Entrevista a Esther Díaz | Por Andrea Sosa Alfonzo | Foto: Liza Taffarel
Esther Díaz* nos recibió en su casa en el centro porteño. Nos habló de cómo la filosofía le cambió la vida, su trayectoria universitaria; sexualidades, poder y control; el rol del feminismo y un recorrido por las restricciones y libertades conquistadas que condensan en este presente las rebeldías de su actitud punk.
-¿Qué es ser mujer nómade?
-Voy a partir diciendo que lo tomo del tecnicismo de Gilles Deleuze, que a su vez lo toma de Nietzsche y del planteo que hace a través de las tres figuras que marcan el desarrollo de la humanidad. Para Nietzsche hubo una época que podríamos equiparar, como metáfora, a la figura del Camello: el peso de las creencias que nos son impuestas para dominarnos nos hace tener una carga tremenda, como la que tiene el camello naturalmente. La humanidad abrumada por la moral religiosa, la culpa y el peso de los códigos. Esto cambia cuando (este humano) camello, deviene León. Seguramente Nietzsche ahí está pensando en el Renacimiento, en un momento de la Época Moderna con la llegada de la ciencia moderna donde (la humanidad) se saca de encima ese peso tremendo que le otorgaban las religiones opresoras y se pliega a la Razón. La tercer figura es la del Niño, o siguiendo algunos textos de Nietzsche, es la figura de lo que se traduce mal como SuperHombre. Me gusta más la figura del Niño porque todavía no tiene esos códigos que le vamos imponiendo. Nietzsche es antecesor a Freud, pongámonos en la época que cuando piensa en el Niño lo piensa de un modo inocente, no cristiano. El Niño cargado con el peso de las culpas, deviene Nómade. Estas ideas son retomadas por Deleuze quien habla de los códigos que nos aplastan y que nos hacen tan difícil la vida. La culpa, por ejemplo.
En una oportunidad le escuché decir a un director de un instituto psiquiátrico: “Si hubiera una droga que sacara la culpa de los seres humanos, me quedaría sin pacientes”. En última instancia casi todas las locuras provienen de la culpa que nos instala la cultura para dominarnos, tanto sea religiosa como política. De lo que se trataría, es de devenir siempre eliminando los códigos, por ejemplo, los codificantes. Nunca se deviene en varón porque es el que tiene poder. Cuando hablo de machismo no me refiero solamente a algunos varones, sino a la categoría social que atraviesa a toda la sociedad, por lo tanto también a las mujeres. Para cerrar con la pregunta, donde hay devenir es Mujer, porque hasta ahora es la que pierde en esta sociedad. Hay otros devenires, hay devenir animal, que no está codificado. Es decir, el ideal sería el devenir imperceptible. Para ponerlo de otro modo, y lo uno con el posporno que es un tema que trato en algunos de mis libros y conferencias, sería pensar la mujer que deja de ser objeto y deviene sujeto de deseo. Es cierto que en una relación sexual siempre se es objeto, pero lo que propongo es no ser solamente objeto, como en el porno tradicional. Justamente en mi película, antes de una frase de Nietzsche con la que termino, muestro un hecho donde asumo ser sujeto de deseo y no solamente objeto.
–Argentina viene discutiendo en estos últimos años (no porque antes no lo hiciera) cuáles son los lugares que se construyen y disponen para la mujer en relación al deseo y al placer. Las nuevas generaciones vienen trabajando mucho sobre esto y las autonomías, ¿cuál es tu mirada?
-Está ocurriendo la visibilidad, pero todavía no está sucediendo el empoderamiento. Estamos en vías a ello, pero con la gestión actual se han perdido varios derechos que ya teníamos conquistados, y algunos que no pudieron salir, como el del aborto legal. Envidio, en el buen sentido de la palabra, a las jóvenes que hoy salen porque me hubiera gustado en mi época hacer lo mismo, porque pueden enfrentar (al mundo) con esa visibilidad nueva y maravillosa que es la reacción, lo reaccionario. Hegel dice : Cuando una gran máquina (se refiere a una máquina histórica) avanza forzosamente, mata a algunas florecillas adolescentes en su camino. Como ejemplo de lo que ocurrió hace dos años con el Ni Una Menos en Mendoza: un hombre fue a la marcha, la sacó a la mujer y la mató ahí, al costado mismo de la marcha. Y al mismo tiempo, ves acontecimientos como el de Amalia Granata, propuesta como legisladora, defendiendo un discurso en contra de las mujeres. Favaloro ya lo decía: “Si el aborto es legal, no habrá ni más ni menos abortos que los que hay ahora. Lo que va a haber es muchas menos mujeres muertas”. Esto ocurre fuertemente debido a la visibilidad que estamos teniendo las mujeres en relación a esas faltas de derechos. Es un precio que hay que pagar. Lo más interesante del movimiento actual, de la llamada Ola Verde, es que también los varones se han enganchado, en las marchas, con el pañuelo verde. Es decir que hay una toma de conciencia, aunque aún no haya una obtención de derechos, pero vamos por el buen camino.
–En esa lucha por poner adelante el deseo, hay una clave política que es colocar en el centro la corporalidad…
-Por supuesto. Lo personal es político. Una pregunta que se hizo Michel Foucault y que yo replico cada vez que doy seminarios sobre el tema ¿Por qué Occidente colocó tanta energía –y lo sigue haciendo– en meter la moral en el sexo? La respuesta es porque nadie es más manejable que una persona con culpa.
Si vos le pedís o le exigís a un adolescente que no se masturbe y le impones un castigo, le estás pidiendo un imposible, porque todos los seres humanos necesitan masturbarse. Entonces, como no puede cumplir con eso lo que estás haciendo es criar a una persona culpable. La Revolución Industrial inventó máquinas para que la sociedad no se masturbe y que todos sean domesticados. Como Chaplin en Tiempos Modernos, todo el día apretando un tornillo. Así que la respuesta no la tengo, pero sí tengo el problema, lo cual es todo un paso adelante en la libertad del deseo. Nos hemos convertido en problema, y si aún no tenemos el empoderamiento, estamos en el camino al haberlo des-problematizado. No apuesto a que pensemos igual, porque nunca pensaremos igual los seres humanos, pero sí a tener una base en común y así respetar la multiplicidad, las diferencias, las autonomías. Creo que de eso se trata y esta es la lucha que deben llevar las mujeres y las disidencias, las sexualidades diferentes, los niños, adolescentes y los viejos, los que son de color oscuro, las personas que no tienen trabajo y todas las personas que somos víctimas de este poder perverso que quiere beneficiar solamente al varón rubio, de ojos celestes y adinerado.
–El movimiento punk como expresión cultural e ideológica se planteaba desde la rebeldía, la anarquía y desde una construcción antisistema, pero también tenía una faceta autodestructiva. ¿Cómo se vincula todo esto con la filósofa de Filosofía Punk?
-En primer lugar debo decir que en ese título hay una negociación editorial. Si bien asumo una actitud punk en mi vida, es cierto que no me paso todo el día tomando cerveza, escuchando música ni mucho menos lastimándome. Yo le hubiese puesto Filósofa Plebeya, en el sentido de que soy filósofa y académica, en el sentido máximo en el que se puede llegar a la Academia. Ésa fue mi rebeldía, mi actitud punk.
Nací en un hogar donde no se valoraba el estudio y estaba en un medio donde no se podía estudiar bandoneón, que era uno de mis deseos, porque era el mundo de los hombres. Como también lo era la bicicleta con caño. Tampoco me dejaron hacer el secundario, “porque al secundario van los hombres”, no van las mujeres. Lo más doloroso de mi hogar tan represivo y sin conocimiento: mis padres no habían ido al colegio, mi papá no sabía leer ni escribir, mi mamá apenas porque había hecho hasta segundo grado. Sin embargo, tan humildes como eran, me enviaron a un colegio privado primario, de monjas. Mi papá, diariero toda la vida, fue un gran sacrificio para ellos pagar ese colegio privado, pero sabían que el estudio era la única manera de ascenso social. El colegio de monjas fue un lugar muy doloroso porque me hacían bullying (aunque no existiera la palabra en la época) ya que iban las hijas de los doctores, por poner un lugar común, y yo, la hija de un diariero. A mitad del siglo pasado y con la falta de capacidad intelectual que teníamos en mi casa, los únicos médicos y doctores que yo conocía eran médicos y abogados, pero yo no quería ser eso, quería ser la doctorcita. Todavía no sabía de qué y no conocía aún la filosofía. Así que para ese tipo de hogar y ese tipo de crianza, fue totalmente disruptivo que quisiera hacer una carrera académica. Fui ama de casa, casada con un golpeador, divorciada y con hijos. Tenía 26 años cuando empecé con esto. Era peluquera en Ituzaingó, para ganarme la vida y mantener a mis hijos. En ese momento, era todo un estigma para mí no haber estudiado y me sentía vieja para estudiar. A los 26 años en esa época, era vieja realmente. Y si la muerte me alcanza en mi camino, hoy diría después de haber leído a Sartre, mi trayecto originario.
Así que visto fuera de contexto todo parecería más bien concesivo. Sin embargo fue rebelde. Mientras aparecían las contraculturas fuertes como los hippies, yo batía pelos y lavabas pañales.
Me perdí todo eso maravilloso que comenzó en los ´60. Lo descubrí cuando empecé el secundario, la mirada de los otros me hizo ver que tenía ciertas capacidades diferentes, y efectivamente, empecé a rendir libre e hice el secundario especializado en letras en dos años. Ahí ya tenía claro que iría a Filosofía y Letras, tenía 29 años. Entrar a la UBA, era como tocar el manto sagrado. Cuando vi mi nombre entre los que habían aprobado, te puedo decir que fue el día más feliz de mi vida.
Desde que vi esa rebeldía, sus expresiones contra la guerra de Vietnam, Hacer el amor no la guerra, las flores y toda esa maravilla que duró poco porque se autoinmolaron por las drogas y porque molestaban a la sociedad, entonces fui hippie, por la estética y por los ideales. Pero ya para los ´80 era una antigüedad ser hippie. Entonces comencé a interiorizarme por esa especie de “cínicos de la antigüedad” que eran los punk. Con el advenimiento de la democracia ingreso al tan deseado doctorado y al mismo tiempo cambio look y manera de pensar. Me adhiero a esta actitud punk (considerá que actualmente estamos en la tercera generación punk, en lo que llamamos un post punk). Pude ver videos de Inglaterra donde se lastimaban a sí mismos. Lo único que les queda de esa agresividad es algo que no soporto, que es escupir. Cuando la Editorial me insiste con el nombre llegué a la siguiente conclusión: yo sé escribir libros, pero seguro que los que saben vender libros son ellos. Accedí al título y estoy contenta porque me ha permitido repensarme a mí misma: me gusta escupir conceptos para ver si hago temblar un poquito a esta sociedad.
Lo punk para mi es vestirme como se me dé la gana, hacerme un lifting o botox, no para tapar la edad sino porque no me gustan las arrugas.
Cuando comenzó a proyectarse Mujer Nómade preguntaba cuáles son los fundamentos sobre que es más digno envejecer con arrugas. Lo que hay es prejuicio. Ponerse botox u operarse, es una extensión del maquillaje y me di cuenta que en la película (sin buscarlo) estábamos atacando uno de los prejuicios machistas. Así como otro: que las mujeres no podemos andar con hombres más jóvenes.
Soy una pionera en ciertas cosas y eso se paga con el cuerpo. El mío tiene las marcas del poder, sobre todo académico.
(Gregorio) Klimovsky me maltrató, fue un golpeador psicológico y académico. En ese momento la lucha que tenía fue permitirme pensar diferente, molestar al status quo, y no me deba cuenta que era por ser mujer. Como retoma de los clásicos Michel Foucault, no me arrepiento de decir la verdad sin medir las consecuencias.
-Hay un diálogo entre lo público y lo privado donde nos disponemos a actuar con otras/os. Las mujeres y disidencias comenzamos a reivindicarnos en el espacio público donde esos diálogos interactúan todo el tiempo. ¿Qué te pasa a vos cuando pensás en estas problemáticas?
-Increíblemente somos más griegos de lo que pensamos, en el sentido que regresamos a algunas prácticas y costumbres democráticas que tanto admiramos. Lo hicieron a costa de tener miles de esclavos trabajando para ellos. Aristóteles decía que la única manera de tenerla era “no tener que preocuparse por tener la comida lista, el baño, el cuidado de los hijos, solo dedicarnos a la democracia”. En esa discriminación entraban las mujeres, escondidas. La idealización que tenemos de esa democracia es que ellos pasaron a la historia como estoicos. Creíamos que lo habían inventado los cristianos, pero gracias a Foucault que en su libro Confesiones de la Carne, sabemos que los cristianos tomaron de los griegos la confesión y el examen de conciencia: decir públicamente lo que consideran pecado. Lo privado en los griegos era político. Y este significado viene de polis, la relación del Otro con la ciudad. Político es sinónimo de poder. En toda relación, hay una relación de poder. Luego en la Modernidad se va a implementar el confesionario para que lo privado ya no sea público, es decir, no es político. Actualmente y con los medios masivos de comunicación, lo privado pasó a ser público, no estamos en ninguna novedad histórica. Esto refuerza que lo privado, lo personal, es político.
-En esta charla nombraste a varios pensadores varones, ¿te encontraste durante tu trayectoria académica con pensadoras mujeres?
-Por supuesto, pero cuando entré a la Academia sabía por qué no había pensadoras mujeres, y obviamente era porque no teníamos el poder. Las mujeres griegas tenía dos festividades al año, en cierto modo como es el carnaval: en una noche largaban todas las pulsiones y los varones las toleraban, esa palabra horrible pero que a veces la necesitamos. Lo digo en el sentido de que no hay poder que se sostenga, si no permite una válvula de escape. Y esto lo sabemos quienes hemos criado hijos, por ejemplo, si el poder continuamente reprime, en algún momento se agota o produce la locura.
No es casual que después de Nietzsche, que es el primero que rompe con las tradiciones de la filosofía platónica que separaba el cuerpo del alma, y el cuerpo que es de lo único sobre lo que estamos seguros, no tenía ningún valor, es cuando empezamos a ver a Simone Weil, Hannah Arendt y recién en nuestro siglo es cuando las mujeres aparecemos como filósofas, tal como ocurrió en otras disciplinas, pero la filosofía fue la más fuerte sojuzgada por el poder machista.
–Quiero recuperar parte de lo que charlamos, tu historia de vida, los mandatos y lo que debía ser, el ingreso a la Academia haciéndote un lugar a los pechazos para ponerlo en el contexto actual que tiene un signo de época con la revolución de las hijas.
-Mi situación hoy, es maravillosa, sin tener en cuenta los dolores que arrastro y voy a arrastrar toda la vida cuando perdí a mi hija y mi hijo. Yo que hacía teorías sobre el duelo pero que ahora lo vivo en carne propia que el duelo es tener un vacío de por vida. No existe una palabra para nombrar esto, porque es innombrable e inefable que mueran los hijos. Esto quiere decir que la vida continúa con un vacío. Esto marcó una bisagra en mi vida. Quiero mencionarte que casi no he soñado con mis hijos, sin embargo hace unos días soñé que estaba en un lugar pero me tenía que ir, tomar un tren, un avión, un coche….Me tenía que ir y no sabía cómo. La veía a ella, a 20 metros míos, y a él, a media cuadra pero ellos no me veían a mí. Y les hablaba: “¿Cómo viajamos, cómo hacemos para irnos de acá?” pero ellos no me hablaban. Ahí me di cuenta que el duelo es el silencio irreversible. Así es mi vida ahora, aún algodonada, es mejor que la vida de las prohibiciones.
Todavía no hemos ganado derechos, hemos ganado visibilidad. En el tercer milenio, sigue vigente lo mismo que sufrí de adolescente, a los varones se los educa para que cuantas más mujeres tengan mejor. Esto es paradigmático, todavía nos falta muchísimo.
En la película por ejemplo, me mostré desnuda, me cuesta verme en esa pantalla de 15 metros pero cuando veo que las mujeres y los hombres se identifican conmigo porque quisieran pasar esa barrera y que a partir de eso, hay cambios en su vida, me siento bien con esa actitud contestaria contra los represores, contra la injusticia de la inequidad. Incluso, tampoco creo que esto se logre necesariamente comenzando con el lenguaje, las investigaciones profundas las deberíamos hacer en el poder, empezando por las instituciones. Instituciones como la Iglesia Católica no le permite ningún poder a la mujer, sin embargo, permite a los varones disponer sobre nuestros cuerpos y libertades. Las mujeres pueden entrar al ejército pero son sodomizadas y no conozco ninguna Tenienta Generala, las enfermeras siguen siendo un apéndice de los médicos, el patriarcado también está ahí. Me doy cuenta que de chica, ya era feminista desde la práctica, me vestía de varón porque quería sentirme del lado del opresor, es decir, quería libertad. Paul Nissan, decía en los sesenta “en ese momento de mi vida tenía 20 años y no permitiré que nadie diga que es la edad más feliz de la vida” y me identifico totalmente con eso porque empecé a respirar a los 50 años: cuando dejé de tener la menstruación (un castigo que nos dio la naturaleza), y ahora estoy viviendo en el futuro. Lo terrible de la muerte es la decrepitud, obviamente no le tengo miedo si mis hijos la atravesaron cómo yo me voy a permitir tener miedo a la muerte. La vida fue muy dura conmigo pero me dejó sobrevivir con estas libertades subjetivas y con estas libertades sociales.
-Te escucho y pienso ¿qué te falta, qué resta alcanzar?
-Tiempo para estudiar más, me siento en deuda con los autores de los que soy especialista. Pensemos en un Nietzsche, en Foucault, en Deleuze. Necesitaría más tiempo para volver a ellos. Sin embrago, nunca vi a estos filósofos en mi carrera y cuando me especialicé en ellos me di cuenta que podía aplicarlo a mi vida cotidiana. Necesitaría tiempo para tener más conocimiento en todas sus expresiones, sentirme más segura de mí misma y poder aplicar todo ese bagaje, que es principalmente occidental, a nuestras realidades.
-En 2019 se cumplen 70 años de la Gratuidad Universitaria. ¿Cuáles crees que son las urgencias que necesitamos pensar en este nuevo aniversario?
-La primera urgencia, ya lo dijo Karl Marx, es el aspecto económico. No hay independencia sin independencia económica, no hay crecimiento sin base donde sostenerse. Desde la explosión de la tecnología a mitad del siglo pasado con la fisión del átomo al presente, es imposible pensar en una educación de excelencia sin esa base. Desde el Jardín de Infantes, hay saberes vicarios que vienen desde el hogar y lo han construido como sujeto. ¿Por qué pretenden que de la docencia salga la excelencia del alumno? Hay que tomar mucha conciencia en la diferenciación entre la educación sistemática y los saberes vicarios, que son los que nos constituyen como sujetos, y luego por añadidura, viene la educación sistemática. Uno de los grandes desafíos que tenemos los educadores es cómo hacer equilibrio entre el mandato y el rechazo a ese mandato. Por un lado tenemos que enseñarles las normativas de la sociedad pero también debemos enseñarles la resistencia, porque todo poder debe ser resistido y ahí me veo, a los docentes, como equilibristas. Por ejemplo, para poner un paradigma, cómo hablar de sexualidad sino permiten enseñar la ESI a pesar de que existe una ley que lo avala y que existe la demanda real.
El mito de Sísifo, condenado a levantar todos los días una piedra enorme que tan pronto como llegaba a la cima se caía, sin embargo, hay que imaginarlo desde la resistencia a esa repetición. Queremos tener la verdad completa, con moñito y cerrada, pero eso no existe. El trabajo que tenemos es no perder la conciencia, un pueblo que pierde los valores patrios, que pierde la identidad, que pierde lo que significa el 24 de marzo para los argentinos y para el mundo, es un pueblo que está en decadencia. No hay algo que nos separa, sino que hay algo que nos une sabiendo que somos múltiples y que habrá diferencias.
-¿Hay algo más que nos quieras compartir?
-Cerrar diciendo que un buen reportaje es casi como una sesión de psicoanálisis, la pregunta que nos hace el Otro y que no te habías hecho a vos misma, es una manera de seguir conociéndote. Volvemos a los griegos, y algo que no trascendió en la historia y es lo que decía el Oráculo de Delfos: Conócete a ti mismo, pero no demasiado.
*Es Doctora en Filosofía por la UBA. Docente universitaria en la UNLA y UBA. Va por la tercera generación de estudiantes. Es la primer Doctora argentina especializada en Michel Foucault y lo menciona con mucho orgullo. Escribió mayormente libros de filosofía pero también publicó algunos relatos sobre sexualidad. Se dio cuenta que la enamora escribir narrativa, por eso va a insistir en este género para pensar el deseo. Su último libro, “Filósofa Punk. Una memoria”, editado por Ariel, reúne sólo una parte de su vida porque es tan larga que hubiese sido imposible volcarla en un libro. Ganó el Cóndor Revelación por su participación en el documental “Mujer Nómade”. A los 80 años, dice que la filosofía la salvó y es su modo de ser.