La obstinada vigencia de ese mundo acústico de la realidad

Por Oscar E. Bosetti* | Fotografía: Gerardo Iglesias | Intervención gráfica: Laura Besel

 

De manera cíclica la radio se enfrenta al manifiesto de quienes le auguran su definitivo final a manos de otras tecnologías y dispositivos. Lo cierto es que tras un siglo de vida ininterrumpida surgen nuevos desafíos sobre el permanecer de la Comunicación Radiofónica, algunos de ellos insisten en explorar las posturas y matices de un diálogo que se continúa tramando con otras y con otros.

La radio se reinventa una vez más. En la era de internet,

 es un medio expandido, transmite por ondas hertzianas y

busca su lugar en redes sociales, telefonía,

televisión por suscripción,  prensa digital y portales de música.

Desde múltiples configuraciones, la radio va en contra

 de las previsiones más pesimistas y emerge, cada vez más,

como banda sonora de la vida cotidiana, como un espacio

de manifestación social, cultural y político donde no solo

podemos escuchar los sonidos del mundo, del país y de la ciudad,

 sino que debemos tratar de hacernos oir.

Marcelo Kischinhevsky (2017)

 

 

Introducción

De manera cíclica, recurrente, pertinaz la Radio se enfrenta al manifiesto, obcecado  designio de quienes le auguran su definitivo final de ciclo a manos de otras tecnologías y dispositivos. Paralelamente, otras miradas y enfoques más optimistas tematizan acerca de los desafíos que debe enfrentar este medio próximo a cumplir su primer siglo de trayectoria constante, ininterrumpida.

En ese contexto de referencias y debates, no siempre se reflexiona en torno a las razones que sostienen su vigencia, su imperturbable sobrevivencia en un ecosistema de múltiples pantallas, sistemas que enredan públicos y contenidos, y narrativas que experimentan sus propuestas transmedia e intertextuales en variadas multiplataformas  digitales.

Estas líneas ensayan algunas reflexiones sobre el permanecer de la Comunicación Radiofónica mientras ocurre un acelerado “intercambio de información entre individuos por las redes sociales, el desarrollo de comunidades en torno a la culturas de la visualidad y el alto consumo de las audiencias en todo tipo de esferas, constituyen parte de la ecología de medios actual donde las historias encuentran múltiples canales y formatos para la propagación de los mensajes.”[1]

Este artículo también anticipa algunas de las temáticas insoslayables que se debatirán en las XIII Jornadas Universitarias “La Radio del Nuevo Siglo” que, entre el 25 y el 28 de septiembre  se desarrollarán en la Facultad de Ciencias de la Educación de nuestra Universidad. Allí, una vez más, docentes de los Talleres y Asignaturas vinculadas con la Radio, investigadoras e investigadores de Argentina, otros países de América Latina y Europa,  profesionales del periodismo, graduadas y graduados y estudiantes compartirán una Agenda de Actividades auspiciada tras el provocativo, inquietante, disparador “Radios de (s) generadas:  Medios y Modos Diversos de Producir y Escuchar”

 La esencia de la Radio: El sonido

Desde aquellos albores tumultuosos en el Siglo XX, la Radio se instaló como la nave insignia de los mass media y todo se debe a una impar y no menor razón: el Sonido.

Los seres humanos conocemos, construimos y basamos nuestro universo comunicativo en el Lenguaje Fónico. Inclusive, el Lenguaje Gráfico e Icónico se aprende a través del Sonido. Las primeras convenciones simbólicas del hombre y de la mujer se dieron, en primera instancia, apelando a los sonidos guturales, y posteriormente se constituyeron en producciones vocálicas articuladas, mediante la Palabra Oral.

El hombre, al basar su complejo sistema de signos en el Sonido, le otorgó una evidente superioridad al medio radiofónico. Por tal razón, no es osado exaltar la pedagogía inherente a la Radio. En definitiva, el ser humano está inevitablemente vinculado al Sonido y, por extensión, a la Radio. Estos antecedentes son los que justifican aquél apelativo insistentemente reiterado de “medio por excelencia”. Lógicamente,  a ellos se suman los costos (es económico), la extensa cobertura y su consecuente penetración y vigencia a lo largo del tiempo.

A esta altura podemos plantear un primer axioma: El Sonido es la esencia de la Radio

Desde sus inicios, la Radio se desarrolló atravesada por una fuerte y constante impronta: el aspecto comercial. Desde el mismísimo Guglielmo Marconi (1874-1937) y su pionero radiotelégrafo se vio en él un mecanismo que promovería redituables ingresos monetarios. Son muchos los que han aprovechado esta fuente de ganancias, que -sin duda- es muy fructífera y prolífica para quienes se inscribieron en esos proyectos empresariales. En las décadas siguientes a su irrupción ocurrida en los años veinte del Siglo pasado, el “medio por excelencia” ingresó impensadamente en el escenario político: fue utilizada para propagandizar y consolidar ideales y para modificar los paradigmas axiológicos de algunas naciones. En este sentido, es pertinente citar el recurrente ejemplo del partido Nazi y su plataforma conformada por innumerables emisoras distribuidas a lo largo y ancho de una Nación presa del autoritarismo hitlerista. Así mismo, la Radio estuvo presente en uno de los teatros macabros de la política: la guerra. En síntesis, fue el medio de las etapas prebélica, bélica y posbélica de la Segunda Gran Guerra.

La Radio como plataforma de la imaginación

Así como la Radio se adentró en el campo comercial y político, también ingresó en una esfera social y en otra cultural y artística. La amalgama de estas últimas dio como resultado una gran dimensión: la esfera de la expresión. Esto se traduce en que la Radio re-crea la realidad, como lo hace un pintor, una novelista o un poeta. A través de las ondas hertzianas reconvertidas en Sonido, el hacedor de la Radio crea, y lo puede hacer gracias a sus posibilidades estéticas. Sin ese costado marcado por la creatividad, la Radio inevitablemente hubiera encontrado su final mucho tiempo atrás.

Antes de ser un medio de expresión, el “medio por excelencia” tuvo que cruzar por la dimensión informativa, donde simplemente se reproducía la realidad. En un segundo momento pre-expresivo, la Radio se adentró en el escenario comunicativo, cuando se comenzó a tener en cuenta la opinión y la participación de las audiencias. En este punto, vale la pena revisitar la nada menor diferencia entre comunicar e informar.

La primera se define como la mecánica transmisión de mensajes y la segunda como la interacción social basada en el  intercambio de sentidos, en el cual se comparten contenidos en un estado de total reciprocidad (Pasquali, 1979). Los medios masivos, por lo general, son informativos y no comunicativos. En este sentido, la Radio es la que más posibilita tal condición de participación, reciprocidad y correlación.

Para profundizar más en el tema de la expresión, es menester conocer el elemento que construye tal esfera: el Lenguaje Radiofónico. Así como la prensa impresa (los periódicos, los diarios y las revistas) y la televisión poseen lenguajes propios, específicos, particulares, la Radio también goza de tal condición. Al Lenguaje Radiofónico se lo define como el conjunto de formas sonoras y no-sonoras representadas por los códigos expresivos provenientes de la Palabra Articulada, los Usos de la Música, los Efectos Sonoros y el Silencio, cuya significación viene determinada por factores que caracterizan el proceso de la percepción sonora e imaginativo-visual de los radioyentes (Balsebre, 1994).

 

PIPO BLANCO Y NEGRO

 

Este Lenguaje, por cierto, facilita las reconstrucciones de la realidad y, en última instancia, da significado a ella, ya que une el mundo externo (en gnoseología representaría la dimensión de los objetos) y el pensamiento (en gnoseología se traduciría por la razón). Podemos hablar de un lenguaje particular de la Radio porque tanto los emisores como las y los destinatarios  manejan unas mismas convenciones. En pocas palabras, el hacedor de la Radio construye contenidos intersectados por la creatividad y los matices estéticos que son fácilmente decodificados por el necesario y activo auditor.

La Radio puede reproducir o transformar la realidad a través del lenguaje. Esto es posible, como ya se planteó, porque se ubica en una esfera expresiva, la cual está regida por el factor estético. Pero,  ¿con qué elementos se cuentan para realizar tan magnífica tarea? Balsebre (1994) enumera cuatro herramientas;  estas son las unidades mínimas del Lenguaje Radiofónico citadas más arriba: la palabra oral o articulada, las funciones o usos de la música, los Efectos Sonoros y el Silencio.

La música ayuda a ordenar y distribuir los contenidos producidos en los bloques y secciones de  un programa. Es decir, tiene un carácter organizador y permite generar un clima emocional (evoca sentimientos) o describe lugares, idiosincrasias y estados de ánimo. En resumen, todo queda sintetizado en la redonda frase de Jaime Arboleda: “la Música es el idioma más universal que existe”.

Los efectos sonoros son sustituciones de la realidad, que evocan en las y los oyentes referentes de los fenómenos físicos. Estos sirven para desarrollar las narraciones ilustrando mejor una escena. Describen, recrean el entorno, detallan lugares, tiempos y ambientes psicológicos.

En tanto, el Silencio o la ausencia total de Sonido, es decir, cuando no hay Voz, ni Música o Efectos Sonoros, representa el estado emocional de una persona (cuando deja de intervenir en un diálogo) y estimula la reflexión, invitando a los públicos a pensar en lo escuchado.

La voz o la palabra radiofónica están dotadas de una especial significación. Son el instrumento habitual del pensamiento humano y el vehículo de nuestra socialización. Están revestidas de una peculiar dignidad, ya que es muy sugestiva: “Hay que reivindicar el valor de la palabra, esa poderosa herramienta que puede cambiar nuestro mundo”, escribió William Golding (1911-1993), el autor de la notable novela “El señor de las moscas” (1954) y ese concepto movilizador no ha perdido vigencia en estos tiempos de avasallantes pantallas.

Muchos afirman que la auténtica fuerza expresiva de la memorable La Guerra de los Mundos está en la palabra radiofónica y en algunos de sus Silencios. ¿Por qué el inefable Orson Welles (1915-1985) logró tal persuasión a través de su Voz? Antes de entender el factor clave del éxito de la audición emitida por la Columbia Bradcasting System (CBS) aquel conmovedor e inigual domingo 30 de octubre de 1938, es necesario tener en cuenta que Welles era portador de un genio artístico especial, de una facilidad estética envidiable. Ese joven de 23 años utilizó su Voz con color, es decir, explotó el tono, los matices, el timbre y la intensidad de su aparato fonador construyendo una fascinante y envolvente dimensión psico-acústica.

La dramatización de Orson Welles está profundamente enraizada en la psicología de su Voz. El cambio de tonalidad, las diferentes impostaciones que realizó (literalmente produjo diversos timbres de Voz) y el manejo del volumen o intensidad de la misma fueron la causa de su acusticidad arrolladora.

 La Guerra de los Mundos es, sin discusión, el mejor y mayor ejemplo de la esfera expresiva de la Radio. Sencillamente en ella el componente estético desborda los límites del talento, tanto es así que las y los oyentes vivieron en otro mundo, en una realidad ficticia interpretada como verosímil.

 

En este punto podríamos proponer un segundo axioma: La Radio es un medio de expresión porque es el gran escenario de la imaginación

La Radio en el Actual Ecosistema Tecnológico

A la luz de las anteriores consideraciones, resulta pertinente analizar la validez de estos  axiomas en la Radio contemporánea. Antes de realizar este ejercicio es útil señalar que los avances tecnológicos han generado, según Lara y Vera (2003), tres revoluciones. La primera se dio a mediados del Siglo XX, cuando la invención de los transistores permitió sacar la Radio del hogar (se hacía portátil y se la podía llevar al estadio deportivo, la plaza, o el automóvil), pues comúnmente el tamaño de los equipos y su valor convertía al medio en un aparato pesado junto al cual se reunía la familia para escuchar variados contenidos antes que su lugar fuera ocupado por el deslumbrante Televisor.

La segunda fue producto de la irrupción de la Frecuencia Modulada (FM), caracterizada por su mayor fidelidad sonora, que logró algo muy significativo: al ser emisoras de corto y mediano alcance geográfico posibilitaron una programación temática y la casi inevitable segmentación de los públicos potenciales.

La tercera revolución, producto del entramado digital, renovó la producción analógica. Como se puede observar, Lara y Vera (2003) no desarrollan lo que podría ser la cuarta revolución: la Radio en línea o a través de la web.

Analicemos, pues, la vigencia de estos dos axiomas en este último caso: las emisoras virtuales o en línea, que emiten su producción radiofónica mediante la conexión en la web. En términos generales, la dinámica para la producción de contenidos es la misma, pero varía el medio de difusión: ya no es por ondas que navegan en el espectro electromagnético, sino por bits que viajan entre unos y otros de los dispositivos digitales interconectados.

Hay que aclarar que existen dos tipos de Radios virtuales: por un lado, aquellas  Radios convencionales que transmiten sus contenidos a través de la web (llamadas también Simulcast); y, por otro lado, las llamadas webradio (o Webcast), emisoras que están diseñadas para transmitir sus contenidos exclusivamente por la red.

Los públicos de estas últimas están sentados, comúnmente, frente a una computadora, navegando en otras páginas, interactuando con otros internautas o realizando tareas en software específicos. Los radioescuchas de las tradicionales, por lo general, están en movimiento, conduciendo su auto, desplazándose en un transporte público o caminando en las calles de sus ciudades. Bajo estas consideraciones podríamos plantear, entonces, el siguiente interrogante: ¿hoy siguen vigentes los axiomas de la Radio? De manera enfática podemos decir que sí.

El primer axioma, el Sonido es el alma de la Radio, no perdió vigencia porque sin importar cómo sea transmitida (mediante ondas hertzianas o bits, constituyendo los variados tipos de programaciones o a través de los podcasts) sigue siendo un medio de códigos sonoros percibidos auditivamente. La interacción que se logra a través de video cámaras, fotos o textos escritos en la Radio web (que empieza a ser paradigma para la Radio tradicional) no implica una desnaturalización de la Radio como un medio netamente sonoro, pues sus producciones se piensan y difunden mediante los sonidos fundantes del medio, recordados anteriormente.

El segundo axioma, la Radio es un escenario de la imaginación y un medio de expresión creativo, continúa siendo válido porque la tecnología ha posibilitado que la innata creatividad e imaginación de la Radio se potencialice, puesto que hoy las y  los productores radiofónicos, sean de las grandes cadenas multinacionales o de las pequeñas y medianas  emisoras comunitarias, ciudadanas o universitarias, tienen acceso a nuevos software de edición y producción, algunos gratuitos, que permiten el desarrollo de sus piezas radiofónicas conjugando las diferentes cualidades del Lenguaje Radiofónico. Además, la descarga de Efectos Sonoros y composiciones musicales libres de derechos de autor hacen posible que muchos tengan más herramientas para dejar volar su imaginación y la de sus oyentes, sin importar si reciben esas demostraciones de creatividad vía web, por celular o mediante un clásico y sobreviviente radiorreceptor.

Siguiendo la idea anterior, resulta necesario subrayar que la Radio, sea vía web o tradicional, debe procurar el uso de las innovaciones tecnológicas para acceder a un mayor número de informaciones y ofrecer constante interacción con sus destinatarios. Del mismo modo, debe aprender a conjugar los multitextos en sus producciones sonoras, pues las nuevas generaciones son lectores de producciones que conjugan audio, imagen y textos simultáneamente en sus contenidos (allí tiene ventaja la emisión radial web); lógicamente, sin perder las características propias de la producción radiofónica.

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Algunas reflexiones finales

En la primera parte de este artículo planteamos cómo los axiomas de la Radio siguen vigentes en la producción radiofónica contemporánea. En ese sentido, sostenemos que el Sonido sigue siendo el alma de la Radio, que este medio continúa siendo un escenario propicio para abrir las ventanas de la imaginación y que, al depender de instrumentos para su realización, su éxito depende del buen funcionamiento de determinados dispositivos técnicos.

En un segundo momento, observamos los avances tecnológicos en el actual estado de la producción de contenidos, sobre  todo, en la posibilidad que brindan los nuevos entornos digitales y de interconectividad en la configuración de las nuevas audiencias y, especialmente, de las nuevas lógicas de producción radiofónica. Se puede decir, en ese sentido, que la producción de una emisora web debe presentar alternativas a la emisión tradicional; del mismo modo, que llevar una emisión tradicional a la web, como se está dando en varias emisoras de nuestros días, obliga a repensar el uso o desuso de las posibilidades multimediales e hipertextuales.

A partir de lo anterior, podríamos debatir las funciones del periodismo radiofónico en la vida contemporánea. Dado que la información es de fácil acceso y de rápida circulación, el papel del periodista debe ir más allá del registro de los acontecimientos, de las novedades diarias. El rol debe ser el de investigador, el de asumirse como un pescador del “más allá” de las noticias, de propiciar espacios de discusión pública de los aspectos que afecten a la comunidad, la ciudad, la nación, el mundo.

En este renovado rol, la interacción entre comunicadoras y comunicadores  y  ciudadanas y ciudadanos  (la audiencia), debe ser abierta y permanente, pues está propiciada por los nuevos canales de interacción (las redes sociales, el correo electrónico, los mensajes de texto, el WhatsApp, entre otros). El diálogo entre unos y otros debe permitir la consolidación de las agendas públicas que favorezcan el fortalecimiento de los compromisos y proyectos que permitan renovar los procesos que afectan la vida cotidiana de las comunidades.

Se ha dicho que el papel del periodista está entre dicho, que cualquier persona registra la voz del protagonista o el video del acontecimiento, pues de hecho los nuevos dispositivos digitales, como los celulares, permiten hacer eso. Pues bien, esa oferta o sobre oferta informativa, donde hay muchos informantes y muchos canales para difundir información, es el espacio donde mora la gran oportunidad del periodismo: se necesita de profesionales que no solamente registren y publiquen datos, sino de pesquisantes profundos, que vayan más allá del lead, que develen las causas de los fenómenos, que den cuenta de las variables que intervienen en los hechos y, a partir de esto, estimular los espacios de diálogo que permitan discutir e imaginar escenarios de posibles soluciones o transformación de lo vigente.

Así, por ejemplo, no es solo registrar a las y los sin trabajo movilizados y cortando una avenida céntrica de la Gran Ciudad, es analizar el por qué se llegó a ese acontecimiento, por cuáles razones no se logró un acuerdo y se llegó a la protesta callejera. No es solo registrar las estrategias y movimientos represivos de las fuerzas policiales actuantes, sino analizar las posturas y propuestas de las partes interesadas, para así explorar y propiciar alternativas de diálogo, es decir, de escenarios de mutua construcción. Esta nueva dinámica de la práctica periodística implica un compromiso ético, ya no con la información, sino con las y los ciudadanos, obliga a repensar esas prácticas voyeurísticas, de observadores que registran lo morboso, lo extraordinario, para pasar a un rol crítico, de analistas, que propician los cambios sociales de la mano con la comunidad.

Lo anterior implica, consecuentemente, problematizar las fuentes, pues al existir tantas voces ofreciendo versiones se debe verificar la fidelidad de lo dicho, los interés no revelados en los discursos, en las declaraciones, en fin, se tiene que emprender una indagación crítica que exprese la vocación periodística. Así, la cuestión no será expresar lo dicho por el personaje en un trino de Twitter, sino observar lo no develado, ir más allá del registro, escudriñar sus causas y también sus consecuencias.

Finalmente, resulta pertinente reiterar que en las nuevas dinámicas radiofónicas el periodista y, por extensión el profesional de la Radio, debe estar pendiente de la audiencia, pues el medio se construye de manera dialéctica entre unos y otros. Es necesario investigar qué intereses tiene, cómo escucha Radio (si es un oyente nativo digital o un migrante digital), para realizar producciones coherentes a las expectativas de los públicos que sintonizan la frecuencia hertziana, ingresan al portal en línea de la emisora o descargan ese buscado e impar podcast, en busca de esas palabras y sonidos de largo alcance.

*Es locutor, periodista, investigador y docente en diversidad universidades como UBA; UNER; UNL; UNQ; UNSAM. Especialista en el estudio de los medios radiofónicos.

 

[1] Transmedia literacy e intertextualidad [recurso electrónico] Edwin Andrés Sepúlveda Cardona, Carlos Suárez Quiceno. – Medellín, Colombia: Funlam, 2016

Bibliografía

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