Crisis de los cuidados: el rol de las mujeres

El universo familiar y doméstico bajo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres pone en evidencia la ausencia de derechos en un sistema social inequitativo. Se abren nuevos desafíos para las políticas estatales y la regulación del mercado laboral.

Por Lorena Guerriera* | Fotos: Sub Cooperativa de Fotógrafos y Colectivo Veinticuatro/Tres

 Ha sido y aún es la familia, el espacio donde se organizan y definen las responsabilidades del cuidado. Y al interior de ésta, son las mujeres las responsables de realizar este trabajo. ¿Por qué son las mujeres las que “deben” cuidar? ¿Es posible pensar en una sociedad en la cual no sean responsables exclusivas del cuidado de otras personas? Es la “familiaridad” la que nos impidió preguntarnos por aquello que por obvio y natural, no había sido discutido? Académicas y activistas del campo del feminismo, debaten y cuestionan el cuidado como asunto naturalmente femenino.

La crisis de los cuidados

Emiliana Ron

En la actualidad asistimos a lo que varios autores denominan “crisis de los cuidados”, entendidos como el proceso de reorganización de la forma para cubrir los cuidados de la población. Esta crisis se desencadena por la quiebra del modelo tradicional del reparto de las tareas asociadas al mundo familiar y doméstico. Es decir, este modelo se basaba en una estructura socioeconómica organizada en torno a dos ámbitos claramente diferenciados: el ámbito de lo público y  de lo privado-doméstico. El rol de las mujeres quedaba asociado a los trabajos de cuidados no remunerados. Esta estructura se sustentaba tanto en una estricta división sexual del trabajo (un varón proveedor, trabajador asalariado / mujer ama de casa, cuidadora) y en el modelo de la familia nuclear tradicional heterosexual.

Por un lado, los progresivos cuestionamientos que se vienen realizando en estos últimos años acerca del orden genérico tradicional vigente y de los estereotipos de roles, desde diferentes ámbitos y actores como movimientos sociales y académicos, plantean la necesidad de prestar atención al cuidado como dimensión del bienestar de la población por parte de los Estados y no como responsabilidad exclusiva de las mujeres. Asimismo,algunos fenómenos demográficos como el aumento de la esperanza de vida, el descenso de la mortalidad y de la fecundidad, o epidemiológicos, como los cambios en las causas de morbilidad y de discapacidades en la población, requieren del Estado una respuesta pública en materia de cuidados. Por último, los cambios en las configuraciones familiares ponen en evidencia que los modos tradicionales de organizar socialmente el cuidado, deben ser puestos en cuestión.

Nuevas ópticas en el universo familiar y laboral

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Un fenómeno relevante de la actualidad que se duplicó en los últimos 25 años, son los denominados hogares mono parentales con jefatura femenina. Cada vez más  mujeres son las responsables exclusivas del sostén económico del hogar, así como del cuidado cotidiano de sus miembros (niños y adultos mayores). El aumento a partir de la década del 90 de la participación laboral de las mujeres contribuyó a que este tema adquiera relevancia, no sólo en los debates acerca de la protección social, sino también en relación al diseño de políticas vinculadas al fomento del empleo y de la economía. Dado que el ingreso de las mujeres al mercado de trabajo exigió modificaciones en el cuidado y la organización doméstica, demandó equidad en la distribución de las tareas y los tiempos asociados a ella. Sin embargo, las consecuencias que la división sexual del trabajo tiene en las familias, continúa afectando principalmente a las mujeres, en diferentes áreas de desempeño, como son la laboral, profesional, económica y política. Es así que los diferentes grupos sociales resuelven con diferentes estrategias y recursos las tensiones entre trabajo y familia, más particularmente las tareas vinculadas al cuidado de niños y niñas. Estos capitales simbólicos o materiales, pueden provenir tanto desde el Estado, redes familiares, comunitarias, así como desde diferentes actores y/u organizaciones.

En este contexto de mercantilización de ciertos servicios y por lo tanto de su familiarización, cada familia según su nivel socioeconómico, accede a una multiplicidad de posibilidades y por lo tanto desiguales, de satisfacer las necesidades de cuidado. Las familias que poseen mayores recursos económicos pueden cubrir sus necesidades en el mercado a través establecimientos de educación de gestión privada (jardines maternales, de infantes, escuelas primarias) y/o contratando específicamente personas dedicadas a esta tarea (empleadas de servicio doméstico, niñeras, cuidadoras de la tercera edad). En cambio, las familias de ingresos escasos e incluso aquéllas que presentan necesidades insatisfechas, recurren básicamente a la oferta de educación de gestión estatal. En así que la educación pública, surge como una de las principales estrategias decisivas para el cuidado de niños y niñas. Por consiguiente, una política estatal ausente o deficitaria en tema de cuidados, provoca la inmediata mercantilización o familiarización de esta necesidad para estos grupos sociales.

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Para hacer un repaso en políticas públicas respecto de la regulación en materia de cuidados, podemos mencionar dos esferas: la laboral, a partir de la regulación de la protección de las madres en tanto trabajadoras (registradas) y la educativa, por medio del cuidado de niños y niñas en edad escolar o jardines maternales y de infantes. La legislación actual para el trabajo registrado, hace hincapié en la mujer en su doble-rol de madre trabajadora regulando las situaciones de gestación, nacimiento y lactancia.  La misma no sólo abona una matriz patriarcal del mundo del trabajo, sino que además refuerza los estereotipos de género presentes en la organización de los cuidados, desconociendo las funciones y roles paterno dentro del universo familiar. Este modelo o supuesto social, es el que sustenta la normativa laboral como las licencias y aún se sostiene en el ámbito educativo por ejemplo, en el acceso a jardines maternales o de infantes.

En síntesis, la crisis de los cuidados señala una necesaria revisión de los supuestos que sustentan la organización del mercado de trabajo, las políticas estatales educativas, de protección, y las normativas basadas en una división sexual del trabajo y en el modelo de la familia nuclear tradicional heterosexual. Como decíamos, el factor positivo del ingreso de las mujeres al mercado de trabajo exigió modificaciones en el cuidado y la organización doméstica, así como demandó una distribución más igualitaria en cuanto a las tareas y tiempos destinados a su cumplimiento. Sin embargo, la mercantilización de los cuidados y la familia, puso a las mujeres nuevamente en el centro de la escena, en cuanto a la responsabilidad de la resolución de esta necesidad. Esto es, finalmente el sistema social y las políticas públicas reproducen y consolidan nuevamente las desigualdades más básicas de género vinculadas a lo económico y lo social. Si consideramos que el cuidado de los niños y niñas en la temprana edad es en la actualidad uno de los elementos de mayor peso para el acceso y permanencia de las mujeres en el trabajo remunerado, las redes familiares y los servicios de cuidado públicos, son claves para favorecer esos derechos. Éste parece ser el peligroso panorama de la provisión del bienestar, no sólo en Argentina sino en América Latina: el cuidado se resuelve en la oferta privada con consecuencia no sólo para las mujeres pobres, excluyéndolas del mercado laboral y del desarrollo personal, sino también para los receptores del cuidado, especialmente la niñez.

 

*Docente e investigadora FTS-UNER.

 

 

 

 

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