Ignacio Montoya Carlotto es músico y es el nieto recuperado 114 por las Abuelas de Plaza de Mayo. Su historia es reflejo de la búsqueda de la verdad y la reconfiguración de una identidad partida.
Por Hugo Luna
Tranquilo y sin levantar la voz durante toda la conversación, Ignacio Montoya Carlotto contó sus alegrías, dudas y esperanzas desde el momento en que pasó a ser el nieto recuperado 114. Después de 36 años de búsqueda, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, encontró a su nieto nacido en cautiverio.
Pero Ignacio se reconoce sobre todo como músico y dice que es difícil encontrarse en ese rol que tiene los años de lucha por los derechos humanos de las Abuelas. “Mi trabajo es arriba del escenario. Yo soy eso ahí. No soy, a pesar de los deseos de muchos, esa persona que es la abuela, esa persona que es militante, esa gran oradora. Soy un tipo que hace música y que trata de hacer con eso, lo mejor que pueda. Así que el orden de prioridades es diferente, al menos para mí. He trabajado toda mi vida de Ignacio y es lo que sé hacer”, sostiene convencido.
Por eso es que la conciencia de ese momento histórico, quedó impresa en su memoria. “Cuando sucedió mi noticia, pasé de ser un anónimo a ser un personaje público sin haberlo pedido. En todo caso, lo que quería saber es quiénes eran mis padres”.
He trabajado toda mi vida de Ignacio y es lo que sé hacer. El peso de la historia, de las marcas del terrorismo de Estado en el cuerpo de una madre que devino abuela, cuando Estela supo que su hija había parido en cautiverio, transformó su lucha en una más grande: por memoria, verdad y justicia. “La fuerza de la búsqueda de la historia de Estela obviamente era más fuerte que mi pobre historieta, mi pobre historia, mi pobre Ignacio”, dice desde la reflexión, reconociendo que en esa búsqueda, “encontraron a Guido”, cuando en realidad, habían “encontrado a Ignacio”.
El debate entre una identidad heredada y una robada se presentó desde que su tía, hermana de su mamá Laura, lo llamó desde el Instituto de la Identidad Nacional para confirmarle que era un nieto recuperado. Inmediatamente después, su rostro inundó las pantallas de TV y de todos los medios del país. El día de la conferencia de prensa, una Estela conmocionada en su perseverancia por encontrar a su nieto, demostró la
victoria de la verdad, la dignidad y el coraje, frente a la violencia de los perpetradores.
Mi trabajo es arriba del escenario. Yo soy eso ahí. No soy, a pesar de los deseos de muchos, esa persona que es la abuela, esa persona que es militante, esa gran oradora. Soy un tipo que hace música.Y a pesar de ese sueño hecho realidad, las primeras palabras del nieto de Carlotto fueron: “Hola, yo soy Ignacio”. No quiso o no supo cómo desterrar esa identidad heredada que lo nombra. “Me lo hicieron notar, no me acordaba”, dice con cierto asombro todavía. Ese día, muchos “insistían en preguntar” llamándolo “Guido”, en vez de llamarlo Ignacio. Pero aclara con sabiduría, que supo que era “sin mala intención” solo por “el peso de la historia que se come a la otra”.
En ese debate se abre una moral a la que hay que ponerle el rostro y toda la esencia con la que viene Ignacio. Cómo luchar contra lo que
hubiera sido y no pudo ser, cómo romper el destino y en cambio, amalgamar el pasado con el presente. “Es cierto que no es cualquier nombre, es el nombre que mi mamá quería, que quizás hayan soñado con mi papá, que venía heredado de mis abuelos”, pero más allá de todo eso, “la fuerza de las circunstancias, de toda una vida vivida y construida arriba de otro nombre, tiene valor también. Entonces me vi en la obligación de tener que defender eso”.
-¿Cómo fue encontrarte con Estela, con la militante y con la abuela?
Pasa que no me encontré con la Estela militante sino con la Estela abuela. Aprendo algunas cosas para hacer o no hacer con ese espejo enorme que es ella. Y la abuela, es una abuela. No tengo mucho ejercicio en ser receptor de abuelas porque no las tuve en la otra familia, tuve una, pero la traté muy poco. Ahora, tener dos abuelas, es otra situación y en esa situación me encuentro aprendiendo.
-¿Indagaste en el sentido etimológico del nombre?
Sí, tanto en el de Ignacio como Guido. Ahora no recuerdo bien qué significan, pero el peso que tiene Guido es muy fuerte, porque significa la
lucha, el sacrificio y viene con mucho sufrimiento. No sentí que lo tenía que aceptar así, tan livianamente. Pensé en darle una oportunidad pero no lo pude sostener, porque a pesar de ser uno de los momentos más importantes de mi vida, dije: No me voy a llamar Guido y no lo voy a poner en el documento. No es una cosa en contra de nadie, es mi vida. Es medio denigrante tener que dar explicaciones de cómo te llamas. Sin embargo, en el barrio donde vivo hay gente que me llama Guido y me ha conocido como Ignacio. Hasta mis suegros me llaman Guido y yo he ido a la casa como novio de su hija y era Ignacio.
-Esta nueva parte de tu vida vino a completar ciertas intuiciones, ciertos registros que tenías desde un lugar un poco más oscuro…
Sí, ciertamente es eso, pero no son meros datos, sino cosas importantísimas y fundantes que acomodan algunas cosas que estaban ahí medio chuecas. Entonces, ahora sé por qué es la música y no otra cosa, por qué me enojo cuando me enojo. Esas cosas que vienen de la familia. También mi historia tiene una característica extraña y es que mi crianza no fue muy diferente a la que hubiera sido. Por ese lado, me pude ensamblar mejor a las dos familias nuevas.
-Y la felicidad se traduce en la sensibilidad que requiere ser artista, brinda un plus para entender ese camino de la vida…
Es una manera de cambiar el mundo y para mí, la más noble. Un pintor te dirá que es pintando, un nadador dirá que ganando carreras, pero realizando las tareas con amor, que en general, es una manera de comprender el mundo. Y de comprenderlo mejor, para también poder cambiarlo.
Daniel Baremboin, en una oportunidad en que lo conocí, mencionó esa idea de cambiar el mundo a través del arte, que parece algo estúpido, pero nadie lo ha intentado en serio. Dijo: ¿Por qué no lo hacemos? Ya se intentó todo lo demás y falló. Se intentó a través de las imposiciones políticas, a través de las guerras, la economía, de las ideologías diversas. Y seguimos teniendo graves problemas estructurales en el mundo, gente que odia a otra gente sin demasiada razón. Entonces me parece que el arte es un elemento que amalgama, que une y que hace que la gente se quiera en muchos casos. O en casi todos los casos. Me parece que es menester intentarlo y en este rol que tengo, ahora será con más ganas y más fuerzas.
-¿De qué habla tu música?
Mi música está entramada en el jazz pero también en distintas búsquedas. En algunos casos tocamos canciones con aires folclóricos, con
poesías mías que hablan de problemáticas de todos, de cosas más simples y a través de eso tratan de ver la manera de modificar algo en el oyente como para que se vaya un poco mejor de lo que vino.
-Tu arte te permite recorrer el país, conocer lugares, gente y a partir de esto, armar una mirada sobre nuestra realidad social, política y cultural.
Somos una Nación joven y estamos en una suerte de adolescencia de lo que sería una Nación de las que solemos tomar como referencia pero mal tomada. Creo que estamos en un buen momento, más allá que hay muchos que se afirman en decir lo contrario. Tenemos una educación pública, que pese a todos los problemas que tiene, es pública. Un sistema de salud público, que a pesar de las falencias, existe y es muy grande. Y tenemos un capital humano que es capaz de vencer casi cualquier dificultad. Y culturalmente hemos crecido, mucho más, que en otros aspectos. Estamos tratando de clarificar todo lo que nos ha pasado y sostenerlo en arte. Por ejemplo, la importancia y la vitalidad que tienen los artistas en todos lados. En cada pueblo a donde vayas hay cantores e
intérpretes increíbles, que a lo mejor, no los conoce nadie y eso es lo que hay que corregir. El mensaje a la sociedad debe ser: Abran los ojos que hay capital, que no todo viene de la televisión. En realidad, todo viene por otro lado y cuando entendamos eso, vamos a poder aceptar un montón de
manifestaciones artísticas que las tenemos ahí, cerquita, y que nos harán muy felices.