El genocidio en el delta entrerriano

Por Fabián Magnotta* | Ilustración: Diego Abu Arab | Fotos: Archivo personal de Fabián Magnotta y de Matías Ayastuy

Los testimonios de los pobladores sobre los vuelos de la muerte en el sur entrerriano, son la clave para recuperar los cuerpos de las personas desaparecidas, víctimas del terrorismo de Estado. Junto al Poder Judicial, trazan un recorrido que busca derrotar la grave y deliberada omisión histórica.

 

En Entre Ríos no pasó nada”, fue una de las frases repetidas en los tiempos de una dictadura que supo implantar slogans como verdades eternas y que se suma a otras como “algo habrán hecho”, “el silencio es salud”, “a mí nunca me molestaron”. Hacen sentido con una continuidad histórica que va desde el descubrimiento de América, la conquista del desierto, la revolución libertadora.

Sin embargo, la última dictadura cívico-militar impuso una represión infernal e intensa, en lo que hoy se llama AMBA, Córdoba, Tucumán. Y unas cuantas décadas más tarde, se ha demostrado que en Entre Ríos ocurrieron hechos que estaban destinados al silencio eterno. En efecto, la investigación periodística, ha demostrado que el inagotable y bello paisaje del delta entrerriano fue utilizado para la eliminación de –al menos- centenares de personas mediante los vuelos de la muerte durante el terrorismo de Estado. Esa forma de exterminio -de las principales en la dictadura junto a los enterramientos legales o clandestinos-se concretó primero, en el océano Atlántico en las costas uruguayas, luego, continuó a través de la costa atlántica argentina e incluyó, al delta de Entre Ríos. Ese espacio donde se encuentran los ríos Paraná y Uruguay, que luego marchan juntos hacia el Río de la Plata.

Lo cierto es que el plan de la omisión histórica del genocidio en el mapa entrerriano, iba bien hasta que escuché hablar por primera vez sobre lo ocurrido allí, en 2003. Vivía a sólo 80 kilómetros de Villa Paranacito y la democracia llevaba de vida más de veinte años. Hacía falta una chispa. Fue ése año cuando un policía entrerriano retirado se presentó ante el juez de Instrucción de Gualeguaychú, Eduardo García Jurado. Relató que cuando estuvo destinado en Paranacito, su novia de entonces le contó que su padre y su tío, habían hallado un barril de combustible con un cuerpo adentro y la cabeza afuera. También le mencionó que le habían dado cristiana sepultura, con la sencillez isleña de una cruz de madera. Estaba al lado de una escuela. Cuando escuché esta historia, estaba debajo de un árbol y sin grabador. La inquietud me llevó a indagar si se había tratado de un hecho aislado o no.

Fue así que comenzaron a aparecer testimonios asombrosos: un obrero del monte contó que era normal ver los vuelos que lanzaban bultos, y agregó que ellos comprobaron que se trataba de cuerpos; un veterano payador uruguayo relató que vio helicópteros y aviones que tiraban bolsas negras; un viejo lanchero recordó que la primera vez que encontró dos cuerpos flotando fue a Prefectura a hacer la denuncia y allí le advirtieron con pocas palabras: “vaya derechito a su casa, si no quiere que le pase lo mismo”; una mujer describió que una mañana encontró dos cuerpos arriba del techo, pero los prefectos le aconsejaron: “tome un palo largo y los hace caer, y después los empuja para que el río se los lleve”; un joven estudiante narró que en una ocasión cuando volvía del colegio, yendo a escuchar música a una radio cerca del río Paraná Bravo, vería cómo a 300 metros se posaban helicópteros para lanzar cuerpos. Él se escondía porque así le recomendaban en su casa: “son los que matan los militares”. Dice que todo le “parecía normal, y no conocía otra cosa”.

El lugar perfecto

Villa Paranacito se ubica en el extremo sur entrerriano, entre los ríos Paraná y Uruguay, a poca distancia del complejo Zárate-Brazo Largo. Si se viaja hacia Buenos Aires por ruta nacional 12, se encuentra a mano izquierda.

Paranacito tiene una zona urbanizada, y más allá, un horizonte equivalente a centenares de miles de hectáreas con ríos, arroyos, humedales, albardones, camalotes, monte cerrado e impenetrable. Es uno de los pocos lugares del mundo que no se puede describir con palabras, donde todo parece lejos y complicado por abajo; pero muy cerca desde el aire. Kilómetros de monte cerrado con ceibos, sauces, pinos, sarandíes, curupíes, espinillos, arbustos, juncos, espadañas, pajonales y otras especies que crecen libremente. Un espeso tejido de enredaderas y pastos blandos de dos metros de altura, donde la vista se pierde. Todo eso, es Paranacito.

Como mencionaba, la punta del hilo apareció en 2003. Dos décadas para atrás, todo silencio. Pero dos décadas para adelante, todo era sumar piezas del rompecabezas. En el caso del delta, la investigación es un río que corre. En 2009 cuando analicé los testimonios reunidos, entendí que no podía dejar que la verdad histórica se diluyera en ese delta. No podía quedar en los archivos de un Word, no lo podía hacer como periodista, ni siquiera como buen ciudadano. Fue así que comencé a darle a mi investigación el formato de un libro que no tenía nombre. Hasta que una tarde, mientras desgrababa el mensaje de una oyente de Radio Máxima de Gualeguaychú, relató:

 “¿Qué me movió a llamar? Estaba escuchando…Y yo muchísimas veces he comentado cuando llegan estos días así que uno escucha todo esto…Yo era bastante chica y recuerdo eso. Y bueno, uno como chico se impresiona, qué se yo. Te mueve un poco saber ¿qué era ese bulto? Era una época que no se podía decir nada. Y bueno, yo digo: vi algo, una parte de eso que se comenta. Yo estaba allá en la isla. Allá no entra nadie. Era el lugar perfecto, me parece, para pasar, porque nosotros no le comentábamos a nadie, porque teníamos miedo, por un montón de razones. Y dije bueno, así como escuché, me dije: yo también voy a dar mi testimonio de esto…”.

“El lugar perfecto” fue el título de mi libro, ése que no encontraba para resumir mi investigación. Y era perfecto por la naturaleza del lugar, por la cercanía con los principales centros clandestinos de detención, por el silencio de los pobladores.

Romper el miedo

Al comienzo pensé que el principal obstáculo para el recuerdo iba a ser el paso del tiempo. Sin embargo, el principal escollo fue la vigencia del miedo sembrado y como dice una lugareña: “A los pobladores los sentenciaron, y se quedaron callados”. Sólo el miedo explica que el silencio haya sido tan largo. Para quienes vieron, fue un infierno ser testigos y fue un infierno el recuerdo.

Pero la investigación siguió adelante y los testimonios se fueron sumando. Desde 2013, el libro tuvo más de cincuenta presentaciones: desde la Biblioteca Nacional hasta escuelas rurales. El mapa completo va desde Entre Ríos, Montevideo, zona Amba, Santa Fe, Tucumán, Santiago del Estero y Río Negro. Ese recorrido logró que los testigos fueran apareciendo. Es decir, se fue diluyendo lentamente el temor, el silencio, y en su lugar apareció la verdad. Mi tarea fue recolectar como piezas de un rompecabezas los relatos de los testigos más comunes del mundo: obreros del monte, pescadores, lancheros, docentes de zonas desfavorables.

El tiempo a través de los años, demostró que en el delta entrerriano se produjeron los únicos vuelos de la muerte con testigos. Porque tanto en las costas uruguayas como en la costa atlántica argentina, aparecieron cuerpos, pero nadie vio los vuelos. En el delta, en cambio, fueron los lugareños los que brindaron datos precisos sobre los vuelos y lanzamientos.

Cabe agregar que la Policía de Entre Ríos y Prefectura Naval Argentina eran las fuerzas con presencia en el delta. A decir verdad, no mataron a nadie. Pero sí garantizaron la desaparición de personas. Tal vez puedan explicarse en que no tenían opción. Lo que no invalida la sanción histórica por no haber referido, dónde pusieron los cuerpos que no se llevó el agua.

Memoria, Verdad y también, Justicia

Tras la publicación del libro aún no había actuado de oficio la Justicia y tras su repercusión en medios[1], en 2016 hice una presentación judicial de la investigación.

Fue recién en diciembre de 2020 que la Justicia Federal reaccionó, de la mano del juez Federal de Concepción del Uruguay, Pablo Seró, y de la fiscal Josefina Minatta, junto a la participación del área de Derechos Humanos de la Municipalidad de Gualeguaychú, y la incorporación como querellante de Derechos Humanos de la Nación.

Finalmente la llegada del Estado le da otro volumen a la investigación para situarla en otro plano. Como periodista, pude escribir sobre memoria y verdad, pero la Justicia tiene su propio casillero irreemplazable. Seguramente en “el lugar perfecto”, la inmensa mayoría de los restos y cuerpos de personas desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar, no sean encontrados. El genocidio en el mapa entrerriano ya está escrito y comprobado. Categórica flota la verdad.

Desde el retorno de la democracia hasta el presente, y sobre todo durante los últimos veinte años, la tarea de localizar testigos en el monte del miedo cerrado era como encontrar una aguja en un pajar. Hoy encontrar los cuerpos, repite el dibujo y lo que vale esa aguja. La historia argentina está llena de mentirosos slogans exitosos, así como de omisiones militantes para los genocidas que no siempre tienen uniforme. Pero aquí estamos, para gritar lo que deba ser gritado, para gritar por aquellos que fueron acallados y lanzados desde el aire, también contra los que supieron convertir a un paraíso como el delta en un infierno. Un grito de verdad que es sólo un aporte para que nuestra historia, no sea también desaparecida. Germina la verdad contra las omisiones como un plan y el silencio como parte de la mentira.

 


 

*Fabián Magnotta, es Periodista UNLP. Actualmente vive en Gualeguaychú, Entre Ríos. Es Director y socio de FM Radio Máxima Gualeguaychú, desde 2003. Fue Corresponsal DYN en Entre Ríos durante diecisiete años, hasta el cierre de la agencia. Ganador del Martín Fierro Federal 2012 y 2013. Ganador documental de radio sobre vuelos de la muerte en 2013 y premio Defensoría del Público. El último de cuatro libros que publicó, fue en 2012 “El lugar perfecto”, una investigación sobre los vuelos de la muerte en el delta entrerriano, el cual hoy forma parte de la causa en la Justicia Federal.


 

[1] El libro fue mencionado en medios provinciales, regionales e incluso internacionales, aunque tuvo escasa repercusión en medios de comunicación nacionales.