algunas confusiones. Esto de la desaparición es muy difícil de contar a un niño, a una niña, sobre todo que no estaba claro qué implicaba la desaparición. En cambio cuando nos tocó transmitirlo, ya supimos que esa desaparición forzada implicaba que no había vuelta atrás, y que no había posibilidad de sobrevivencia. 

Y también pensaba en lo difícil que habrá sido para nuestros padres y abuelos/as transmitir esto, con su amor, con su dulzura, con su humor, con su ternura. Así como también lo fue para nosotras transmitir esa parte de la historia tan terrible que es la de los centros clandestinos, las torturas, las violaciones, el robo de ese bebé. Nos ocurre aún hoy cuando escuchamos que Marta estaba en camisón cuando la secuestraron nos lleva a una situación de mucha cercanía, de eso que es lo cotidiano de la vida. Entonces también hemos tratado de ser muy cuidadosas con nuestras hijas e hijos, de ir contando sin contar el horror, porque realmente no es lo que deseamos. Deseamos que las conozcan desde todo lo que hicieron, sin contarles por qué fueron detenidas desaparecidas. 

Leila, mi hija más chica, tiene doce, a veces vuelve a preguntar algunas cuestiones más duras de la historia que no le terminan de cerrar, y lo volvemos a charlar. Creo que tenemos la tranquilidad y el orgullo de que nuestras hijas y nuestros hijos de alguna manera son ese testimonio también, no solamente de quiénes fueron ellas, sino también de que estamos buscando a un hermano o hermana de Matias y eso también es el presente. Ellas pueden ser testimonio de ese encuentro si en algún momento se da. Y tienen una sensibilidad muy especial, en particular con su abuelo que a veces está triste, que las extraña, que le cuesta, y ellas tienen ese respeto y ese amor hacia nuestro papá que a nosotras nos da mucho orgullo.

-¿Qué piensan cuando decimos cuarenta años de democracia y sobre los avances en materia de políticas de reparación en un contexto donde hay un fuerte crecimiento de los discursos negacionistas y fascistas?

-Caro: Se vive con mucho miedo. Yo tuve pesadillas con Villarruel cuando fueron las Paso.Tuve una sensación fea de miedo en el cuerpo. Dábamos por sentada la democracia y lamentablemente no podemos, hay que trabajarla todo el tiempo, alimentarla, cuidarla, enriquecerla y sostenerla, porque sino la derecha avanza. Y si la democracia no da respuestas en la vida cotidiana de la gente, lamentablemente lo que aparece como opción es la derecha. Entonces el trabajo de concientización y de construcción de la democracia no se termina nunca. Es una construcción permanente que hay que sostener y que nosotras hemos sostenido desde nuestros lugares. Yo estuve como Psicóloga de un colegio en el que dábamos ESI, Derechos Humanos, lo que quiero decir es que del modo que cada uno pueda, de diversas maneras y en distintos ámbitos, debemos seguir trabajando por esto. En caso contrario, es desolador pensar que viene una derecha fuerte que va a pisar todo lo que se construyó. Por un lado, vemos que esto sucede en otros lugares del mundo y en algunos lugares de Latinoamérica, pero al mismo tiempo vemos que en otros lugares de Latinoamérica se vuelve a fortalecer una posición democrática y desde los derechos. Me cuesta pensar que esto pase en este país que tiene esta historia y que es un país admirado en el mundo por el Juicio a las Juntas que se llevó adelante en el pasado y en el presente ante los represores. No creo que este sea un país tan pasivo como para olvidarse de eso. Elijo pararme sobre esa esperanza porque creo que es un pueblo que no se si olvida tan rápido. Ahora insisto, no es un trabajo que esté hecho. Se hace todo el tiempo y hay que seguir haciéndolo, por eso agradecemos profundamente esta entrevista que nos hacen, porque la entendemos como parte de ese trabajo contínuo que debemos sostener  ante las mentes olvidadizas, frente a los/as chicos/as que lo tienen muy lejos en su historia porque en sus casa no se habló. 

-Florencia: Pensaba en estos cuarenta años de democracia, nosotras nacimos en plena dictadura y tuvimos que atravesar los años más duros. Era un contexto de mucho peligro e inseguridad. A nuestros padres también les allanaron la casa, y fueron perseguidos, a mi mamá en la escuela la dejaban sola en la sala de profesores, y ambos fueron señalados como la hermana y la familia de los guerrilleros, y por todo eso sufrieron muchísimo. Nosotras sobrevivimos con todo el amor que nos dieron en ese contexto tan adverso. Luego cuando llegó la democracia, si bien éramos muy chiquitas me acuerdo que estábamos mamá y papá, y estaba Alfonsin. Esa sensación de que llegaba la democracia y que algo bueno iba a venir, fue una experiencia muy fuerte y conmovedora. Por eso nosotras vamos a votar de un modo distinto y queremos que nuestros hijos e hijas lo vivan así. A veces nos ponemos un poco pesadas con esto de que es muy importante votar y la democracia. Realmente reconocemos la importancia de la democracia en lo cotidiano, en el compromiso, en lo colectivo, en la lucha, en los trabajos que elegimos, en cómo nos pensamos. Pero la marca que tenemos respecto de la importancia de la democracia la han ido construyendo nuestros padres. Y cada vez que se ha puesto en peligro ha sido muy traumático. En los levantamientos de la Tablada, los recuerdos, la angustia, aparece el miedo en el cuerpo que hemos vivido con nuestros papás, con sus compañeros y compañeras. Por ende la conciencia de la importancia de cuidar la democracia es algo con lo que hemos ido creciendo. 

El ejemplo de nuestras madres y abuelas como maestras del cuidado a la democracia, el cuidado a la vida, el cuidado a la memoria y a la justicia, la universidad pública, la posibilidad de tener una radio pública. Digamos todos los espacios que nos permiten cuidar la multiplicidad de voces y las discusiones. Por lo tanto este presente como decía Caro, lo vivo con mucha angustia y preocupación, y pensando en qué pasó, qué no hicimos, qué le faltó a esta sociedad, qué le faltó a esta generación tramitar colectivamente en cuanto a lo que fue la dictadura. Si esto no estaba resuelto es porque había cuestiones que estaban circulando todavía. Tengo un montón de preguntas, de incertidumbre y también mucha esperanza de que hay posibilidades de cuidar lo que tenemos, de transformar lo que tenemos y que necesitamos hacer eso. Porque necesitamos cuidar la vida, cuidar por lo que se ha peleado, para que valga la pena, y para que todas las luchas tengan un sentido. De alguna manera, este es un momento muy fuerte y nos resulta muy conmovedor estar hoy con ustedes acá, en este espacio tan hermoso y tan valioso que nos permite seguir pensando qué es la democracia.  

-Ana: Qué son cuarenta años de democracia, coincido con lo que dijeron mis hermanas, esta idea del compromiso y de valorar la democracia se fue transformando en otras luchas. Hoy en día creo que el feminismo es una forma de pensar cómo se reactualizan esos compromisos de distinta maneras y cómo hay otros que están por venir. La cuestión de la defensa del medio ambiente. Pensar la democracia es pensar en qué otras luchas estamos atravesando hoy, que tal vez no son las mismas que la de los años ‘70, no porque se hayan resuelto las problemáticas, sino porque la historia va pasando. Entonces por un lado debemos pensar que la democracia necesariamente se transforma en cuarenta años, pero nunca habíamos pensado que podía estar en riesgo. No lo teníamos en el radar de nuestras posibilidades justamente porque creímos que las luchas de las Madres y las Abuelas, los Juicios y la construcción de memoria, estaban suficientemente asentados y de alguna manera, institucionalizados. Incluso lo pensamos sobre el 24 de marzo como fecha que se trabaja en las escuelas acerca de que no era necesario seguir una y otra vez hablando de la importancia de la democracia. Sin embargo, con lo que estamos conviviendo ahora a través de los proyectos ultra neoliberales, neo fascistas y negacionistas, no solamente vienen por todo y contra los derechos humanos, sino que representan un proyecto global de destrucción de lazos sociales, de derechos, destrucción del estado, de luchas sociales, en síntesis, una destrucción colectiva.. 

Hace poco tiempo estuve reunidas con colegas de diferentes países de Latinoamérica en México y me decian que no podían creer que en Argentina, que era un faro en derechos humanos, en la lucha por el aborto, y no solamente en relación a los Juicios, hoy podía estar en jaque el reconocimiento de muchos derechos que creíamos conquistados. No se podía ver como una posibilidad y sin embargo, lo estamos viviendo como algo real. Entonces nos hace tambalear ciertas certezas de lo que teníamos conquistado y por ende, nos obliga a volver a trabajar. Tal vez esta idea de la transformación de la democracia, de nuevas luchas y derechos, es hacia dónde hay que ir para empatizar y captar cuáles son los nuevos intereses, cuáles son sus formas de comunicación, cuáles son sus prioridades, y volver a trabajar con esas personas. No desde un discurso armado, dirigido y desde el relato de un pasado que tal vez no las apela directamente, sino poder pensar en el presente qué es lo que nos pasaría si estos proyectos llegan a gobernarnos y ejercer cargos desde el Estado. Éste es un trabajo mucho más arduo que la mera repetición de una teoría o de un discurso. Es un trabajo donde hay que transformar nuestras prácticas y poder entender qué es lo que está pasando hoy. Y al mismo tiempo, estar mucho más cerca de esta juventud que vivió otra cosa, que le contaron otra historia, que tuvo otras experiencias. También es importante entender qué ha pasado, más que condenar. Porque si bien podemos condenar estos proyectos políticos, hay que pensar qué le pasó a nuestro pueblo para poder creer que estos proyectos son verosímiles, que son posibles. En definitiva, creo que lo que nos provoca es a ponernos muy alertas para seguir dialogando desde los lugares en los que estamos. Pero no quedarse de brazos cruzados. 

-Florencia: Lo último que quería agregar, es que como dijimos, Marta y María Elena están presentes en nosotras y en cada lucha porque así lo elegimos. Y ahora también vuelven. Vuelven de una manera distinta, nos vuelven a recordar esto que decía Ana, la posibilidad de pensarlas en este contexto tan complejo y tan diferente desde su experiencia de reflexión y aprendizaje para que nosotras, además de honrarlas y recordarlas, podamos decir “Bueno, esta es la época que nos tocó a nosotras y queremos pelearla”. Y ellas estarán como bandera, como memoria y como presente.




Idea, Producción y Conducción: Andrea Sosa Alfonzo y Clara Chauvín

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014, desde el enfoque de género y feminismos.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).

Edición de textos: Mauro Milesi

Ilustración de portada de episodio podcast: Emiliano Pereyra

Interpretación música Los Dinosaurios Charly García para artística de Tercera Temporada: Grisel Policastro