“Me interesa reivindicar la lectura como una actividad creativa”

Por Andrea Sosa Alfonzo* y Clara Chauvín** para la Serie Juntas | Fotos: Archivo personal Gabriela Borrelli | Ilustración: Martín Bianchi

Tiene más preguntas que respuestas. Y cuando el mundo se puso tecnológico durante la pandemia, Gabriela Borrelli celebró volver al abrazo, a la idea de que la humanidad está en la cercanía corporal. Se siente una anfibia que navega entre la escritura, la lectura y los medios de comunicación como parte de un mismo movimiento que nos define de múltiples formas. Insiste en que no le gustan los relatos únicos ni las etiquetas pero que las identidades se defienden políticamente.  


Gabriela Borrelli Azara nació en Monte Grande, provincia de Buenos Aires, en 1980. Es periodista, conductora, escritora y crítica literaria. Además de años de experiencia en radio, en donde dice que “trabajó de muchas cosas”, también publicó los libros de poesía “Océano” y “Hamaca paraguaya”, la compilación de textos fundamentales del feminismo “Lecturas feministas” y la novela “Vidrio”. 

Estudió Letras y, de forma paralela, también hizo la carrera de Locución. Dos caminos que jamás pensó en transitar por separado. Hablar, leer, escuchar y escribir, son espacios que considera que forman parte de un mismo movimiento: “Yo se que es un imaginario instalado, pero ser mujer de radio o mujer de letras se decía antes y era algo que decían los chabones como ‘soy un animal de radio’. Creo más en lo anfibio, en poder navegar y respirar en varias aguas, denominarme con otras cosas. Sí, la radio es mi casa, fue mi lugar pero nunca fue algo muy diferente a lo que considero leer y escribir como un mismo movimiento. Y para mí, personalmente, por mi trabajo en la radio, ése es un tercer movimiento. Nunca pensé en hacer radio sin leer o nunca pensé en escribir sin que estuviese escuchando una voz como la radial. Entonces son tres espacios que forman parte del mismo movimiento y todo tiene que ver con leer, escribir, escuchar y hablar”.

Sus primeros pasos en la radio fueron a los 15 años, por aquellos tiempos estaba a cargo de la conducción de un programa radial del Club de Leones de Monte Grande. “Me acuerdo que comencé con un compañero que era de la juventud del club en un programa que se llamaba ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’ en 1995, furor de Fito Paez. Sin darme cuenta, y ahora que lo pienso, mi primer inicio radial fue una militancia, era un programa que quería plantear los problemas de la gente joven, juntar dinero para el club, sumar socies. Después terminé la secundaria, comencé a estudiar Letras y de forma paralela Locución. Nunca pensé en hacer radio sin la literatura. Me acuerdo que practicaba las clases de Locución en el ISER con poemas. Como locutora trabajé en muchas cosas, estuve en Radio Nacional Clásica, trabajé en Folklórica, grabé publicidades. Fui florero de muchos conductores muy progres que querían que dijera la temperatura y la humedad. Yo proponía cosas y me decían ‘No, gracias, decí la temperatura’, como si las locutora fuesen meteorólogas. Paralelamente a eso, yo insistía que quería meter un poema. Después, tuve azar o suerte de cruzarme con Tom Lupo, que lo conocí en un recital que hacía en el Centro Cultural Recoleta. Ahí me acerqué, le dije que me gustaba la poesía y me invitó a trabajar con él. En el inicio yo ya buscaba una forma de expresar que era militante. Y si me preguntás cómo nació la formación militante diría que fue con la radio. Nacieron juntas, la militancia y la profesión”.

-La poesía es un género que siempre rompió esquemas, formas, pretensiones de encasillarla y como dijiste en una entrevista ‘siempre tuvo momentos históricos y oleadas de reconocimiento’. Queremos preguntarte ¿si crees que la poesía está ahora en uno de esos momentos?; en segundo lugar, ¿en qué se basa tu lenguaje poético? y por último ¿qué lugar ocupa en tu obra la política, el feminismo y la crítica cultural?

-En la poesía siempre hubo una disputa lingüística, siempre es una disputa a una lengua dada. Tom Lupo decía que cuando llegamos a la cultura, ya tenemos una lengua dada, no nos queda nada más que tensionarla.

Yo creo que en la Argentina esa tensión está dada por la centralidad del rioplatense en relación a los mal llamados regionalismos o tonadas. Esa tonada no puede ser sino una tensión poética en la lengua castellana que hablamos en Sudamérica. Sin embargo, la institución literaria argentina toma el rioplatense como central, entonces la tensión poética siempre está atravesada por eso.

Hay muchos poetas que supieron surfear esa tensión, pienso en Jorge Leonidas Escudero en San Juan, en María Meleck Vivanco en Córdoba, incluso en Juan L. Ortiz en Entre Ríos, que pudo encontrar el ritmo de un paisaje en su literatura y en su poesía. Siempre estaba la tensión de ese Entre Ríos con la tensión del rioplatense en Buenos Aires. Creo que la poesía es la tensión de esos ritmos. Por supuesto, cuando esas tensiones se vuelven más políticas también aparecen esos momentos.

Sí, la marea feminista de estos últimos años, que comenzó a gestarse en los ochenta, tuvo como un parate en los noventas y volvió con mucha fuerza después del kirchnerismo, trajo otro pico de estimulación y escritura poética en todo el país, en cada activación por el derecho al aborto, tenía música y poesía. Y ahí, se van mezclando los caminos inusitados donde la poesía hace cosas, como lo es en una movilización política o en un recital de rock, vive en todos lados. Pero me parece que la marea feminista arrojó un montón de energía poética pura: publicaciones, escrituras y talleres literarios movidos por esa marea.

Respecto de la última pregunta, me sería muy difícil decir cuál es mi propio lenguaje poético. Creo que me interesan las relaciones con las cosas. En “Hamaca paraguaya” o en “Océano”, donde algunas cosas materiales me activan el recuerdo inmaterial. Creo que ahí hay también algo de la materialidad de la palabra, para expresar lo más íntimo, para expresar lo de más adentro como dice Libertad Demitrópulos. Esos adentros no tienen otra materialidad que cosas o palabras. Una nunca sabe qué quiere decir, ni siquiera si tengo una obra, sí puedo decir cuáles son mis preocupaciones o lo que me llama la atención. Hoy me llama mucho la atención el árbol de la esquina, hay algo de tensión con ese árbol que seguramente provocará un poema o simplemente un pensamiento que después será poema. 

-Te dedicaste durante mucho tiempo a la poesía y el año pasado publicaste Vidrio, tu primer novela ¿Cómo fue ese paso a la narrativa? ¿Con qué desafíos te encontraste?

-Otra vez, aparece algo anfibio. No es que en mí vive la poesía, la novela o la crónica, sino que convive todo. Escribir es parte de un movimiento que a veces encuentra una forma poética y a veces, una narración. Respecto a la novela, yo iba a un taller literario de Alejandra Zina, ahí apareció una voz de Laura, la protagonista de Vidrio. Primero iba a ser un relato corto, medio poético y muy filosófico, una sísifa que tenía que levantar siempre la misma piedra. Y después fue apareciendo la historia, pero también fue la impronta del taller literario que todas las semanas iba con un capítulo y la novela comenzó a crecer. Pero sobre todo, al igual que cuando escribo un poema, lo que aparece es un ritmo. Una impronta rítmica que después encuentra el género.

No pasa nada fuera del momento de la escritura, considero, y este es casi un consejo que doy en los talleres, no es que una piensa la trama ‘antes’ en la cabeza y después la vuelca en el papel. El acto escritural es un acto que sucede ‘ahí’. Es como hacer gimnasia, no se hace gimnasia ‘antes’ de hacer gimnasia.

El músculo no se mueve porque vos pensas que se mueve. En la escritura pasa lo mismo, todo pasa en el papel en blanco, todo empieza a suceder en ese momento de encuentro. Así que la novela apareció así. Después de eso hay un trabajo de encontrarle el tono y seguirlo. Ahora estoy escribiendo la segunda novela y estoy en dificultades porque no aparece ése tono. La poesía y la literatura es insistencia, como la política, o como el periodismo, es insistir.

Volver a las palabras que nos unieron

-Comentanos sobre la segunda entrega de Lecturas Feministas que lanzaron este año desde Ediciones FutuRock.

-Es un libro bien diferente a Lecturas Feministas I, me da un poco de vértigo que sea tan diferente porque el primero es un libro ´muy de batalla´, de encontrarnos con muchas militantes que no habían leído, entonces era más un manual: un recorrido casi histórico. En cambio, Lecturas Feministas II hay un paso que se da después de armar propios recorridos, entonces es más temático. En el primer capítulo insisto sobre Sor Juana Inés de la Cruz y el hambre de conocimiento, cómo se nos permite conocer o no conocer y sobre las lectoras de principios del siglo XIX. Después tomo la literatura de viajes: este gran paradigma de “viajaban solas”, ¿cómo se arma eso? Luego me voy a la década de 1930. Es decir, armé constelaciones, reunión de novelas, pura literatura y algo de textos académicos pero son constelaciones literarias como dice el título. Me da mucho vértigo pero lo disfruté mucho, porque disfruto leer y escribir sobre lo que leo. Estoy contenta, todavía no recibí muchas críticas, buenas o malas, pero espero que lleguen.


-Pensamos el universo de la literatura y también nos preguntamos ¿qué nos pasa cuando leemos? ¿Qué te ocurre con la lectura, qué significa para vos el lugar del lector, lectora, lectore?

-Precisamente en Lecturas Feministas II yo hablo de un momento de la Argentina que fue la década del ‘30 donde comenzaron a aparecer publicaciones muy baratas. El socialismo y el anarquismo aportaron esta idea, y junto con el acceso a la universidad, se llegó a una nueva clase de lector obrero. La escritura estaba replegada a fines del siglo XIX y principios del XX a un sector social. El libro y la lectura eran algo prestigioso y las clases populares, no. La aparición de editoriales de más bajo costo y acceso trae debate ¿para qué sirve la literatura, para hacer o no la revolución? Pero también aparece la figura de un lector, y no va a ser sin tensión que esa figura recorra la historia del siglo XX y XXI. Porque leer pareciera siempre un prestigio de clase, y también se necesita ocio para leer. Pero esa herramienta de movimientos obreros y reivindicatorios, es una herramienta de lucha a su vez.

La lectura entra en esa encrucijada y pareciera que tiene más prestigio quién escribe que quién lee, como si estuviese en un escalón superior quién escribe. Esto también tiene que ver con la centralidad de algunas formas de hablar que están más cercanas a una forma de escribir que se institucionaliza. Creo que son una serie de problemas más que respuestas esto que estoy planteando, pero en esa encrucijada me gusta la reivindicación lectora.

La reivindicación de que es tan importante quién lee un libro como quién lo escribe. La idea de que en leer hay una gran creación, insisto que las lectoras principalmente son creadoras de circuitos a veces escondidos, y me interesa reivindicar la lectura como una actividad creativa.

-En una entrevista comentaste que estabas cansada del por qué siempre está la necesidad de remarcar que sos sos lesbiana o feminista ¿Qué significa tener que batallar con estos discusos pero aún así ratificar el orgullo lesbiano como herramienta política?

-Quisiera incluso invertir esta pregunta y decir ¿cuánto te cuesta decir que sos lesbiana?, o ¿cuánto te cuesta decir que sos feminista? En estos momentos donde incluso se dan unos discursos horribles que contraponen justicia social y feminismo, como si el avance de leyes que tengan que ver con el género y LGBTTTIQ+ fueran en contra del crecimiento económico del país, es muy absurdo. Creo que lo que visibiliza decirlo en ciertos lugares es que cuesta mucho porque por ese motivo no accedí a muchas otras cuestiones. Para mí la visibilidad es una militancia, no sin costos. Sigue siendo una herramienta de discusión, de lucha, pero no es lo único que soy, soy un montón de otras cosas que elige también esa manera de hacer política. Y lo digo porque muchas otras compañeras lesbianas perdieron trabajos, perdieron lugares de posición social, hasta han perdido la vida por decir que son lesbianas. Entonces me siento con un compromiso de decirlo, desde mi posición por todas ellas que no pudieron decirlo o que les costó la vida decirlo. Me parece que eso resuelve la ecuación y creo que es importante seguir diciéndolo Es importante que esa perspectiva esté atravesada por otras cosas de la vida, no la única. Una no es solamente lesbiana en la vida, una es madre, estudiante, educadora, hija, tía, periodista, actriz, un montón de cosas. Pero si esa parte de tu vida te cuesta muchas otras cosas, es bueno que el orgullo sea una respuesta política.

-Durante la pandemia se habló mucho de cómo se iba a relatar esta época, los discursos que circulaban para explicar la ruptura con la “normalidad”, las consecuencias del aislamiento, el encierro ¿Cuál crees que es el lugar que va a ocupar el relato pospandemia y sobré qué crees que va a versar?

-Primero creo que es muy difícil en estos tiempos la creación de un relato único y también estamos asistiendo a tiempos políticos y sociales dónde está quebrada esa idea de un relato. Así como tenemos feminismos, vamos a tener relatos atravesados por lo ideológico. Así como se pudo instalar en muchos países del mundo un relato muy cercano a la derecha, de antivacunas, antipandemia, antienfermedades. Por suerte no fue un relato que se haya generalizado, porque nos salvó la vida el poder vacunarse. Sin embargo, creo que no va a haber un solo relato, van a haber muchos relatos. Pero dentro de esos el que más me gusta es uno que se puede llegar a armar, frente al que imponía la no presencialidad como un futuro, el que imponía la idea que íbamos a hacer todo por zoom, la distopía que pretendía que trabajemos cada uno desde sus casas encerrados.

En cambio, la idea de la apertura después de la pandemia, de los encuentros sociales, del abrazarse, del besarse, de la necesidad que tenemos de encontrarnos en las calles, es un relato que me gustaría que se armara. Es decir, ser humano es ser cercano a alguien, la idea de la humanidad es una idea de cercanía corporal, de que no todo puede ser tecnológico o virtual. Creo que es el relato más optimista.

Pero claro, de la pandemia los que eran más ricos salen más ricos y los que eran pobres salen más pobres, ese también es un relato que me gustaría que tengamos. Eso nos tiene que dar como una vitalidad poética para militar el mundo que queremos. Principalmente volver a las palabras que nos unieron, igualdad; que no nos corran de eso, que todo el mundo pueda comer y tener una vida plena económicamente y culturalmente.

-Frente a este avance de la derecha y de expresiones por demás reaccionarias ¿cuáles te parecen que son los desafíos para los feminismos y, en particular, para los feminismos en los medios de comunicación?

-Creo que desde los medios de comunicación es no caer en las falsas dicotomías que oponen feminismo y justicia social, me parece que los medios ahora van por eso. Por decir “ah, se ocupan del tema de las minas pero no se ocupan de la economía”, como si el feminismo no fuera justamente pensar la diferencia económica entre mujeres y varones; que el 29% de las mujeres de entre 18 y 25 años en el país no tienen trabajo, como si no fuera poder decidir económicamente sobre tu vida, cuántos hijos queres tener o no. Me parece que en los medios de comunicación hay que dar una gran batalla, muy inteligente, muy reflexiva, no con títulos de Twitter sobre esta falsa oposición de feminismo y justicia social. Volver a decir que el feminismo es parte de la justicia social y la igualdad para todos los seres humanos y no para unas “falsas minorías” como quieren instalar, sino para el bienestar de las mayorías diversas. Despues, dentro del movimiento feminista viene la defensa de lo que supimos conseguir. 

Por ejemplo, los sindicatos existen para defender los derechos que se consiguieron, no es que la hegemonía económica dio vacaciones, aguinaldo, indemnización y todo bien. Se tuvieron que armar uniones de trabajadores/as para defender esos derechos. Yo creo que el feminismo debería hacer lo mismo. Las leyes que conseguimos como las de ESI, IVE, Cupo Laboral, hay que defenderlas. A mi me encanta cuando veo a las chicas con el pañuelo verde todavía, porque no es una imagen de “conseguimos la Interrupción Voluntaria del Embarazo y colgamos el pañuelo”, no, las compañeras que lo siguen manteniendo en la mochila saben que eso hay que defenderlo. Y defenderlo también de los mismos movimientos políticos a los que pertenezcamos, dar esos debates, militar las leyes después que se aprueban, no sólo antes de aprobarlas sino también después. Creo que nos vendría bien pensar esto, pensar en las mismas agrupaciones y redes políticas que tendimos para la aprobación del aborto, seguir sosteniéndolas porque todo se puede ir para atrás. El macrismo, por ejemplo, está impulsando la idea del despido sin indemnización, entonces vemos que van a venir por las leyes que hemos conseguido. Entonces hay que militar nuestras leyes. Creo que ése es el gran desafío de los feminismos. 


Escuchá el episodio #7 donde conversamos con Gabriela Borrelli en Spotify


Esta entrevista pertenece a la Serie JUNTAS, un ciclo de conversaciones con mujeres referentes de la cultura, la comunicación y el arte, que publicamos en formato podcast y gráfico.

*Andrea Sosa Alfonzo es comunicadora y periodista. Se especializa en comunicación digital. Es Directora Periodística de Revista RIBERAS. Ha publicado artículos en diversos medios de comunicación. También hace columnas para radio desde 2014.

**Clara Chauvín es periodista y productora de contenidos en Canal UNER y en Riberas. Desde el año 2009 viene trabajando en diferentes medios gráficos, radiales y televisivos, especializándose en género y feminismo. En 2019 publicó el libro «Hermanadas: Postales de lucha» (Editorial El Miércoles).