Por Clara Chauvín | Ilustraciones: Alejandra Andreone | Intervenciones: Andrea Sosa Alfonzo
El documental Chavela que puede verse en la plataforma Netflix, recorre la vida de la artista que dijo ”soy la primera mujer en México que se ha atrevido a cantarle a una mujer”. Sí, vas a llorar y rebelarte con el corazón en la mano.
Valiente, inquieta, solitaria, corajuda, revolucionaria. Todo esto era Chavela Vargas, cantante de ranchera y de los corazones rotos y entequilados. El documental que lleva su nombre, es un homenaje emotivo y poderoso de esta artista con pantalones que cantaba con el alma y que transgredió cualquier límite, dejando una marca imborrable en la música latinoamericana.
Entre las diversas opciones que nos brinda Netflix, siempre se puede dar con alguna joya oculta. En los últimos días, el servicio de streaming agregó a su catálogo el documental “Chavela”, del año 2017. Una coproducción entre Estados Unidos, España y México, dirigida por la australiana Catherine Gund y la estadounidense Daresha Ky y un equipo de producción integrado en su gran mayoría por mujeres. “Chavela” recorre la vida de esta cantante nacida en Costa Rica el 17 de abril de 1919 con el nombre de María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano. Criada dentro de una familia sin amor, fue algo que la marcó de por vida. “Pregúntame lo que quieras, pero no de dónde vengo, sino a dónde voy” enuncia como punto de partida para recorrer su vida documentada, como la frase que, quizás, resuma perfectamente quién era esta cantora, viajera y transgresora en todos los sentidos. Entrando en la juventud, a los 17 años, abandonó su Costa Rica natal para renacer en México.
El documental que llega hasta 2012, el año de su muerte, reconstruye la historia de la cantante a partir de fotografías y grabaciones de distintas épocas, como así también, recupera testimonios de la protagonista, así como de algunas personas que la conocieron y acompañaron cuando cayó en el olvido.
Siempre fue consciente que la soledad era el gran precio a pagar por ser libre, sin embargo, Chavela vivió cada día como si fuese el último. Su arribo a México y a los escenarios marcó un antes y un después. Primero comenzó cantando con la melena suelta, maquillaje y tacos altos, pero eso no le funcionó. “Parecía un travesti”, decía sobre esos fallidos inicios. Entonces tomó la dirección contraria y rechazando cualquier mandato de femineidad, decidió calzarse pantalones y un poncho. Fue así que el público quedó enmudecido frente a esta artista que se paraba ante los micrófonos desafiando al mundo. Y lo hizo en tiempos donde parecía imposible para una mujer.
Su canto venía directo desde las entrañas, junto con esos fantasmas y dolores que trazaban cada estrofa. “Ha entregado tantas emociones, que se va a morir, se le va a parar el corazón. La canción acababa, empezaba otra, y era de nuevo tirarse al vacío sin ningún pudor, sin ningún miedo” expresa el cantante Miguel Bosé durante el documental.
Chavela era la misma persona arriba y abajo del escenario, temeraria, con la misma voracidad y bohemia con la que cantaba “y aunque la vida me cueste, llorona, no dejaré de querer”.
Su carrera musical fue impulsada también por el padrinazgo del compositor y cantante José Alfredo Jiménez, un gran amigo en la música y en las parrandas, cuya muerte en 1973 fue otra herida que tardó en aliviar. “México me enseñó a ser lo que soy. Pero no con besos y abrazos, sino a patadas y a manotazos. México me agarró y me dijo: te voy a hacer mujer, te voy a criar en tierra de hombres” relata Chavela en el documental.
La sacerdotisa del amor
No temía pararse a la par de cualquier varón, e incluso disputarle una mujer, tomaba todo el tequila posible y vivía su sexualidad de forma totalmente libre.
Aunque no lo expresara en voz alta, el ser lesbiana trazó sus decires y marcó su vida a fuego. Mientras que fue joven, esta identidad resultaba una transgresión demasiado cara para la conservadora México de aquel entonces. Fue recién a los 81 años que la mujeriega dijo abiertamente soy lesbiana, “he sido feliz con mis amores y mis desamores”.
Entre sus romances más conocidos, se encuentra el que tuvo con la pintora Frida Kahlo. Coincidieron en una de las tantas fiestas celebradas en Casa Azul, de Frida y Diego Rivera. En una de las escenas más emotivas del documental, escuchamos la voz de Chavela que cuenta: “Fue un deslumbramiento, al verle en la cara, en los ojos. Pensé que no era un ser de este mundo, sus cejas juntas eran una golondrina en pleno vuelo. Sin tener todavía la madurez de la mujer en mí, sin embargo presentí, que podía amar a ése ser con el amor más de entrega del mundo. A ella le fascinaba mi canto. Mis palabras posiblemente la hirieron mucho cuando le dije que me iba alguna vez. Ella me dijo ‘Lo sé, es imposible atarte a ninguna vida de nadie, no te puedo atar a mis muletas ni a mi cama, vete’. Y un día abrí la puerta y no volví”.
Era una mujer con un gran poder de seducción y lo hacía en todas las mujeres que quería, incluso hacia las esposas de poderosos hombres de la industria, como el rumor de la relación entre la cantante y Arabela Árbezn Villanova, hija del presidente guatemalteco y novia por aquel entonces del fundador de Televisa. Cuando “el Tigre” se enteró, hizo lo imposible para acabar con su carrera, vedarla de las grandes pantallas y prohibir que sus discos se escucharan en las estaciones de radio mexicanas.
Relegada, pobre y presa del alcoholismo, doce años debieron pasar para resurgir de las cenizas del olvido. Cuando muchos ya la daban por muerta, en 1991 reapareció públicamente con una presentación en el cabaret “El Hábito”, propiedad de las artistas Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez.
Ese día Chavela tuvo miedo antes de salir al escenario, cantar sin poder beber una gota de tequila fue algo para lo que parecía no estar lista. Sin embargo, logró derribar ése fantasma y estar frente a frente con un público que estaba cautivo, tan sólo esperándola para volver a ovacionarla y abrazarla.
Por el boulevard de los sueños rotos
Nuevas puertas se abrieron y en el proceso del resurgir, España esperó a Chavela con los brazos abiertos. Artistas como Bosé, la cantante Martirio, el cineasta Pedro Almodóvar, la diseñadora de modas Elena Benarroch, la Presidenta de la Fundación Federico García Lorca, Laura García-Lorca y el cantantautor Joaquín Sabina, entre varios otros nombres destacados, tejieron redes para llevarla por distintos escenarios de España.
“Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noche en vela….” le cantó Sabina a Chavela Vargas a principios de los noventas cuando la artista decidió recuperarse en el último tramo de su vida.
Ese recorrido comenzó con una inolvidable presentación en la Sala Caracol de Madrid, en 1993. Almodóvar, con el que llegaron a tener una profunda amistad y a quien Chavela lo nombraba como su “marido en la Tierra”, dijo emocionado: “Era una especie de sacerdotisa, establecía una comunicación muy profunda y muy de tú a tú. Y lo que te dice de las relaciones amorosas, en las más fuertes, es: ‘te has equivocado y está muy bien que te hayas equivocado, ha merecido la pena, es de las cosas más importantes que han pasado’ y que te perdonaras de todos los errores que has cometido y te animaras a seguir cometiéndolos”.
Cantó hasta sus últimos días y no le importó subir a los escenarios aunque su salud y los achaques de la edad le decían lo contrario. Tenía 93 años cuando murió el 5 de agosto de 2012, amada por el mundo y revindicada como una de las cantantes más importantes de Latinoamérica. Pero también como un ícono feminista que tomó todos los mandatos patriarcales y escupió sobre ellos.
Este documental nos llega como un regalo para alma, como una afirmación de la rebeldía feminista, como un episodio innegable de la historia de la cultura cargado de música y poesía para seguir escuchando y descubriendo a la Chamana aventurera que dio las mil batallas para ganarlas todas.