Maternidad adolescente. Un desafío para las políticas públicas

Las desigualdades entre hombres y mujeres en materia de salud, educación sexual y reproductiva se recrudece en las madres jóvenes. 

 

Por Alicia Genolet* | Fotos: Sarah Pabst

 

 

La maternidad adolescente pone en evidencia la existencia de una sociedad desigual y en la que los derechos de las mujeres se encuentran vulnerados. La carencia de acceso a la educación sexual, integral, sistemática en las escuelas y a programas de salud sexual y reproductiva destinados a la población adolescente, muestra la falta de decisiones políticas claras ante un problema que nos interpela cotidianamente.

En la Argentina de las últimas décadas uno de los grupos más vulnerables ha sido el de los adolescentes. Según los datos disponibles del Censo 2010, cerca del 11 % de niños/as y adolescentes de Paraná entre 10 y 19 años, son pobres. En este sentido, la condición socio económica de los sectores más carenciados es material y subjetiva, y se explicita en los escasos recursos para afrontar la vida cotidiana.

Durante la adolescencia, la sexualidad aparece fuertemente atravesada tanto por los cambios corporales propios de esta etapa, como por los mandatos sociales y culturales que inciden en la construcción de la identidad de varones y mujeres. Por un lado, la asociación del varón con la urgencia sexual, el inicio temprano de las relaciones sexuales y la des-implicación en la paternidad y por otro, la vinculación de las mujeres con la pasividad sexual, la disponibilidad para otorgar placer a su pareja y el ejercicio de la maternidad no contribuyen a alcanzar un desarrollo humano con igualdad de oportunidades para ambos.

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Los estereotipos de género están presentes también en el trabajo que realizan mujeres y varones y en las posibilidades de alcanzar logros educativos. En el caso de las adolescentes en situaciones de pobreza, generalmente el trabajo aparece invisibilizado, ya que se trata de tareas relacionadas a la reproducción familiar. Las que trabajan “fuera de casa” lo hacen fundamentalmente en servicio doméstico, actividad de costura y ayuda en comercio.

De esta manera, el género junto a la pobreza constituyen factores de riesgo para las mujeres, dado que potencian la asignación de lugares subordinados centrados en tareas relacionadas con el ejercicio de lo doméstico y las impulsan a que la maternidad sea casi el único proyecto de vida.

Una cuestión de todxs

Si tomamos en cuenta el tipo de respuesta dada por el Estado y las políticas sociales frente a la problemática de la maternidad adolescente, vemos que las principales carencias son: falta de educación sexual sistemática, de servicios especializados en la atención de los adolescentes, lo que aumenta sus riesgos de adquirir enfermedades, muerte materna por abortos, abusos sexuales y la existencia de embarazos no deseados. Si bien en la Conferencia de El Cairo (1994) se ha recomendado la necesidad de programas de enseñanza y orientación de los adolescentes sobre la igualdad de los sexos y la revisión de conductas sexuales responsables, la realidad muestra brechas profundas a superar.

En general, la accesibilidad de las adolescentes a los servicios de salud es solo del 6%, cifra que se incrementa cuando la adolescente queda embarazada. Las dificultades están relacionadas con la falta de estrategias adecuadas para la captación, ya que no se puede precisar quiénes quedan sin cobertura por los deficientes datos estadísticos existentes.

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Otros obstáculos mencionados por los profesionales son: la falta de recursos humanos formados en la temática, los prejuicios en la comunidad respecto a la sexualidad de los adolescentes que dificultan la dedicación a la prevención y a la planificación, al reducir las instituciones su atención a las urgencias.

Los elementos mencionados permiten conjeturar a modo de diagnóstico algunos aspectos que debemos considerar en la planificación de la intervención profesional. Las teorías de género ofrecen una alternativa de comprensión de los condicionamientos que existen para las mujeres en el ejercicio de una vida saludable en relación con su salud sexual y reproductiva y ayudan a visualizar las mismas posibilidades para su empoderamiento y construcción de ciudadanía.

En el caso de las adolescentes presupone la construcción de alternativas societales que posibiliten desarrollar la autoestima y el respeto sobre el propio cuerpo como condición básica para su desarrollo como sujetos sanos y libres. Para esto es fundamental contemplar las necesidades y derechos de las adolescentes en su calidad de actoras sociales relevantes, así como sensibilizar y capacitar a los prestadores de salud sexual y reproductiva, a los organismos gubernamentales y no gubernamentales para que sean escuchados sus intereses e inquietudes.

 

 

*Vice Decana Facultad de Trabajo Social – UNER.

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