Cuidados, otro mundo es posible

Por Nadia Ahumada* y Lorena Guerreira** | Fotos: Sarah Pabst*** | Ilustración: Giannina Abbondandolo****

Hay un debate creciente sobre la práctica de los cuidados a otras personas, que también se pregunta quiénes cuidan, cómo cuidan, con qué recursos, cuáles son las estrategias de cuidados. Durante el contexto de pandemia, el cuidado tuvo implicancias más amplias que las medidas de prevención. Experiencias, sujetos, territorialidad, políticas públicas y universitarias, vuelven urgente aquello que ha trazado parte de nuestra vida en sociedad.


Los cuidados en la agenda política y feminista

“Cuidate” “Cuidalo/a/e” “Cuidarnos” “Cuidar” “Auto-cuidado” “Me cuida” “Nos Cuida”. ¿Nos suenan estas palabras/ frases? Seguramente si, la categoría de cuidados ha estado presente en el contexto de pandemia en la agenda del Estado, de los medios de comunicación, del  mercado, de las organizaciones sociales, del “mundo laboral”, de los sindicatos, de las familias. Ahora bien, ¿todes hablamos de lo mismo? Seguramente no, la categoría de cuidados es polisémica y tampoco ha nacido con la pandemia.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de los cuidados? Coincidiendo con Fisher y Tronto (1990), los cuidados  “incluyen todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestros ser y nuestro ambiente, todo lo que buscamos para entretejer una compleja red de sostenimiento de la vida”. En esta mirada,  se incluye tanto la posibilidad de autocuidado como la de cuidar a otres, y se incorpora tanto la perspectiva de quiénes otorgan como de  quiénes reciben cuidados.

Desde los feminismos, el concepto de cuidados (aunque no solo desde allí) viene explicitándose -desde fines del Siglo XX y con mucha fuerza en el Siglo XXI- para explicar y luchar en torno a las desigualdades de género en el  trabajo que realizan las personas. Podemos nombrar aquí a las feministas de Estados Unidos y su campaña de “Un salario para el Trabajo Doméstico” con fuerza en Nueva York, que como plantea Silvia Federici (2017), se constituyó como una alternativa al feminismo establecido y sirvió para introducir la “cuestión doméstica” en la agenda política de los años 70. En América Latina los estudios en torno a los cuidados desde la perspectiva de género, vienen desarrollándose en las últimas décadas. Uno de los estudios pioneros en la región fueron los de Aguirre (2007) y Batthyany (2007) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República del Uruguay. Mientras que en Argentina, el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, ELA-CIEPP (2012), una organización de Derechos Humanos dedicada a la igualdad de género, ha contribuido a la producción de conocimiento acerca del tema del cuidado y a instalarlo en la agenda pública. También han sido valiosos los aportes que desde la economía feminista ubican a los cuidados remunerados y no remunerados en el tramado de la producción y reproducción de la vida, y que en este sentido, permiten comprender las desigualdades económicas que se producen.

Estos son solo algunos antecedentes de estudios desde las Ciencias Sociales a modo de reflejar que el concepto se encuentra en constante producción y debate.  Las organizaciones sociales feministas, especialmente las de economía popular, las de los pueblos  originarios, y las campesinas; dialogan y se retroalimentan con las producciones arriba mencionadas. Dos hitos importantes de mencionar en nuestro país, han sido los Encuentros Nacionales de Mujeres (hoy denominados Encuentros Plurinacionales de mujeres, lesbianas, travestis y trans) y aquellos emergentes que desde el regreso de la democracia en nuestro país, han sido puntos claves para el avance de derechos y de organización popular. A estos también se suman, el Paro Internacional de Trabajadoras (con su antecedente en el paro negro de octubre de 2016 en Argentina y días antes en Polonia), que puso en escena y en agenda las tareas de cuidados históricamente invisibilizadas social y económicamente. Una de sus consignas: “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, da cuenta del correlato de las condiciones de producción (en todos los ámbitos), así como de las violencias patriarcales.

“El brindar cuidados es una actividad altamente genérica y viceversa, es por medio del cuidado que la identidad genérica de las mujeres es construida. La posición de las mujeres en la familia, sus oportunidades en el mercado laboral, su forma de relacionarse con parientes es definida en términos de su potencialidad de brindar cuidados y de la realización de su capacidad de cuidar. Cuidados y feminidad son dos caras de una misma moneda”.  (Batthyany, 2004). La autora concibe que las estrategias de cuidado refieren a las elecciones de los/as integrantes de los hogares, en tanto productos de la combinación de factores estructurales (división sexual del trabajo en los hogares, posición de clase, segregación por sexo del mercado laboral, acceso a servicios de cuidado en el mercado y provistos por el Estado) con factores culturales (mandatos de género, actitudes, valoraciones y normas sociales que determinan el ideal de cuidado y las personas ideales para ejercerlo. (Ahumada, Carmody, Guerriera, Genolet, Herrera, 2020)

Las agendas feministas y los estudios sociales visibilizan las desigualdades y violencias que suponen la atribución de estas prácticas a las mujeres. Por otro lado y en la idea de pensar las políticas públicas desde los derechos humanos, nos replanteamos: ¿alguien puede decir que en su vida no necesitó ser cuidado o no fue cuidador/a de otre? ¿Todes tuvimos las mismas condiciones para cuidar o ser cuidados? ¿Cómo nos atraviesa nuestra condición de clase, de género, de etnia, de raza y geográfica en las prácticas de cuidados? ¿Qué pasa en un contexto de emergencia como el que vivimos frente la pandemia por COVID-19 y quiénes se hacen cargo de los cuidados? ¿Cuáles son las posibles estrategias en donde las brechas de desigualdad comienzan a cerrarse? Les proponemos reflexionar juntes.

Reflexiones desde las prácticas profesionales en contexto de pandemia

A un mes o un poco más de declararse la emergencia socio sanitaria en nuestro país, desde FAUATS se nos invitó a dialogar con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y realizar aportes desde nuestra disciplina: el trabajo social. Con colegas de la Facultad de Trabajo Social UNER, debatimos en torno a las miradas y las experiencias vividas. Coincidimos en la necesidad de pensar respuestas y políticas que tengan en cuenta la realidad social y geopolítica de nuestro país. Algunas de las conclusiones a las que arribamos es que las decisiones políticas que se fueron tomando durante el aislamiento respondieron a criterios universales pero que las realidades regionales guardan particularidades: singularidades relacionadas con la pobreza, la economía informal, los géneros, las edades que requieren ser contempladas. Observamos el cambio de las primeras directivas, respecto al aislamiento y distanciamiento obligatorio, las cuales se comienzan a pensar desde las especificidades abriendo un proceso que da lugar a contemplar determinadas situaciones que a veces son nombradas o pensadas como “excepcionalidades”, cuando en realidad, forman parte tanto de lo cotidiano como de las estructuras de desigualdad. Esto significó dificultades en el cumplimiento de las medidas y  profundización de las sobrecargas en el ámbito familiar y de la comunidad, a partir de los tiempos que dedicaron las femeneidades con dobles o triples jornadas de trabajo. Si bien nuestro país ha avanzado en el reconocimiento de derechos, a través de legislaciones, de la creación del Ministerio de mujeres, género y diversidad, y de visibilizar que las lógicas que ubican a las políticas de cuidados en el rol de mujeres-madres no se destierran rápidamente; tenemos que avanzar en construir políticas de cuidados teniendo en cuenta las condiciones, distribución y democratización de dichas prácticas. Por tanto, urge modificar las perspectivas familiaristas y maternalistas que rigen las políticas públicas actuales.

De cuidados, comunidad y desafíos

Las prácticas de cuidado desarrolladas por las organizaciones socio-comunitarias, es la dimensión menos estudiada conociendo poco las formas de organización, integrantes, modalidades. Sobre esto Zibecchi (2013), expresa que lo propio de este sector ha sido  implementar distintas estrategias ante la ausencia del Estado, por lo que presenta un perfil complejo donde se despliegan cuidados, cuidadores y organización social del cuidado. Su presencia, es un fenómeno que se ha intensificado en los últimos años por lo que han ganado especificidad, algunas transformando su estructura preexistente y otras siendo el cuidado el motivo fundacional ante la demanda creciente de los barrios. Constata que en el ámbito comunitario es “donde confluye la demanda de cuidado y la oferta provista por dicho sector es acompañada por una fuerte presencia de mujeres como proveedoras de cuidado.”

Esto no ha sido excepción en el marco de la pandemia, y por ello es importante desarrollar políticas que no sean subsidiarias a su labor y puedan profundizarse en su reconocimiento económico, social, pero también en la profesionalización de sus saberes. Cuando decimos no caer en lo subsidiario a su labor pensamos en no construir políticas sin el diálogo, la mirada y las singularidades de las realidades de las que hablábamos antes, pues sabemos que el federalismo tiene que ser rector en las políticas nacionales, sabiendo que no es lo mismo la situación de un barrio urbano, que las zonas rurales, o desde las idiosincrasias culturales y las realidades geopolíticas tan diversas en nuestro país.

Para incluir en este recorrido una experiencia puntual, hay un programa municipal de la ciudad de Paraná, Entre Ríos, “Cuidarnos, fortalecimiento de salud en los barrios” donde se desarrolló una estrategia de acompañamiento en torno a las actividades asistenciales que desarrollan las diversas organizaciones y grupalidades de los barrios (vecinales, merenderos, comedores, clubes), en coordinación con el sector de Atención Primaria de la Salud y con participación de la Universidad Pública; durante el segundo cuatrimestre del 2020. El eje central fue habilitar espacios en los cuales expresar miradas, temores, preocupaciones frente a la situación de pandemia así como también proponer de forma conjunta estrategias de trabajo territorial. Se establecieron mesas locales para trabajar sobre estos aspectos, debatir sobre mitos y verdades en torno al COVID-19, las medidas de cuidados, los obstáculos para llevarlas a cabo y la construcción de un circuito y recursero propio, frente a situaciones de vulnerabilidad.

Al ser una experiencia que recupera los saberes de las organizaciones comunitarias, y que promueve el desarrollo de estrategias de salud integral, por ello, nos permite identificar colectivamente debilidades y fortalezas en torno a las prácticas de cuidado en la comunidad. Un aspecto central que se consideró, fue que en estas mesas estuvieran las mujeres que llevan adelante las prácticas de cuidado en la cotidianeidad, estableciendo horarios y lugares accesibles de desarrollo del programa. No siempre se logró, pues las condiciones estructurales de desigualdad son condicionantes también para la participación en estas políticas.  La fortaleza fue potenciar redes intersectoriales en territorios acotados, en su mayoría ya constituidas previamente, sorteando y enfrentando el desgranamiento de los vínculos que temíamos podían profundizarse en dicho contexto.

Hemos podido observar que el cuidado en contexto de pandemia, tiene implicancias más amplias que las medidas de prevención. Que la participación, la escucha y la creación de estrategias en conjunto logran reconocer lo propio de cada territorio, lo que los y las sujetos/as tienen para decir, también hacen a que una política pública sea cuidada y que no quede solo en una prescripción normativa.

Traemos a colación dicha experiencia, para poder problematizar los roles y las condiciones de generar políticas de cuidados en la comunidad: ¿Conocemos desde el Estado en sus diversos organismos las prácticas de cuidados en los territorios barriales o rurales? ¿Podemos pensar políticas universales sin intersticios para las singularidades? ¿Qué presupuesto se destina a dichas políticas? ¿Cómo se institucionalizan prácticas de cuidados en condiciones de vulnerabilidad? ¿Es conveniente institucionalizarlas?

Y ahora que sí nos ven…podemos reflexionar

El cuidado de las personas, sus condiciones de vida, su estabilidad y seguridad emocional, tiene que ser un asunto y una cuestión social y política de primer orden. Y es necesario profundizar en este debate. Coincidiendo con Sandra Ezquerra (2012) la crisis de los cuidados ofrece oportunidades para poner de manifiesto el cuidado como un derecho humano y su reproducción como motor invisible de la economía y, por otro lado, desnuda la opresión de género inherente a esta relación parasitaria entre ambas esferas. Recoger el guante en torno a las estrategias comunitarias, sin idealizarlas, pero observando qué pasa cuando el Estado es deficitario en garantizar derechos, cuando la reproducción  de las desigualdades se cotidianizan y naturalizan en las prácticas de cuidados, cómo se profundizan dichas desigualdades cuando no hay acceso a la vivienda digna, al agua, cuando los basurales son paisaje y fuente de supervivencia, cómo generamos transformaciones teniendo presente que nadie se cuida solo y que las políticas deben tener presente este derecho, ya no como políticas hacia las mujeres, sino apuntando a deconstruir las lógicas que agudizan las desigualdades de género, de clase, de etnia, de raza cuando se trata de cuidar a otre. Pensar las políticas de cuidado, ya no en un tiempo después, ya no invisibilizando a quiénes históricamente han sido por mandato social y cultural, cuidadoras.

Desde estas preguntas, desafíos y perspectivas, es que construimos desde la Universidad Pública, la Tecnicatura Universitaria en Cuidados; una propuesta que recoge las trayectorias que desde la investigación, extensión y docencia, la Facultad de Trabajo Social ha recorrido en diálogo con las organizaciones sociales y comunitarias, junto al Estado. Una propuesta que tiene como objetivo aportar a la profesionalización y reconocimiento a las tareas de cuidados desde una perspectiva de género y de derechos humanos que la recorre en sus contenidos.


*Nadia Evangelina Ahumada es Lic. en Trabajo Social, docente, extensionista e investigadora de la Facultad de Trabajo Social. Coordinadora de la Tecnicatura Universitaria en Cuidados (FTS). Trabajadora de Salud Pública. Militante Feminista.

**Lorena Guerriera es Lic. en Trabajo Social, docente e investigadora de la Facultad de Trabajo Social. Coordinadora de la Tecnicatura Universitaria en Cuidados (FTS).

***Sarah Pabst es fotógrafa. Integra Ayün FotógrafasWomen Photograph, Journal Collective . Las referencias de las fotos de portada son:

Foto Elena y yo: Mi hija está sentada en mi regazo en nuestro dormitorio y estira su mano hacia el sol en Buenos Aires, Argentina, el 29 de abril de 2020. Argentina entró en cuarentena total el 20 de marzo de 2020 que duró más de cuatro meses.

Foto Blas y Elena: Mi hija toca el hombro de mi marido en nuestro dormitorio en Buenos Aires, Argentina, el 2 de junio de 2020. La cuarentena nos unió más, una pausa repentina en nuestra apurada vida cotidiana.

Morning Song es un proyecto sobre la maternidad, el amor y la pérdida, una exploración fotográfica autobiográfica de nuestro animal interior y nuestra conexión con la naturaleza. 

https://www.sarahpabst.com/

****Giannina Abbondandolo es docente y trabajadora de la cultura.


Este artículo forma parte del Dossier «La potencia de nombrarnos. Feminismos, politización y diálogos» RIBERAS, junio 2021.


Referencias Bibliográficas

Batthyany, Karina (2004) Trabajo y cuidado infantil. Un desafío exclusivamente femenino. Montevideo.

Batthyany, Karina (2006) “Género y cuidados familiares. ¿Quién se hace cargo del cuidado y  atención de los niños y adultos mayores? En FASSLER, Clara (coordinadora) Familias en cambio en un mundo en cambio, Trilce. Red Género y Familia, Montevideo.

Batthyany, Karina (2007) “Género, cuidados familiares y uso del tiempo”, Facultad de Ciencias Sociales, Montevideo, disponible en http://cienciassociales.edu.uy/departamentodesociologia.

Ezquerra, S. (2012). Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real. Investigaciones Feministas.

Fischer, Berenice. y Tronto, Joan  (1990) Toward a Feminist Theory of Caring. En Emily A. y Margaret N.(eds.), Circles of Care. Albany, State University of New York Press: 36-54.

Guerierra Lorena, y otras. (2019) Informe final de PID “Prácticas de cuidado de niños menores de 4 años que realizan las familias en situación de pobreza en la zona noroeste de la Ciudad de Paraná. Un estudio desde la perspectiva de género”.