La formación científica y la salida laboral, conllevan muchas horas dedicadas a un trabajo que está invisibilizado socialmente. Las políticas públicas recuperaron en los últimos años buena parte de este protagonismo que hoy se encuentra debilitado.
Por Victoria Ugartemendia* | Ilustración: Nadia Sur | Foto:
Mariana va por las mañanas a la biblioteca de la universidad para trabajar en el marco de la investigación en estudios culturales que está llevando a cabo, en calidad de investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Por las tardes, releva bibliografía para actualizar sus conocimientosen páginas especializadas de la web, envía mails a colegas con los que discute su investigación, y habla por “skype” con algunos que no viven en su ciudad. Dos veces a la semana, da clases en la universidad en la que tiene su lugar de trabajo, como parte de sus obligaciones docentes. Asimismo, una vez a la semana se reúne con su equipo de investigación a discutir los avances sobre su trabajo y los de sus colegas. Por último, unas cinco veces al año asiste a congresos y jornadas de intercambio de resultados de investigación con otros colegas de su disciplina en el país y en el exterior.
Luis es investigador en una universidad pública en temas de endocrinología. Cuando comienza el día, asiste al laboratorio que comparte con diez personas más donde realiza experimentos, recibe a los proveedores de insumos, escribe avances de sus investigaciones y se reúne con investigadores jóvenes a los cuales dirige, es decir, a los que tiene que enseñarles el oficio de científico. A la tardecita, una vez a la semana, asiste a un seminario de investigación con sus colegas a discutir los resultados de su trabajo y a elaborar nuevos proyectos de investigación que presentará ante agencias financiadoras y la universidad. Otros días, en el mismo horario, dicta clases en la universidad y se reúne con otros profesores de la cátedra a resolver aspectos de la actividad docente.
Estos dos casos representan el intenso trabajo que llevan a cabo los científicos de nuestro país: un trabajo arduo de largas jornadas laborales, que entraña muchos aspectos rutinarios (como cualquier otro trabajo) y que les exige a estos trabajadores el desarrollo de muchas relaciones –con bibliotecarios, investigadores en formación, colegas del país y del exterior,entre otros–. Nótese que por lo general las vidas cotidianas de los científicos transcurren en el anonimato para la mayoría de las personas que viven en nuestro país. Estos trabajadores sólo son conocidos por la población en general, cuando llegan a un resultado de investigación que los medios de comunicación masiva deciden divulgar –lo cual aparece como producto de cierta genialidad que esconde el transcurrir “gris” de la vida del laboratorio, de la biblioteca y del escritorio–; o cuando deciden salir a la calle a protestar por las malas condiciones salariales o laborales, sucesos que fueron frecuentes en 1990 y que en los últimos meses de 2016 reaparecieron.
Los trabajadores científicos se contabilizan hoy en nuestro país con 83.225 personas físicas, lo que significa una duplicación desde 2003 cuando sumaban 43.609 (extraídos de Mincyt 2015). El 85,5% de los investigadores y el 92,2% de los becarios, es decir de los investigadores en formación, trabajan mayormente en las universidades públicas y en los centros de investigación estatales (fundamentalmente de Conicet). En este sentido, es importante remarcar el rol fundamental que tiene el Estado en sostener a la actividad científica en nuestro país, ya que tan sólo el 6,7% de los investigadores participan en universidades privadas y empresas.
Un largo camino por andar
Para llegar a ser un trabajador científico, se exige obtener el título de Doctor, lo cual significa que se debe atravesar el sistema educativo durante 25 años (sin contar el nivel inicial). Esto implica un gran esfuerzo económico para el científico, en términos individuales, así como para toda la sociedad; es decir, requiere demuchos años educar a este tipo particular de trabajador. Sin embargo, esto es acompañado por una compensación salarial pobre, si se la compara con otras actividades tales como las financieras y de negocios, situación que se da no sólo en nuestro país sino también en los países más desarrollados del mundo, donde los estudiantes tienden cada vez menos a elegir la carrera científica. Si bien las condiciones salariales de los investigadores del ámbito estatal han mejorado desde el año 2003 hasta el 2015, los valores siguen estando muy por detrás de los salarios pagados en los países más desarrollados, e inclusive, comparado con los salarios de otros países de América Latina como Brasil o México. Esto es particularmente grave si se considera que la recomposición salarial obtenida en Conicet y en las universidades en 2016,no sobrepasa el 31%, muy por detrás del 42% reconocido por el Ministerio de Hacienda y Finanzas Pública para otras actividades.
Otra característica del trabajo científico es su internacionalización, es decir, que se trata de una actividad que involucra relaciones entre personas de diferentes países que se vinculan para formarse (de hecho hacer una estadía en el exterior es algo frecuente en la carrera científica en las Ciencias Naturales), para relacionar ideas y resultados, para intercambiar insumos o para publicar (las publicaciones científicas de investigadores de dos o más países no han parado de aumentar en los últimos diez años). Los científicos conocen a sus colegas del exterior, los visitan y en situaciones determinadas, como de crisis económica o política, usan esos vínculos para emigrar, historia que se ha repetido demasiadas veces en nuestro país.
Los centros desarrollados como Estados Unidos y la Unión Europea, saben de esta globalización de la actividad científica y ponen en marcha políticas activas para atraer este tipo de migrante que tiene un costo de formación cero, lo cual significa una pérdida para países como el nuestro, que con muchos años de esfuerzo cimentaron su sistema científico.
*Magister, Doctoranda en Ciencias Sociales – UBA.