Dólar: un fantasma recorre Argentina

Por Francisco Cantamutto* | Ilustración: Laura Besel | Fotos: Anita Pouschard

 

El gobierno de Cambiemos tuvo una semana negra tras los resultados de las PASO. La corrida cambiaria del dólar y las indefiniciones políticas tras una derrota que no estaba prevista ni anunciada.  

 

Las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) son el mecanismo legal en Argentina para definir candidatos a los cargos electivos del poder Legislativo y Ejecutivo. Es decir, es una forma de estructurar la “oferta” de postulantes a cargos, para que los y las ciudadanas puedan sofisticar sus estrategias de voto. Aunque éste es su sentido principal, útil pero limitado, sus efectos se expanden más lejos.

En este sentido, los resultados de las elecciones del domingo 11 de agosto señalaron un masivo rechazo a las políticas del gobierno de Cambiemos, al mismo tiempo que consagraron a Alberto Fernández, del Frente de Todxs, como el candidato con más chances de obtener la victoria para la presidencia. Obteniendo una diferencia de más del 15% de los votos respecto del oficialismo, y superando el 45% necesario para ganar en la primera vuelta en octubre, el escenario parece irreversible. Al mismo tiempo, lo que sí está definido son los candidatos.

La contundencia del resultado fue mayor a la esperada incluso por la oposición.  El acompañamiento se confirmó en todas las provincias, con excepción de Córdoba y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Otro de los escenarios inesperados fue la contundencia electiva del candidato del Frente de Todxs, Axel Kicillof, quien derrotó con una diferencia de 18% de los votos a la actual gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Su figura había sido promovida desde el oficialismo y el monopolio mediático afín a Cambiemos, como el bastión de la continuidad. Estos resultados se exacerbaron a la vista de las encuestas que postulaban un escenario de paridad, fogoneadas por los mismos medios afines al oficialismo. Este sistemático yerro de las estimaciones de votos –sean cuales fueran sus causas– debería poner un manto de dudas sobre la importación irreflexiva de la lógica del marketing a la política.

Carente de argumentos, el presidente Mauricio Macri cerró la jornada pidiendo calma e invitando a la ciudadanía argentina a irse a dormir. Sin embargo, parece que él mismo no acató su consejo, pues se excusó en la falta de sueño para explicar los exabruptos de la conferencia de prensa del día siguiente, cuando culpó al pueblo argentino de sus decisiones.

La timba del dólar y los límites de la democracia

Es que el lunes siguiente a las elecciones la jornada abrió con caídas del orden del 60% del valor de las acciones, del 20% del valor de los títulos públicos y una devaluación mayor al 20%: de los 46 pesos por dólar que cerró el viernes, llegó a 65 pesos en algunos bancos, siendo su nivel exacto aún una incógnita. Una corrida bursátil y cambiaria cuya responsabilidad se atribuía a la victoria de la oposición.

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Mostrando una particular visión de los límites de la democracia, desconcertado e irritado, culpó a quienes votaron algo distinto a lo que el mercado esperaba, motivo por el cual debían pagar las consecuencias. De utilizar la figura de padre amonestador, agotado de explicar el cambio cultural que propone, pasó a la negación, al señalar que las elecciones del domingo no habían ocurrido. La conferencia se realizó al cierre de la jornada financiera, sin anuncios sobre cómo encauzarían la situación. Con la fe del devoto, mantuvo la convicción de que el mercado se autorregularía. Pero esto no ocurrió.

Aunque los volúmenes de operaciones fueron relativamente bajos, el tipo de cambio no encontró nivel estable. El Banco Central vendió reservas sin un plan claro, lo que solo alimentó la fuga. La suba de las tasas de interés de referencia por encima del 70% tuvo escasa credibilidad, por lo que hubo para renovar los títulos que vencían. Estos fondos pasarán a presionar hacia el dólar, alimentando la inestabilidad cambiaria. Esta situación no es de extrañar, porque en diversa escala fue vivida ya en 2018, cuando se terminó cerrando el acuerdo con el FMI. El esquema de políticas del gobierno basado en la valorización financiera de corto plazo trastabilla ante cualquier ruido. Y solo se sostiene mediante el uso desmedido e irresponsable de deuda.

Fueron las decisiones políticas del Gobierno las que habilitaron la corrida cambiaria. Tanto así que el miércoles el presidente debió revisar sus propios dichos, y anunciar un paquete de medidas para compensar la situación: bonos por única vez, subas de asignaciones, quitas de aportes, entre otras. El costo fiscal de este paquete se estimó en 40.000 millones de pesos, que surgirían de reducir la obra pública y tomar más deuda. Sin embargo, la nueva estrategia no tiene buenas expectativas. Y no solo por la impericia de divulgar medidas aún no negociadas, como el congelamiento de los combustibles.

En primera instancia, porque este anuncio golpea las propias bases discursivas del Gobierno, al encuadrarse perfectamente en lo que su propia fuerza caracterizó como populismo o demagogia, que se atribuía a la oposición. En segundo lugar, le quita credibilidad al programa: si era posible hacer esto, ¿por qué no se lo hizo antes? En tercer lugar, erra el diagnóstico, pues el problema está en la desregulación de los mercados de capitales, que no es intervenido de ninguna forma por el paquete. Y en cuarto lugar, porque la magnitud de las compensaciones es ínfima: un 1% del poder adquisitivo promedio perdido desde que gobierna Macri, un 24% de lo perdido desde la semana previa, un 0,3% del consumo privado nacional. Es decir, no logra mover la demanda, no ataca el eje del problema, y quiebra toda credibilidad: un auténtico golpe a su propia gobernabilidad.

Evitando la falta de cautela, no pretenderemos poder predecir lo que ocurra. Se ha creado una creciente incertidumbre sobre el futuro inmediato, y ésta intensifica la crisis económica, retroalimentándose entre sí. El pueblo argentino ha señalado su rechazo a continuar por el camino del ajuste, y el Gobierno no cuenta con más respuestas. Ante esto la vida cotidiana que instaló el macrismo para las grandes mayorías es un  juego donde todo parece ser pérdida.

 

 

*Es Licenciado en Economía por UNS, Maestro en Ciencias Sociales por FLACSO México, Doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Sociología por FLACO México e investigador asistente de IIESS/UNS-CONICET, Forma parte de la Sociedad de Economía Crítica. Se especializa en temas de economía política y procesos políticos, en particular en referencia a América Latina.