Entrevista a Fernando Rosso* | Fotos: Anita Pouschard, Lucía Prieto, Sub cooperativa de Fotógrafos
Rosso plantea un recorrido sobre algunos episodios políticos en Argentina, desde 2001 en adelante. Cuáles son los quiebres, las continuidades de los elementos ideológicos en las subjetividades de derecha y la posibilidad de una salida radicalizada a la crisis social.
–¿Qué elementos ponderas de la coyuntura reciente y cómo consideras que se estructuran en torno a eso los discursos políticos y mediáticos?
-Estamos en una coyuntura de crisis muy importante y pareciera que no es una crisis más en el sentido de las recurrentes crisis estructurales que hay en la Argentina con estancamiento económico y recesión. Podría decirse en términos gramscianos, que estamos ante un proceso de crisis orgánica, es decir, una crisis económica sin salida. El gobierno de (Mauricio) Macri para sostener su esquema económico, negocia un pedido de préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI), asume una crisis política a raíz del fracaso evidente de la promesa de una gran empresa que fue Cambiemos desde 2015, afronta una crisis social que se está empezando a expresar en procesos de movilizaciones importantes, como fueron las del movimiento universitario, tanto estudiantil como docente, que aunque no tuvo ejes claros, fue sintomático y actuó como caja de resonancia de los conflictos que pueden venir.
Vamos hacia un escenario conflictivo desde el punto de vista social, el propio gobierno lo demuestra y los discursos políticos también. Pero contrariamente a lo que dice el gobierno, hay mucha cautela en las formaciones políticas tradicionales, sobre todo me refiero al peronismo y las distintas variantes del peronismo. Privilegian la gobernabilidad por sobre frenar el plan del gobierno –en un proceso muy parecido al del 2001– ante un mesianismo de mercado donde los capitales tengan confianza y vengan a la Argentina, sumado al endeudamiento que venía de antes a pesar de algunos matices diferentes para trasladar, finalmente, la crisis a los sectores trabajadores, expresa que sin encontrar una salida se pase de pensar “Macri en el 2019” a si en el 2023 es (María Eugenia) Vidal o Marcos Peña.
-¿Qué rol asume el periodismo en relación a las estrategias de poder y alianzas? En el último período, para poner un ejemplo, el sector mediático encarnado en el grupo Clarín mostró algunos giros en su construcción discursiva en relación a la escena política nacional.
-Todos los gobiernos, en sus primeros dos o tres años, le dan a Clarín lo que pide, y lo pienso como grupo económico y empresario, inclusive como referencia de un sector del capital argentino que incluye a Techint. Es decir, lo que podría llamarse, entre muchas comillas, la burguesía nacional. Lo que sucede es que Clarín cuando logra lo que quiere, le suelta la mano a cualquiera, lo hizo con (Raúl) Alfonsín –al que le arrancó los permisos para entrar en la radio que hasta ese momento no lo tenían permitido–, lo hizo con (Carlos) Menem –y logró la privatización de los canales de televisión–; lo hizo con el kirschnerismo “en una alianza muy empática”, tal como lo dijo el periodista Julio Blanco, lo que en 2003-2007 terminó en la megafusión de Multicanal y Cablevisión. Lo que hizo el macrismo generó una ruptura porque el grupo tiene intereses económicos, con lo cual una política con una devaluación salvaje puede hacer que las empresas argentinas a nivel internacional estén a precio de ganga y que algún monopolio internacional venga a querer comprarlas. Si uno lee a sus editorialistas económicos como Marcelo Bonelli o (Eduardo) Van Der Kooy, están castigando al gobierno sin terminar de romper. También creo que Clarín sigue practicando el `periodismo de guerra´ y utilizando la “causa de los cuadernos”, mientras que a la par el grupo Macri nació de la patria contratista. Eso comenzó a resquebrajarse, básicamente, porque están apostando a un proyecto político que es el peronismo racional. En síntesis, las clases dominantes y el gran empresariado, inclusive los intereses internacionales, dicen “si Macri no lo puede terminar que venga otro pero que siga su paradigma”.
-¿Y ese paradigma va a instalar un bipartidismo?
-Dudo que la coalición Cambiemos sobreviva si estalla el modelo económico. Nuestra apuesta política sería que emerja una izquierda con programa, con política y que la crisis social no tenga una forma de restauración desde el punto de vista de la salida. Dudo que si eso sucede, Cambiemos pueda mantenerse como una derecha moderna como se la había planteado al principio. Y si no hay una salida mucho más radicalizada de esta crisis, muy probablemente venga un régimen de partido dominante.
-¿Cómo analizas los modos de construcción de la imagen política, qué elementos aparecen desde las estéticas y cuáles son las nuevas narrativas que comienzan a instalarse?
-Tengo que partir primero de un esquema que tengo para pensar la política en el cual la imagen, la comunicación y el marketing político son secundarios y responden a cuestiones más estructurales. Hay una crisis de las formaciones políticas tradicionales no solamente en América Latina, sino también en Europa y la emergencia del propio (Donald) Trump fue una muestra de esta crisis, o lo que sucede en Brasil con una figura como Jair Bolsonaro, un ex militar de derecha que construyó su imagen con discursos radicalmente anti políticos y con un resentimiento hacia las formaciones políticas tradicionales. De hecho en Brasil se discutió si fue la primera gran campaña electoral que se iba a definir por las redes sociales.
Nunca creí que el PRO haya tenido su éxito político a partir de un manejo espectacular de las redes sociales y de la construcción de su imagen ahí, creo que los fundamentos de su triunfo político estuvieron más en la dinámica del proceso político y el desgaste del gobierno anterior junto al consenso negativo. No nos olvidemos que hace seis meses estábamos discutiendo si había una nueva hegemonía de la derecha argentina y si era una derecha democrática.
Incluso si tenía un problema de comunicación, pero es muy difícil comunicar un ajuste y que se comunique bien: decir que mientras hay sectores que se enriquecen como el campo o las mineras, vos tenés que vivir peor porque este es el sacrificio de la Argentina. Cuando Macri anunció en ese mensaje apurado un pacto con el FMI que no había acordado, dijo que el problema “es que vivimos por arriba de nuestras posibilidades”, como si él hubiera vivido por abajo. Es muy difícil que se recomponga una imagen si no se recompone un proyecto político. Y este proyecto político está quebrado, le pueden dar gobernabilidad algunos dirigentes de la oposición y de la CGT, los movimientos sociales, que a diferencia de la crisis del 2001, están contenidos dentro de una organización que conforma la economía popular, muy influenciada por el Papa –la ideología de la contención, más que de la rebelión–. De la crisis podrán salir pero no por fortaleza propia sino por lo que le otorga la fuerza ajena.
-¿Cuáles son las nuevas subjetividades y desplazamientos que aparecieron en el ciclo histórico que propone Cambiemos?
-El macrismo iba a ser todo lo neoliberal que le permita la relación de fuerzas sociales y la característica histórica de la movilización argentina. La recomposición social que hubo de la clase trabajadora hace que se vuelva todo más conservador por el miedo a perder el trabajo.
Me da la impresión que la discusión sobre la hegemonía, y en ese sentido, sobre las subjetividades, tiene dos niveles: un nivel que es económico y político, y por lo tanto, estructural; y otro que es histórico acerca del neoliberalismo que los gobiernos progresistas creyeron, en algún caso, que habían revertido –desde la derrota de los grandes procesos revolucionarios en los ´70, pasando por el Mayo Francés y el Cordobazo en Argentina–. Ese individualismo al que Cambiemos interpeló, tuvo muchos aspectos de continuidad con el período anterior, más basado en el consumo que en un convencimiento ideológico profundo acerca de la batalla cultural. Me refiero a la radicalidad con la que se alcanzaron las reformas y la contención social después de la impronta del 2001. El peronismo, que consistió en otro proceso político, concedió conquistas pero eso fue mucho más débil, posteriormente, en los gobiernos progresistas en América Latina. La pregunta es por qué perdió el kirchnerismo en 2015 y eso está relacionado con lo que significó como cambio político a partir de 2001. Obviamente ése fue un proceso de contención y restauración del poder del Estado, con algunas reformas sociales y mucha expansión económica, pero el proyecto se redujo a eso. Y tal hegemonía es débil. ¿Estamos peor? Y sí. A partir de 2014 comenzó un proceso de devaluación, impuesto al salario, un piso de pobreza que no se perforaba y todo se agravó. Pero no nos olvidemos que (Carlos) Ruckauf gobernó el conurbano con `meta bala a los delincuentes´. Y en 2013 (Sergio) Massa ganó la provincia de Buenos Aires diciendo que había que `sacar el ejército a la calle´. Entonces no es que ahora existe en la ideología media de la sociedad una subjetividad de derecha con elementos que no estaban. El PRO los interpela, pone un enemigo en el centro, lo hizo con (Santiago) Maldonado y lo hace con los trabajadores y docentes. En momentos de crisis se busca quién es el responsable, pero no creo que sean elementos nuevos en relación a la conciencia histórica de los argentinos.
-Desde la Izquierda Diario apelan a construir un discurso que llegue a otros públicos. ¿Cómo se traduce esto en una estrategia política de cara a las próximas elecciones?
-Efectivamente la Izquierda Diario surge en 2014 y ocupó un espacio en el medio de la grieta, pero sobre todo a partir de una crisis del aparato comunicacional del gobierno anterior. A esa lógica sobrevivieron medios gestionados por los propios trabajadores, como Tiempo Argentino, o los que dependen de universidades, sobre todo con un rol de oposición y de vocero de conflictos que no se ven en los medios de comunicación hegemónicos. El papel era la forma tradicional de comunicación de la izquierda pero era difícil tocar todos los temas, y eso hizo que se viera a la izquierda como un espectro ideológico político que solo hablaba de los sindicatos, del movimiento estudiantil y de algún otro conflicto como el movimiento de mujeres. Sin embargo, con Izquierda Diario podemos intervenir en la realidad tratando de pensar un discurso que rompa con los clichés y con la jerga a la que estaba acostumbrada la izquierda. En parte, es el desafío de todo proyecto político, sin dejar de plantear lo programático y lo estratégico. Cuando Lenin funda la Iskra, el primer periódico en Rusia, la imprenta tenía como objetivo llegar a todo el mundo. Hoy son las redes sociales las utilizadas para la construcción de figuras públicas y un discurso que llegue a las nuevas formas de cómo se comunica la juventud. En eso hay que ser audaces.
Una de las peores cosas que puede hacer la izquierda que quiere revolucionar todo, es ser conservadora en sus propias prácticas.
Y retomo la segunda parte de la pregunta, el lanzamiento de la Izquierda Diario tuvo que ver con ser una fuerza política que, en momento de elecciones, cuando hay muchos spots de televisión y te escuchan millones de personas, no vendas un periódico con dos o tres mil ejemplares. Achicar esa brecha es nuestra batalla cultural, política e ideológica, para que no sea un consignismo que aparece dos o tres minutos en la televisión. Un salto político es el caso de Nicolás del Caño que en Mendoza llegó al 20% de los votos. Y en ese sentido, digo lo mismo para el PRO que para nosotros sobre el rol de los medios de comunicación y el desarrollo político. Hay una expresión sintomática, por ejemplo en las elecciones universitarias, que muestra un hundimiento de zonas núcleo del PRO. Es decir, el rechazo a Cambiemos no se va a ver sólo en la izquierda pero experiencias como las de 2001 reflejaron que el voto bronca y el voto a la izquierda fueron juntos. Lo más interesante es que hay una izquierda estructurada en casi todos los distritos del país, será un desafío cómo aprovechar eso y dar una salida más radicalizada a esta crisis.
*Es periodista por la UNLZ y director de la Izquierda Diario, milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS).