Por Clara Chauvín* y Andrea Sosa Alfonzo** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal y Redes sociales Fiorella Sargenti | Ilustración: Martín Bianchi
Mientras la oleada de los podcast se instalaba como el nuevo formato sonoro on demand, Fiorella Sargenti aparecía en boca de todes como una referente. Sabe mucho de cine y de radio. Cree que los podcast tienen como acierto hablarle a una comunidad. Y que la libertad hoy pasa por elegir cuándo, dónde y con quiénes consumir productos culturales con la capacidad suficiente para poner en contexto la información.
Fiorella Sargenti nació en Tierra del Fuego. Su infancia estuvo inmersa en el mundo de la radio ya que su padre tuvo la primera licencia de FM en Ushuaia. “Mi tío trabajaba en la radio y crecí viéndolo, en esas épocas en que se podía fumar en un estudio y había pilas de discos”, recuerda. Tras más de una década en los medios de comunicación, Sargenti ha pasado por distintas radios y medios gráficos, siendo una de las más destacadas comunicadoras especializada en temas de cine y cultura pop. Actualmente podés escucharla en diversos podcast, como Hoy Trasnoche que conduce junto a Santiago Calori desde 2017, y el más reciente, Nuestro Día, el primer programa diario de Spotify donde Fiorella comparte la conducción con Luciano Banchero y Eddie Fitte.
Pasó su adolescencia leyendo revistas como la Rolling Stone y los suplementos jóvenes Sí de Clarín y No de Página/12. Sin embargo, estudiar periodismo no fue su primera opción: “Cuando terminé el secundario no había muchas opciones para quedarse en la isla. Todo el que podía se iba a estudiar a algún otro lado. Me vine a Buenos Aires y al principio no sabía bien qué quería hacer, había hecho un test vocacional en el que salían cosas como sociología, psicología, comunicación. Mientras hacía el CBC en la UBA fui cambiando de carreras como Letras, Sociología, Filosofía, Artes Combinadas. Cuando llegué a Buenos Aires y escuché la radio Rock&Pop dije ‘¡eso quiero hacer!’. Entonces decidí estudiar periodismo y entré a TEA. Pero en ese tiempo entré como en una crisis porque no quería hacer cualquier tipo de periodismo o trabajar en la tele o estar en una redacción y tener que escribir sobre turismo carretera que yo no tengo ni idea. Me fui chocando con algunas cosas que me hicieron aprender y crecer bastante. Un día me paré en uno de esos quioscos de diarios y revistas, para ver dónde quería escribir. Empecé a enviar mails a todos lados, entre ellos a la revista La Cosa Cine y me contestaron, empecé a escribir ahí. Esto fue alrededor del 2008, creo que fue en la época de Britney pelada. Estábamos conectadas cósmicamente”.
-¿Cuáles son las diferencias entre crear un podcast y hacer radio?
-La experiencia en radio me sumó para hacer podcast. Hago radio desde 2011, arranqué en Blue, después en Rock&Pop y en Metro. Empecé a hacer podcast alrededor del 2014. La radio me sumó para tener una base de estructura, podes desarmar para generar ese lenguaje propio del formato podcast, esas herramientas son muy útiles y te sirven también para romperlos. La mayor diferencia que encuentro es la presión que tiene la radio, en especial las mainstream que se manejan similar a la tele y lo que prima no es tanto el contenido sino el número. Por suerte ahora se están analizando más a las audiencias, se está revalorizando a diferentes tipos de audiencias. Antes todo el contenido tenía que ser mega masivo y lo independiente estaba por otro lado. Ahora se valora al nicho, a las diferentes audiencias y ahí el podcast tiene que ver con eso porque le podés hablar directamente a un grupo de personas determinado. La radio tiene que poder escucharla tanto un nene de 9 años como una abuela. El podcast creo que viene a llenar ese bache que deja la radio cuando trata de abarcar todo.
-Los feminismos pusieron el foco sobre la necesidad de espacios para mujeres y disidencias dentro de los medios de comunicación ¿Cómo fue para vos poder hacer tu lugar dentro de la profesión y también insertando los temas que plantea la agenda de los feminismos?
-Llorar un montón en el camino. Creo que me tocó el momento en que empezó a transformarse todo eso y también en el medio de mi crecimiento. Después de mucha terapia se aprende que esos espacios une se los gana. Porque después aparece ese síndrome del impostor de estar por llenar un cupo. Las radios eran un vestuario, un olor a huevo con chabones hablando cosas de chabones. Había una cosa muy de pitufina, de ser la chica y ella representa a todas las mujeres. Entonces está el que habla de deportes, el que se hace del barrio, el más nerd, pero vos tenes que representar a todas. Lo que hagas bien va a sumar para tu colectivo y todo lo que hagas mal le va a restar. Lo mismo aplica para cualquier que no sea un varón heterocis. Yo se que entré a la radio para tapar un poco el olor a bolas, después te tenes que ir ganando el lugar. Era muy incómodo, para poder meter agenda de género tenías como que “masculinizar” tu energía con el grupo de trabajo para sentarte en la mesa y ser una de las que puede hablar. Yo hacía columnas sobre la cultura de la violación o estereotipos de género y los insultos me llegaban. Sabía que si a eso le sumaba meterme en una charla de “¿Qué ropa interior usas?”, me iban a anular para lo otro. Eso fue cambiando, aunque los que toman las decisiones y los que están liderando los programas más escuchados siguen siendo los mismos. Muchas veces es cosmético el cambio, pero no estoy en contra del cambio cosmético, prefiero eso que siga todo exactamente igual. También hubo actitudes del horror de hombres de poder en las radios que eran avaladas por directivos y demás. Muchas veces, lo más doloroso, era de parte de tus compañeros que no pueden hacer nada porque siempre está el temor de perder el laburo.
-¿Cómo ves los cambios en las plataformas y los modos de consumo? y, ¿cuáles son los desafíos que eso implica?
-Hoy no puedo imaginarme una realidad en donde no podes elegir qué escuchar o ver lo que quieras, cuando quieras. Pensar en tener que estar con el VHS o con el cassette y llamar a la radio y pedir el tema que te gustaba para poder grabarlo, o si el disco que querías no llegaba a la disquería de tu ciudad, o de tu pueblo, o no tenías plata para comprarlo. Ahora incluso podés escuchar Spotify gratis o mirar YouTube si tenés acceso mínimo a Internet. Ya no me imagino una realidad sin eso. Me encanta también que haya diferentes opciones. Incluso lo que pasó durante la pandemia con Twitch, que se corra de las estructuras tradicionales para ver un contenido o tenerlo de fondo como compañía. La radio con video todavía tiene que cuidar mucho la estructura radial tradicional, entonces eso me aleja, por ejemplo, con la presencia de publicidades. Termino viendo un stream para zafar de eso. Con el podcast también se genera una sensación de comunidad, que se pensaba que era exclusiva de la radio. Yo escucho podcast y no me importa si no está en vivo, lo pongo como compañía y después le comento a mis podcasters favoritos. Los primeros podcast eran para contar una historia o de entrevistas y los charlados eran de temas muy específicos. Ahora hay de temáticas más amplias, que tienen su propio universo y funcionan así. Sobre las plataformas en general de streaming, me parece interesante cómo se relacionan con los medios, qué estrategia eligen para aprovechar herramientas para expandir y meter pauta de otra manera, pauta que a la vez, es contenido.
-Para vos como cinéfila ¿qué tiene que tener una buena historia?
-Hay historias que si las congelas en un tuit no tiene un cuerpo real y lo que las hace interesantes y trascendentes es el cómo se las cuenta. Eso es lo apasionante del cine. Muchas veces no es tanto la historia sino las herramientas que elegís usar para contar eso. En general no me fijo tanto en qué tiene que tener una historia sino en cómo se la cuenta. Un lindo ejercicio es ver cómo nosotros, los que comentamos películas y comunicamos sobre cine y series, podemos decir de qué se trata, cuál es la historia de una película. Sin embargo, eso no dice mucho, porque esa misma sinopsis contada con un cierto vocabulario visual, con cierto juego o intención, puede ser algo mucho más elevado que si simplemente me aferro a esa línea de sinopsis que tengo. Para mí la historia está en un contexto. Después podemos debatir cuánto vale la intención de quien te quiere contar una historia, si eso llegó o no a la audiencia. Pero casi que en la mayoría de los casos lo que hay es porque nosotros entramos en la película sin tener la información para entrar en el código, le ponemos muchas veces a las películas intenciones más o menos como a los hijos, queremos que sean de determinada manera pero es más por un deseo propio y no porque sea el planteo de los realizadores. Podés abrirte a la experiencia sin saber mucho pero tenés que tener un grado de disfrute personal por el cine para dejarte llevar y sorprenderte con lo que te tiran del otro lado. Si sos osado en ese sentido, podes apreciar o meterte en un juego no tan lineal.
-Estamos en un tiempo donde se ha insertado con fuerza la noción de la cultura de la cancelación, donde se cuestionan obras de hace muchos años, por ejemplo, clásicos como Lo que el viento se llevó, e incluso, se demoniza la filmografía completa de directores como Woody Allen o Roman Polanski ¿Cuál es tu visión frente a todo esto? ¿Se debe separar al artista de la obra?
-Estoy en contra de la cultura de la cancelación. Después está la pregunta, ¿qué hacemos con esta gente? Sí creo que deben hacerse cargo de lo que pasó y hay que recordarlo. Hay que poner en tiempo y espacio y dar la coyuntura. Por ejemplo, si hablas de una película de Roman Polanski recordar por qué no está en Estados Unidos. Sin mezclar, porque también se genera esta bola de nieve en la que terminamos anulando a quienes no consideramos conservadores o reaccionarios, terminamos muchas veces anulando el mismo discurso, metiendo todo en una misma bolsa y confundiendo. Aparece cualquiera, dice algún comentario y enseguida se le dice “pedófilo”. Pero si le decimos pedófilos a todos, terminamos escondiendo a los que sí son pedófilos porque si todos lo son, nadie lo es. Y no me refiero a denuncias reales sino al discurso y a la discusión de redes que es lo que genera ruido hoy. Creo que hay que poner en contexto, no para justificar sino para aprender de los errores. Lo importante es que quienes siguen en actividad, cambien esos paradigmas, porque además no todo es judicializable. A veces pueden ser los casos de Harvey Weinsten o Woody Allen, otras veces con casos que tienen que ver con las estructuras de poder que tienen que cambiar. Lo importante es que quienes realizan esos actos aprendan, cambien, y analizando el caso sean separados de ese cargo de poder y que quienes rodeamos eso no lo permitamos más y generemos mejores ambientes. En Hoy Trasnoche hablamos de películas de gente “cancelada”, siempre recordando el contexto, los datos. El análisis de lo que después cada quien piensa de esa información es un extra. Me parece importante comunicar los datos exactos de lo que pasó, tener la información clara porque sino la editorialización después puede terminar perjudicando y siempre hay mucha gente esperando el mínimo pifie. Creo que estamos jugando con un límite peligroso, terminamos pareciéndonos a las madres espantadas como cuando Tipper Gore pidió que se pusieran en las portadas de los discos las etiquetas de aviso parental porque había malas palabras. Las voces que históricamente más nos llegaron fueron de autores y directores varones, entonces hizo que la cultura esté pavimentada, construida en base a varones heterocis y demás. Me parece perfecto analizar la cantidad de voces calladas o que quedaron ocultas de mujeres y de disidencias que querían contar su historia y no pudieron. Pero tampoco me gustaría que hoy no se pueda escribir Lolita, por ejemplo, porque alguien puede pensar que ese autor es un violador o está incitando a la violación. Creo que podemos aspirar a una sociedad que tenga las herramientas para entender y analizar el arte y sacar conclusiones sin pensar que es como una guía o un tutorial de YouTube. Aspiro a que podamos tener ese tipo de historias incómodas que nos acercan a cosas oscuras con la capacidad y la educación suficiente para poder entender, y a la vez poner en contexto cada cosa, para comprender lo que se quiso transmitir. Que no haya alguien que nos tenga que venir a decir y a señalar, porque sino terminamos cayendo en estrategias que usaba gente del mal, dictaduras, censuras y sacar pedazos de historia.
-Vemos que ante la tendencia de la corrección política dentro del cine, en especial del mainstream, se generan contenidos cada vez más pacatos y se dejan de contar ciertas historias. ¿Coincidís con nosotras?
-Totalmente. Volvemos de alguna manera a algo que pasaba hace décadas en Hollywood en comparación con el cine europeo. En las plataformas hay un lugar en que se están refugiando un montón de historias y creadores y creadoras que es difícil que puedan llegar a una distribución masiva. Hoy si yo abro una cuenta a la que siguen tres bots, pongo un tuit indignada y ya se genera una sensación de que es el tema de debate. Es muy fácil generar agenda e instalar indignación, armar un discurso de algo que en realidad tiene detrás gente manipulando cuestiones. Por eso en Hoy Trasnoche hablamos mucho de películas de productoras como Neon o A24 que tienen películas más chicas donde se animan a ser un poco más incorrectas. Pero también me siento incómoda usando esa palabra porque muchos conservadores dicen “hoy todo es políticamente correcto” y utilizan el “incorrecto” para mechar un discurso de odio y justificar a Clint Eastwood diciendo alguna barbaridad -que la diga si la piensa- pero yo también tengo mi derecho a señalar y decir: “señor, eso me parece que es una barbaridad”. Creo que todo eso está afectando mucho a las grandes películas por esto de “no hay que ofender a nadie”. Si vamos para atrás, arrancó cuando Spielberg cambió en E.T las armas por walkie talkies. Disney no tiene toda la culpa. Somos nosotros los que estamos consumiendo eso, porque todo se basa en los números. El aval, es el dinero que les damos.
Escuchá el episodio #5 donde conversamos con Fiorella Sargenti en Spotify
Esta entrevista pertenece a la Serie JUNTAS, un ciclo de conversaciones con mujeres referentes de la cultura, la comunicación y el arte, que publicamos en formato podcast y gráfico.
*Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en RIBERAS. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).
**Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014.