El acceso de jóvenes al mundo laboral implica pensar los múltiples factores que atraviesan sus expectativas, el diseño de políticas estatales y la configuración de un futuro que se construye sobre incertidumbres.
Por Gabriela Romero* | Fotos: Colectivo Manifiesto, Anita Pouchard y Colectivo Rabia.
Las transformaciones del mundo del trabajo repercuten en el conjunto de la sociedad. El interés por los jóvenes y el trabajo es reciente en nuestro país. El informe de situación sobre juventud de Cecilia Braslavsky (1986), constituye un punto de partida fundamental que abarcó a todo el territorio nacional. En este informe surge como principal actividad de los jóvenes el trabajo, de ahí que no es casual que los primeros estudios de juventud en nuestro país estuvieran centrados en la cuestión del desempleo.
En América Latina también abundan los estudios que plantean las tensiones que acarrea la inserción laboral de los jóvenes. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), a través de sus diferentes informes, plasma la condición de vulnerabilidad de los jóvenes, por un lado en cuanto a las dificultades en el proceso de integración al mercado laboral, y por el otro, en el trabajo en condiciones “inadecuadas”.
“La juventud no es más que una palabra”
Esta frase que sintetiza el sociólogo francés, Pierre Bourdieu, nos invita a considerar que, cuando hablamos de jóvenes, no debemos olvidar que la desigualdad social atraviesa esa categoría. Para mirar entonces, el trabajo y los jóvenes, debemos tener en cuenta la necesaria contextualización política, social y económica y comprender que es necesario hablar de juventudes, en plural.
En la contemporaneidad, una gran cantidad de jóvenes en nuestro país siguen estableciendo como una relación fundamental la que vincula educación y trabajo: “Estudiar, para tener un trabajo digno, estable y reconocido”, refieren muchos jóvenes. Esto circula, aún sabiendo que mayores credenciales educativas no garantizan el acceso al trabajo o el acceso a un trabajo acorde a esa educación recibida. Son numerosos los jóvenes que aceptan puestos de trabajo para el cual se encuentran sobreeducados, empujando cada vez más afuera del mercado de trabajo a los que menos credenciales educativas tienen. Si el estudio es un mandato lo es en función del trabajo, quesigue siendo considerado como la llave, el instrumento y la forma de alcanzar la movilidad social, así como de permitir la sobrevivencia diaria.
Para los jóvenes la estabilidad es una característica importante que debe reunir un trabajo y esta constatación surge del reconocimiento que realizan del contexto de precariedad creciente en las relaciones laborales. Hoy esto se manifiesta en el acceso a empleos temporales, sin registrar, sin cobertura social, con extensas jornadas de trabajo y bajos ingresos. Asimismo, es necesario agregar que si bien el trabajo en blanco y el trabajo estable son percibidos como un logro, los jóvenes realizan distinciones cuando el trabajo en blanco no es suficiente, es decir cuando sus bajos ingresos no alcanzan para vivir. Así como las dimensiones que puede adquirir la idea de estabilidad y aspirar a “un trabajo que dure”, está vinculado a un horizonte temporal basado más que nada en el presente. La duración también adquiere otras dimensiones: no se trata de una estabilidad pensada “para toda la vida”, sino de una estabilidad que permita trascender este puro presente, una estabilidad pensada en plazos de meses, o incluso, semanas.
La forma en que los jóvenes se insertan en el mercado de trabajo, con experiencias de rotación y restricciones para la movilidad en los puestos de trabajo, nos muestran que la precariedad con que los jóvenes inician su inserción laboral puede extenderse y convertirse en un “estado estable”.
Los otros trabajos
Hay otro tipo de trabajo con el que se obtienen resultados rápidamente. Algunos jóvenes lo definen como un trabajo, porque de eso viven:el trabajo de “traficar y vender” drogas. Tal vez estos jóvenes están mostrando que se pueden transgredir de alguna manera los mandatos parentales, y que hay otras formas, más allá del sacrificio y de los años de estudio, o del estudiar para “ser alguien”.
Hablar hoy de trabajo no puede dejar de vincularse con el desarrollo de los planes sociales en nuestro país, que han influido en la concepción misma de trabajo, y en los debates y discusiones que se dan en torno a esta relación. Hay que considerar además que la respuesta estatal ante la desocupación en forma de planes sociales, es un fenómeno que se lo puede considerar relativamente reciente. En este sentido, es importante reconocer las huellas que el Estado deja en los jóvenes y sus familias, y volvemos una vez más, a la necesaria vinculación que nos mostrará, en este caso, cómo es la relaciónque se establece entre el Estado, a través de sus políticas, y la sociedad. ¿Qué forma adquiere la presencia estatal? ¿Para qué trabajos están pensadas las políticas estatales dirigidas a los jóvenes? ¿Se posibilita la ampliación de la ciudadanía?¿En qué medida influyen las políticas en los procesos de autonomía de los jóvenes?
Profundizar en los jóvenes y el trabajo es abordar cómo estamos apostando a la construcción de nuestro futuro como país, cómo se está pensando la inclusión, la ciudadanía, el trabajo y la libertad en un sentido amplio.
*Docente, investigadora y extensionista de FTS-UNER.