Es uno de los grandes exponentes del folclore actual, santiagueño de nacimiento y cordobés por elección. El cantautor habló de su pasión por la bicicleta, de la búsqueda de autonomía y embellecer el mundo con las canciones.
Texto y foto: Romina Imoberdorff*
Un trashumante sensible ante lo que le sucede a su pueblo, Raly cuenta con esa auténtica tranquilidad pueblerina. Comprometido con su tiempo, acompaña y dice presente en diferentes causas y luchas sociales. También su música lo demostró a partir de la salida de Ey Paisano en 2004, uno de sus trabajos más políticos, donde reafirmó su compromiso con movimientos sociales como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) y su defensa por los derechos humanos.
Con once discos a cuestas, la reciente presentación en vivo en Paraná de El Sueño de los viajeros, consolidó el trabajo que venía desarrollando en su sello, ahora devenido en una plataforma virtual de producción y venta de música (discotrashumante.com) Ahí, está disponible en formato físico y virtual, su discografía completa así como discos de otros artistas.
-¿Cuál fue el primer vínculo con la música?
-Es difícil recordarlo. No tengo memoria de un antes de la música. A pesar de lo que podrían imaginarse, no nací en un conservatorio o en un lugar lleno de música. El único músico que tuve cerca fue mi padre, al cual conocí de grande. Creo que la música viene en algún gen y desde la niñez he tenido la necesidad de estar con la música. La primera guitarra que me llegó fue a los siete años, casi ocho, un regalo de los Reyes Magos que siempre recuerdo como si fuera hoy: la sensación de despertarme y encontrarme con ese regalo. Y a partir de ahí comencé a expresar todo a través del instrumento. Hoy me sigue acompañando como alguien que me ha ayudado, como una herramienta. Sin embargo, nunca he sido un virtuoso del instrumento. A pesar de que toco mucho y sé lo que estoy tocando, siempre ha sido de manera intuitiva para expresar mis canciones.
-¿A qué le escribe Raly?
-Depende de los momentos que esté pasando. Y como todo ser humano pasamos por incontables estadíos, que van desde la frescura, la bronca, la desilusión, la sensibilidad ante la injusticia y de enamorarse locamente hasta que te duele el cuerpo.
-¿Y hay alguna preferencia en tus interpretaciones?
-No, lo que me gusta lo canto. Alguien que me escucha puede decir: Qué bien canta zamba. Y sí, porque hay una cuestión regional que me da el sabor para cantar eso. Nunca vamos a cantar una canción colombiana como un tipo nacido a la orilla del Magdalena o un blues como un tipo que naciera a orillas del río Mississippi. Hay una herencia cultural que respeto muchísimo y es lo que yo tengo. Lo me sale mejor con la mano derecha es cuando hago ritmo folclórico y cuando canto, no solamente por la cuestión tímbrica de la voz, sino que cuando canto una chacarera sencillamente sé lo que estoy cantando. El hecho de que conozca lo que canto porque lo traigo desde la panza de la madre, marca una diferencia a la hora de interpretar.
-Te señalan como el nuevo folclore…
-Nunca estuve de acuerdo con esa etiqueta del folclore joven. Sigo pensando que el mundo necesita de canciones y eso es lo que va a trascender como la verdad de la vida. En realidad eso es medio noventoso, fueron épocas donde el negocio tomó a varios grupos folclóricos y les puso ese nombre como para definirlos. Pero es redundante, cualquier música regional y que tenga una historia, necesariamente tiene lo joven, lo nuevo. Cualquier manifestación folclórica tiene mucho de historia y tiene mucho presente, por eso siempre he tenido mucho respeto a la historia musical de nuestros pueblos. Tengo la alegría de haber podido transmitir eso a través de mis canciones, de seguir ese camino y también cantar canciones de otros autores.
LO IMPORTANTE ES ANDAR Y RODAR
-Nacido en Frías, Santiago del Estero y viviendo ¿en Unquillo?
-Sí estoy afincado en Unquillo desde hace doce años aproximadamente. Es el lugar que sigo eligiendo todos los días y es un tesoro. Me levanto a la mañana, veo el lugar y me digo: qué bueno es estar acá. Y he recuperado algo que creía haber perdido para siempre y es la vida de pueblo. Recuerdo que cuando iba a Frías mientras vivía mi madre, agarraba la bici y andaba por todos lados, entraba a las casas sin golpear. Es esa vida de pueblo que se resume a una bicicleta, andar y compartir una guitarreada o encuentros espontáneos. No necesitás tanta agenda, simplemente salís y te encontrás con la gente. Es mucho más sencillo y eso lo he podido recuperar en Unquillo. Una vida hermosa que me hace muy feliz.
-¿Es un lugar de inspiración también?
-Eso es relativo. La inspiración para mí, es más importante en el sentido del camino, del andar. No soy viajero de recorrer grandes distancias. Mientras me lleven a cantar, bien, pero de turismo es muy difícil que vaya a algún lado. Entonces la inspiración está más ligada al camino. Es un poco y un poco. Aprendí a trabajar, a esperar el momento que a veces llega y a veces no. Uno siente que hay que buscarlo para tratar de lograr un equilibrio. A veces uno logra cosas que le gustan, que lo emocionan y otras, no logra transmitir en el papel lo que quiere.
Me gusta mucho escribir, leer a algunos escritores, poetas, investigar, y averiguar. Es decir, ver cómo salgo un poco de los cánones de las canciones y también escribir alguno que otro cuento. Esas son búsquedas que me hacen muy bien.
-¿Qué diferencias ves con tu público entre tocar en las peñas y en los teatros?
-Son distintas en cuanto a la disposición. En las peñas hay un carácter festivo y el rito es distinto. En el teatro está más focalizado en el repertorio y sin embargo, tenés que sonar bien en los dos lugares. Me gustan las dos cosas. Hay canciones que por ahí puedo tocar en un teatro, mientras que en un festival me las guardo.
-¿Qué significó dar el paso de armar tu nueva plataforma musical virtual?
-La necesidad de caminar hacia la autonomía y la independencia artística. Uno cuando es chico no tiene mucha conciencia de esto. Yo quería sacar mis discos y mis canciones, entonces me ponían un papel y firmaba, era lo único que me importaba. No pensaba en números ni en los derechos, pero vas tomando conciencia que podés hacer el business discográfico. Y sin embargo es complicado, porque las discográficas van rotando y los discos ya no son lo mismo que antes. Veo lo que sucede con otros artistas de compañías grandes que hasta han tenido un manejo de la vida de los tipos, y eso, es caminar en contra de la autonomía. A mí me gusta ir para otro lado, nadie me dijo nunca qué tengo que grabar y cuando me lo dijeron, me he plantado espontáneamente porque quería hacer mi música. Hoy podemos manejarnos a nuestro modo y eso nos pone contentos porque este microemprendimiento tendrá vida propia y le podrá dar espacios a otros artistas.