Por Mariela Herrera y Carina Carmody* | Fotos: Lucía Prieto y Paula Kindsvater**
Las universidades públicas también están en la lupa de los diversos tonos con los que el 3 de junio exige vidas libres de violencias para construir sociedades con equidad. ¿Cuáles son las demandas que aún no encontraron eco en el ámbito universitario? ¿Por qué cuesta tanto implementar la transversalización de la perspectiva de género?
En nuestro país el 3J se asocia al movimiento Ni Una Menos que a partir de 2015 puso en primer plano las demandas de las mujeres frente a la violencia del sistema patriarcal. Este movimiento, como otros en Latinoamérica, representa una alternativa frente a formas anteriores de vehiculizar este reclamo. Su poder de convocatoria masiva se potenció al combinar la trama de demandas en las Redes Sociales junto a la ocupación de las calles. Por eso constituye, para la teórica Marcela Fuentes, un tipo de activismo tecno-político.
En este artículo nos interesa recuperar una faceta de su lucha sobre la campaña de 2016 cuando lanzan la consigna “Con amor o sin amor, las tareas domésticas son trabajo”. Con estas palabras, NUM redefinió el cuidado maternal como un trabajo no remunerado, al abordar las tareas de las mujeres en el hogar como performances de explotación normalizadas en lugar de verlas como cuidado maternal basado en el instinto. Esta visión también plantea la separación del trabajo de las mujeres de su habitual asociación con el amor. Nos interesa pensar los aspectos específicos de la relación entre trabajo reproductivo, género y cuidado en el ámbito universitario, es decir, qué estamos reflexionando y trabajando las universidades públicas. Cuando hablamos de trabajo reproductivo lo diferenciamos del trabajo productivo al que habitualmente asociamos la actividad laboral. El trabajo reproductivo fue puesto en cuestión a partir de las reflexiones de teóricas feministas a mediados del Siglo XX. Designa el trabajo doméstico y de socialización de los hijos/as específicamente como una tarea que sostienen las mujeres en nuestras sociedades, ya sea remunerado o no remunerado. Y aunque está naturalizado, constituye una división sexual del ámbito laboral que origina una profunda desigualdad, e incluso una doble jornada laboral femenina.
Reconocimientos en materia de género
La vigencia de leyes de ampliación de derechos en nuestro país tales como la Ley de Identidad de Género, la ley contra las violencias por razones de género, el reconocimiento de la identidad binaria, la ley de Matrimonio Igualitario y la Ley Micaela, aportan un marco para la puesta en marcha de una transversalización de la perspectiva de género en las instituciones públicas. Avances como la aprobación de la Guía de lenguaje no sexista (CIN) revela también la voluntad política de acoger las transformaciones en curso. Confiamos en que la progresiva conformación de los órganos de gestión mediante las normas vigentes en torno a paridad de género e inclusión laboral, respetando cupos para personas con discapacidad y personas trans es un camino importante a consolidar. De este modo, se planteará un enfoque que responde a una construcción colectiva situada, es decir, atenta a los valores y prácticas que van moldeando una sociedad en un momento histórico particular, promoviendo la ampliación de derechos ciudadanos, el ejercicio democrático y la mejora en la calidad de vida, específicamente a través del ejercicio de las tres funciones de docencia, investigación, extensión.
En este contexto, también resulta necesario revisar cuáles son los avances en la consolidación de los equipos que se crearon en torno a los Protocolos de género o Protocolos de Actuación ante las violencias sexistas que desde hace unos años surgieron como respuesta ante las violencias de género en las universidades que conforman el sistema universitario nacional. En el caso de la UNER particularmente, observamos como una deuda pendiente la necesidad de otorgar mayor visibilización del equipo de Protocolo para que el estudiantado pueda referenciarse frente a situaciones de violencias que ponen en riesgo la continuidad de sus estudios, incluso la decisión de abandonar los mismos o la calidad académica del proceso de aprendizaje (interrupción de la cursada, por ejemplo) y en su máxima consecuencia, la seguridad de sus propias vidas. Siguiendo con una revisión de las prácticas institucionales, se propuso para UNER como un aspecto fundamental en el desarrollo de una vida universitaria sin violencias, la implementación de estrategias de Educación Sexual Integral (ESI) en la universidad. Si bien asociamos la ESI a las primeras etapas de la escolarización, cabe reconocer su importancia en la etapa de juventud y adultez en la que se presentan distintas situaciones que requieren resignificar las vivencias de la sexualidad, la corporalidad y la sensibilidad y darles un sentido en el contexto de la vida actual. Esto facilitaría la identificación de patrones sexistas, de discriminaciones por cuestiones relacionadas con las corporalidades y de sesgos relacionados con prejuicios acerca de identidades no hegemónicas. Esta transformación consistiría en un aporte a la construcción de una comunidad académica democrática y plural, libre de discriminaciones y violencias. ¿Por qué hablamos de prestar especial atención a la visibilización de estas problemáticas y herramientas de intervención? En el caso específico de la UNER, señalamos la importancia que tiene potenciar, por ejemplo, la difusión de las líneas de contacto con el Protocolo de modo que estén accesibles desde los distintos canales y redes de comunicación de la Universidad. Esto facilita sin dudas, que se articule en una instancia institucional más amplia que pueda contener el abordaje de diversas situaciones en torno a género y accesibilidad sin desconocer las particularidades de cada espacio institucional.
Consideramos que las violencias por razones de género, capacidad, etnia, edad, constituyen una realidad que tenemos que enfrentar en el ámbito universitario y trabajarlas en el marco de la comunidad académica. Los fenómenos recientes de ataques masivos a estudiantes en Estados Unidos, dan cuenta de dimensiones ligadas a la cultura actual y sus rasgos de odio al diferente, que afectan la salud mental y la integridad física de quienes habitamos instituciones educativas. El diagnóstico de Franco Berardi en su referenciado libro Generación post alfa podría ser un marco para comprender el horizonte desde el cuál estos fenómenos nos hablan del momento actual.
Trabajemos en los cuidados
La transversalidad de la mirada de género en el ámbito universitario implica acciones en diversos planos. En cualquier caso, se requiere contar con información que pueda desagregarse por identidad sexo-genérica en cada claustro para identificar posibles sesgos de género en la implementación de políticas universitarias. Contar con dicha información permite conocer la composición de género en estudiantes, docentes y personal no docente administrativo y de servicios (PAyS) como un sector clave en el sostén de la vida universitaria -que además compone la masa de trabajadores y trabajadoras en el sistema universitario- para realizar diagnósticos sobre la composición de los claustros de acuerdo a las identidades de género y su distribución (en el caso de PAyS y docentes en cargos y funciones). Asimismo, el diseño e implementación de indicadores de género sobre diversos programas y proyectos que se desarrollan en la universidad es clave para entender la dimensión de los datos que arrojan la realidad.
Iniciativas como la presentación en nuestro país del reciente proyecto “Cuidar en Igualdad” -en proceso de aprobación- observa la política de licencias como una pieza central para alcanzar la corresponsabilidad entre los géneros. En la actualidad, Argentina se encuentra por debajo de las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ya que la licencia por maternidad es de 90 días (casi 13 semanas) y la de paternidad es de solo 2 días. En cuanto a la UNER, observamos una desigualdad en las licencias entre docentes, PAyS y estudiantes, no habiendo para estos últimos/as una normativa a nivel general. Si nos proponemos generar equidad, tendremos que plantear nuevas figuras y ampliar las licencias de cuidados (reconociendo a gestantes, no gestantes, licencias para hijxs con discapacidad, ante nacimientos o adopciones múltiples, nacimientos prematuros o con enfermedades crónicas, adopción, tratamientos de reproducción asistida). Si bien existe un respaldo internacional por pactos, tratados y convenciones internacionales, aún falta concretar estas aspiraciones y completarlas en una perspectiva de ampliación de derechos, Y en este sentido, abandonar la costumbre de darle seguimiento a casos que signifiquen un retroceso a lo ya establecido.
ESI en la universidad
La implementación de la Catedra abierta “El aborto desde un abordaje integral, de derechos humanos y de salud integral” que se desarrolla en la FTS/UNER desde 2019 ha permitido construir un diagnóstico respecto del acceso a derechos sexuales reproductivos y no reproductivos en nuestra provincia, tal como lo refleja el informe desarrollado para Amnistía en 2021 por integrantes de la misma, cuya finalidad era relevar información sobre la implementación de la ley 27.610 de interrupción voluntaria del embarazo a nivel provincial que permita monitorear, medir y comparar los procesos de las diferentes provincias. Desde la cátedra se pudo identificar la vacancia en la formación de profesionales vinculados a estos temas, lo que requiere de una revisión en su oferta curricular en términos de su adecuación a los derechos sexuales reproductivos y no reproductivos reconocidos por diversas leyes nacionales. Desde esta experiencia, se considera central la incorporación de la Educación Sexual Integral (ESI) en la UNER. Esta incorporación implicaría además una ampliación del trabajo que se viene realizando desde el programa UNERSaludable, al incluir contenidos de formación en promoción de salud de modo transversal. Sin dudas, contribuye, además, al acompañamiento de trayectorias educativas y laborales, además de que previene situaciones de violencias de género y enfermedades de trasmisión sexual.
Tal propuesta se encuentra en consonancia con el trabajo de la Red RUGE-CIN que, a nivel de las diferentes universidades, se propone identificar y apoyar aquellas que vienen implementando ESI en las mismas.
La implementación de espacios para lactancia en cada edificio de la UNER es una aspiración de quienes conformamos la institución, tanto estudiantes, docente como en particular PAyS que desarrollan más de un cuarto de su vida en el ámbito universitario. La habilitación de lactarios implica visibilizar y facilitar las tareas de cuidado tanto de estudiantes como del personal de la universidad. También disponer de estos espacios es una estrategia tendiente a acompañar los procesos académicos de las estudiantes madres que se encuentran en período de amamantar. Estas salas permitirán extraer y conservar la leche en un ambiente adecuado y de manera segura, amamantar, higienizar y cambiar al bebé lactante. Estas acciones aportan a la promoción de la salud integral, por lo que esta propuesta se vincula de manera estrecha al Programa vigente UNER Saludable.
Cuidados, las tareas invisibles
En la misma línea, los espacios de cuidado de niños/niñas/niñes se vienen planteando como una necesidad de quienes transitan el ámbito universitario. En el caso de UNER, es una demanda activa de toda su población. Entendemos que el cuidado en general, y de los/as niños/as/es en particular, es un derecho humano e integral; tanto para quienes deben ser cuidados como para quienes cuidan. La educación en la primera infancia en nuestro país no es obligatoria, y esto ha condicionado la escasez de servicios públicos para la población de 0 a 4 años. Esta actividad, central en los grupos familiares, suele recaer en las femineidades de forma no remunerada, o bien, en algunos casos, garantizando los cuidados a través de distintas formas de remuneración. Esta realidad ineludible, genera una distribución desigual en las responsabilidades y tareas por razones de género y accesibilidad económica, que se manifiesta también en la Universidad. En el caso de estudiantes, se observa que el cuidado de niños/as/es, implica un obstáculo en las trayectorias educativas y en el caso de las trabajadoras de la Universidad se observan obstáculos en los procesos laborales y de formación continua. Por este motivo sostenemos cuán importante sería pensar en términos de trayectorias estudiantiles becas específicas para estudiantes mujeres con familias a cargo y garantizar espacios de cuidados para lasniñas(os/es a cargo de estudiantes y trabajadoras docentes y PAyS. En este sentido, los espacios de cuidado para niños/as/es menores de 6 años se podrían desarrollar teniendo en cuenta: los horarios de cada Facultad, la matrícula de estudiantes y la planta del personal. Hay experiencias exitosas en el sistema universitario nacional que nos muestran un camino con diversas modalidades: estableciendo convenios con jardines o guarderías, o bien generando Espacios de Cuidado propios de la Universidad.
Consideramos que otros aspectos de la salud sexual reproductiva y no reprductiva, así como sobre el acceso a derechos, podrían constituir un tema de agenda en el ámbito universitario: baños sin género y salud menstrual. La habilitación de baños sin distinción de género aún no se ha concretado en toda la UNER y constituiría efectivamente una acción de remoción de obstáculos en el acceso a espacios públicos, contribuyendo a que cada edificio aloje la diversidad de identidades de género que están reconocidas por la Ley Nacional 26.743. Y en cuanto a salud menstrual, considerado siempre un tema tabú en los ámbitos institucionales, entendemos que la más de la mitad de la comunidad sufre las consecuencias del período menstrual durante varios años de su vida: acceso a productos y calmantes, espacios ascépticos para la contención de hemorragias, necesidad del reconocimiento de días por menstruaciones incapacitantes en algunas personas. Aún falta mucho para desarrollar una cultura de tolerancia y respeto de las diferencias entre varones, mujeres y disidencias.
Para cerrar, proponemos pensar el 3J como una oportunidad para reactivar las consignas de la lucha más allá de la retórica, propendiendo medidas concretas de ampliación de derechos y de transformación de las culturas institucionales en lo particular, en el sistema universitario nacional.
*Carina Carmody y Mariela Herrera son docentes investigadoras. Mariela Herrera es Coordinadora del Núcleo FEGES. El Núcleo Feminismos, Teorías de Género y Sexualidades de la Facultad de Trabajo Social de la UNER depende del CIESP (Cetro Interdisciplinario de Estudios Sociales y Políticos) Se constituyó en 2018 y participan docentes, investigadorxs y extensionistas que integran proyectos de investigación y/o extensión vinculados a feminismos, teorías de género y sexualidades. Sus objetivos son: articular las diferentes acciones de investigación y extensión realizadas en la Facultad en el marco del grado, posgrado y del sistema de proyectos; promover la continuidad de líneas de investigación que respondan a necesidades disciplinares y a intereses sociales; fortalecer desde la investigación los vínculos con docencia y extensión en la formación de grado y posgrado y promover un diálogo entre comunidad académica, decisores políticos y actores sociales que favorezcan la apropiación y utilización del conocimiento científico, para favorecer la elaboración de propuestas y proyectos conjuntos. Algunas de sus líneas actuales de trabajo son: trabajo de cuidados, violencia patriarcal, enfoque interseccional, discapacidad y género, empleo doméstico.
Conocé el Protocolo de Actuación ante las Violencias Sexistas de la UNER
**Las fotos son de las fotógrafas Lucía Prietoy Paula Kindsvater