Por Aquiles Diaz | Foto: Captura de video Télam y Getty Images
El Mundial de Qatar 2022 cargado de homofobia. Las declaraciones de odio hacia la homosexualidad que ya habían estallado el debate en uno de los principales eventos deportivos a escala global, tienen un nuevo capítulo: la prohibición de asistir a los partidos con banderas de la comunidad LGBT o demostrar afecto en lugares públicos. La homofobia amparada en la religión o en las diferentes culturas, está en la mira, junto con la designación del país de Medio Oriente como sede del mundial de fútbol.
Al mensaje “la homosexualidad no está autorizada” se sumaron las declaraciones de los últimos días de parte de una de las mayores autoridades del área de seguridad del Mundial de Qatar 2022, quien afirmó que serán retiradas todas las banderas LGBT que las personas desplieguen en los estadios durante los partidos. El mayor general de la policía, Abdulaziz Abdullah Al Ansari (Director del Departamento de Cooperación Internacional y presidente del Comité Nacional Antiterrorista del Ministerio del Interior) refirió en una entrevista a la Agencia AP que “si él -sic, refiriéndose de forma binaria a una persona de la diversidad sexual- ondea una bandera arcoíris y yo se la quito, no es porque yo realmente lo quiera, que en verdad se la quiera quitar e insultarlo, sino más bien para protegerlo’’. Además, aclaró que no podrán realizar demostraciones de afecto en público: “Reserven la habitación juntos, duerman juntos, eso es algo que no nos incumbe. Nosotros estamos aquí para organizar el torneo. No podemos cambiar las leyes. Uno no puede cambiar la religión durante 28 días de Copa del Mundo», señaló Abdulaziz Abdullah Al Ansari.
El funcionario consideró que las personas de la comunidad LGBT deben comprender que es una cuestión cultural, y que todo acto de afecto o la utilización de las banderas, será entendido como “un acto político o para manifestarse” y aclaró: “ver el partido es bueno pero no venir a insultar a toda la sociedad por esto”.
Recordemos que cuando apareció el mensaje contundente y negacionista hacia la homosexualidad como algo prohibido, el eco resonó, primero, en el ambiente futbolístico mundial y luego, en el entorno deportivo. Después por supuesto, quedaría resonando en la sociedad. Todo deporte es político. Lo cierto es que esa frase más que desafortunada ya invalidada culturalmente a esta altura, salió de la boca de Nasser Al-Khater, presidente del Comité Organizador del Mundial Masculino de la FIFA Qatar 2022.
Toda conquista de derechos implica colisiones culturales
El mundial en el país de Medio Oriente será, cuanto menos, extraño. La sede, elegida en 2010 en medio del escándalo del FIFA Gate, se realizará entre noviembre y diciembre, verano argentino, invierno del “Primer Mundo”. Es ese mismo mundo el que debate el límite de los Derechos Humanos en el país y en el Golfo Pérsico, porción del mundo regido por las monarquías ricas en petróleo y gas, pero pobres en garantías jurídicas. “Para un boicot, llegamos diez años tarde”, dijo el mediocampista alemán Joshua Kimmich luego de realizar protestas contra el mundial venidero.
Al-Khater ya había prometido que los simpatizantes de la comunidad LGBT que quieran ver los partidos estarán autorizados, pero con una condición: “No podrán dar muestras de afecto en público”. Como justificativo, esgrimió que “Qatar y los países vecinos somos mucho más conservadores. Pedimos a los aficionados que respeten eso”. La polémica viajó casi tan rápida como las palabras. Los límites entre el “respeto” y la homofobia, así como los cruces interculturales que un evento tan masivo y mediático puede suscitar junto con la corrupta elección del país de Oriente como anfitrión, se pusieron en juego mucho antes de que una pelota ruede por los costosos estadios.
El Mundial, gran vidriera global y de suma importancia para el sportwashing de Qatar, resultó también un gol en contra. Problemas que antes eran asuntos internos, como la homofobia estatal, se transformaron ahora en un problema de escala mundial. El planeta es quien decide ahora quién respeta los Derechos Humanos y quién no. Qatar recibe con los brazos (no tan) abiertos a los extranjeros, pero ellos pondrán el grito en el cielo.
La ley qatarí: Sharia, islam, moral y cárcel
Según un informe de la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas de 2020, los actos sexuales consensuados entre personas del mismo sexo son legales en el 64% de los 124 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En un tercio de la población, las prácticas sexuales entre personas del mismo género son castigadas por la ley. La mayoría de los países en los que son ilegales esas prácticas, es en naciones de Asia (52%) y África (59%).
En el país organizador del próximo Mundial, la homosexualidad es castigada hasta con siete años de cárcel. El artículo 285 del Código Penal Qatarí (2004) establece que quien «copule con un varón mayor de dieciséis años de edad sin coacción, coerción o ardid será castigado con una pena de prisión de hasta siete años». La misma pena se aplica «al varón que dé su consentimiento».
La Constitución qatarí tiene como pilar fundamental a la Sharia, un conjunto de códigos éticos y morales derivados de la tradición islámica. Si bien tiene un Código Penal, este está basado en la Sharia. En otros casos, ésta es utilizada a nivel estatal, como en Arabia Saudita y otros países todavía más conservadores.
En 2013, Qatar fue uno de los países del Consejo de Cooperación del Golfo que estudiaban la posibilidad de prohibir que les extranjeres gays, lesbianas, bisexuales y transgénero trabajaran en la región, iniciativa propuesta por Kuwait. Especialistas sugirieron que el país de Medio Oriente dio marcha atrás en esta decisión sólo como resultado de importantes críticas internacionales, a la luz de un posible boicot a la Copa Mundial de Fútbol de 2022. La pelota no se tenía que manchar.
La situación de estas personas en ese país es sumamente hostil. No está permitido que las asociaciones “participen en cuestiones políticas», por lo que el margen de acción para estos grupos es mínimo o nulo.
La FIFA en la encrucijada
El lateral derecho Josh Cavallo, australiano que juega en el Adelaide United, fue el primer jugador de fútbol en decir públicamente que es gay. Más adelante, reveló su miedo: «Leí que Qatar aplica la pena de muerte a la gente gay, esto me hace no querer ir allí». Y el miedo de muchos/muchas está basado en que en relación a los aspectos legales, el artículo 1 del Código Penal ordena a los tribunales aplicar la Sharia para la zina. Los tribunales pueden basarse en esta disposición para imponer la pena de muerte por actos sexuales consensuales entre personas del mismo género, si se los interpreta como una forma de zina, aunque no está claro si hubo sanciones de este tipo en casos previos. «El Mundial es uno de los mayores logros de un futbolista, y saber que es en un país que no apoya al colectivo gay y que pone en riesgo nuestra propia vida, me aterra”, dijo Cavallo.
Por su parte, el jugador alemán Toni Kroos también apuntó contra la organización de Qatar 2022 en un podcast conjunto con su hermano: “Creo que la adjudicación de la Copa del Mundo a Qatar no fue algo bueno por varias razones: la primera, son las condiciones de los trabajadores, y luego el hecho de que la homosexualidad está penalizada”.
La encrucijada está planteada. Mientras tanto, numerosos movimientos se pronunciaron a favor de colectivos que reclamaban por sus derechos en el fútbol. La postura inflexible de la Premier League contra el racismo, por ejemplo, hace que todos los jugadores se arrodillen antes de comenzar el partido. También, en ciertas ocasiones, los brazaletes de los capitanes de los equipos ingleses toman el color de la bandera del orgullo gay.
Esto fue lo que hizo el capitán de la selección alemana, el arquero Manuel Neuer, pero en un partido de la Eurocopa 2020 ante Hungría. El gesto no operaba sobre el vacío. Alemania había quedado agrupada con Francia, Portugal y Hungría. Recientemente, Hungría había sido objeto de polémicas respecto a una ley que había sancionado el Primer Ministro, Viktor Orbán, que estaba originalmente dirigida a endurecer los castigos por abusos sexuales a menores. Sin embargo, su versión final incluyó la prohibición de la “promoción” de la homosexualidad y el cambio de sexo para menores de 18 años. La UEFA, claro está, tomó cartas en el asunto. Abrió una investigación para esclarecer si el gesto de Neuer merecía algún tipo de sanción. La organización veta “cualquier tipo de manifestación política o ideológica dentro de los estadios”. La jugada generó revuelo. A los dos días, la investigación se suspendió. Sin embargo, la disputa continuó. La UEFA se negó a permitir que el estadio Allianz Arena de Múnich fuera iluminado con los colores del arcoíris para los partidos de la Eurocopa 2020, como protesta contra la ley húngara. La organización fue criticada por grupos LGBT por alegar que, como organización «neutral», estaba obligada a rechazar una solicitud de naturaleza política. El ministro húngaro de Relaciones Exteriores, Peter Szijjarto, elogió la decisión de la UEFA y aseguró que es «peligroso mezclar el deporte con la política». Ajeno a la realidad, parece que a Peter nadie le avisó que ya están mezclados hace rato.
Discriminación en otros deportes, el fútbol no es la excepción
Uno de los deportes históricamente más homofóbicos es el automovilismo. De hecho, la Fórmula 1 es una categoría “sin género” pero nunca corrió una mujer. El piloto multicampeón británico, Lewis Hamilton, aseguró hace unas semanas que no se sentía cómodo compitiendo en Arabia Saudita. Los árabes, aún más conservadores que los qataríes, sí tienen pena de muerte para quienes tengan relaciones del mismo sexo. «Pero esta no fue mi elección. Nuestro deporte ha elegido estar aquí y sea justo o no, creo que, mientras estemos aquí, todavía es importante trabajar un poco para crear conciencia». Y así fue. Lewis utilizó un casco con la bandera del orgullo gay, la misma que había portado en Qatar una semana atrás.
Sebastian Vettel, alemán multicampeón de Fórmula 1, organizó un evento de karting para mujeres. Ese país prohibió a las mujeres manejar hasta 2018, así como también prohíbe vestirse con libertad, casarse, divorciarse o transitar los espacios públicos. Los kartings, fueron verdaderos vehículos de lucha.
La pelota sí se mancha
En un Mundial malparido por el escándalo del FIFA Gate, la contradicción es jueza. ¿No debió ser contemplado todo este “conflicto cultural” o más bien político, antes de elegir la sede? Pareciera que se privilegió un torneo que concurrió al Golfo Pérsico en busca de nuevos mercados a contrapelo de las campañas contra la homofobia o el racismo y en oposición a los movimientos que buscan ampliar los derechos de distintos grupos.
El paso que se está dando mundialmente no es tan simétrico y sincronizado como se pensaba. Hace más de 25 años, Diego Maradona y Claudio Caniggia protagonizaron un beso que hoy es mural y efemérides. Por el contexto, un Superclásico; por las figuras que eran y aún son; y por “El beso del alma” o “El beso de Dios”, como lo bautizaron los diarios de la época. Ese día, “Dios” olvidó su moral y see puso en primera plana la homosexualidad y la homofobia en el fútbol. Hoy, en nombre de Dios, en Qatar esos besos están prohibidos y tienen pena de muerte.
El deporte, sin embargo, jugará un rol crucial en este aspecto. Y mientras tanto, la pelota sigue rodando y el Mundial comenzará en el Estadio Al Bayt, de Jar, a las 7 de la mañana hora de Argentina, el 21 de noviembre de 2022. Por su parte, la selección argentina -cabeza del Grupo C- hará su debut el 22 de noviembre en el campo de juego de Lusail Stadium ni más ni menos que frente a Arabia Saudita.
Lo cierto es que desde el inicio, entre petróleo, dólares y lujos, la pelota blanca ya estará teñida de los colores del arcoíris. Toda conquista de derechos implica colisiones culturales, morales y de intereses amplios. Pero antes de que comience algún partido, la pelota multicolor se resiste a salir de juego.
1- Es un término amplio que se entiende comúnmente como “relaciones sexuales ilícitas” y que abarca el adulterio y la fornicación. Dado que ninguna relación sexual fuera de un matrimonio heterosexual tradicional se considera lícita bajo la Sharia, la zina abarcaría las relaciones sexuales consensuales entre personas del mismo sexo. Considerada como una ofensa contra Dios, es considerada como merecedora del castigado de flagelación en el caso de hombres solteros, y la muerte por lapidación en el caso de hombres casados.