Por Marlene Wayar* | Fotos: Gala Abramovich y Paula Kindsvater
(…)** Debemos crecer con esta primer claridad: nos estamos construyendo y cada día soy la mejor versión de mi misma. Para ello, el contexto es importantísimo, pues somos uno de los tantos textos en un contexto que nos pre-existe…
(…) Mi estrategia manifiesta era: No les voy a explicar qué es ser «travesti/transexual» y la larga nomenclatura «T» y/o «lo queer». No quiero hacerles perder tiempo. Yo quiero que puedan abordar lo Trans en ustedes y lo comprendan desde un acercamiento implicado. Nos observamos en nuestras infancias y vemos las violencias que cada quién padeció por el régimen heterosexista y adultocéntrico, aquello anhelado y aplastado, le prestamos voz y oído a nuestra propia niña/o y todo aquello que vivió como falta, como pactos rotos entre el mundo adulto y esa infancia. Luego nos preguntamos: ¿qué de común hay entre cómo yo me soñé y un hombre o una mujer? Queda muy poco de taller por delante y emprenden la retirada aún sin saber hacia dónde. No interesaría en la experiencia travesti QUÉ soy y cerrarlo en algún momento; más bien que voy siendo hoy la mejor versión de mí. Y sí interesa drásticamente qué NO SOY (no soy Adolf Hitler, George W. Bush, Donald Trump, Jorge Rafael Videla, Papa Benedicto, Francisco Pizarro, ni Tomás de Torquemada, perfectos hombres todos ellos; tampoco soy la Reina María I de Inglaterra, Irma Grese, Condoleezza Rice, Isabel Perón, ni Patricia Bullrich, perfectas mujeres todas ellas). En una mesa micro o macro política dejamos en claro: no es tan necesario afirmar si soy travesti, trasngénero, transexual o género no binario; sí interesa qué NO SOY: no soy fundamentalista religioso/a, genocida, ladrón/a, asesina/o, violento/a, torturador/a, terrorista, etc. Por ende, con esa nostredad que me conoce y conozco en las posiciones más oscuras y las más frágiles, sabemos qué se puede esperar de cada quién en el grupo. El NO nos define tanto o más que el SÍ. ¿Qué sería de la figura si no existiera el fondo? Y si yo estoy obnubilada por mi egocentrismo, ahí encuentro la ayuda, con esas voces grupales que al ponerme al centro me pueden ayudar buscando las estrategias que les fueron útiles en algún momento y situación. Y un llamado a la acción: no quedarme encerrada con la excusa del miedo.
Regresemos a la idea: la infancia como ese tiempo y cartografía donde podemos construir una tercera opción a la dicotómica propuesta entre Identidad/Yo-Otredad, el poder como posibilidad de construir Nostredad, posibilidad valiosa para enarbolar nuestras voces. La humanidad está hasta hoy entendida como la realidad sistémica heterocentrada hombre-mujer, de cuyo entender binario venimos teniendo resultados tales como que desde que enunciaron la ley primera, «No matarás», la muerte ha venido siendo el negocio más productivo del sistema en lo macro: civilizaciones heterosexuales contra civilizaciones heterosexuales. Y en lo micro, familias y hogares heterosexuales violentando, expulsando y hasta matando por acción y omisión a sus infancias. Entonces, desde la Teoría Trans Latinoamericana afirmamos que «No queremos más ser esta Humanidad» (Susy Shock) y al decirlo intentamos salirnos del par sistémico: «No soy hombre, no soy mujer, hoy voy siendo travesti». Este gerundio explica mi sólo por hoy pero no lo cierra a crisis y transformación. Iré viendo si desde mi compromiso y amor responsable me saldo de esa topografía otra, ajena y opresiva, para desde mi lugar y tiempo hacer una crítica con todos aquellos registros que poseo, desde los que puedo confrontar cualquier teoría para situacionalmente ratificar o rectificar cualquier constructo teórico, todo saber.
Con nuestros saberes maricas, tortas y travas infantes ponemos en crisis la piedra nodal del sistema heterosexual, la responsabilidad social de las funciones paterno-maternales. Nadie nace como pertenencia de papá y mamá. No hay ninguna creencia que sostengan papá y mamá que nos tenga que regir la vida: su religión, su filosofía se viven y laten en la casa pero el derecho superior de niños, niñas y adolescentes es el de recibir toda la educación, información y posibilidades de indagación del Estado. El estado debe tener como eje estructurante las funciones paterno-maternales incorporadas en términos estrictos de responsabilidad que marquen el sentido de sus acciones. Un Estado sin la lucidez de entenderse en las funciones paterno-maternales y responsabilidades que se desprenden de allí y las consecuentes acciones que le demandan implementar no es otra cosa que un fracaso político, de esa sociedad y de ese gobierno y ese territorio es un territorio devastado. Esa devastación es también, y antes que nada, de la niñez.
¿Complejo? Esforcémosnos más. Es simple.