Un pueblo parisino en el Litoral. Fue cuna y epicentro de las colonias judías en la provincia. Su historia intacta lo conmueve en un presente apaciguado.
Por Gustavo Sirota
La tranquila siesta pueblerina se hace sentir en las despobladas calles de la París de Entre Ríos. Unos pocos gurises cruzan la Avenida San Martín, camino al colegio que recuerda en su nombre al autor de Los Gauchos Judíos, Alberto Gerchunoff. Cuesta imaginar que éste haya sido el centro urbano más importante de las Colonias de la Jewish en Entre Ríos.
Nacida al ritmo del ferrocarril, la estación recibió a los primeros colonos de la empresa colonizadora del Barón Maurice de Hirsch, la Jewish Colonization Association (JCA). A la muerte del benefactor, se encomendó al Agrimensor Arístides Sol la traza urbana parisina que la distingue hasta hoy en sus bulevares y plazas.
De su pasado de esplendor poco queda ya. Hoy Domínguez tiene menos de dos mil habitantes, menos de la mitad que hace setenta años.
Antiguas edificaciones recuerdan aún el Fondo Comunal, la institución cooperativa más importante de la región y del país. La febril actividad del Fondo movilizaba a sus 1200 socios, pertenecientes a las 49 colonias que agrupaba la JCA en la región.
En 1876, Nicolás Avellaneda promulgó la Ley Nº 817 de Inmigración y Colonización que configuró a la Argentina en el mapa europeo. El proyecto original de la JCA consistía en trasladar al país 25 mil judíos rusos durante 1892, primer año de su existencia y en el curso de 25 años, se esperaba que emigraran más de 3 millones. De ese plan, solo 33 mil personas integraron las colonias judías en el país.
Cuna del cooperativismo por la acción pionera de Miguel Sajaroff, Domínguez fue además el principal centro de la cultura judía de la provincia. Alberto Gerchunoff, Israel Zeitlin (César Tiempo), Samuel Eichelbaum, fueron algunos de los escritores que desandaron sus calles polvorientas. Sus habitantes recuerdan hoy el paso de Rafael Alberti o Isaac
Bashevis Singer por el salón de la Biblioteca Sarmiento, sitio que albergara uno de los tres cines que tuvo la localidad en sus tiempos de esplendor.
Pero no fue la única labor pionera que alumbró la localidad. La primer Escuela Técnica ORT de la Argentina se levantó allí, llegando a jóvenes de todas las colonias judías del país. Se creó también el primer Centro Sanitario Israelita de América del Sur, de la mano del médico milagroso de la compañía colonizadora, Noe Yarcho.
La vieja estación, ya sin trenes que la recorran, va cediendo paso al descuido y a las malezas, convocando a los fantasmas de más de medio siglo de olvidos y postergaciones. En silencio, Domínguez se resiste a morir, añorando un pasado que no vuelve.