“Hay que arriesgarse a buscar la heterodoxia”

Entrevista a Alejandro Dolina | Por José Trovatto* | Foto: Archivo Radio AM 750 y Archivo Personal Alejandro Dolina

El carácter multifacético de Alejandro Dolina quizás se explique por su búsqueda constante por lo novedoso. La actualidad como una excusa para conversar sobre su obra y algunas narrativas que desde los medios cuelan, en una tela enmarañada, la poesía y la resistencia a la copia. Un signo de época para evitar que el pensamiento no se repita.


“Escritor, músico, filósofo, humorista”, dice su biografía en Twitter. “Conductor de La Venganza será terrible, radio y televisión”, agrega el perfil de Instagram. Lo cierto es que Alejandro Dolina caracteriza a la literatura como más compleja que la radio, habla de las narrativas como un evento tragicómico, artesanal y virtuoso, pero sobre la música dice que es una experiencia que requiere la vida entera. Dolina, el periodista, escritor, conductor de radio y televisión, también se traslada entre el pasado y el presente para analizar las dificultades y posibilidades que trajo la pandemia o piensa cómo comunicar a luz de los efectos de la concentración mediática. Todo ello en una conversación que no pierde peso ni espesura literaria. Su reciente libro, una novela que habla de la vida de un escritor y su discípulo, navega entre lenguajes, textos y notas al pie. Toda una metáfora sobre las múltiples formas de hablar y ser hablado.  

En el 2008, la Universidad de Luján le hizo un reconocimiento a su trayectoria. Usted estuvo presente, y nos quedó en la memoria una frase que dijo respecto a que las distinciones podían llegar en momentos equivocados, y que era conveniente “estar atentos a los jugadores que se van colando a la cancha por el agujero del alambrado”. Desde ese momento hasta ahora, y con el escenario de concentración de medios al que hemos asistido, ¿hay resquicios para colarse por el tejido?

-Sí, siempre hay agujeros, por suerte. Yo usaba mucho esa metáfora para expresar las temáticas que suelen imponerse en los medios de comunicación, y muy frecuentemente en lo artístico. En relación a este último foro, hemos conocido épocas donde ciertas temáticas, principalmente cinematográficas, parecían un mandato. Por ejemplo, el conflicto entre generaciones, en donde aparecía un muchacho que no se adaptaba al mundo que le tocaba vivir, cuyos padres no estaban cerca de él. Imagínese en foros menos exigentes como la radio. Usted sintoniza la radio hoy, y cada programa es exactamente igual al siguiente, tienen las mismas noticias y testimonios. En el caso de la televisión, iguales imágenes, videos y sonidos. No diré que esos tiempos eran mejores, pero repetir era un pecado en otros momentos de la TV. Si alguien lo hacía, se disimulaba. Esa metáfora se refería a la acción de ir a territorio prohibido, en donde había una vegetación montaraz y dificultades adicionales. Creo que uno tiene que tratar de colarse por esos agujeros, hay que arriesgarse a buscar la heterodoxia.

-¿Por qué?

-No por el gusto de cambiar, sino para evitar que el pensamiento sea siempre el mismo. Si queremos modificar algunos paradigmas, tenemos que aventurarnos y desdeñar las seguridades. En el programa tengo números a los que puedo ir en caso de que nos pase algo difícil de controlar. Pero es preferible no conformarse con esas comodidades, e intentar ver qué se encuentra más allá de ese pequeño sistema solar que tenemos a veces los artistas.

-En relación a sus actividades, la pandemia puede ayudar en algunas tareas, y en otras no tanto. En cuanto a la escritura, es un momento interesante para dedicarse a ella. ¿Cuál es su perspectiva respecto a las características de esta disciplina, a diferencia de otras en las que usted se destaca?

-En mi experiencia, la literatura es más compleja y profunda que la radio como género. Desde luego, cada una tiene su misterio y su profundidad, sin embargo, la escritura es más importante para mí. También le dedico más tiempo que a la música.  

-¿Por qué motivo?

-Por una razón personal. Tengo más preparación literaria que musical. No es que no haya aprendido armonía, por ejemplo, pero nunca toqué bien ningún instrumento, eso requiere la vida entera. Sé tocar muchos, pero todos mal, de un modo muy liviano. Conozco más de música en su aspecto teórico y técnico que como intérprete personal, mis manos han aprendido menos que mi cabeza. Sí me gusta mucho escribir canciones que otros puedan tocar. En cambio, me he preparado bastante bien, siquiera como lector, para poder afrontar las tareas literarias. Así que el tiempo que dedico a escribir es mucho mayor en comparación al de la música, y las armas que tengo son un poco más eficaces.

-¿Y con respecto a la radio?

-Considero que es más sencilla de hacer. No requiere tanta energía y dedicación. Hay tareas, como ser concertista de piano, que anulan cualquier otra vocación que uno tuviere. En cambio, uno puede hacer un programa de radio tranquilamente, sin haberse preparado jamás.

-Quiero volver a la literatura. Algún profesor nos ha hablado aquí en la Universidad sobre el abc de la literatura, en relación a Arlt, Borges, Bioy Casares y Cortázar. ¿Cuál sería el abc de la literatura argentina para usted?

-Estoy bastante de acuerdo, pero pasaría por alto la primera letra. No he leído mucho a Roberto Arlt. No es que me parezca malo, es que he sido un lector bastante caprichoso, como todos los lectores. No disfruté con la misma intensidad sus relatos en comparación con los de Borges, Cortázar o Bioy, de quien tuve la suerte de contar con su afecto, casi casualmente. Agregaría una “M”, por ejemplo, de Leopoldo Marechal. Y, sin que forme parte de mis afectos, porque podemos apreciar incluso las grandezas que no están cerca de nuestro corazón, podría estar Sarmiento. Desde luego, hay muchos otros además de estos escritores que no están en este tríptico.

-¿Hay marcas de esos autores en su escritura?

-¡Ojalá! (Risas). Sería deseable haber aprendido algo. Algunos consideran que tener marcas ajenas es una especie de defecto. Yo no tengo ese problema, ojalá pudiera parecerme a alguno de esos escritores. Debe haber alguna mínima huella, sin que esto implique, ni por casualidad, aproximarme a su calidad. Pero algo se le queda pegado a uno.

-¿Está escribiendo actualmente?

-Acabo de entregar un libro nuevo, así que la pregunta tiene mucha puntería. Es una mezcla de novela y de cuentos. Si quiere, le hago una reseña, porque aprendí a contarlo en un minuto y me gustaría ejercitar esa nueva destreza.

-Por favor, adelante…

-Esta novela se llama Notas al pie. En realidad, es aparentemente un libro de cuentos. Pero son relatos de un escritor ficcional llamado Vidal Morosov, que acaba de morir. Se publican estos cuentos póstumos, con prólogo y notas de su discípulo. Primero hay un prólogo, después alguna que otra nota erudita. Y de repente, el discípulo empieza a extenderse en las consideraciones y pasa a narrar la vida de Morosov. Las acotaciones se hacen más frecuentes, se van ramificando las historias. Cuando uno quiere acordar, las notas al pie han crecido y se transforman en una novela en donde se cuenta la historia de este escritor, su relación con el prologuista, y una serie de vínculos que configuran un pequeño universo, tal como ocurre en las novelas. 

-¿Le llevó mucho tiempo escribirlo?

-Sí, pero no porque haya dedicado demasiado tiempo a la realización, sino porque lo interrumpí varias veces. Hace cuatro años que estoy trabajando en esta obra, y lo he dejado más de una vez. Además, tardo mucho en escribir las obras, no soy un escritor profesional de esos que despachan un libro en dos meses, no lo puedo hacer. En este caso, hay una tardanza exagerada, porque me pareció que el libro era inviable en más de una ocasión. Ahora mismo, hablando con usted, debo decir que no estoy tan seguro de que sea factible (risas)

-A lo largo de estas décadas, los formatos se han ido mezclando. En su rol de autor también ha realizado radiocine, que demandaba una escritura adaptada al lenguaje radiofónico, pero que mantenía esa faceta de escritor. Algo parecido pasaba con las comedias musicales de la televisión. ¿Cómo manejó esa mezcla de lenguajes?

-He sido feliz escribiendo eso. Generalmente, nosotros hacemos un tipo de radio más improvisado. Pero en este caso, los textos eran muy adamantinos, rigurosos, había que leerlos como estaban. Si bien estaban adaptados a un género humorístico y liviano, me parece que algunas de aquellas obras no estaban mal. Incluso la idea de mezclar músicas compuestas especialmente para cada ocasión, y de convocar a cantantes para que vinieran a hacerlo, a mí me pareció bastante buena, disfruté mucho y no estoy arrepentido.

-¿Eso encerró un cambio en la preparación de los guiones y demás aspectos?

-Sí, claro. Fue un trabajo colectivo, todos colaboraban y lo realizábamos en tiempo récord. En la época buena de nuestras comedias, hacíamos una todas las semanas, entonces había que esmerarse muchísimo. Recuerdo que mientras unos ensayaban, otros estábamos terminando los guiones. No lo descalificaría como un trabajo solamente artesanal, tenía un costado artístico bastante meritorio, y la mezcla de radio, actuación, teatro, canto y música es algo que pocas veces se ha hecho.

-Esta tarea, ¿no entra en colisión con lo que afirmó antes, acerca de la facilidad para hacer radio? Este formato encierra mucha complejidad.

-Sí, lo contradice, pero porque eso forma parte de un foro más complejo de la actividad radial. Se trataba del mismo programa, pero los textos estaban escritos rigurosamente y había que repetirlos tal como eran. Había un proceso previo. En lo otro, hay un momento de improvisación que rebaja un poco la categoría artística de lo que se ejerce por ‘radio’. Creo que eso de sentarse a conversar con sus amigos no basta para configurar un programa aceptable. Tanto es así, que buena parte del programa que hacemos, que supuestamente es improvisado, en realidad está pensado. Las charlas sobre temas históricos que realizamos todos los días son, al menos, saqueos de otros libros. El material con el que se trabaja allí es bastante más noble que nuestras improvisaciones. No son meras charlas de café, tienen una intención argumental, un propósito teatral y creativo. Es mucho más que un diálogo amistoso.

-Un programa que tiene 30 años en el aire no es el mismo, va cambiando, así como las personas que lo hacen, las radios y el horario en el que se emite. Sin embargo, mantiene niveles de audiencia muy altos. ¿Puede que una de las razones por las cuales ha podido permanecer, sea la combinación bien realizada de los elementos que hemos mencionado?

-Puede ser, pero yo no sabría decirle cuáles son esas razones. A lo mejor no son las que yo quisiera que fueran. Uno piensa que lo mejor sería que el público lo siguiera porque hay una cierta destreza, talento o inteligencia, pero a veces no sucede así. En ocasiones la gente lo sigue a uno por los defectos más que por las virtudes. Usted dice bien, hay elementos que han permanecido, pero no son fácilmente discernibles. En general hemos cambiado mucho, pero hay algo que permanece, y que nos permite ser reconocidos como los mismos que éramos entonces, al menos desde el punto de vista legal (risas). Puede ser como en el caso de los griegos, que uno haya generado una tradición de romper las tradiciones. Y que ese quiebre se convierta también en otra regularidad.

-En relación a la ausencia de público durante el programa debido a la pandemia, ¿cómo se reacomodó en cuanto a esa característica?

-Más que nada, el programa tiene que hacer algunas renuncias. Hacer renuncias en épocas extraordinarias es algo que suele costarle a la gente, y se intenta solicitar el derecho a no renunciar, aun cuando es inevitable. Y desde el punto de vista artístico, el programa se menoscaba un poco, claro. Me refiero a las evidentes dificultades técnicas.

-¿Como cuáles?

-Lo hacemos por Zoom, pero hay una cierta demora en la llegada del mensaje, que nos hace pisarnos, que haya cortes o que en ocasiones permanezcamos en silencio cuando el ritmo del programa requeriría una intervención rápida. Además, lo tenemos que grabar, no podemos hacerlo en vivo porque los riesgos son muchos. Y, desde luego, no está el público. Durante todos estos años, salvo circunstancias muy catastróficas, siempre hemos hecho el programa con gente, y eso produce un fenómeno que no se puede repetir en soledad.


Para escuchar la entrevista completa a través de Spotify:

 (*) José Trovatto es periodista y conductor del programa A tres bandas junto con Gisela Guerrero y Gerardo Iglesias, que se transmite por Radio UNER a través de sus tres emisoras (Radio UNER Paraná FM 100.3, Radio UNER Concordia FM 97.3 y Radio UNER Concepción del Uruguay FM 91.3). La entrevista a Alejandro Dolina fue realizada en el marco de dicho programa.

La transcripción y redacción para RIBERAS es de Aquiles Díaz (staff RIBERAS).

Agradecemos a Alejandro Dolina por brindarnos su tiempo y predisposición a la conversación con los medios de la UNER.